06:00 hrs.  25 de Diciembre de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-1054

Ciudad Universitaria

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ELABORAN EN LA UNAM MANUALES PARA IDENTIFICAR ÁRBOLES MEDIANTE CORTEZAS Y HOJAS

 

·        Informó Luis Alfredo Pérez Jiménez, investigador del Instituto de Biología

·        Además de estudiar el crecimiento de ejemplares en la selva baja caducifolia, uno de los diversos entornos con que cuenta nuestro país, dijo

·        Pretenden relacionar el desarrollo de las variedades arbóreas con características del ambiente, como precipitación, pendiente o inclinación del terreno, señaló

 

Investigadores de la UNAM elaboran manuales para identificar árboles mediante su corteza y hojas, además de estudiar el crecimiento de ejemplares en la selva baja caducifolia, uno de los diversos entornos con que cuenta nuestro país, informó Luis Alfredo Pérez Jiménez, investigador del Instituto de Biología.

 

De ese modo, pretenden relacionar el desarrollo de las variedades arbóreas con características del ambiente, como precipitación, pendiente o inclinación del terreno, profundidad del suelo e insolación, indicó.

 

El científico explicó que durante siete meses al año no se puede saber a qué grupo pertenecen porque no tienen flores o frutos, ni siquiera hojas. No obstante, por la observación y experiencia botánica se advierte que algunas especies tienen cortezas características.

 

Eso llevó al especialista y a su colega, Josefina Barajas, a diseñar un texto para determinar un ejemplar con base en esa parte externa. Se puede dar cuenta de que hay árboles que tienen la corteza papirácea, que se desprende como tiras de papel, de diferentes colores, como rojizas o amarillas, o si tienen cierto tipo de ramificación o acomodo de lenticelas o pequeños “volcancitos”, aseguró Pérez Jiménez.

 

El manual tiene una parte ilustrada y claves de acuerdo con su tipo, color, tronco o ramificación. Por ejemplo, dijo, hay dos conjuntos parecidos y se confunden, pero uno siempre empieza a ramificar a menos de dos metros y el otro tiene el fuste recto, de ocho metros y arriba una copa plana; así se distinguen.

 

La segunda edición incluirá 50 especies más, para un total de 110. Es útil no sólo para los biólogos y ecólogos expertos en flora, sino para los especialistas en fauna, que requieren saber qué comen los animales o en que árbol anida un insecto, consideró.

 

El libro y las actividades de clasificación forman parte de los estudios que se realizan en la Estación de Biología Chamela del IB, ubicada en Jalisco, sobre plantas, animales –como mamíferos, aves, reptiles e insectos, entre otros– y temas del ambiente físico, indicó.

 

En este sentido, el científico también prepara un manual de identificación de los árboles de esa región con base en las hojas, pues  es común no contar con flores o frutos, estructuras empleadas en taxonomía vegetal para ubicar a las especies.

 

El experto enfatizó que se debe propiciar un desarrollo sustentable basado en la investigación de ecólogos, agrónomos forestales y biólogos, quienes, en éste último caso, brindan las bases para las alternativas de uso de un ecosistema de ese tipo.

 

Al ser académicos no se sabe “cómo sembrar o hacer explotación forestal, pero sí cuáles son los tipos de árboles que hay, en qué cantidad y cual es el uso actual y potencial para la madera. Asimismo, sugirió,  se puede proponer la mejor manera de acrecentar el número de individuos de especies útiles sin alterar la estructura de la selva”.

 

Para determinar la composición y estructura de Chamela, el científico y sus colaboradores hacen muestreos de vegetación. “Ello implica un conocimiento previo de la flora, es decir, trabajo en el campo de colecta cuando se tienen flores, frutos o ambas cosas; entonces se utilizan claves para identificarlos de forma adecuada”, refirió.

 

Este trabajo puede durar años; no sólo se reconocen las especies, sino que se miden sus ejemplares. Eso es importante, porque si se desea aprovechar de forma racional este hábitat se necesita conocer cuanto alcanzará en cinco años, ejemplificó.

 

La importancia de tales ecosistemas es que, como otros tipos de selva, brindan diversos servicios ambientales; por ejemplo, transforman el bióxido de carbono y evitan el calentamiento global. Además, tales comunidades recargan mantos acuíferos y manantiales, y evitan la erosión o pérdida del suelo. “Tampoco se debe desdeñar su valor estético”, precisó.

 

Recalcó la importancia de la conservación y emprender campañas de educación ambiental. En este sentido, otros investigadores universitarios trabajan en el estudio de la interacción entre la población rural con el ecosistema de la región de Chamela.

 

Recordó que en México existen diversos tipos de selvas. En los extremos están las altas perennifolias, en donde el estrato alto está compuesto por árboles de 30 o más metros de altura que nunca pierden sus hojas; y se desarrollan en zonas lluviosas.

 

En las bajas caducifolias alcanzan hasta 15 metros y la mayoría pierden follaje en época de secas. Esto provoca un aspecto diferente con la época de lluvias. Se desarrollan en sitios como la cuenca del Balsas y toda la vertiente del Pacífico, aunque algunas se desarrollan en la península de Yucatán, y en partes de Veracruz, Tamaulipas y la península de Baja California. En ambos casos los suelos que las sustentan son frágiles, por lo que si la selva se desmonta se erosiona, concluyó.

 

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FOTO 01.

Investigadores de la UNAM determinan el crecimiento de los árboles y elaboran un manual de identificación de los mismos mediante la corteza, informó Luis Alfredo Pérez Jiménez, investigador del IB.

 

FOTO 02

Para determinar la composición y estructura de la selva baja caducifolia en la región de Chamela, Luis Alfredo Pérez Jiménez y sus colaboradores de la UNAM hacen muestreos de la vegetación.