06:00 hrs. Septiembre 25 de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-681

Ciudad Universitaria

Pies  de fotos al final del boletín

 

RECONOCEN FILÓSOFOS PAPEL CENTRAL DE LAS EMOCIONES: HANSBERG

 

·        Hoy en día se reconoce su papel esencial en la vida intelectual, como explicación de las acciones y la ética

·        Desde siempre han sido estudiadas, pero se habían visto como secundarias a los fenómenos racionales

·        Afirmó Olga Hansberg, miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM y del Instituto de Investigaciones Filosóficas

 

Los filósofos siempre se han ocupado de las emociones pero nunca les habían asignado un papel central como ahora, señaló Olga Hansberg, miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM y del Instituto de Investigaciones Filosóficas. “Se habían visto como secundarias a los fenómenos racionales, añadió; pero esto ha cambiado” y su estudio es fundamental.

 

Hace diez años, agregó ante Gisela von Wobeser, directora de la Casa de las Humanidades, era prácticamente un tema que no se trataba, pero hoy en día se reconoce su papel esencial en la vida intelectual y como explicación de las acciones individuales, así como en la ética: “Se ha descubierto que junto con la razón se influyen mutuamente; quien estudia unas tiene que contemplar a las otras”, aseguró.

 

Indicó que otro tema de interés actual para los pensadores es la racionalidad de las emociones, aquella que nos permite juzgarlas como lógicas o irracionales, justificadas o no, apropiadas o inapropiadas. En general, dijo, esto tiene que ver con las creencias y la sociedad donde se desenvuelven sus usuarios.

Por eso, aseveró, un tópico es saber si se les pueden educar, aprender a sentir de acuerdo con las circunstancias; por lo menos la mayor parte del tiempo. Tradicionalmente, insistió, se dice que no, pues “somos víctima de ellas, y a lo más que podemos aspirar es a controlarlas, a que no se noten socialmente, pero no a dejar de tenerlas”.

 

Si se les quiere atribuir responsabilidad debe pensarse en una forma de influir en ellas, y tendría que ser a través de la disciplina de creencias, actitudes y valores. “Si uno aprende a pensar bien, a tener deseos adecuados, se tendrá una vía para influir en ellas a modo de que sean más convenientes”, destacó.

 

Por supuesto, aseguró la especialista, hay medios más propicios que otros para condicionarlas. Pero “nunca hay nada que sea innecesario”, porque un individuo en una situación cree que va a hacer una cosa y resulta otra. “El ser humano es complejo, recordó, no se le puede entrenar o programar para hacer ciertas cosas y siempre va a hacerlas así. Lo que nos distingue de los animales es esa variedad enorme de posibilidades de acción”.

 

Por ejemplo, consideró que si alguien cree que una sustancia está envenenada puede actuar de varias formas: puede evitarla, tratar de acostumbrarse a ella y tomarla en dosis pequeñas, dársela a su enemigo o tirarla a la basura. Depende de sus creencias y por eso educar las emociones es tan difícil. Una rata de laboratorio, con conductas estereotipadas, simplemente aprende a no ingerirla.

 

Existen varias clasificaciones de las mismas: básicas o primarias y aquéllas que varían culturalmente, positivas y negativas, agradables y desagradables, fácticas (implican que se dio un suceso) y epistémicas (hablan de posibilidades futuras). Lo cierto es que se refieren a una clase heterogénea de estados mentales y son diversas de acuerdo con los intereses del filósofo.

 

Durante la conferencia Explicaciones filosóficas de las emociones, destacó que se han identificado con sensaciones, meros disturbios fisiológicos, percepciones, disposiciones a actuar, así como juicios y evaluaciones.

 

Olga Hansberg resaltó que las palabras que denotan emoción se usan de muchas maneras. Primero, como un episodio, pues implica experiencia fenomenológica, procesos neurofisiológicos, expresiones conductuales no intencionales, actitudes proposicionales y acciones intencionales que se hacen porque se tiene la inquietud.

 

Asimismo, las palabras se usan como disposiciones a sentirlas (está orgulloso de ser un buen profesor); actitudes de largo plazo (la ha amado siempre sin esperanza); generales (ama a los animales); y rasgos de la personalidad (miedoso, irritable).

 

Otra característica, recalcó Olga Hansberg, es que siempre están dirigidas a un objeto (real o imaginario, personas, situaciones, estados de cosas, posibilidades, actividades, entre otros). También, invariablemente, tienen intencionalidad. Pueden tener contenidos expresados mediante una proposición o no aparentemente (odia a Mónica), y manifestar estados de ánimo.

 

Expresó que no hay una guía universal para distinguir y explicar las emociones, pero pueden ser abordadas por su contenido y las relaciones con creencias, deseos y percepciones del individuo; esto es, dependen en un dado caso de cómo ve, qué cree y qué quiere el sujeto y del lugar que ocupa en su sistema de deseos y expectativas.

 

Se pueden diferenciar familias emotivas porque hay similitudes en las actitudes proposicionales involucradas, como odio, indignación, resentimiento y desprecio o amor, adoración, enamoramiento, admiración, respeto y simpatía, finalizó.

 

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FOTO 01

Gisela von Wobeser, directora de la Casa de las Humanidades, acompaña a Olga Hansberg, miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM y del Instituto de Investigaciones Filosóficas, antes de dictar una conferencia en esa entidad.

 

 

FOTO 02

Los filósofos siempre se han ocupado de las emociones pero nunca les habían asignado un papel central, señaló Olga Hansberg, miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM y del IIF.