06:00 hrs. Julio 23 de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-521

Ciudad Universitaria

 

Pies de foto al final del boletín

 

ENCUENTRAN INVESTIGADORES DE LA UNAM SUSTANCIAS NATURALES CON EFECTOS INSECTICIDAS

 

·        Provenientes de plantas, virus y nematodos son útiles para combatir, de forma controlada, las plagas que producen pérdidas agrícolas

·        Son científicos del Departamento de Productos Naturales del Instituto de Química

 

Científicos del Departamento de Productos Naturales del Instituto de Química de la UNAM obtuvieron nuevas sustancias que podrían ayudar a combatir, de forma controlada, las plagas que producen pérdidas agrícolas.

 

Los doctores Baldomero Esquivel Rodríguez, Manuel Jiménez Estrada y Ricardo Reyes Chilpa, explicaron que el resultado de sus investigaciones permitió obtener los nuevos productos a partir de plantas, virus y de nemátodos, con propiedades insecticidas.

 

Resaltaron la importancia de obtener plaguicidas alternativos que contribuyan a aprovechar los cultivos y alimentar mejor a la población mundial, al tiempo que sustituyan a los xenobióticos, compuestos por  moléculas ajenas a los organismos vivos y que son difíciles de degradar, como el DDT, además de ser tóxicos, dañinos para el hombre y poco amigables con el ambiente.

 

Esquivel Rodríguez explicó que las plantas han desarrollado mecanismos químicos de defensa contra sus depredadores, entre ellos los insectos, que constituyen el grupo dominante, con alrededor de un millón de especies, que representan el 70 por ciento de las existentes en el planeta. Empero, sólo 10 mil de ellas son perjudiciales para los humanos al causarles molestias en la piel, transmitirles enfermedades o atacar sus plantaciones.

 

Precisó que las flores son organismos con más de 100 millones de años de evolución, y cuando “en el campo se ve un vegetal que resiste el ataque de artrópodos, hongos fitopatógenos e incluso de herbívoros, es idóneo para buscar compuestos insecticidas”.

 

Así, los científicos han obtenido compuestos con diversas características. En el caso del doctor Baldomero Esquivel fue resultado de estudiar al grupo de las labiadas y, dentro de él, el género Salvia. Se conocen alrededor de 900 especies en el mundo y México posee el 33 por ciento.

 

De ellos, cuyos mecanismos de defensa son eficientes, se han aislado “gran cantidad de productos, la mayor parte hasta ahora desconocidos”, reconoció. Se han probado contra el gusano que ataca los sembradíos de algodón; el que afecta al maíz y a cerca de 40 cultivos más, útiles para alimentación u ornamentación; un escarabajo que daña al frijol; y una plaga en la familia del brócoli o crucíferas.

 

Los resultados han sido alentadores. Para comprobarlo, se hicieron comparaciones con la azadiractina, un insecticida natural proveniente del árbol del Neem, originario de la India. “Una de las sustancias aisladas de las salvias endémicas de México es tan potente como la de referencia, con la diferencia de que es mucho más sencilla en términos de estructura molecular”, aseveró.

 

El experto comenzará a estudiar la selva de Huautla, Morelos, en donde se observan fenómenos ecológicos relacionados con la depredación por insectos. Las plantas más resistentes son las que conservan sus hojas todo el año. Ello debe estar asociado a la biosíntesis de algún producto natural, refirió.

 

Por su parte, el doctor Jiménez Estrada analiza la Piqueria trinervia, una herbácea mexicana que crece en época de lluvias en las serranías cercanas al DF y en zonas boscosas. También conocida como Flor de San Nicolás, ha sido utilizada en la medicina tradicional para combatir reumatismo y malaria.

 

Según las investigaciones, tiene acción larvicida y acaricida contra garrapatas, una de las infestaciones más dañinas para la ganadería por las altas pérdidas económicas que provoca. “Se probó el piquerol contra las larvas y hembras grávidas de ese parásito. No evitó la oviposición pero sí les causó la muerte”, asentó.

 

“Se trata de colaborar con especialistas de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia para proyectar investigación fitoquímica y la aplicación de estos productos”, dijo Manuel Jiménez.

