06:00 hrs. Julio 12 de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-500

Ciudad Universitaria

 

Pies de foto al final del boletín

 

LA DESERTIFICACIÓN AFECTA LA PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS EN MÉXICO

 

·        Sobre todo avanza en las regiones consideradas como los graneros de nuestro país: la Comarca Lagunera y el Bajío, reconocieron investigadores universitarios

·        El aumento de las zonas áridas demostrará, en los próximos años, que se puede vivir con una actitud mucho más austera y respetuosa con el hábitat

·        Rafael Pérez, Alejandro Terrazas y Hernán Salas trabajan en el proyecto Antropología del desierto: medio ambiente y cultura en el Noroeste de México y sudoeste de EU

 

La desertificación en México avanza a pasos agigantados, sobre todo en las regiones consideradas como los graneros del país, como son la Comarca Lagunera y el Bajío, de las cuales depende la producción de alimentos, reconocieron integrantes del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.

 

Rafael Pérez Taylor, Alejandro Terrazas y Hernán Salas trabajan en el proyecto de investigación Antropología del desierto: medio ambiente y cultura en el Noroeste de México y sudoeste de Estados Unidos, con apoyo de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico, a través del Programa de Apoyo a Proyectos de Innovación Tecnológica (PAPIT).

 

Alejandro Terrazas señaló que en los próximos años los lugares áridos demostrarán que se puede vivir sin el derroche y el consumo, con una actitud mucho más austera y respetuosa con el medio ambiente.

Reconoció que el principal problema de la destrucción ecológica que padece este hábitat se da por la minería, por lo que se requerirá analizar su evolución en los próximos años.

 

Por su parte, Hernán Salas dijo que la cultura de estos espacios está basada en el agua, recurso central para la vida, que define y determina que algunas partes del planeta se deshabiten. Por ello, su futuro no puede verse desligado del resto de los ecosistemas.

 

Comentó que la situación que vive se debe relacionar con la economía política, pues se habita bajo un modelo de desarrollo que fomenta la explotación y agotamiento, lo que cada vez hará más difícil la adaptación de ciertas especies, incluyendo la humana.

 

En ese sentido, académicos e investigadores pueden prevenir y alertar sobre estos procesos históricos. Hace miles de años el paisaje del noroeste era distinto, había ríos, lagunas y muchos animales alimentándose; ahora con dificultad sobrevive una liebre. Por ello deben buscarse alternativas.

 

Por su parte, Rafael Pérez Taylor reconoció que esta zona es de suma importancia para nuestro país, ya que ocupa una gran extensión y contiene diversos grupos de flora y fauna. En los próximos años continuará extendiéndose, sobre todo por la falta de afluentes potables. De hecho, la ciudad de Hermosillo, Sonora, ya presenta fuertes problemas por el líquido, por lo que se piensa desalinizar el agua del mar.

 

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, para el 2003 casi la totalidad del millón 964 mil 374 km2 con que cuenta México fue afectada por algún tipo de desertificación. Las entidades más alteradas son Chihuahua, Sonora, Coahuila, Coahuila de Zaragoza y Oaxaca. De ella, el 36.2 por ciento fue severa, y el 32.8, muy severa.

 

El 28 por ciento del territorio estaba considerado como seco, y 20.8 muy seco, con temperaturas medias de 18 a más de 26 grados centígrados.

 

Asimismo, el 64 por ciento de la masa continental del país fue perjudicada por algún tipo de degradación de suelo, siendo la principal la erosión hídrica que produjo la pérdida de capa superficial, deformación del terreno y sedimentaciones.

 

Alejandro Terrazas sostuvo que el desierto también registra importantes modificaciones a causa del cambio climático. Se pasó de un ecosistema relativamente predecible a uno donde las lluvias no llegan en la época acostumbrada. Ello transforma el régimen de floración, producción de frutas y de pasto para el ganado. Si bien los habitantes de ese medio todavía no perciben esa situación como catastrófica, ya es visible.

 

Pérez Taylor opinó que los climas no son estables. Suele verse a los parajes yermos como lugares donde nunca pasa nada, pero la vida ahí se volvió impredecible por la variación ambiental. Incluso avanza hacia el sur del país.

