Boletín UNAM-DGCS-008
Ciudad Universitaria
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Este estado anímico puede provocar
importante desajuste socio-emocional de los menores, aseveró la académica de la
Facultad de Psicología de la UNAM
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Los pequeños enfrentan situaciones difíciles
provocadas por exigencias cotidianas, incremento de responsabilidades
escolares, hábitos familiares, alguna pérdida o por sentirse amenazados,
refirió
El aumento constante del
número de niños con estrés en las grandes ciudades, como México, es un problema que de no ser atendido a tiempo,
puede provocar un importante desajuste socio–emocional de los menores, afirmó
Carmen Alicia López, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Destacó que no sólo los adultos están sometidos a
constantes presiones, los pequeños también enfrentan situaciones difíciles
provocadas por diversos factores: exigencias cotidianas familiares, incremento
de responsabilidades escolares, conocimiento y reproducción de hábitos
familiares, pérdidas o por sentirse amenazados, añadió.
El estrés, indicó, es percibido de forma distinta por
cada grupo de edad, lo cual quiere decir que cada individuo reacciona de manera
particular. Los infantes pueden encarar sucesos conflictivos en diversas etapas
de su desarrollo y ello puede ser benéfico si a partir de estas experiencias
aprenden a afrontar los retos de la vida diaria, consideró.
No obstante, aclaró, en ocasiones se presentan hechos que
rebasan sus capacidades. Es entonces cuando muestran conductas consideradas
negativas por los padres y que, sin embargo, pueden ser signos de alerta, como
irritabilidad, somnolencia, dificultades para comer, temores, inadaptabilidad a
cambios de rutina y en el apego a personas, ansiedad, hiperactividad, retrasos
en el habla, en aprender a caminar y negación a dejar el biberón; así como
orinarse en la cama (enuresis) o defecar en los calzones (encopresis).
La psicoanalista reiteró que los efectos de esta opresión
excesiva varían de una persona a otra, por lo que cada sujeto puede mostrar
síntomas específicos o estilos individuales para manejarlo.
En términos generales, durante los primeros años de vida
la tensión es generada por el ambiente familiar y la relación que establece el menor
con el entorno. Más tarde, cuando se incorpora a la educación formal surge una
combinación de factores nucleares y sociales, la cual incrementa las
posibilidades de que se sienta incómodo, mencionó.
Por desgracia, refirió, muchas veces los progenitores
confunden esta situación con mala conducta y origina que cuando tienen entre
seis y ocho años manifiesten trastornos por déficit de atención, depresión e
incluso sentimientos de fracaso. Normalmente, los pediatras son quienes
detectan esta angustia y la mayoría de las veces los envían con terapeutas.
Datos del Instituto Mexicano de Psiquiatría revelan que
el Trastorno Depresivo Mayor afecta a 2 por ciento de los niños y de 4 a 8 por
ciento de adolescentes en el mundo. Como se observa, de no ser atendido en sus
primeras fases, esta alteración progresa. La incidencia es similar entre sexos
durante la infancia, pero afecta más a las jóvenes púberes a razón de 2 a 1.
Los niños presentan más sintomatología ansiosa, quejas
somáticas y alucinaciones auditivas, así como problemas de conducta e
irritabilidad. Entre 6 y 10 por ciento de los menores y adolescentes con la
afectación pueden desarrollar depresión crónica, que puede ir acompañada de
hipotiroidismo, lupus eritematoso, enfermedades neurológicas, anemia, diabetes
y epilepsia.
Por lo regular, señaló Carmen
Alicia López, lo más indicado en estos casos es la terapia de juegos, la cual
constituye un medio eficaz para ayudar a los infantes a afrontar sus problemas
y expresar sus preocupaciones, precisó. Esta técnica es utilizada únicamente en
esta etapa, pues las actividades lúdicas son una de las principales formas de
comunicación y entendimiento de los pequeños.
En la etapa adulta se buscan
otros métodos, pues se les considera capaces de utilizar correctamente el
lenguaje como forma de introspección.
La convivencia tiene como
objetivo principal que sean capaces de descubrir y resolver conflictos, y
puedan comprender y hacer frente al mundo real. Controladas por el terapeuta,
las expresiones pueden identificar aflicciones y brindar respuestas a las
situaciones que vive, subrayó.
En este tratamiento, destacó,
también es importante la participación de los padres, quienes muchas veces
resultan ser el origen del estrés y, por lo mismo, también deben someterse a
una terapia que les ayude a afrontar sus propios problemas y a sensibilizarse
con la situación de sus hijos.
Aunque la mejor forma de
evitar la preocupación en sus vástagos es involucrarlos en alguna actividad
deportiva, cultural o recreativa; ello con el fin de que no pasen tanto tiempo
en actitud pasiva, viendo la televisión o manipulando algún videojuego,
concluyó.
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Foto 01
El estrés puede causar un importante
desajuste socio-emocional en los menores, aseveró Carmen Alicia López,
académica de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Foto 02
Cada vez aumenta más, en las grandes
ciudades como México, el número de niños con estrés, afirmó la psicóloga
universitaria Carmen Alicia López.