06:00 hrs. Agosto 1 de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-539

Ciudad Universitaria

 

Pies de foto al final del boletín

 

GENERA UN ALTO COSTO SOCIAL EL ABUSO A MENORES

 

·        Silvia Solís San Vicente, académica de la ENTS, dijo que este delito no permite potenciar los futuros recursos humanos ni la formación de una sociedad democrática e incluyente

·        En cambio, se genera inequidad, violencia e injusticia social, advirtió

 

El abuso a los menores representa un alto costo para la sociedad, pues no permite potenciar los futuros recursos humanos ni la formación de una población democrática e incluyente. Además, genera inequidad, violencia e injusticia social, advirtió la académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, Silvia Solís San Vicente.

 

Precisó que estos delitos forman sujetos violentos, con poca capacidad para manejar su vida y, en muchos casos, incrementan los sectores fuera de la ley. Por ello, consideró indispensable que esta problemática se atienda desde el seno familiar.

 

En el 2002 el Programa de Prevención al Maltrato Infantil del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF-PRENAM), recibió 23 mil 585 denuncias sobre maltrato infantil, de las que pudo comprobar 13 mil 332; además de atender en todo el país a 22 mil 463 infantes.

 

En los menores amparados, cerca de una tercera parte sufrió vejaciones físicas, casi una cuarta parte omisión de cuidados y una quinta parte daño emocional. El abuso sexual registró el cuatro por ciento.

 

En este último caso, las familias escondieron esta situación, porque en su mayoría los infractores fueron las parejas de las madres o los propios padres. El porcentaje de los sucesos acreditados por maltrato fue del 54 por ciento en 2001, y del 56 en 2002.

 

El índice de feminidad de menores atendidas en el país es del 96 por ciento; casi todas las afectadas son niñas. Las entidades federativas con mayor número de casos son Tamaulipas, Tlaxcala, Quintana Roo, Michoacán, Aguascalientes y Baja California Sur.

 

En entrevista, la especialista en Planeación social subrayó que debido a que tanto la mujer como los niños sufren maltrato masculino, consideró que los modelos de atención hacia el sexo femenino deberían comprender los de prevención de abuso contra menores. Para ello, se debe concientizar a los progenitores de los daños físicos, mentales y sociales de esas prácticas.

 

La académica de la ENTS dijo que en la mayoría de los acontecimientos, los padres no pueden resolver sus problemas porque son personas inmaduras y no pueden solucionar sus conflictos personales.

 

A esto, advirtió, se suma el desconocimiento de las consecuencias de las agresiones, tanto emocionales con amenazas y ofensas verbales, como físicas. Por lo regular, estas familias no tienen adecuados canales de comunicación por no saber hablar, se expresan con gritos, manoteos y acciones violentas.

 

Ante esta situación, informó, los programas de prevención al menor deben incluir tres ámbitos fundamentales: formar identidad, defender derechos y mantener un margen de equidad, igualdad de oportunidades y de democracia; debe recalcarse el papel de la familia, y su vinculación con los sistemas educativo, de salud y social.

 

Solís San Vicente informó que los tipos de abuso a los niños pueden ser físico, emocional –el más frecuente–, abandono, omisión de cuidados, sexual, negligencia y explotación sexual–comercial y laboral.

 

Detalló que cuando se presenta el físico ya lleva una buena dosis del emocional. Cuando crece este último, agregó, se pasa a los golpes. Después aumenta hasta provocar verdaderos daños.

 

Mientras las lesiones pueden ser sanadas, aseveró, el sufrimiento emotivo difícilmente se resuelve. Así, el infante crece en un ambiente de violencia, de falta de seguridad y socialización. Como resultado, alertó, será un adolescente agresivo, inseguro, incapaz de atender a sus obligaciones y de respetar a sus padres, vecinos o miembros de la comunidad, y de comportarse en la escuela.

 

Las consecuencias se presentan de diversas formas: ejerce rudeza constante en todos los lugares donde se desarrolla; se aísla y adquiere un carácter parecido al autismo, es decir, cada vez se aleja más de la comunidad, no se relaciona con facilidad con los demás, carece de amigos y no puede expresar sus sentimientos, puntualizó.

 

La académica universitaria expuso que los infantes con este tipo de daño acostumbran justificar el proceder de sus progenitores. Por lo general no los delatan, de manera que se les identifica con dificultad, hasta que requieren hospitalización.

 

Estas conductas lanzan a los niños a la calle a pronta edad o al ámbito laboral para contribuir al ingreso familiar, núcleo que los rechaza por su bajo rendimiento en el colegio. Con esa actitud, abandonan los estudios o asisten sólo para molestar.

 

Después de los padres, los primeros en darse cuenta de estos hechos son los profesores; además de la familia y el sector salud. Los centros hospitalarios tienen obligación de denunciar cualquier sospecha.

 

Argumentó que casi siempre las agresiones sexuales las realiza un miembro de la familia o un conocido; no los extraños. Los niños dejan de estar a la defensiva, pues sus atacantes ya se ha relacionado con ellos y después los aterrorizan para que no denuncien.

Por tal motivo, los padres deben estar atentos, escucharlos y aprender a tener momentos de reflexión, para detectar cualquier anomalía que no exteriorice por miedo.

 

Solís San Vicente argumentó que las políticas de prevención hacia el infante deben ser parte de una estrategia familiar, que incluya aspectos educativos y de salud física y mental, la formación para la democracia y el derecho a expresarse y ser escuchados.

 

Consideró que se requiere de lineamientos integrales, de creación y funcionamiento permanente en los planteles oficiales de nivel básico de escuelas para padres. Con estas instancias se informaría sobre la manera más adecuada de tratar y escuchar a los niños, así como de recabar datos a través del juego, reforzar su confianza, enseñarlos a defenderse y a hacerse respetar.

 

Incluso, informó que el DIF –a través de la Dirección de Asistencia Jurídica– utiliza a partir de mediados de los ochenta el sistema de pláticas esporádicas a los padres en la educación básica.

 

La especialista refirió que se busca formar una base de datos en el sector salud, que sirva como referencia estadística sobre tipos de abuso y frecuencia en el maltrato, así como difundir en los centros de atención de primer nivel las consecuencias físicas y mentales.

 

También incluir programas de atención para niños como divulgar sus derechos; insertar en los planes de estudio información sobre violencia familiar; fomentar la participación en los procesos cívicos y de democratización, que sirvan como plataforma para formar una conciencia ciudadana; vincular los proyectos para evitar que estas prácticas se instauren en la sociedad y su consecuencia social, económica y política, finalizó.

 

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FOTO 01

El abuso a los menores representa un alto costo para la sociedad, pues no permite potenciar sus futuros recursos humanos, ni forma una población democrática e incluyente, aseveró Silvia Solís San Vicente, de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.

 

FOTO 02

La investigadora Silvia Solís advirtió que el abuso a menores genera inequidad, violencia e injusticia social, además de convertir a los niños en sujetos violentos y con poca capacidad para manejar su vida.