 

En tanto, el doctor Reyes Chilpa se ha dedicado a probar con las semillas de la jícama, que contiene rotenoides, útiles como acaricidas y contra piojos y pulgas. Asimismo, con maderas tropicales resistentes a hongos y termitas.

 

Baldomero Esquivel sostuvo que sus trabajos son básicos. Por ello, desde que se aisla una sustancia hasta su aplicación comercial transcurre un largo camino. Los resultados pueden ser exitosos, como ocurrió con las piretrinas, presentes en el crisantemo, base de muchos insecticidas comerciales actuales, llamados piretroides.

 

Ricardo Reyes añadió que no basta con ese conocimiento; se requiere la participación de otros profesionales, como agrónomos y economistas, y de la inversión industrial.

 

“Nuestro objetivo es generar prototipos de posibles plaguicidas naturales, que pueden servir para desarrollar moléculas más sencillas y no tóxicas”, abundó Esquivel Rodríguez.

 

En la actualidad cobra más importancia eliminar a los insectos, pero sólo mientras los cultivos sean viables. No se debe acabar con todos, porque desde el punto de vista ecológico es inadecuado. Hay que permitir que jueguen el papel que les corresponde, pero sin causar perjuicios mayores, sentenció Jiménez Estrada.

 

Eso se logra mediante bioensayos y el cálculo de la llamada “dosis tóxica 50”, es decir, sólo ataca a la mitad de la especie. Una sustancia activa, en cierta concentración, los puede matar a todos, pero puede dosificarse para que sus efectos sean menores, aseguró.

 

Los compuestos naturales actúan en diferentes niveles sobre los artrópodos. Algunas los eliminan en forma directa; otros les generan daños al sistema nervioso, agregó.

 

Varios de esos animales tienen organelos que les permiten distinguir lo que para nosotros sería el sabor; cuando les causa una descarga eléctrica la interpretan como inadecuada. También es posible que dañen las enzimas digestivas y con ello, la capacidad para degradar el material vegetal que ingieren. Otras más podrían inhibir la eclosión de los huevecillos, alterar el desarrollo de las larvas o su ciclo de crecimiento completo, o producir deformidades o esterilidad en los adultos.

 

“Todo eso hace pensar que esos combinados pueden alterar las funciones de las hormonas o enzimas. Aunque –reconoció Baldomero Esquivel– en la mayoría de los casos se desconoce cómo interactúan con los órganos receptores específicos”.

 

A esta complejidad se suman las posibilidades del desarrollo tecnológico que implicaría comercializar los insecticidas naturales –obtenidos de las hojas, tallo, raíces o semillas, según sea el caso–, ya sea en forma de extractos, polvos o aerosoles. Otra probabilidad, indicó, sería tomar sus moléculas como moldes y reproducirlas o sintetizarlas, o bien, con el uso de biotecnología.

 

Sus potencialidades son enormes. Las mismas compañías de agroquímicos tienden a las aplicaciones basadas en este tipo de productos, pues las regulaciones ambientales cada vez son más estrictas en los países desarrollados, tendencia que se extiende al resto del mundo, explicó Ricardo Reyes.

 

 

 

En México existen unas 25 mil especies de plantas vasculares. Pero si se toman en cuenta los compuestos que puede crear cada una de ellas y que su composición química varía según la región del país donde se encuentre o a la cantidad de lluvia que reciba, esa cifra se podría multiplicar por 10. Así, habría más de 200 mil sustancias por descubrirse. Las posibilidades son infinitas, precisó.

 

Además, en el Departamento de Productos Naturales del Instituto de Química se lleva a cabo este tipo de investigaciones con otros grupos de plantas e insectos de México, en la búsqueda de más prototipos de insecticidas naturales, concluyó.

 

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Foto 01

Manuel Jiménez Estrada, Andrés Baldomero Esquivel Rodríguez y Ricardo Reyes Chilpa, pertenecientes al Departamento de Productos Naturales del Instituto de Química de la UNAM, obtuvieron pesticidas a partir de sustancias naturales.

 

 

Foto 02

Los investigadores universitarios Andrés Baldomero Esquivel Rodríguez, Manuel Jiménez Estrada y Ricardo Reyes Chilpa desarrollaron plaguicidas alternativos, que no dañan a los humanos y al ambiente.