Boletín UNAM-DGCS-514
Ciudad Universitaria
Pies de foto al
final del boletín
LA FAMILIA, FACTOR FUNDAMENTAL PARA LA INTEGRACIÓN DE LOS DISCAPACITADOS A LA SOCIEDAD
·
Esther Zúñiga Macías, de la ENTS, dijo que
si no logra formar parte de ese núcleo, no podrá incorporarse a otros campos
· La presencia en el hogar de una persona minusválida, sobre todo grave, afecta la vida de todos sus integrantes, resaltó
La
integración de las personas con discapacidad a la sociedad depende de la
familia donde se desarrolle, porque si no logra formar parte de ese núcleo
resultará difícil que pueda ampliar su ámbito de incorporación a campos como el
educativo, de capacitación y laboral, aseguró la académica de la Escuela
Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, Esther Zúñiga Macías.
La
integrante del Consejo Nacional para la Integración de las Personas con
Discapacidad informó que el 70 por ciento de las minusvalías se adquieren, ya
sea por enfermedad o accidente desde el momento de la concepción. El 30 por
ciento restante puede ser de carácter hereditario o congénito.
Esta
incidencia, precisó, no reconoce clase social ni condiciones socio–económicas,
culturales o políticas y puede estar presente en cualquier persona. Pero esta
característica no es una enfermedad.
No
obstante, hizo hincapié en que mantener a un sujeto con estas características
en el hogar, sobre todo en casos graves, afecta la vida de todos sus
integrantes.
Pueden
presentarse conflictos, pues los padres se centran en ese miembro y olvidan al
resto de la familia o hay quienes la abandonan. Hay problemas desde el momento
en que se conoce esta noticia, pues se buscan culpables e, incluso, se llega a
la desintegración, abundó.
Como
en muchos casos deben cuidarlo durante las 24 horas del día, el tutor
difícilmente tendrá una relación laboral y horarios establecidos. En el caso de
infantes que nacen con deficiencias, detalló, las mujeres acaban por perder su
autoestima, rompen con sus proyectos y dejan de ser parejas para dedicarse a
los hijos.
A
ello se suma la poca accesibilidad y doble moral de la sociedad, subrayó. Por
un lado, se habla de solidaridad e igualdad, pero se teme sufrir alguna de
estas circunstancias, de manera que se les abandona. Ni siquiera se construyen
viviendas con la posibilidad de adaptarlas en caso necesario.
Precisó
que hay tres grupos con alguna disminución: los sensoriales, que son visuales y
auditivos; los físicos o motores, y los mentales o intelectuales. Además, se
manejan todos los síndromes. Ejemplificó con los llamados Dawn o West; este
último se presenta con “ataques en
racimos”, al convulsionar hasta 250 veces a lo largo del día.
También
están los casos de déficit de atención, retraso escolar, hiperactividad o
disfunciones no atendidas, que requieren supervisión permanente.
Otro
problema, indicó, es determinar su número en el país. Mientras la Organización
Mundial de la Salud (OMS) informó que entre el 10 y 12 por ciento del total de
la población del orbe presenta algún tipo de discapacidad, en el último censo
del año 2000 el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática dio
a conocer que poco más de 2.5 millones de individuos presentan estas carencias,
de los cuales cerca del 42 por ciento tiene más de 65 años de edad.
México,
aseveró, sería un caso excepcional al no alcanzar la media internacional. En
cambio, en países como Estados Unidos llega al 12 por ciento de sus habitantes
y en España, al nueve.
La
académica calculó que si ese segmento está inmerso en una familia integrada por
cinco miembros, implica que casi la mitad de la sociedad está en contacto con
ellos.
De
acuerdo con su gravedad, expuso, se dan mayores posibilidades de reintegración.
En Europa, luego de la Segunda Guerra Mundial, se aplicaron diversas medidas,
como educación especial y rehabilitación.
Luego,
Zúñiga Macías advirtió que los problemas emocionales son graves. Dijo que al no
poder realizar los sueños e ilusiones de sus progenitores, el menor provoca un
duelo cíclico, que retorna cuando llega a la etapa escolar o sigue en
crecimiento.
Aún
así, puntualizó, el 80 por ciento de los familiares tiene falsas expectativas
sobre su evolución. Niegan la realidad y no superan este proceso, porque no
reciben asistencia psicológica.
La
profesora de la ENTS aclaró que no han habido esfuerzos para educar a la población
para que conozcan las consecuencias y responsabilidades ante esta situación y
las alternativas de solución.
Cuando
se adquiere por accidentes, como la parálisis, llegan a suicidarse, porque no
soportan el proceso de duelo y pierden su proyecto de vida, planteó. Al
principio hay un shock, tanto en quien sufrió la afectación como en su entorno
y no la aceptan en el corto plazo. Los invidentes tardan de seis a 20 años en
admitir su condición. Los amputados, agregó, tienden a identificar un “miembro
fantasma” y sentir dolor en la parte inexistente.
Es
entonces cuando deben ser apoyados por especialistas para buscar alternativas.
Tendrán altibajos, por lo que necesitan reforzamientos constantes para salir
adelante. A eso se dedica un área específica de la rehabilitación dentro de la
capacitación o reentrenamiento laboral. Además, la familia debe apoyarlos.
En
cambio, cuando es de carácter hereditario o congénito, se deben utilizar con
más frecuencia las medidas preventivas, como el tamiz neonatal.
Su
integración comunitaria, dijo, se logrará con la participación de psicólogos,
pedagogos, antropólogos, trabajadores sociales, profesores de grupo y
terapistas del lenguaje, aunque todavía falta mucho por hacer, concluyó.
-oOo-
FOTO 01
Esther Zúñiga Macías, de la Escuela
Nacional de Trabajo Social de la UNAM, aseveró que la familia es un factor
fundamental para la integración de los discapacitados a la sociedad.
FOTO 02
Mantener a una persona con discapacidad en el hogar, sobre todo en los casos graves, afecta la vida de todos sus integrantes, resaltó la académica de la ENTS de la UNAM, Esther Zúñiga Macías.