06:00 hrs. Agosto 27 de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-604

Ciudad Universitaria

 

Pies de foto al final del boletín

 

MAYOR EL AUMENTO DE TEMPERATURA EN LA CAPITAL, QUE EL CAMBIO CLIMÁTICO GLOBAL

 

·        Ernesto Jáuregui, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera, explicó que a medida que la urbe crece se registran cambios en el clima por la sustitución de suelo natural, vegetado o no, por elementos artificiales

·        La temperatura media anual a finales del siglo XIX fue de 14.5 grados. Cien años después, al término del XX, había aumentado a 16, explicó

 

La temperatura de la capital de la república aumentó 2.4 grados en el último tercio del siglo XX, cantidad mucho mayor a la del cambio climático global, que en toda la centuria fue de entre 0.5 y 1.5 grados, afirmó Ernesto Jáuregui, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.

 

Al dictar el seminario “Variaciones del clima de la Ciudad de México durante el siglo XX” en al auditorio del Jardín Botánico del Instituto de Biología, refirió que a medida que la urbe crece se registran cambios en esa magnitud.

 

Ello se debe a la sustitución de suelo natural, vegetado o no, por elementos artificiales, como banquetas, edificaciones y casas. Uno de los efectos más característicos son las llamadas “islas de calor”, que no son sino burbujas o domos de aire tibio que se ciernen sobre su extensión, en especial donde las construcciones están más concentradas y las calles son más estrechas.

 

Tal fenómeno tiene mayor frecuencia en abril y mayo. En la actualidad, añadió, se ha alcanzado “el límite de tolerancia”, en 30 ó 32 grados”.

 

Otra consecuencia que se advierte es la diferencia de temperaturas entre el centro y la periferia. El contraste térmico ha ido en aumento de forma continua desde la segunda mitad del siglo XX y hasta la actualidad.

 

Cuando tenía menos de un millón de habitantes, la metrópoli registraba una diferencia menor a dos grados. En los ochenta, con 10 millones de habitantes, aumentó a 8 ó 9 grados centígrados.

 

El doctor Jáuregui recordó que en la Ciudad de México y su zona conurbada la población creció de 2.3 millones a alrededor de 18 millones de personas, y de 229 kilómetros cuadrados a mil 500 de principios a finales del siglo pasado. Por supuesto, “este incremento se liga a cambios en el clima”.

 

Sin embargo, reconoció, no hay una red de estaciones para evaluar esta tendencia, por lo que se deben aprovechar los instrumentos vigentes para otros propósitos, como la medición de la contaminación atmosférica.

 

El universitario abundó que también se observa la desaparición del fenómeno de las heladas en la parte central de la ciudad. Eso se debe, entre otros factores, a que los llamados “cañones urbanos” son más profundos en esa parte que en los suburbios, y a que los materiales de construcción son más gruesos y almacenan más calor por su capacidad térmica.

 

Precisó que la “isla de calor” es cambiante a lo largo del ciclo diurno y estacional. Se presenta con más vigor, por ejemplo, en época de secas, cuando no hay mucho vapor de agua en el ambiente, a diferencia de cuando llueve, pues produce el enfriamiento rápido de la superficie artificial.

 

 

 

 

Con el calentamiento citadino, refirió, se tiene noticia de la incorporación a la zona de plantas que antes no existían, principalmente hierbas. Además, al parecer, la floración es cada vez más temprana en las jacarandas, aunque ese hecho no está documentado.

 

Al hablar sobre los cambios relativos a la humedad y precipitación en el último tercio del siglo pasado, Ernesto Jáuregui mencionó que aumentaron los días despejados y disminuyeron los lluviosos. Aunque este año ha sido excepcional, anómalo: la estación calurosa –que empieza en marzo y termina en mayo– no ocurrió, debido a que bajaron las invasiones de aire polar a partir de abril.

 

En el siglo XX los chubascos también se incrementaron hasta tres veces. “Hay evidencia clara de que la metrópoli, a medida que crece, induce una mayor frecuencia de aguaceros intensos”, alertó.

 

En relación con la temperatura del aire en la ciudad, dijo que ha aumentado en las mañanas a razón de 0.6 grados por década, mientras que las máximas temperaturas, por la tarde, subieron 0.3; así, para todo el siglo, el alza térmica fue de 2 grados.

 

La media anual a finales del siglo XIX fue de 14.5 grados. Cien años después, al término del XX, había alcanzado los 16, explicó el especialista.

 

Las áreas verdes no avanzaron en proporción a la urbe y, por lo tanto, la humedad relativa decreció a razón de dos unidades porcentuales por década.

 

Frente a ese panorama, las acciones para mitigar esas ínsulas ígneas deben ser programas de reforestación urbana. Pero hay que tomar en cuenta qué árboles se siembran, pues existen nueve millones de eucaliptos, cuando deberían ser fresnos, acacias y cedros, los cuales no representan riesgos, concluyó.

 

--o0o-- 


PIES DE FOTO

 

 

FOTO 01

 

Ernesto Jáuregui, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, dijo que la temperatura de la capital de la república aumentó 2.4 grados en el último tercio del siglo XX.

 

 

FOTO 02

 

El aumento de temperatura capitalina es mucho mayor a la del cambio climático global, que en toda la centuria fue de entre 0.5 y 1.5 grados, afirmó el investigador Ernesto Jáuregui.