Boletín UNAM-DGCS-218
Ciudad Universitaria
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final del boletín
El 10 por ciento de los mexicanos sufre afectaciones por ansiedad, incluidas las fobias, razón que propició que un grupo de especialistas de la Universidad Nacional analice los procesos químicos que la propician.
Un equipo de científicos del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, encabezados por el doctor Miguel Pérez de la Mora, busca identificar las sustancias que participan en el trastorno de la ansiedad, y cómo interactúan entre ellas.
Pérez de la Mora explicó que
las distintas variantes de la enfermedad,
incluidas las fobias, afectan a cerca de 10 por ciento de la población
mexicana, aunque las cifras de incidencia se elevan a 20 entre las personas que
acuden a hospitales generales, a 30 entre pacientes con problemas del corazón y
hasta 50 por ciento en nosocomios orientados a la psiquiatría.
Definió a la ansiedad como una
respuesta adaptativa que prepara al individuo para contender contra un peligro
real o potencial. De esa forma, resulta natural su presencia. Gracias a ese
mecanismo se está en alerta ante riesgos, como accidentes o agresiones, por
ejemplo.
Además, dijo, existe miedo o estrés, difícilmente diferenciado del anterior, pues todas se expresan en forma similar. Es posible, entonces, que las tres sean solo modalidades del mismo sistema de alarma. Sin embargo, en ocasiones la tensión se eleva sin razón aparente, por estímulos inocuos o que recuerdan algún acontecimiento. Entonces se habla de un estado patológico.
También se presenta a la baja,
expuso el especialista. En monos se descubrió, de forma experimental, que esta
disminución se propicia después que se ha dañado, en ambos lados del cerebro,
la estructura llamada amígdala –porque
a diferencia de las que tenemos en la garganta tienen forma de almendra–.
En humanos, abundó el científico, la ansiedad patológica puede llegar a causar problemas, que pueden incluso, invalidar por completo a quien la padece. Ese estado surge cuando hay desarreglos en los mecanismos que modulan la respuesta ansiosa.
En forma continua o repetitiva
hay una tendencia a desarrollar enfermedades psicosomáticas, precisó, como
hipertensión arterial, estreñimiento e incluso, impotencia en el hombre y frigidez en la mujer, porque se paralizan
las funciones digestivas y sexuales.
La ansiedad, refirió Miguel
Pérez de la Mora, es un fenómeno complejo que constituye la base de nuestra
conducta emocional. Ahí participan muchas regiones del cerebro, como la
corteza, hipocampo y amígdala. Esta última parece ser definitiva: "Cuando
se estimula se provoca tensión, y cuando se lesiona, se reduce".
Libera una serie de
neurotransmisores, sustancias que comunican entre sí a las células del cerebro.
Normalmente un individuo presenta este estado luego de percibir, mediante sus
sentidos, señales de peligro potencial o inminente de su entorno o cuerpo. Esta
información es enviada a la región del complejo baso-lateral, donde se decide
si en efecto es dañino y debe prepararse para la lucha o huída, dilucidó.
Pasa entonces al núcleo
central de la amígdala, el cual se comunica con las estructuras cerebrales que
regulan la presión arterial, pulso o respiración, y da forma a la
"modalidad" de la respuesta ansiosa que experimentará el sujeto,
prosiguió.
Así, el grupo del doctor Pérez de la
Mora, centra su trabajo en conocer la interacción entre las sustancias
neurotransmisoras liberadas en ratas –su modelo experimental–.
En sus análisis con modelos de
conducta para medir la ansiedad en el roedor, determinan si durante los
momentos que el animal experimenta o disminuye tensión hay cambios en la
cantidad de esos compuestos. También observan si el grado se puede
correlacionar con un aumento o reducción de su eficacia. Tal es el caso del
ácido gama-amino-butírico (GABA, por sus siglas en inglés).
Parece ser el encargado de
mantener esta conducta a la baja. Así, si se facilita, mediante el uso de
benzodiazepinas (como Valium o Tafil),
su unión a receptores localizados en
las células a las cuales transmite información, los animales disminuyen su
nivel de angustia en forma notable. Es posible, entonces, “que dentro de
nuestro cerebro existan sustancias propias que actuando como un factor endógeno
faciliten la unión de nuestro GABA a sus receptores”, adelantó.
Otro, el ácido glutámico, por
el contrario, parece ser el encargado de mantenerla a la alta. A este respecto,
el investigador universitario y su grupo de colaboradores han podido demostrar
que dentro de la región de las islas paracapsulares de la amígdala, cierto tipo
de receptores denominados metabotrópicos (mGluR5) también están
involucrados.
Pérez de la Mora aseguró que
es importante identificar qué elementos intervienen en el proceso y qué tipo de interacciones
mantienen entre ellos, para diseñar fármacos que actúen aumentando o
dificultando la acción de los neurotransmisores indicados.
El grupo del experto también
estudia el papel de la diabetes como productora de ansiedad patológica, pues es
conocido que entre esos pacientes es más frecuente este último estado que en la
población en general. Esto es importante por su incidencia en México y el mundo.
Por último, el científico
concluyó que en tanto continúen las investigaciones respecto a la ansiedad será
posible curar, o al menos controlar, ese trastorno. "Cada día conocemos
más acerca del fenómeno y eso abre la posibilidad de generar fármacos más
específicos y con menos problemas colaterales, que corrijan el problema”.
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PIES DE FOTO
FOTO 01.
Un equipo de científicos del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM,
encabezados por Miguel Pérez de la Mora, trabaja en la identificación de las
sustancias que participan en el trastorno de la ansiedad.
FOTO 02
En ocasiones, la ansiedad en las personas se eleva sin razón aparente.
Entonces se habla de una ansiedad patológica, explicó Miguel Pérez de la Mora,
del IFC de la UNAM.