Boletín UNAM-DGCS-681
Ciudad Universitaria
Pies de fotos al final del boletín
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Hoy en día se reconoce su papel esencial en
la vida intelectual, como explicación de las acciones y la ética
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Desde siempre han sido estudiadas, pero se
habían visto como secundarias a los fenómenos racionales
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Afirmó Olga Hansberg, miembro de la Junta de
Gobierno de la UNAM y del Instituto de Investigaciones Filosóficas
Los filósofos siempre se han
ocupado de las emociones pero nunca les habían asignado un papel central como
ahora, señaló Olga Hansberg, miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM y del
Instituto de Investigaciones Filosóficas. “Se habían visto como secundarias a
los fenómenos racionales, añadió; pero esto ha cambiado” y su estudio es
fundamental.
Hace diez años, agregó ante
Gisela von Wobeser, directora de la Casa de las Humanidades, era prácticamente
un tema que no se trataba, pero hoy en día se reconoce su papel esencial en la
vida intelectual y como explicación de las acciones individuales, así como en
la ética: “Se ha descubierto que junto con la razón se influyen mutuamente;
quien estudia unas tiene que contemplar a las otras”, aseguró.
Indicó que otro tema de
interés actual para los pensadores es la racionalidad de las emociones, aquella
que nos permite juzgarlas como lógicas o irracionales, justificadas o no,
apropiadas o inapropiadas. En general, dijo, esto tiene que ver con las
creencias y la sociedad donde se desenvuelven sus usuarios.
Por eso, aseveró, un tópico es
saber si se les pueden educar, aprender a sentir de acuerdo con las
circunstancias; por lo menos la mayor parte del tiempo. Tradicionalmente,
insistió, se dice que no, pues “somos víctima de ellas, y a lo más que podemos
aspirar es a controlarlas, a que no se noten socialmente, pero no a dejar de
tenerlas”.
Si se les quiere atribuir
responsabilidad debe pensarse en una forma de influir en ellas, y tendría que
ser a través de la disciplina de creencias, actitudes y valores. “Si uno
aprende a pensar bien, a tener deseos adecuados, se tendrá una vía para influir
en ellas a modo de que sean más convenientes”, destacó.
Por supuesto, aseguró la
especialista, hay medios más propicios que otros para condicionarlas. Pero
“nunca hay nada que sea innecesario”, porque un individuo en una situación cree
que va a hacer una cosa y resulta otra. “El ser humano es complejo, recordó, no
se le puede entrenar o programar para hacer ciertas cosas y siempre va a
hacerlas así. Lo que nos distingue de los animales es esa variedad enorme de
posibilidades de acción”.
Por ejemplo, consideró que si
alguien cree que una sustancia está envenenada puede actuar de varias formas:
puede evitarla, tratar de acostumbrarse a ella y tomarla en dosis pequeñas,
dársela a su enemigo o tirarla a la basura. Depende de sus creencias y por eso
educar las emociones es tan difícil. Una rata de laboratorio, con conductas
estereotipadas, simplemente aprende a no ingerirla.
Existen varias clasificaciones
de las mismas: básicas o primarias y aquéllas que varían culturalmente,
positivas y negativas, agradables y desagradables, fácticas (implican que se
dio un suceso) y epistémicas (hablan de posibilidades futuras). Lo cierto es
que se refieren a una clase heterogénea de estados mentales y son diversas de
acuerdo con los intereses del filósofo.
Durante la conferencia Explicaciones
filosóficas de las emociones, destacó que se han identificado con sensaciones,
meros disturbios fisiológicos, percepciones, disposiciones a actuar, así como
juicios y evaluaciones.
Olga Hansberg resaltó que las
palabras que denotan emoción se usan de muchas maneras. Primero, como un
episodio, pues implica experiencia fenomenológica, procesos neurofisiológicos,
expresiones conductuales no intencionales, actitudes proposicionales y acciones
intencionales que se hacen porque se tiene la inquietud.
Asimismo, las palabras se usan
como disposiciones a sentirlas (está orgulloso de ser un buen profesor);
actitudes de largo plazo (la ha amado siempre sin esperanza); generales (ama a
los animales); y rasgos de la personalidad (miedoso, irritable).
Otra característica, recalcó
Olga Hansberg, es que siempre están dirigidas a un objeto (real o imaginario,
personas, situaciones, estados de cosas, posibilidades, actividades, entre
otros). También, invariablemente, tienen intencionalidad. Pueden tener
contenidos expresados mediante una proposición o no aparentemente (odia a
Mónica), y manifestar estados de ánimo.
Expresó que no hay una guía
universal para distinguir y explicar las emociones, pero pueden ser abordadas
por su contenido y las relaciones con creencias, deseos y percepciones del
individuo; esto es, dependen en un dado caso de cómo ve, qué cree y qué quiere
el sujeto y del lugar que ocupa en su sistema de deseos y expectativas.
Se pueden diferenciar familias
emotivas porque hay similitudes en las actitudes proposicionales involucradas,
como odio, indignación, resentimiento y desprecio o amor, adoración,
enamoramiento, admiración, respeto y simpatía, finalizó.
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FOTO 01
Gisela von
Wobeser, directora de la Casa de las Humanidades, acompaña a Olga Hansberg,
miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM y del Instituto de Investigaciones
Filosóficas, antes de dictar una conferencia en esa entidad.
FOTO 02
Los filósofos
siempre se han ocupado de las emociones pero nunca les habían asignado un papel
central, señaló Olga Hansberg, miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM y del
IIF.