06:00 hrs. Agosto 9 de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-556

Ciudad Universitaria

Pies de foto al final del boletín

 

CARECE EL PAÍS DE CÓDIGO ÉTICO PARA EL EJERCICIO DE LA MEDICINA: RUY PÉREZ TAMAYO

 

·        Tampoco se cuenta con un documento equiparable que se aplique específicamente a abogados, ingenieros, matemáticos, historiadores y mucho menos a políticos

·        El profesor emérito opinó que esa moral laica debe basarse en su misma naturaleza, en lugar de derivar de textos antiguos que, aunque venerables, no corresponden a la realidad actual

 

México carece de un código ético para la medicina. Sin embargo, tampoco hay un documento equiparable que se aplique específicamente a abogados, ingenieros, matemáticos, historiadores y mucho menos a políticos, reconoció el profesor emérito de la Universidad Nacional, Ruy Pérez Tamayo.

 

Al ofrecer la conferencia Ciencia y Medicina, señaló que hay varias formulaciones internacionales al respecto, algunas de interés más histórico que práctico, otras dirigidas a regular aspectos específicos de la actividad profesional, como trasplantes de órganos, investigación científica en seres humanos o la seguridad social.

 

No obstante, añadió, no hay un compendio con una lista definida de principios de conducción respecto de sus principales aspectos, formulado por los propios galenos, no por filósofos o religiosos, y menos aún por el gobierno, documento que además debería tomar en cuenta los problemas actuales de esa ciencia en el país.

 

 

La ética médica laica, como corresponde al comportamiento moral científico en una sociedad plural, debe basarse en su naturaleza misma, en lugar de derivar de textos antiguos que, aunque venerables, no corresponden a la realidad actual; o de reglas dictadas por un credo religioso, que si bien son respetables, sólo tienen vigencia para quienes comparten tales creencias.

 

En el auditorio Nabor Carrillo de la Coordinación de la Investigación Científica, indicó que esta disciplina tiene como objetivos preservar la salud, curar o aliviar, apoyar y consolar al paciente, y evitar las muertes prematuras e innecesarias. Además, recalcó Pérez Tamayo, sirve para lograr que hombres y mujeres vivan plenos toda su vida y mueran lo más tarde y dignamente que sea posible.

 

Para cumplir con sus funciones, la medicina contemporánea cuenta con un caudal de conocimientos e innovaciones tecnológicas que nunca antes había poseído ni soñado acumular. Pero a pesar de todo el progreso o de todas las transformaciones a lo largo de su historia, su esencia no ha cambiado y por lo tanto sus objetivos siguen siendo los mismos.

 

Su núcleo central es la relación doctor–paciente, que permite la búsqueda y cumplimiento de sus fines, y continúa con la especificidad de la profesión, en vista de que no ocurre en ninguna otra de las formas de interacción humanas.

 

El emérito universitario comentó que la complejidad de la práctica actual, incluyendo el desarrollo de especialidades que alejan a los facultativos del contacto con el enfermo, como la salud pública, epidemiología, patología o administración de hospitales, tendió a diluir su valor central.

 

La existencia de investigadores no exime a los demás de generar nuevos conocimientos, por lo menos de intentarlo en la medida de sus posibilidades, so pena de perder su sello distintivo, pues toma decisiones que influyen en mayor o menor grado en la calidad y duración de la vida de sus encargados. Entonces, la sociedad debería insistir en que tales sujetos estén regidos por un código ético bien definido no sólo en sus posibilidades de acción, sino en sus limitaciones y castigos.

 

Sostuvo que la medicina científica tiene apenas 400 ó 500 años de haberse iniciado. En este lapso ha progresado mucho más que otras prácticas, dado que en lugar de basarse en la mitología, la fe y la imaginación se fundamenta en el conocimiento comprobado.

 

En su oportunidad, Marcelino Cereijido, del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados, afirmó que una de las cualidades principales del ser humano es, por excelencia, interpretar la realidad que habita, hacer modelos dinámicos y escoger la mejor alternativa posible.

 

La ciencia es, antes que nada, una forma de entender la realidad, sin recurrir a milagros, dogmas, ni al principio de autoridad, por lo cual algo es verdad o mentira dependiendo de quién lo dice.

 

La forma de aprehender lo existente bajo el método de la ciencia es demasiado reciente, no llega a dos siglos y sólo la comparte un exiguo número de seres humanos, aún en los países desarrollados. “La mayor parte de la gente, por no decir la casi totalidad, tiene una visión compatible con la teología pero no con la ciencia”, explicó.

 

Los mecanismos como funciona el universo fueron y siguen siendo secretos para la mayor parte de la humanidad. Por ejemplo, un romano, un huichol o un chino no saben por qué germinan las semillas, vuelan los pájaros o brilla el sol.

 

Cereijido aseveró que las religiones consideran pecado la cualidad humana por excelencia: el averiguar, interpretar y saber cómo funciona la realidad, concluyó.

 

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PIES DE FOTO

 

Foto 01               

 

Ruy Pérez Tamayo, profesor emérito de la UNAM, aseguró que la medicina tiene como objetivo evitar las muertes prematuras e innecesarias.

 

 

Foto 02

 

Una de las cualidades del ser humano es interpretar la realidad, hacer modelos dinámicos y escoger la mejor alternativa, reconoció en la UNAM el investigador Marcelino Cereijido.