06:00 hrs.  29 de Diciembre  de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-960

Ciudad Universitaria 

Pies de fotos al final del boletín

 

FIN DEL PATRIMONIO CULTURAL COMO IDEOLOGÍA, POR LA GLOBALIZACIÓN

 

·        La etnóloga Ana María Salazar, del IIA, indicó que ello se debió a la pérdida y fractura de los nacionalismos

·        La legislación actual no ha impedido la destrucción de los bienes culturales de los mexicanos

·        Confió en que la acción social, en un contexto de democratización, lleve a la población a ser consciente de lo que ello representa

 

La globalización desapareció al patrimonio cultural como ideología, al ocasionar la pérdida y fractura de los nacionalismos que tenían en éste a su núcleo duro, afirmó Ana María Salazar Peralta, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.

 

La etnóloga añadió que ante el adelgazamiento del Estado, sobre todo en el ámbito formativo, no se ha impulsado un proyecto que permita a los jóvenes tener el conocimiento necesario para poderse autodescribir como mexicanos. Antes que nada, debe saber qué representa.

 

Serlo es una imposición de carácter político porque no hay un país, sino muchos, y tiene que ver con su carácter multicultural. No sólo existen grupos originarios y los mestizos no forman una macroetnia; hay aportes de otros pueblos asentados en el territorio: árabes, chinos, judíos, coreanos y japoneses, lo cual habla de un proceso histórico, de cómo se ha conformado la nación, expresó.

 

En términos constitucionales es ser iguales; sin embargo, en saberes sí hay diversidad, lo que permite que nos enriquezcamos unos a otros. Se han vivido conflictos, no terminamos por asumirnos plurales y, en ese sentido, dijo, aún hay fricciones; por eso se da la desavenencia con los indígenas: por la reivindicación de sus derechos culturales y políticos.

 

La investigadora universitaria confió en la acción social como defensa del patrimonio cultural en un contexto de democratización, que lleve a la población a ser consciente de lo que ello significa, como ingrediente fundamental de la soberanía “en momentos de enormes procesos de la cultura global”.

 

Una de sus principales dimensiones deriva de la construcción de identidades colectivas. “Esto es esencial para asumirnos como parte de un grupo o nación, en función de la autonomía que el país tiene frente a otros”, abundó.

 

Subrayó que la actual Ley de Protección, Conservación y Restauración del Patrimonio Histórico, Cultural y Artístico tiene sus bondades, pero es posible hacerla perfectible. A pesar de ella, los casos de daño se han seguido presentando, sobre todo porque la legislación no se aplica.

 

“No es que sea mala, durante más de 30 años ha sido fundamental para la defensa del patrimonio nacional; el problema es que no se cumple bajo el argumento de vacíos legales y jurídicos, además de la corrupción”, expuso.

 

Por ello, consideró necesario actualizarla en ciertos rubros, sobre todo en aquellos que tienen que ver con otras normatividades, como las referentes a medio ambiente, desarrollo urbano y construcción, que limitan las acciones de arquitectos e ingenieros, por ejemplo.

 

Además, hay temas que podrían especificarse con mayor claridad y cuidado, como los límites entre un área arqueológica o una que contiene bienes culturales; así como las zonas limítrofes.

 

 

 

Salazar Peralta destacó que ha sido interesante, por un lado, ver los alcances de las políticas públicas en esta materia y el papel de los académicos para educar a la población civil sobre el cuidado que se les debe dar a las zonas de valía.

 

Por el otro, las dinámicas sociales han optado por otras estrategias de movilización y lucha. Cuando no se puede detener por la vía legal un proyecto que deteriorará, dañará e, incluso, desaparecerá bienes culturales de gran importancia, se pierden vestigios.

 

“Cualquier resto es de gran importancia, porque es una pieza más del tablero que nos ayuda a comprender los roles socioculturales y los grandes procesos de las sociedades que han habitado el planeta”, refirió.

 

Difícilmente, alguien podría negarles valor y, sin embargo, tanto constructores y desarrolladores como inversionistas tienden a mostrar desdén por el valor del pasado y por la memoria de los pueblos originarios, aseguró.

 

Reconoció que los académicos no han enfatizado el desarrollo de más y mejores “estrategias pedagógicas para que las personas que habitan estos espacios sean conscientes de este patrimonio y de su identidad”.

 

Demandó el impulso a acciones que defiendan nuestro papel como científicos y humanistas, así como proteger los vestigios, porque además de formadores somos ciudadanos.

 

“Aún cuando la globalización nos empuja a incorporar formas culturales modernas, en la vida contemporánea también traemos del pasado formas significativas o al menos las resignificamos en el presente para darles sentido a nuestras creencias”, concluyó.

 

 

 

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Foto 01

Ana María Salazar, del IIA de la UNAM, dijo que hay aportes de otros pueblos asentados en el territorio: árabes, chinos, judíos, coreanos y japoneses, lo cual habla de un proceso histórico, de cómo se ha conformado la nación.

 

Foto 02

Una de las principales dimensiones valorativas del patrimonio cultural es que de él deriva la construcción de las identidades colectivas, aseveró la etnóloga universitaria Ana María Salazar Peralta.