Boletín UNAM-DGCS-932
Ciudad Universitaria
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¿USAR O NO CÉLULAS MADRE EMBRIONARIAS PARA FORMAR NUEVOS TEJIDOS? TEMA A DEBATE EN LAS BIOCIENCIAS
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No se puede desestimar la capacidad
tecnocientífica de conducir la vida de un embrión preimplantado para curar
vidas humanas: Juliana González, de la FFyL
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Merece un trato humanizado aun cuando se
aproveche con fines médicos
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Las posturas mantenidas sobre su utilización
resultan erradas en su fundamentación misma: Asier Urruela, de la Universidad
del País Vasco, España
En la actualidad no
se puede desestimar la capacidad tecnocientífica de conducir la vida de un
embrión preimplantado hacia la potencial formación de nuevos tejidos y órganos
decisivos para curar vidas humanas, señaló Juliana González, profesora emérita
de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Durante la Reunión
Internacional de Expertos en Células Troncales, que organizó el Instituto de
Investigaciones Jurídicas, destacó que no debe desdeñarse el valor humano a
favor de la vida que tienen, en principio, sus fines curativos, ni desestimar
la actual capacidad de estas células que todavía no se han convertido en
elementos diferenciados de un determinado organismo.
Afirmó lo anterior
al referirse a las células madres embrionarias con fines terapéuticos -también
conocidas como troncales-, ya que existen cuestionamientos sobre “qué es un
embrión preimplantado: realidad en potencia, no definida ni determinada, ni
siquiera biológicamente; su grandeza está en lo indeterminado, en su inconmensurable
riqueza vital.
Sin embargo,
aclaró, tampoco es hombre nato, su posible utilización y destrucción
terapéutica no son de la misma naturaleza que la de una persona humana adulta.
No pueden valorarse de idéntica manera; merece un trato humanizado aun cuando
se aproveche con fines médicos.
Durante su ponencia
invitó a la reflexión sobre el desarrollo personal. Explicó que lo humano se
constituye y actualiza a lo largo de un proceso interminable: biológico es la
fase de la gestación prenatal y simbólico a partir del nacimiento hasta la
muerte. En este continuo ocurren las transformaciones.
“En el genoma
humano ya está el hombre, está como un específico código de vida,
inconfundible; y a la vez intrínsecamente emparentado con la vida animal y universal”,
refirió.
Con más razón se
haya en la célula fecundada desde el primer momento en que comienza una nueva
vida; hecho que hoy debe admitirse, sentenció. Ocurre por dos vías posibles:
unión sexual de los gametos, o por la vía asexual de la transferencia nuclear.
Surge así la vida embrionaria, a partir de la cual se produce la progresiva,
gradual y temporal realización de lo que es potencial.
Así, el embrión
tiene un modo de ser propio en donde predomina el estado potencial y no actual;
un no ser que, sin embargo, es. No se define por una condición pre esencial o
pre humana, sino ya humana y totipotencial, justo por sus células troncales
constitutivas. La vida embrionaria posee características propias distintivas de
otras etapas posteriores del proceso de gestación.
Se trata de
diferentes estadios evolutivos. Posee un estatus peculiar del que depende su
estado moral y jurídico y de ninguna manera es equivalente al de la persona
adulta, ni siquiera al ya implantado, y no se diga al feto humano, cuando ya se
ha configurado el sistema nervioso central, expresó.
Juliana González
precisó que compartir una herencia genética es condición necesaria pero no
suficiente para convertirse en un ser humano, y ya que los embriones sobrantes
no cumplen con estas condiciones, no se convertirán en sujetos.
Por su parte, Asier
Urruela Mora, profesor de la Universidad del País Vasco, España, señaló que la
investigación con células madre en embriones constituye uno de los grandes
hitos científicos de las Biociencias. Ello establece el eje del debate ético
originado en los últimos años referido al empleo de embriones en
experimentación y la necesidad de configurarles un “estado moral”.
Existen dos
posturas extremas en torno a su empleo. El grueso de científicos pone de
manifiesto que, prescindiendo de consideraciones éticas y desde un punto de
vista práctico, las posibilidades de experimentación utilizándolas resultan
mayores que con elementos adultos, enfatizó.
Frente a esta
postura, dijo, un sector social y académico se ha posicionado en contra de su
empleo. Para ello, se desarrolla un razonamiento fundado en la igualdad del
embrión con relación al ser humano, ya que al constituir el sustrato vital y
origen del desarrollo, son extensibles al mismo: posee dignidad intrínseca.
Ella impediría su
cosificación y, por lo tanto, explicó, proscribiría el sometimiento del mismo a
actividades de indagación dirigidas a su destrucción. A decir del penalista,
cualquiera de las dos posturas resulta errada en su fundamentación misma.
Por un lado,
“cosificar al embrión y su utilización en el ámbito científico, sin más límite
que el impuesto por la moderna civilística en relación con los derechos reales,
desconoce su naturaleza intrínsecamente humana y el substrato vital que porta”.
Por el contrario,
la concepción opuesta predica la extensión inmutable al mismo del arsenal de
derechos aplicables al ser humano nacido, tampoco resulta acertada. De ahí, la
importancia de conducir el debate a un punto de encuentro entre ambas,
concluyó.
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Juliana González,
profesora emérita de la FFyL de la UNAM, señaló que no se puede desestimar la capacidad tecnocientífica de conducir
la vida de un embrión preimplantado hacia la potencial formación de nuevos
tejidos y órganos para curar vidas humanas.
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Asier Urruela
Mora, profesor de la Universidad del País Vasco, España, aseveró en la UNAM que
la investigación con células madre en embriones constituye uno de los grandes
hitos científicos de las biociencias.