06:00 hrs.  26 de Marzo  de 2005

 

Boletín UNAM-DGCS-228

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del boletín

 

FRECUENTE LA DESINTEGRACIÓN DE FAMILIAS CON HIJOS CON ALGUNA DISCAPACIDAD

 

·        Coincidieron en señalar las profesoras Esther Zúñiga y Elia Lázaro, de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM

·        Los padres con algún vástago en esta condición suelen abandonar el hogar, señalaron

·        Es imposible ponerse en el lugar de ellos, por lo que sugirieron acudir con un especialista para orientarlos sobre cómo abordar la situación

 

Tener un hijo con discapacidad es un hecho extraordinario dentro de la familia y bajo ciertas circunstancias puede ser el detonador de la desintegración, porque su presencia requiere de cuidados especiales y que las madres centren en él toda su atención, con lo que desplazan al resto de los miembros, señalaron Elia Lázaro Jiménez y Esther Zúñiga Macías, profesoras de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.

 

De acuerdo con Lázaro Jiménez, los padres con algún vástago en esta condición suelen abandonar el hogar, lo que complica la situación. Si bien el progenitor puede acompañar a la esposa en el proceso de duelo, al paso del tiempo huye. De ahí la importancia del trabajador social en este tipo de ambientes, recalcó.

 

A decir de Zúñiga Macías, 80 por ciento de los familiares de personas con discapacidad tiene falsas expectativas sobre su evolución; niegan la realidad y no logran superar este proceso. Ello empeora porque la mayoría no recibe ayuda psicológica y porque los entornos no funcionan igual con una persona en esta situación.

 

“Es imposible ponerse en el lugar de ellos. De cierta forma lo intentamos, pero sólo lo hacemos de forma hipotética. Nunca se experimentará la realidad en donde están insertos. De ahí que los padres deban acudir con un especialista para orientarlos sobre cómo abordar la situación”, agregó.

 

Según el censo de 2000 del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, poco más de dos millones de personas presentan alguna discapacidad en México.

 

Esther Zúñiga explicó que se califica con ese término a todo ser humano que presenta temporal o permanentemente una limitación, pérdida o disminución en sus facultades físicas o motoras, intelectuales o sensoriales (visuales y auditivas), para realizar actividades connaturales a su especie.

 

Se maneja la totalidad de síndromes, tales como el de Down y el de West, los casos de déficit de atención, retraso escolar, hiperactividad o disfunciones no atendidas que requieren supervisión permanente.

 

Apuntó que en todas las situaciones puede hablarse de una etapa previa y posterior a la aparición, denominadas deficiencia y minusvalía. La primera puede ser temporal o superada y no llegarse a constituir como un obstáculo; por ejemplo, la persona puede usar prótesis para reemplazar un miembro perdido y realizar sus actividades como cualquier sujeto.

 

El segundo aspecto sobreviene luego de sufrir un accidente o enfermedad que llevó a parálisis total o parcial –implica un carácter permanente–, y no se tienen las mismas oportunidades que el resto de la sociedad; es decir, cuando no tiene acceso a educación, cultura, recreación y trabajo por su condición.

 

 

En este último caso, apuntó Elia Lázaro, la minusvalía es difícil de aceptar. Por ejemplo, para los padres es un dolor recurrente, pues conforme se desarrolla el hijo y llega a la adolescencia, no saben cómo tratarlo, pues el joven pasa por las mismas etapas que sus semejantes, y no es comprendido.

 

Además, “no es asexuado, él también experimenta emociones, deseos e inquietudes; de ahí la necesidad de que los padres se informen con un especialista y se reúnan con personas que comparten su situación para enfrentar el problema”.

 

Las terapias de grupo, por ejemplo, en donde acuden padres de menores o jóvenes con discapacidad, pueden ayudarlos a expresar sus emociones, dificultades, angustias, frustraciones; entre iguales pueden intercambiar experiencias y aprender a manejar la frustración o tristeza por la que atraviesan.

 

En torno a la atención de los padres, Zúñiga Macías abundó que si la afectación no es severa, si el individuo puede insertarse en la sociedad, deben identificar las habilidades y remontar las limitaciones. Ahí entra la labor del trabajador social, quien, junto con el psicólogo o psicoterapeuta, debe manejar el duelo, el proceso de rechazo, rebeldía, enojo, coraje, y ayudar a sus tutores a salir adelante.

 

La investigadora informó que se trabaja con madres de menores con discapacidad intelectual, para reflexionar “tomando las bases de la resistencia -un principio de física aplicado a las personas con esta disposición-, para tratar de que ellos mismos, a partir de la identificación de los factores de riesgo y protectores latentes en su entorno, puedan salir de la situación lo más fortalecidos posible”.

 

En torno a la cultura sobre este rubro, Elia Lázaro señaló que en México pasarán varias generaciones antes de tomar conciencia sobre esta problemática; por ello deben adoptarse medidas para formar a los pupilos desde primaria: que todos tenemos los mismos derechos independientemente de nuestras capacidades y debemos respetar las diferencias.

 

 

 

Si tuviésemos el conocimiento desde pequeños, “esos conceptos se aplicarían de manera natural. Si todos nos percibimos semejantes deberíamos aprender a vivir con personas con limitaciones o que requieren de ciertas circunstancias para desenvolverse” y tener una vida “normal”; las normas serían iguales para todos, concluyó.

 

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PIES DE FOTO

 

 

FOTO 01.

 

Esther Zúñiga y Elia Lázaro, de la ENTS de la UNAM, coincidieron en señalar que tener un hijo con discapacidad es un hecho extraordinario dentro de una familia; puede ser detonador de la desintegración.

 

 

FOTO 02

 

La profesora universitaria Esther Zúñiga apuntó que el trabajador social, junto con el psicólogo, debe manejar el duelo, todo el proceso de rechazo.

 

 

FOTO 03

 

La  especialista de la UNAM Elia Lázaro destacó que para los padres con hijos con discapacidad esta condición es un dolor recurrente, pues no saben cómo tratarlo.