06:00 hrs. Julio 21 de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-518

Ciudad Universitaria

 

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RIESGOSO APLICAR INADECUADA ESTIMULACIÓN TEMPRANA

 

·        En niños con afectación neurológica puede ocasionar problemas en la alimentación, trastornos del sueño, agresión o aislamiento, afirmó Alma Mireia López, de la FP de la UNAM

·        Un niño sano e integrado a una familia funcional no requiere ningún estímulo extra, sostuvo

 

La inadecuada estimulación temprana (ET) puede originar sobrecarga cerebral en los menores y producirles sudoración, problemas de alimentación o respiratorios, palidez y vómito; incluso pueden presentar aislamiento, agresión, terrores nocturnos persistentes o trastornos del sueño, afirmó Alma Mireia López Arce, profesora de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.

 

Esta técnica no es jugar con el infante y hacerle ejercicios de actividad motora. Aplicar excitaciones discrecionalmente y sin control, sin una evaluación previa ni una adecuada formación, puede ser peligroso, sobre todo para aquellos con afectación neurológica, añadió.

 

La coordinadora académica del Diplomado de Neurodesarrollo y Estimulación Temprana, que se imparte en el Centro de Educación Continua de la FP, recalcó la importancia de alertar a los padres sobre esta situación. “Deben saber que un niño sano e integrado a una familia funcional no requiere ningún apoyo extra”.

 

Si bien surgieron jardines de niños donde se ofrece este servicio, apenas cuentan con un psicólogo y el resto de su personal tiene capacitación de no más de dos semanas. “Cuando la ET se da en el kinder, la educadora sólo sabe sobre servicios educativos, pero no de desarrollo infantil y salud mental”, indicó.

 

Al vivir en una sociedad consumista que lucra con todo, es un gran riesgo dejar a los infantes en manos de gente inexperta. Estos procedimientos no se aprenden en un curso, requiere de la formación profesional. Se necesita ser experto en comportamiento y desarrollo humano, pero estos conocimientos no se adquieren en la licenciatura, sino en estudios de posgrado o especializaciones, refirió.

 

Apuntó que todos los menores reciben estímulos constantes del medio en donde viven,  por ello se debe considerar que antes de darles terapia, cada uno requiere evaluarse para determinar el tipo de apremio que necesita su cerebro para autoorganizarse y dar respuestas adecuadas a su entorno.

 

La ET, dijo, consiste en una serie de técnicas con fundamento científico. Quienes la imparten deben tener claro el propósito de la actividad que realizarán para mejorar el funcionamiento del infante.

 

De acuerdo con las necesidades del pequeño debe elegirse el tipo de estímulo, intensidad y frecuencia con que se aplicará. No requiere horarios, debe insertarse en su rutina, de tal manera que sea parte de la dinámica familiar, precisó.

 

Los especialistas tratan al menor, ya sea sano, de alto riesgo o con daño neurológico; de este modo, se evita una sobrecarga cerebral al aplicarle los ejercicios requeridos, destacó.

 

De preferencia, debe darse durante los tres primeros años de vida. En los saludables fomenta el buen desarrollo; en los de alto riesgo            –quienes antes o después del parto presentaron algún problema que los dejó vulnerables y les pudo ocasionar alteraciones en su crecimiento–, se detecta el problema con oportunidad, se interviene y evita la presencia de efectos invalidantes. En los que tienen daño neurológico, busca habilitar su funcionamiento cerebral, precisó.

 

En este sentido es importante la evaluación, porque “si se aprecian las alteraciones de desarrollo en etapas tempranas, las posibilidades de éxito o rehabilitación serán mayores”, subrayó.

 

La académica indicó que tampoco puede darse en bloques porque sólo se reforzarían habilidades específicas: auditivas, visuales, motoras o de integración. En tanto, el potencial del infante es integral, por lo que los programas deben trabajar todas las áreas. Una terapia adecuada debe reunir en una actividad las acciones encaminadas a propiciar el desenvolvimiento de las capacidades afectivas, perceptuales, intelectuales, motoras y sociales del menor, puntualizó.

 

De hecho, no sólo debe realizarse en instituciones especializadas, ya que su efectividad depende en buena parte de la incorporación de sus instrumentos en la rutina diaria de cada niño, consideró.

 

De este modo, los especialistas ya no son los únicos responsables en este proceso. Ese compromiso se comparte con los padres, de modo que se convierten en operarios de los programas, enfatizó.

 

Por ello, subrayó, es importante enseñar a los progenitores a hacer uso de los recursos que tienen en su casa, con el propósito de que se involucren en la instrucción de sus vástagos.

 

La estimulación temprana debe insertarse como una actividad normal, de tal manera que no se altere la dinámica familiar. Esto puede ser mientras le están dando los alimentos, durante el baño o cuando se le está cambiando.

 

Para los especialistas es importante la participación consanguínea, porque de ello depende el éxito o fracaso del desarrollo del niño. De nada sirve ingresar a un programa de este tipo si vive en un ambiente familiar disfuncional que va a sabotearlo, concluyó.

 

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Aplicar excitaciones discrecionalmente y sin control, sin una evaluación previa ni una adecuada formación, puede ser peligroso, sobre todo para aquellos con afectación neurológica, destacó Alma Mireia López Arce, profesora de la FP de la UNAM.

 

 

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Un niño sano e integrado en una familia funcional no requiere de estimulación temprana, consideró Alma Mireia López Arce, profesora de la FP de la UNAM.