06:00 hrs. Julio 13 de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-501

Ciudad Universitaria

 

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AUMENTA EL DETERIORO ECOLÓGICO EN MÉXICO

 

·        En la actualidad se registran tasas de deforestación que van de 189 mil a 501 mil hectáreas al año en bosques tropicales; y de 127 mil a 167 mil en templados

·        Investigadores de la UNAM han desarrollado estrategias que permiten conservar, aprovechar y restaurar esos recursos

·        Buscan mantener la mayor cantidad de biodiversidad posible en el 92 por ciento de la superficie ecológicamente manejable

 

El inadecuado manejo forestal del 92 por ciento de las superficies susceptibles de ser utilizadas para agricultura, ganadería y uso urbano, junto con la tala clandestina, son causas del deterioro de la riqueza biológica en México, señaló Diego Pérez Salicrup, del Centro de Investigación en Ecosistemas de la UNAM, Campus Morelia.

 

En la actualidad se registran tasas de deforestación que van de 189 mil a 501 mil hectáreas al año en bosques tropicales; y de 127 mil a 167 mil en templados.

 

Lo anterior ha llevado al académico a desarrollar una línea de trabajo enfocada a preservar la biodiversidad y a generar el mayor bienestar humano. “En este sentido, dijo, el término incluye conservar, aprovechar y restaurar, dependiendo de los recursos naturales en cuestión”.

 

El manejo forestal, a diferencia de otras prácticas, pretende mantener la comunidad de seres vivos original. Aunque su definición tradicional se refiere sólo a bosques, no deben soslayarse los desiertos, pastizales y selvas bajas, espacios que, considera, deben utilizarse “sin modificarlos drásticamente”, argumentó.

 

Hoy día existe un fuerte deterioro de los recursos forestales. De acuerdo con el especialista, 20 del 92 por ciento de los ecosistemas manipulables en el país están perturbados, por lo que es necesario tomar medidas para mejorar esta situación. El restante ocho por ciento son áreas naturales protegidas.

 

México es una de las siete naciones del mundo con mayor megadiversidad. Hay recursos bióticos, y múltiples especies de flora y fauna, reconoció.

 

En el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Universidad Nacional (Campus Morelia) se desarrollan estudios para dar pautas sobre un empleo sostenible de esta riqueza. “Se debe analizar qué técnica de extracción tendría menos implicaciones sobre el ecosistema y menores costos ambientales”, expresó.

 

A decir del experto, existe una peculiaridad que destaca en su manejo: están en manos de ejidatarios o de comunidades indígenas, a diferencia del resto de los países de América Latina, Estados Unidos y Canadá, donde el Estado es quien los posee.

 

En nuestro territorio, desde la repartición agraria, producto de la Revolución Mexicana, el gobierno entregó esos bienes. Es significativo reconocer que los mejores ejemplos del buen uso forestal en México lo han dado precisamente las comunidades indígenas y rurales, informó. Ello desmitifica el que la propiedad privada sea la única forma de usufructuarlos con responsabilidad.

 

Resaltó que uno de los objetivos de estos análisis es que se vean reflejados en la práctica, tanto en políticas como en tácticas, fines y orientaciones concretas. Sin embargo, estas últimas sólo deben aplicarse por las autoridades municipales o federales hasta que se demuestre su utilidad. De ahí la importancia de la experimentación.

“Para adoptar un procedimiento deben buscarse estrategias, precisó. En primer lugar la investigación debe ser participativa, es decir, involucrar a la gente; que los ejidatarios se adueñen de la tecnología producida, pues el 80 por ciento de los recursos de México está sus manos”.

 

Las líneas de acción deberán conocer las consecuencias de las actividades humanas sobre los bosques. Sólo así se podrá orientar sobre cuáles son permisibles, cuáles llevan al deterioro de los ecosistemas y cuáles son consecuentes con el mantenimiento de la mayor biodiversidad posible, añadió.

 

Pérez Salicrup se refirió también a la tala de árboles, la cual, dijo, no es intrínsecamente perjudicial cuando se hace de manera adecuada: “Si se aserra un bosque para extraer cierto número de tallos y se deja el resto para que se regeneren, puede ser incluso una herramienta de conservación”, argumentó.

 

La clave reside en explotar de manera estratégica y no dar otro uso al suelo. Existen comunidades indígenas o ejidales que hacen un excelente manejo de sus zonas arboladas talando.

 

Otro factor, abundó, es la práctica clandestina, que está acabando con la espesura. La realizan en parajes ajenos y no les importa el daño; es un vicio perjudicial porque no es planificada, y así no puede haber buen control.

 

La solución no es una veda forestal, afirmó; sino darles pautas a los auténticos dueños, para explotar sus áreas de la mejor manera posible, sin alterar su ecosistema original.

 

Informó que en México muchos de los problemas no se deben a la sobreexplotación, sino a que no fueron valorados en su extensión. Nunca fueron una actividad económica importante en México y el suelo fue transformado para otros usos agrícolas.

 

La mayor extensión de bosque tropical en México se perdió a partir de 1970. Se cortaron extensas zonas para la siembra. A estas hectáreas se les pudieron haber dado fines forestales; pudieron haberse vendido maderas preciosas y dar beneficios a los pobladores; sin embargo, se les incentivó para derribar los árboles.

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Foto 1

El inadecuado manejo forestal de las superficies susceptibles de ser utilizadas en actividades humanas, deteriora la riqueza biológica de México, señaló Diego Pérez Salicrup, del Centro de Investigación en Ecosistemas de la UNAM.

 

Foto 2

Diego Pérez Salicrup, del Centro de Investigación en Ecosistemas de la UNAM, desarrolló una línea de trabajo enfocado al manejo forestal, cuyo fin es la conservación de la biodiversidad y la generación de bienestar humano.

 

Foto 3

Diego Pérez Salicrup, del Centro de Investigación en Ecosistemas de la UNAM, señaló que el manejo forestal pretende conservar el ecosistema original. La clave está en explotar el bosque de manera estratégica y no dar otro uso al suelo.