11:00 hrs.  18 de Febrero  de 2005

 

Boletín UNAM-DGCS-133

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del boletín

 

 

SE MODIFICAN LOS VALORES CONTENIDOS EN LOS SÍMBOLOS PATRIOS

 

·        Por el agotamiento del modelo de nación heredada del siglo XIX, de incluir en el mismo “molde” a todos los grupos, afirmó Alfredo Ávila, del IIH de la UNAM

·        Para Cristina Gómez, profesora de la FFyL, se pierden por la falta de afinidad y conocimiento de nuestra historia

 

 

En el México actual hay una modificación de los valores contenidos en los símbolos patrios, como la bandera, dado el largo proceso histórico en que se forjaron, afirmó el doctor Alfredo Ávila, del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM.

 

Dicha transformación responde al agotamiento del modelo de nación heredado del siglo XIX –en donde se privilegiaron rasgos de inclusión interna y exclusión hacia lo extranjero– y de los elementos de identidad en el sentido más duro de la palabra, añadió, pues se quiso incluir en el mismo “molde” a todos los grupos poblacionales.

 

México dejó de ser monocromático para volverse flexible y aceptar la diversidad interna y, al mismo tiempo, que no es tan diferente de otros países. Tarde o temprano esa postura repercutió en las imágenes de coincidencia, como se observó durante el debate acerca del Himno Nacional, impensable en la centuria pasada, dijo.

 

Para la doctora Cristina Gómez, profesora de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), el lábaro patrio es el símbolo más importante de unidad, identidad o rasgo en común, así como de soberanía que tenemos los mexicanos.

Sin embargo, lamentó que sus valores se pierdan por falta de afinidad y conocimiento de nuestra historia. Esta situación “no empezó con la llegada de los españoles ni cuando se consumó la Independencia, sino con los primeros pobladores en el altiplano”.

 

La apropiación de símbolos

A lo largo de la historia, la manipulación de imágenes comunes ha sido constante. "Simplemente sucede y no lo podemos evitar, aunque no sea lo deseable. Lo mejor que podemos hacer como universitarios es estudiar el fenómeno para explicarlo", aseguró Alfredo Ávila.

 

No obstante, Cristina Gómez difirió, al señalar que la bandera y sus colores nos identifican como mexicanos, independientemente del gobierno en turno, del partido político en el poder o que de forma individual se tenga una posición de izquierda, derecha o centro. "Es demagógico apropiarse de esos símbolos, que son resultado de momentos históricos concretos".

 

En todo caso, agregó, se requiere una labor importante para explicar el significado del lábaro patrio de forma que, sobre todo los niños y jóvenes, lo conozcan y entiendan. Se debe insistir en ello.

 

Para Alfredo Ávila, su utilización se debió al mismo sentimiento de creación nacional, pues la edificada en el siglo XIX no era la que todos querían, fue un "invento" de grupos minoritarios que, poco a poco, se extendió hacia el resto de la población. En 1847 se perdió la guerra contra Estados Unidos porque aún no se definía con claridad esta idea, la cual arraigó hasta finales de ese siglo y principios del XX, mediante los programas de educación pública.

 

Los símbolos siempre han sido manipulados, no hay que extrañarse de eso, indicó. Tal es el caso de la Virgen de Guadalupe, usada por Miguel Hidalgo al inicio del movimiento de Independencia, o la de Zapopan, por los insurgentes cuando entraron a Guadalajara. Aunque hoy parecen beneméritos, en su origen fueron impuestos, lo cual no es extraordinario. Se trataba de forjar la unidad e identidad nacionales, enfatizó.

 

A pesar de que los emblemas no deben tener signo partidista, agregó la académica de la FFyL, el poder trata de usar los más importantes para tener aceptación, por eso los gobiernos los retoman, aunque desconozcan su génesis.

 

Alfredo Ávila consideró que no es necesario reforzar el conocimiento sobre los símbolos patrios, sino la educación en general. Cuando ella sea integral, les serán comprensibles. Tampoco hacer más honores a la bandera, sino entender la realidad y símbolos como parte de ella.

 

Cristina Gómez señaló que los mexicanos deberíamos saber lo elemental de nuestra historia, más allá de la bandera y otros signos. Además, tener cuidado, porque hay niños que por su religión o conciencia no le rinden honores y son expulsados de las escuelas. "Eso es peligroso, porque muestra intolerancia".

 

Dicha tradición, surgida entre grupos de extrema derecha, no debe llevarse al límite. Si alguien, por creencias, no quiere sumarse a esta actividad, debe tener plena libertad. "Ese es el cambio en la idea de nación", no defender un Estado totalitario que nos quiere a todos iguales, sino uno que acepte la pluralidad. Eso sería más fructífero, argumentó.

 

De todos modos, la modificación de valores en torno a estos símbolos podría traer cambios. De eso trata la historia, de transformaciones. La nación mexicana no es la misma de los siglos XIX, XX y no tendrá que serlo en el XXI. Será lo que queramos hacer con ella, señaló Alfredo Ávila.

 

Metamorfosis

En su origen, las banderas tenían un sentido estrictamente militar. Eran una señal que los ejércitos debían seguir. En Europa como en Oriente, así como en el mundo prehispánico, se usaron como distintivo.

 

En el caso de las monarquías identificaban a las tropas de cada rey y terminó convirtiéndose en su propia insignia. En los siglos XVII y XVIII, en tanto el monarca es el representante e, incluso, encarnación del Estado, los estandartes se volvieron referentes.

 

Luego, con la Revolución Francesa, se modificó su sentido: pasó a ser la representación del gobierno moderno, cuya soberanía radica en la nación y no en un solo recipiendario del poder. Por extensión, se convirtió en símbolo nacional.

