Boletín UNAM-DGCS-960
Ciudad Universitaria
Pies de fotos al final del boletín
FIN DEL
PATRIMONIO CULTURAL COMO IDEOLOGÍA, POR LA GLOBALIZACIÓN
·
La etnóloga Ana María Salazar, del IIA,
indicó que ello se debió a la pérdida y fractura de los nacionalismos
·
La legislación actual no ha impedido la
destrucción de los bienes culturales de los mexicanos
·
Confió en que la acción social, en un
contexto de democratización, lleve a la población a ser consciente de lo que
ello representa
La globalización
desapareció al patrimonio cultural como ideología, al ocasionar la pérdida y
fractura de los nacionalismos que tenían en éste a su núcleo duro, afirmó Ana
María Salazar Peralta, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de
la UNAM.
La etnóloga añadió que ante el
adelgazamiento del Estado, sobre todo en el ámbito formativo, no se ha
impulsado un proyecto que permita a los jóvenes tener el conocimiento necesario
para poderse autodescribir como mexicanos. Antes que nada, debe saber qué
representa.
Serlo es una imposición de
carácter político porque no hay un país, sino muchos, y tiene que ver con su
carácter multicultural. No sólo existen grupos originarios y los mestizos no
forman una macroetnia; hay aportes de otros pueblos asentados en el territorio:
árabes, chinos, judíos, coreanos y japoneses, lo cual habla de un proceso
histórico, de cómo se ha conformado la nación, expresó.
En términos constitucionales
es ser iguales; sin embargo, en saberes sí hay diversidad, lo que permite que
nos enriquezcamos unos a otros. Se han vivido conflictos, no terminamos por
asumirnos plurales y, en ese sentido, dijo, aún hay fricciones; por eso se da
la desavenencia con los indígenas: por la reivindicación de sus derechos
culturales y políticos.
La investigadora universitaria
confió en la acción social como defensa del patrimonio cultural en un contexto
de democratización, que lleve a la población a ser consciente de lo que ello
significa, como ingrediente fundamental de la soberanía “en momentos de enormes
procesos de la cultura global”.
Una de sus principales
dimensiones deriva de la construcción de identidades colectivas. “Esto es
esencial para asumirnos como parte de un grupo o nación, en función de la
autonomía que el país tiene frente a otros”, abundó.
Subrayó que la actual Ley de
Protección, Conservación y Restauración del Patrimonio Histórico, Cultural y
Artístico tiene sus bondades, pero es posible hacerla perfectible. A pesar de
ella, los casos de daño se han seguido presentando, sobre todo porque la
legislación no se aplica.
“No es que sea mala, durante
más de 30 años ha sido fundamental para la defensa del patrimonio nacional; el
problema es que no se cumple bajo el argumento de vacíos legales y jurídicos,
además de la corrupción”, expuso.
Por ello, consideró
necesario actualizarla en ciertos rubros, sobre todo en aquellos que tienen que
ver con otras normatividades, como las referentes a medio ambiente, desarrollo
urbano y construcción, que limitan las acciones de arquitectos e ingenieros,
por ejemplo.
Además, hay temas que podrían
especificarse con mayor claridad y cuidado, como los límites entre un área
arqueológica o una que contiene bienes culturales; así como las zonas
limítrofes.
Salazar Peralta destacó que ha
sido interesante, por un lado, ver los alcances de las políticas públicas en
esta materia y el papel de los académicos para educar a la población civil
sobre el cuidado que se les debe dar a las zonas de valía.
Por el otro, las dinámicas
sociales han optado por otras estrategias de movilización y lucha. Cuando no se
puede detener por la vía legal un proyecto que deteriorará, dañará e, incluso,
desaparecerá bienes culturales de gran importancia, se pierden vestigios.
“Cualquier resto es de gran
importancia, porque es una pieza más del tablero que nos ayuda a comprender los
roles socioculturales y los grandes procesos de las sociedades que han habitado
el planeta”, refirió.
Difícilmente, alguien podría
negarles valor y, sin embargo, tanto constructores y desarrolladores como
inversionistas tienden a mostrar desdén por el valor del pasado y por la
memoria de los pueblos originarios, aseguró.
Reconoció que los académicos
no han enfatizado el desarrollo de más y mejores “estrategias pedagógicas para
que las personas que habitan estos espacios sean conscientes de este patrimonio
y de su identidad”.
Demandó el impulso a acciones
que defiendan nuestro papel como científicos y humanistas, así como proteger
los vestigios, porque además de formadores somos ciudadanos.
“Aún cuando la globalización
nos empuja a incorporar formas culturales modernas, en la vida contemporánea
también traemos del pasado formas significativas o al menos las resignificamos
en el presente para darles sentido a nuestras creencias”, concluyó.
-–o0o–-
Foto 01
Ana María Salazar,
del IIA de la UNAM, dijo que hay aportes de otros pueblos asentados en el
territorio: árabes, chinos, judíos, coreanos y japoneses, lo cual habla de un
proceso histórico, de cómo se ha conformado la nación.
Foto 02
Una de las
principales dimensiones valorativas del patrimonio cultural es que de él deriva
la construcción de las identidades colectivas, aseveró la etnóloga
universitaria Ana María Salazar Peralta.