 

Terrazas dijo que el proyecto de investigación no se estructuró como una búsqueda del material más antiguo o importante, o que cambie todas las visiones. Lo que se puede considerar como hallazgo es contextualizado en un discurso mayor.

 

Reveló que quizá han encontrado los sitios arqueológicos más antiguos de México. No obstante, lo más importante es que forman parte de la historia de emigración de las primeras colectividades humanas por el continente, de una vía de ingreso sobre la que antes sólo se especulaba, pero no se podía demostrar.

 

Hernán Salas indicó que otro punto es el darse cuenta de la trascendencia del norte de la república como objeto de estudio, y hacer una lectura científica de lo que ahí ocurre, pues ha habido mayor interés en el centro y sureste que en esos estados del país, que quedaron a merced de los académicos estadounidenses en un principio.

 

“Con este proyecto se contribuyó a voltear la vista a esa región, abandonar la idea de que el desierto está vacío y, por lo tanto, no hay nada que estudiar”, argumentó.

 

Por el contrario, añadió, “en él pueden estar las claves de muchos comportamientos humanos y sociales para entender cómo se van adaptando las poblaciones a un medio más complejo que el del centro o el sur”.

 

Pérez Taylor destacó la importancia de que el IIA se dedique a estudiar los territorios norteños,  con “investigación antropológica de corte transdisciplinar, con lo que se puede dar cuenta de las diferentes realidades que ahí se viven”.

 

Además, se busca un seguimiento desde el pasado remoto, y poder incursionar en una historia que no está hecha. Hay trabajos parciales y cortos. Existen culturas locales que han formado su vida en suelo estéril, donde han dejado evidencia de su paso.

 

Refirió que el planeta se encuentra inmerso en un profundo proceso de desertificación. Se encontró que desde hace miles de años hay grupos que lograron pervivir en condiciones agresivas para la vida.

 

Los investigadores comenzaron por estudiar los grupos étnicos del norte de Sonora, Pápagos y Pimas, y en virtud de la riqueza del ecosistema ampliaron su radio de trabajo, explicó Pérez Taylor.

 

Se plantearon que el proyecto debía ser de larga duración y ver el poblamiento temprano, medio ambiente, ecosistemas y organización social de todos los moradores de la región. Además de las manifestaciones rupestres existentes.

 

Alejandro Terrazas apuntó que desde la primera visita que hicieron al lugar encontraron muchas evidencias arqueológicas que se remontaban a por lo menos 10 mil años. De inmediato se dieron cuenta de la riqueza de restos prehistóricos, más los prehispánicos, coloniales, del México independiente y actuales.

 

En esta actividad no sólo se conjuntaron la antropología física con la social y la arqueología para compartir presupuesto, territorio y trabajo. Se logró un enfoque transdisciplinario, y la información obtenida por cada especialista enriquece el trabajo de los demás y aporta nuevas preguntas, interpretaciones y discursos.

 

La región de estudio abarca el noroeste de Sonora, desde San Luis Río Colorado hasta el municipio de Altar, hacia el sur.

 

Por lo general se cree que sus habitantes eran nómadas que no edificaron construcciones, pues vivían desplazándose de un lugar a otro. Pero muchos de ellos modificaron los cerros y construyeron terrazas. Invirtieron tanto esfuerzo en ello como el empleado en Mesoamérica para levantar una pirámide.

 

Poseían una organizada capacidad de trabajo. Al mismo tiempo eran cazadores recolectores, nómadas, semisedentarios y  agricultores. Hay en ello una riqueza y una complejidad de comportamientos sociales que la teoría tradicional no puede explicar. Por ello, se necesitan reelaborar los conocimientos sobre estas comunidades, concluyó Terrazas Mata.

 

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FOTO 01

 

Miembros del IIA de la UNAM aseguraron que el desierto registra importantes modificaciones por el cambio climático. Se pasó de un ecosistema predecible por su clima a uno donde las lluvias no llegan en la época acostumbrada.

 

FOTO 02

 

Rafael Pérez Taylor, Alejandro Terrazas y Hernán Salas aseguraron que el desierto es de suma importancia para nuestro país ya que ocupa una gran parte del territorio, además de las poblaciones y especies que viven en él.