16:30 hrs.  09 de Diciembre  de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-914

Ciudad Universitaria

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UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA PROPICIA LA DIFERENCIA, NO SÓLO LA TOLERA: CARLOS MONSIVÁIS

 

·        Una minoría articulada, opuesta a los puntos de vista consensuados, no sólo ayuda a evaluar el estado de los derechos humanos en cualquier comunidad, sino que determina las posibilidades de cambio en ella, dijo en la UNAM

·        En la Torre II de Humanidades expuso que a la diversidad se oponen dos cercos: la inercia y la intolerancia

 

Una sociedad democrática propicia la diferencia, no solamente la tolera. Más allá de su calidad de opinión divergente en la serie de prácticas y puntos de vista compartidos, la diversidad debe representar una opinión sistemática, afirmó en la UNAM el escritor Carlos Monsiváis.

 

Una minoría articulada, opuesta a los puntos de vista consensuados, añadió, no sólo ayuda a evaluar el estado de los derechos humanos en cualquier comunidad, sino también determina las posibilidades de cambio en ella.

 

En el auditorio “Mario de la Cueva” de la Torre II de Humanidades, en conferencia organizada por el Programa Universitario de Estudios de Género, -a cargo de Marisa Belausteguigoitia- sostuvo que a la diversidad se oponen dos cercos: la inercia y la intolerancia.

 

La más letal es lo primera, porque revela los grados de ignorancia de los propios avances y desprecia lo obvio: la maduración de la tolerancia, entendida ésta como la incorporación de los derechos de los otros a la perspectiva personal.

 

El autor de Días de guardar añadió que si el proceso de la diversidad y la pluralidad es irreversible, también encuentra resistencias activas. Por ejemplo, la persistencia del racismo que ya no acusa a los indígenas de raza inferior, sino de manipulados; o el uso continuo del término “sectas” para todo grupo religioso no católico.

 

A pesar de eso, reconoció, la sociedad mexicana de hace 15 años ya no existe. Hoy es un lugar común decir que somos, “porque somos distintos y lo que pervive perdurará gracias a esa capacidad de lo diferente de imponer sus derechos legales, culturales, psicológicos o éticos”.

 

En 1960, recordó, México era homogéneo: una religión, la católica; un partido, el PRI; un género en el poder, porque todos los puestos políticos son de hombres; un modo de ser, varones y mujeres; un infierno social y económico, la mayor parte de las veces, a disposición de los marginados en lo racial, económico, político y opciones sexuales.

 

Se concedió el voto a las mujeres en 1953, y con eso se introdujo tibia y aletargadamente el hálito de lo diverso. Pero la extrañeza causada por estos derechos electorales se diluye de inmediato: que no se alarme el patriarcado, las féminas siempre están lejos del poder, de ellas son las posiciones menores.

 

Antes de 1968, en regiones como León, Querétaro o Aguascalientes, practicar la diversidad era darle a un joven con vocación religiosa a elegir entre ser dominico o jesuita, por ejemplo. En tanto, la ciudad de México sí admite paulatinamente lo diverso, aunque públicamente lo aloje en los espacios del morbo, de la extrañeza ante lo raro, de los hostigamientos políticos y sociales. "El que se decida a ser distinto debe atenerse a la presión psíquica y asumirse como subversivo, aleluya, rojillo, pervertido moral, etcétera”.

 

El gran instrumento de control, abundó Carlos Monsiváis, la forja constante de lo homogéneo, es la censura, producto del pacto entre la Iglesia y el Estado, la versión tradicional de la familia y el afán de respetabilidad (“ser respetable no es igual a todos, es que todos traten de parecerse a los poseedores públicos de cierto bien”).

 

La censura elimina hasta donde puede lo diverso en cine, teatro, espectáculos y periodismo. La literatura es la excepción porque nadie confía en que se lea. Uno de sus ejercicios predilectos es la supresión de lo sexual, “orgánicamente indecente. De ahí el encono contra las prostitutas”.

 

El escritor consideró necesario hacer exámenes más específicos sobre lo que se vive en estos momentos, como se vio con la turba de San Juan Ixtayopan que deshumanizó a los capturados.

 

Refirió que no se entiende el proceso de diversidad de estos años si no se centra en los derechos humanos. En el caso de Tláhuac se ha insistido en politizar un hecho que, en primera instancia, es asunto de garantías individuales.

 

“Verlo como un agravio violento, brutal de esas garantías, es preguntarse cuál ha sido su avance en el país y por qué se da la explosión de linchamientos”, refirió.

 

El caso de los agentes de la Policía Federal Preventiva tuvo un rasgo de ferocidad de la turba, pero al mismo tiempo una respuesta de indignación moral de la sociedad, unánime, positiva, donde en general nadie se dio al morbo. Por ello, cuando se habla de descomposición social, también hay que hablar de recomposición, concluyó.

 

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El escritor Carlos Monsiváis, en conferencia organizada por el Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM, sostuvo que a la diversidad se oponen dos cercos: la inercia y la tolerancia.

 

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Una minoría articulada no sólo ayuda a evaluar el estado de los derechos humanos en cualquier comunidad, sino también determina las posibilidades de cambio en ella, afirmó en la UNAM el escritor Carlos Monsiváis.