 

 

La nuestra, explicó Alfredo Ávila, se inscribe en esa tradición, que junto con la estadounidense (originada durante la independencia de las Trece Colonias), son las dos más importantes. "Podemos ver a muchos países como Cuba, Puerto Rico y Liberia, cuyo modelo es el de barras y estrellas, a diferencia del formato tricolor, de franjas verticales, como Francia, Italia e Irlanda, por ejemplo".

 

Así, cuando surgió en el siglo XIX nuestro lábaro conjuntó un elemento moderno, inspirado en la revolución gala, y otro ancestral, que le dio legitimidad: el escudo, que retoma nuestro pasado prehispánico.

 

En el libro La bandera mexicana, el historiador Enrique Florescano expone que lo distintivo es que en su hechura participaron tres tradiciones: “la indígena, la herencia religiosa hispánica y colonial, y la liberal, que propuso fundar Estados autónomos y soberanos".

 

Nuestro pendón surgió a raíz del movimiento de independencia. Fue diseñado en 1821 y desde entonces ha tenido pocos cambios, coincidieron los académicos universitarios.

 

La primera insignia mexicana, propiamente dicha, fue la diseñada por Agustín de Iturbide para promulgar el Plan de Iguala, en febrero de 1821, que simbolizaba las Tres Garantías: la religión católica como única, representada por una franja diagonal blanca; la independencia, por otra verde, y la unión entre españoles y americanos, simbolizada con el rojo. No había escudo, sino una estrella dorada en cada sección.

 

En septiembre del mismo año, el Ejército Trigarante entró a la Ciudad de México y quedó consumada la Independencia; en noviembre, abundó Cristina Gómez, se decretó que la bandera tuviera los mismos tonos, pero en franjas verticales y en el orden: verde, blanco y rojo, y al centro el águila, de perfil y con corona imperial, posada sobre el nopal.

 

Alfredo Ávila precisó que en los primeros distintivos el águila no devoraba una serpiente, sino estaba parada sobre un nopal, símbolo aparecido ya en algunos estandartes, como el de la Junta de Zitácuaro, que en 1811 estableció Ignacio López Rayón, aunque fue José María Morelos quien colocó por primera vez dicho emblema en medio de una bandera insurgente.

 

No fue sino hasta 1823, una vez que cayó el imperio iturbidista y el Congreso se declaró a favor de la república, que se decretó la desaparición de la tiara del ave, por ser un elemento monárquico. En tanto, la serpiente surgió sin decreto alguno, en enseñas como la del Batallón de San Blas. "En su mayoría, el águila era vista de frente, con las alas extendidas, no como la actual, de lado. Esta es una modificación del siglo XX", abundó el integrante del IIH.

 

Cristina Gómez sostuvo a su vez, que aunque la bandera actual nació en 1821, en el escudo recoge un proceso histórico cuyas raíces se encuentran en la fundación de la ciudad de Tenochtitlán.

 

Enrique Florescano refirió que entre los pueblos mesoamericanos se representa una región por su árbol emblemático, y los aztecas eligieron el nopal. Sus símbolos de identidad proceden de la narración sobre la peregrinación desde Aztlán hasta la fundación de Tenochtitlán en 1325. Según ese mito, el dios Huitzilopochtli les ordenó buscar tierras mejores, que habrían de reconocer por una manifestación inequívoca: un águila agitando sus alas, parada sobre un nopal y desgarrando una serpiente.

 

El ave es imagen del sol, encarna su faz diurna y el movimiento ascendente hacia el cenit. Cuando devora a pájaros u ofidios alude su victoria sobre los enemigos y expresa el triunfo de los guerreros sobre los antiguos pueblos agrícolas. De tal forma, el emblema mítico de la urbe fue una exaltación de la guerra, que construyó el poder de la nación mexica, representación universal de ese Estado.

 

La imagen se abrió paso en la época colonial y por su fuerza llegó hasta nuestros días, precisó Cristina Gómez: "Los leones y castillos del escudo de armas de la Ciudad de México que Carlos V, rey de España, le otorgó en 1523, no representaban ni daban identidad a los criollos, indios ni mestizos, sino a los peninsulares".

 

Incluso, las autoridades locales, los miembros del ayuntamiento, usaron el águila para timbrar el escudo de armas impuesto. "De este modo, por un golpe de prestidigitación política, el escudo mexica se superpuso a la heráldica hispana", reveló Enrique Florescano en su obra.

 

 

 

Disertó que en casi todos los templos, monasterios y monumentos civiles edificados en el siglo XVI está presente la mano indígena, así como su imaginario; la representación del antiguo emblema se difundió en diversas partes del territorio, como los actuales estados de México, Puebla, Michoacán o Hidalgo, hasta que en el siglo XVIII se volvió común.

 

"El escudo de la ciudad, lo mismo que el nombre e, incluso, la Virgen, en este caso de Guadalupe, terminaron imponiéndose al resto del país", opinó Alfredo Ávila.

 

En el transcurrir de los tres siglos de dominación ibérica y con el nacimiento del México Independiente, permaneció la idea de recuperar el pasado prehispánico, como elemento de identidad y reconocimiento de que el Estado tiene raíces profundas, concluyó.

 

 

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PIES DE FOTO

 

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Para la doctora Cristina Gómez, profesora de la FFyL de la UNAM, la bandera y sus colores nos identifican como mexicanos, independientemente del gobierno en turno, del partido político en el poder o de la posición individual.

 

 

FOTO 02

 

Alfredo Ávila, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, consideró que no es necesario reforzar el conocimiento sobre los símbolos patrios, sino la educación en general; cuando sea integral, será comprensible.