Boletín UNAM-DGCS-079
Ciudad Universitaria
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NECESARIO,
MODIFICAR MAPAS DE RIESGO EN EL VOLCÁN POPOCATÉPETL
·
La población ubicada hasta 15 kilómetros del
cráter corre el peligro de ser alcanzada por flujos piroplásticos
· Alertó José Luis Macías, miembro del Departamento de Vulcanología del Instituto de Geofísica de la UNAM
Es importante modificar los mapas de
riesgo del volcán Popocatépetl, pues la población ubicada hasta 15 kilómetros
del cráter corre el peligro de ser alcanzada por flujos piroplásticos, formados
por nubes incandescentes con fragmentos de rocas, ceniza y gases tóxicos,
alertó José Luis Macías, miembro del Departamento de Vulcanología del Instituto
de Geofísica de la UNAM.
Al dictar la conferencia “La
actividad del Popocatépetl en el último siglo y riesgos futuros”, en esa
entidad universitaria, refirió que en los últimos diez años el movimiento del
coloso se incrementó, arrojando rocas hasta cinco kilómetros afuera de su radio
de acción, con los consecuentes incendios. De hecho, se han formado más de 25
domos o ríos de lava incapaces de salir al exterior.
En 2001 aparecieron columnas
de humo mucho más visibles, generadas por explosiones internas, las cuales se
colapsaron para convertirse en corrientes ígneas que viajan a altas velocidades
por los flancos, indicó.
Hasta hoy ese material ha
llegado cinco kilómetros fuera de la cima. Generalmente rellena barrancas, pero
cuando está suelto y es removido con la
lluvia, se forman avenidas de lodo, compuestas por fragmentos; esta especie de
colado de concreto se mueve por las orillas tectónicas y pueden llegar a
distancias mayores, precisó.
Por ejemplo, durante la
erupción de 1997 se formó una columna de 13 kilómetros de altura, “arrojó
cenizas en la Ciudad de México; en las partes cercanas al cráter cayó esa
corriente, y removida por el líquido llegó hasta 15 kilómetros, a una comunidad
cercana”, expresó.
De ahí la importancia de
continuar con su vigilancia y elaborar nuevas rutas de evacuación, pues sus
condiciones se han modificado con el tiempo. El actual fue elaborado tres meses
después del inicio de la erupción del 21 de diciembre de 1994, con la
información geológica de ese momento, señaló.
Contempla tres zonas
caracterizadas por colores: rojo, naranja y amarillo, trazadas según los sitios
afectados por eventos pasados, explicó. El área amarilla (ubicada a más de 40
kilómetros del cráter) fue afectada en el pasado, aunque es la de menor
probabilidad de sufrir una erupción de gran magnitud.
Los primeros poblados se
encuentran en el área naranja que está entre los 10 y 20 kilómetros
aproximadamente del cráter. La roja es la más pequeña (aproximadamente a 10
kilómetros del mismo punto) y tiene la mayor posibilidad de ser devastada por
un evento magmático de pequeña magnitud. Ahí no hay poblaciones, puntualizó.
Si bien la actividad del
volcán no se puede evitar, advirtió, sí se deben prevenir sus efectos. Es
posible pronosticar qué clase de eventos podrían ocurrir en el futuro. De ahí
la importancia de los estudios geológicos para comprender su historia y comportamiento.
Cabe señalar que durante el
siglo pasado este coloso tuvo dos erupciones principales: una en 1919, que
terminó alrededor de 1927, cuando se formó un pequeño cráter interno. Volvió a
la tranquilidad, y no fue sino hasta 1994 cuando reinició actividades el 21 de
diciembre, que siguen hasta la fecha, concluyó.
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José
Luis Macías, miembro del Departamento de Vulcanología del Instituto de
Geofísica de la UNAM, dictó la conferencia “La actividad del Popocatépetl en el
último siglo y riesgos futuros”.
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La actividad del Popocatépetl en los últimos diez años se incrementó, arrojando rocas hasta cinco kilómetros afuera de su radio de acción, con los consecuentes incendios, señaló José Luis Macías, miembro del Instituto de Geofísica de la UNAM.