Boletín UNAM-DGCS-086
Ciudad Universitaria
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final del boletín
NO ES POSIBLE ABORDAR LA OBESIDAD SIN TOMAR EN CUENTA FACTORES PSICOLÓGICOS
Los menores con sobrepeso u
obesidad son generalmente rechazados por sus compañeros, lo que les provoca
baja autoestima y pobre percepción de sí mismos, por lo que no se puede abordar
este problema sin tomar en cuenta factores psicológicos, señaló Rosa
Korbman-Shein, profesora en la Maestría de Psicoterapia Infantil de la Facultad
de Psicología (FP) de la UNAM.
Reveló que un estudio reciente
mostró que los infantes prefieren como amigos a niños con incapacidades físicas
y no a ellos, pues “no pueden participar en muchos juegos o en ciertos
deportes; no aciertan a competir y acaban discriminados”. En muchas ocasiones
sus padres también se burlan de ellos.
Abundó que el medio ambiente, familia, escuela y sociedad tienen gran
responsabilidad en este fenómeno. Por ejemplo, muchos matrimonios preparan
alimentos ricos en grasas y carbohidratos, y acostumbran a sus hijos a este
tipo de dieta.
Korbman-Shein reiteró que el aspecto psicológico es fundamental, pero no
debe soslayarse el biológico y físico abordado por el médico –como el pediatra
o endocrinólogo– y el nutriólogo. La terapia cognitivo-conductual, explicó,
facilita la pérdida de peso en este tipo de personas. Se discute y trabaja el
control de estímulos para comer y el comportamiento en la mesa, por ejemplo.
Esto permitirá romper conductas inadecuadas y desarrollar otras más sanas.
Destacó que “la teoría
psicoanalítica habla sobre gratificación o frustración en la etapa oral,
durante el primer año y medio de vida, cuando el infante obtiene placer al
mamar del seno materno o biberón, chuparse el dedo y llevarse objetos a la
boca”. No debe ser excesiva, pues de lo contrario en las siguientes etapas
pueden presentarse fijaciones. Es decir, siempre buscará alimentos para
sentirse bien, como hacia en los primeros meses de vida.
Otro factor, abundó, es la falta de atención maternal al pequeño, pues si
carece de afecto experimentará un vacío, el cual tratará de llenar en etapas
posteriores con el consumo excesivo de comida. Muchas madres compensan
inconscientemente esa falta de afecto mediante raciones exageradas.
Al respecto, el psicólogo empleará diferentes estrategias terapéuticas,
como las psicodinámicas, para detectar qué hay detrás de las angustias y depresiones que llevan al
infante a seguir degustando; se maneja su autoestima y el cómo sortear los problemas
que se le presentan frente a todos los otros niños en la escuela.
En su oportunidad, María del
Carmen Iñárritu, del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina
(FM) de la UNAM, señaló que la obesidad en la edad escolar aumenta el riesgo de
padecerla en etapas adultas, con múltiples efectos negativos en la salud, pues
antecede y es factor desencadenante de diversas enfermedades crónicas.
Añadió que los malos hábitos
alimenticios y el sedentarismo complican y acentúan problemas como diabetes,
hipertensión arterial, arterioesclerosis, cáncer, trastornos cerebrovasculares
y cardiovasculares, las cuales afectan a un número cada vez mayor de personas
en nuestro país.
Según la Encuesta Nacional de
Nutrición (ENN) de 1999, obesidad y sobrepeso aumentaron considerablemente en
la población adulta e infantil en México: la prevalencia en menores de cinco
años pasó de 4.7 a 5.4 por ciento de 1988 a 1999, y de cinco y 11 años, uno de
cada cinco presenta cualquiera de esas afectaciones.
Por su parte, la Encuesta
Nacional de Salud 2000 reveló que en los adultos con más de 20 años creció de
21.5 a 23.7 por ciento de 1993 al 2000. En el caso concreto de las mujeres,
indica la ENN-99, 52.5 por ciento de entre 12 y 49 años fueron clasificadas con
exceso de medidas; mientras que en 1988 fue de 35.1 por ciento.
A decir de María del Carmen
Iñárritu, el retardo en crecimiento (baja talla o desmedro) y la anemia por
deficiencia de hierro son los dos principales problemas nutricionales en
menores de cinco años en México. A pesar de que en la década pasada hubo una
reducción en la prevalencia, al pasar de 22.8 a 17.7 por ciento de 1998 a 1999,
el desmedro sigue siendo un problema de salud pública, pues se asocia con mayor
riesgo de enfermedad.
