Boletín
UNAM-DGCS-1054
Ciudad Universitaria
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ELABORAN EN LA UNAM MANUALES PARA IDENTIFICAR ÁRBOLES MEDIANTE CORTEZAS
Y HOJAS
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Informó Luis Alfredo Pérez
Jiménez, investigador del Instituto de Biología
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Además de estudiar el
crecimiento de ejemplares en la selva baja caducifolia, uno de los diversos
entornos con que cuenta nuestro país, dijo
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Pretenden relacionar el
desarrollo de las variedades arbóreas con características del ambiente, como
precipitación, pendiente o inclinación del terreno, señaló
Investigadores de la UNAM elaboran manuales
para identificar árboles mediante su corteza y hojas, además de estudiar el
crecimiento de ejemplares en la selva baja caducifolia, uno de los diversos
entornos con que cuenta nuestro país, informó Luis Alfredo Pérez Jiménez,
investigador del Instituto de Biología.
De
ese modo, pretenden relacionar el desarrollo de las variedades arbóreas con
características del ambiente, como precipitación, pendiente o inclinación del
terreno, profundidad del suelo e insolación, indicó.
El científico explicó que durante siete meses
al año no se puede saber a qué grupo pertenecen porque no tienen flores o
frutos, ni siquiera hojas. No obstante, por la observación y experiencia
botánica se advierte que algunas especies tienen cortezas características.
Eso llevó al especialista y a su colega,
Josefina Barajas, a diseñar un texto para determinar un ejemplar con base en
esa parte externa. Se puede dar cuenta de que hay árboles que tienen la corteza
papirácea, que se desprende como tiras de papel, de diferentes colores, como
rojizas o amarillas, o si tienen cierto tipo de ramificación o acomodo de
lenticelas o pequeños “volcancitos”, aseguró Pérez Jiménez.
El
manual tiene una parte ilustrada y claves de acuerdo con su tipo, color, tronco
o ramificación. Por ejemplo, dijo, hay dos conjuntos parecidos y se confunden,
pero uno siempre empieza a ramificar a menos de dos metros y el otro tiene el
fuste recto, de ocho metros y arriba una copa plana; así se distinguen.
La
segunda edición incluirá 50 especies más, para un total de 110. Es útil no sólo
para los biólogos y ecólogos expertos en flora, sino para los especialistas en
fauna, que requieren saber qué comen los animales o en que árbol anida un
insecto, consideró.
El libro y las actividades de clasificación
forman parte de los estudios que se realizan en la Estación de Biología Chamela
del IB, ubicada en Jalisco, sobre plantas, animales –como mamíferos, aves,
reptiles e insectos, entre otros– y temas del ambiente físico, indicó.
En
este sentido, el científico también prepara un manual de identificación de los
árboles de esa región con base en las hojas, pues es común no contar con flores o frutos, estructuras empleadas en
taxonomía vegetal para ubicar a las especies.
El
experto enfatizó que se debe propiciar un desarrollo sustentable basado en la
investigación de ecólogos, agrónomos forestales y biólogos, quienes, en éste
último caso, brindan las bases para las alternativas de uso de un ecosistema de
ese tipo.
Al
ser académicos no se sabe “cómo sembrar o hacer explotación forestal, pero sí
cuáles son los tipos de árboles que hay, en qué cantidad y cual es el uso
actual y potencial para la madera. Asimismo, sugirió, se puede proponer la mejor manera de acrecentar el número de individuos
de especies útiles sin alterar la estructura de la selva”.
Para
determinar la composición y estructura de Chamela, el científico y sus
colaboradores hacen muestreos de vegetación. “Ello implica un conocimiento
previo de la flora, es decir, trabajo en el campo de colecta cuando se tienen
flores, frutos o ambas cosas; entonces se utilizan claves para identificarlos
de forma adecuada”, refirió.
Este
trabajo puede durar años; no sólo se reconocen las especies, sino que se miden
sus ejemplares. Eso es importante, porque si se desea aprovechar de forma
racional este hábitat se necesita conocer cuanto alcanzará en cinco años,
ejemplificó.
La importancia de tales ecosistemas es que,
como otros tipos de selva, brindan diversos servicios ambientales; por ejemplo,
transforman el bióxido de carbono y evitan el calentamiento global. Además,
tales comunidades recargan mantos acuíferos y manantiales, y evitan la erosión
o pérdida del suelo. “Tampoco se debe desdeñar su valor estético”, precisó.
Recalcó
la importancia de la conservación y emprender campañas de educación ambiental.
En este sentido, otros investigadores universitarios trabajan en el estudio de
la interacción entre la población rural con el ecosistema de la región de
Chamela.
Recordó que en México existen diversos tipos
de selvas. En los extremos están las altas perennifolias, en donde el estrato
alto está compuesto por árboles de 30 o más metros de altura que nunca pierden
sus hojas; y se desarrollan en zonas lluviosas.
En las bajas caducifolias alcanzan hasta 15
metros y la mayoría pierden follaje en época de secas. Esto provoca un aspecto
diferente con la época de lluvias. Se desarrollan en sitios como la cuenca del
Balsas y toda la vertiente del Pacífico, aunque algunas se desarrollan en la península
de Yucatán, y en partes de Veracruz, Tamaulipas y la península de Baja
California. En ambos casos los suelos que las sustentan son frágiles, por lo
que si la selva se desmonta se erosiona, concluyó.
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FOTO 01.
Investigadores de la UNAM determinan
el crecimiento de los árboles y elaboran un manual de identificación de los
mismos mediante la corteza, informó Luis Alfredo Pérez Jiménez, investigador
del IB.
FOTO 02
Para determinar la composición y estructura de la selva baja caducifolia en la región de Chamela, Luis Alfredo Pérez Jiménez y sus colaboradores de la UNAM hacen muestreos de la vegetación.