06:00 hrs.  18 de Diciembre de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-1032

Ciudad Universitaria

 

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SOLAMENTE REFORMAR LA LEGISLACIÓN PENAL  NO FAVORECE LA SEGURIDAD DE LOS CIUDADANOS

 

·        Señaló Enrique Díaz-Aranda, miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM

·        Al soslayar la adopción de medidas en la materia se ha descuidado la seguridad de los ciudadanos, añadió

·        Sugirió concentrar la atención en medidas económicas, de los medios masivos, y de educación integral

·        El 90 por ciento de los delitos que se cometen quedan impunes; de ahí que el presunto delincuente no tenga límites para proseguir en su conducta

 

La política criminal mexicana se ha concentrado en realizar reformas a la legislación penal y no en la toma de medidas que abarquen el problema de manera total, lo que no favorece la seguridad de los ciudadanos, señaló Enrique Díaz-Aranda, miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM.

 

Por ello, sus decisiones no cumplen con las expectativas de la población para vivir con tranquilidad y en un ambiente armónico, con plena seguridad en la protección de sus bienes fundamentales: vida, integridad física, libertad y patrimonio, entre otras.

 

De ahí la necesidad de cambiar el rumbo de las adecuaciones a la ley, en el entendido de que no se necesitan más modificaciones en la normatividad “que sólo sirven para fines político-demagógicos. La atención debe concentrarse en medidas económicas, de apoyo en los medios de comunicación y en una educación integral”, sugirió el académico.

 

En cuanto a las financieras, mediante la creación de estrategias tendentes a la creación de más empleos y el mejoramiento del nivel monetario de la población en general.

 

Sobre las medidas educativas, es fundamental establecer un programa de formación integral dirigido a la familia y sociedad, en donde se fomente la cultura de la convivencia en paz y armonía, guiada por el respeto, el cual se ha perdido.

 

Por ejemplo, en materia vial, muchos enfrentamientos verbales y físicos entre personas ocurren a consecuencia de la falta de consideración y conciencia. No hay una cultura de manejo; no existe respeto entre los conductores ni de éstos hacia el peatón; asimismo, muchos transeúntes no saben de sus responsabilidades y provocan al operador. Todo ello genera que se den cierto tipo de fricciones que muchas veces terminan en agresiones.

 

De ahí que el Estado deba procurar políticas que ayuden a reforzar una instrucción sobre la integración familiar, de tolerancia, la cual debe darse también en las escuelas.

 

Abundó que también es necesaria una adecuada política de los medios de comunicación, en la que se fomente el respeto a los postulados cívicos, el desarrollo personal y el rechazo a la violencia, pues  tienen gran influencia en la ideología y conducta del infante.

 

Si se trasmiten programas con contenido violento, mensajes contra los valores, y contra la preservación de los bienes fundamentales de la sociedad, es evidente que el niño crecerá con esa mentalidad, y cuando sea adulto puede ser cooptado por la criminalidad, y aspirará a la fuerza como medio para resolver conflictos. De ahí la importancia y la responsabilidad que tienen en el desarrollo de la personalidad del menor.

Por otro lado, subrayó, no debe soslayarse la existencia de sectores desfavorecidos que necesariamente deberían tener una atención directa; además, centros de promoción del deporte, cultura, el hábito de la lectura, entre otros aspectos. Es decir, que la persona pueda estar ocupada, tener espacios para desarrollarse en otros ámbitos, así canalizará su energía en eventos positivos.

 

Si el Estado no ofrece estos elementos ni la infraestructura para que el joven pueda llegar a expresar su potencial como persona, como miembro de una sociedad, difícilmente se podrá prevenir la criminalidad.

 

El académico abundó que además de la falta de estos mecanismos, existe una política de Estado que considera que al incrementar las penas se eliminará la delincuencia, cuando en realidad el infractor no parte de la idea de cuántos años le van a imponer de sanción, sino de que 90 por ciento de los delitos que se cometen quedan impunes.

 

De ahí que la clave para disminuir este flagelo no esté en aumentar las sanciones, sino en aplicar la disposición aunque sea por poco tiempo de castigo. “Así, por ejemplo, se podría establecer sólo algunos años para el secuestro, pero si realmente todos los agresores pasan ese tiempo tras las rejas, nadie va a querer cometer el delito porque el mensaje es que sí se cumple la ley”. De esta manera, es conveniente condenas más reducidas pero aplicables, que largas que sólo son de papel, y que conllevan otras consecuencias”.

 

Entre éstas hay una clara falla del sistema de impartición de justicia, sobre todo en los ministerios públicos. La mayoría de los casos que investiga el agente no llegan a la consignación y si lo hacen, difícilmente tendrán sanción del juez, porque no se abunda, no se llega a integrar debidamente la averiguación previa.

 

Cuando son casos relevantes, la mayoría de veces pierde la procuraduría, esa acusación que hace normalmente queda en una sentencia absolutoria porque no la supieron integrar.

 

En ese sentido la aplicación del derecho penal debe hacerse, pero hay que tomar en cuenta que es el instrumento de represión formal más importante con que cuenta el Estado, y por eso no es viable esa consecutiva tendencia de acrecentar penas para justificar todo un aparato legislativo, concluyó.

 

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FOTO 01.

La política criminal mexicana se ha concentrado en reformas a la legislación penal y no en medidas al respecto, señaló Enrique Díaz-Aranda, del IIJ de la UNAM.

 

 

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Enrique Díaz-Aranda, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, sugirió que la política criminal mexicana debe concentrarse en medidas económicas, de medios masivos y educación integral.