En cuanto a la concentración
anormalmente baja de hemoglobina, subrayó que la ENN-99 señala que 27.2 por
ciento de los menores de cinco años tiene anemia; mientras que en edad escolar
(entre cinco y 11 años) la prevalencia nacional es de 19.5 por ciento. De ahí
la importancia del nutriólogo como profesional de la educación alimentaria y
responsable de la evaluación de las personas.
Una alimentación saludable,
dijo, debe ser equilibrada, variada, suficiente e higiénicamente preparada. Por
ello, en México se diseñó la guía El Plato del Bien Comer que propone el
consumo equitativo de tres grupos en cada comida: frutas y verduras; cereales;
leguminosas y alimentos de origen animal.
Destacó que además de los
factores genéticos, metabólicos y celulares en la obesidad, el estilo de vida determina
su génesis. El ritmo acelerado de las grandes urbes provoca el consumo de
preparados grasos. De ahí la importancia de diseñar en las escuelas de medicina
programas para dotar de información a los galenos, quienes diseñarán dietas
adecuadas para sus pacientes.
Advirtió que en los niños el tejido adiposo crece por hiperplasia, es
decir, aumenta el número de células en los primeros años de vida. Por ello, si
se es gordo desde pequeño habrá problemas de adulto. Su tratamiento debe
hacerse de manera integral: médico, nutriólogo y psicólogo, destacó, pues hay
factores conductuales.
En su oportunidad, José
Rodríguez Domínguez, asesor de la Dirección de la FM, precisó que la ingesta
inadecuada de nutrientes y la alta incidencia de enfermedades hunden sus raíces
en la pobreza.
Para él, la desnutrición se
asocia a una patología de esta condición, “así como a la desigualdad,
insalubridad, falta de servicios de salud efectivos y equitativos, habitación
digna, protección, abrigo, ropa, comunicaciones y educación”. La carencia de
bienes impide una alimentación adecuada, sana, balanceada en condiciones
higiénicas y de calidad”.
Al igual que la obesidad, forma
parte de un complejo en donde se agrega mayor fertilidad, convivencia en
conglomerados, promiscuidad y mala ventilación. Los factores sociales juegan un
papel fundamental: “los medios de transporte facilitan llegar a todas partes
sin caminar; además, en el trabajo no se hace esfuerzo físico, la gente está
sentada frente a la computadora y esto crea una alteración en el metabolismo”.
La fisiología básica entra en una etapa de descontrol que va a llevar a
aumentar tallas, agregó.
Nutrición y ejercicio
Además de las consideraciones anteriores, cualquier intervención
psicológica alcanza mejores resultados cuando se acompaña de ejercicio. En este
sentido Julio Pazos Urrieta, especialista en medicina del deporte, destacó el
papel de la actividad física en su prevención y disminución.
Explicó que se recomienda un
estilo de vida físicamente activo donde se utilicen grandes grupos musculares,
por ejemplo durante la caminata, natación o bicicleta en sesiones de 20 o 30
minutos tres veces por semana, como describe el Colegio Americano de Medicina
del Deporte.
“Esto garantiza utilizar como
substrato energético a las grasas; así, el organismo las ocupa y disminuye el
porcentaje de masa-grasa después de algunos meses de ejercitarse”, apuntó.
Al referirse a los diversos
instrumentos y productos para bajar de peso ofertados en el mercado y medios de
comunicación: como cremas, pastillas, fajas y aparatos, indicó que no
funcionan. Sólo la actividad motora puede garantizar su quema, aunado a una
dieta balanceada.
Lo ideal es acudir con un
facultativo para recibir orientación sobre cómo, dónde y bajo qué condiciones
realizarla. Antes que nada, el paciente debe conocer su estado de salud actual,
concluyó.
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José Rodríguez Domínguez, asesor de la Dirección de la
FM de la UNAM, precisó que la ingesta inadecuada de nutrientes y la alta
incidencia de enfermedades hunden sus raíces en la pobreza.
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María del Carmen Iñárritu, de la FM de la UNAM, señaló
que la obesidad en la edad escolar aumenta el riesgo de padecerla en etapas
adultas, con efectos negativos en la salud.
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Los menores con sobrepeso son generalmente rechazados por sus compañeros, lo que provoca baja autoestima y pobre percepción de sí mismos, señaló Rosa Korbman-Shein, de la FP de la UNAM.