06:00 hrs. Julio 11 de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-497

Ciudad Universitaria

 

Pies de foto al final del boletín

 

EL ABORTO ES PROBLEMA SOCIAL Y DE SALUD PÚBLICA

 

·        Julia del Carmen Chávez Carapia, de la ENTS, dijo que su práctica también implica conflictos de educación sexual, cultura, inequidad y de carácter jurídico

·        Tiene fuerte carga emocional, social y legal

·        Los sentimientos de culpabilidad disminuyen cuando hay mayor formación y aquiescencia conyugal o familiar

 

El aborto es ya un problema social y no sólo de salud pública, porque implica conflictos de educación sexual, cultura, iniquidad y de carácter jurídico al ser tipificado como delito, advirtió Julia del Carmen Chávez Carapia, coordinadora del Centro de Estudios de la Mujer (CEM), de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.

 

Destacó que a pesar de la fuerte carga emocional, social y legal para optar por esta práctica, las mexicanas recurren a ella. No sólo las solteras o adolescentes, sino en general aquellas en el ciclo de reproducción, incluidas las de edad madura y casadas, con y sin hijos, pobres o con recursos económicos.

 

La doctora en sociología explicó cada uno de los factores fundamentales que enmarcan este tópico. Sostuvo que es una cuestión de salud pública, por la gran cantidad de mujeres que mueren o sufren secuelas graves como resultado de una práctica inadecuada.

 

 

Sin embargo, señaló, aún cuando se trata de un hecho clandestino y no hay datos estadísticos para precisar el número de intervenciones. la Secretaría de Salud (SSa) indica que una de las principales causas de muerte materna son las complicaciones consecuencia del legrado.

 

Datos de la Encuesta Nacional de Salud 2000, señalan que hasta ese año, casi 900 mil mujeres de 20 a 49 años tuvieron por lo menos un aborto. Según el Informe Anual del Fondo de Población de las Naciones Unidas 2002, de los 190 millones de mujeres que quedan embarazadas cada año en todo el orbe, más de 50 millones se someten a esta práctica.

 

Lo preocupante, recalcó, son las secuelas, a pesar de que no se manejan como tales.

 

La especialista en teoría social y modelos de intervención subrayó el aspecto cultural. Añadió que si hubiera formación en sexualidad, se reduciría su número, porque los jóvenes sabrían la forma de cuidarse en una relación y evitar embarazos no deseados.

 

Expresó que un factor importante es la religión, que aporta elementos ideológicos que condicionan la conducta de ambos sexos ante esta cuestión, dado que el catolicismo lo cataloga como pecado. Ello propicia conflictos emocionales y sentimientos de culpa: se sienten pecadoras y menosprecian su persona.

 

Julia del Carmen Chávez detalló que abortan tanto mujeres pobres como las que cuentan con recursos, pero en condiciones diferentes. En el primer caso, tienen mayor riesgo porque carecen de medios para acudir a sitios donde las atiendan en forma adecuada.

 

Dado su carácter soterrado, son realizados por personas sin preparación ni equipo necesario, aunque también se suele recurrir a métodos de la cultura popular o tradicionales –como tés, golpes o introducción de objetos–, con los que ponen en peligro su vida o salud, al propiciar enfermedades como gastritis o colitis. En cambio, las pudientes recurren a clínicas e, incluso, a hospitales en el extranjero.

 

 

Otro fenómeno propio de la inequidad es que enfrentan solas la decisión: ya sea porque la pareja no está de acuerdo o porque las abandonan una vez que se enteran del embarazo.

 

En su mayoría, quienes abortan son casadas, tienen hijos y problemas económicos graves. Sin embargo,  los maridos no las acompañan en este proceso.

 

También es signo de desventaja, planteó, la carga de sentimientos de culpabilidad, consecuencia del aspecto cultural y social, porque si la religión lo asume como pecado la sociedad lo sanciona como delito.

 

La coordinadora del CEM refirió que en México hay algunas causales que permiten esta posibilidad: cuando ponga en riesgo la vida de la madre, si el producto presenta un problema congénito o malformación, y por violación, entre otros. De acuerdo con la entidad que se trate aumentan o disminuyen las condicionantes. En el primer caso se encuentran Yucatán y el Distrito Federal.

 

Chávez Carapia explicó que, de acuerdo con una investigación realizada por el CEM para medir la percepción de los estudiantes acerca de este tema, las mujeres opinan que debe ser una de sus prerrogativas, pero también de la pareja; siempre debe permitirse en casos de violación, enfermedades de gestación y cuando se requiera; es un problema de salud pública, y no debe ser un delito ni pecado.

 

Los hombres, en cambio, quieren participar en esta determinación; plantean su aplicación en todos los casos que se solicite y hacerse un análisis jurídico y social para integrarlo a la legislación.

 

Se concluyó que para entender este tópico resulta fundamental conocer el nivel educativo de quien decide o no su práctica, pues incide en incorporar a la pareja. Cuando no hay preparación, ella toma la determinación sola.

 

Las cargas de culpabilidad disminuyen cuando hay una mayor formación y aquiescencia conyugal o familiar.

 

 

No obstante, externó que diversos reportes obtenidos de muchachas que optaron por esta situación, expresan que siempre queda duda, con una mayor o menor carga, pero de forma permanente. “Nunca quedan liberadas, existe la línea invisible sobre si estuvo bien o mal lo que hicieron”, indicó.

 

La profesora de la ENTS consideró que para evitar situaciones que pudiesen derivar en un aborto, es fundamental la educación sexual pero en forma abierta, no escondida como se hace ahora, y borrar los prejuicios pecaminosos. También se requiere orientar a los jóvenes para que utilicen métodos anticonceptivos y evitar las enfermedades venéreas.

 

En la actualidad, dijo, hay mayor libertad sexual para los adolescentes, pero la gente adulta evade tocar este punto. “Este es un problema serio que se debe abordar y evitar”, concluyó.

 

-oOo-

 

FOTO 01

Julia del Carmen Chávez Carapia, coordinadora del Centro de Estudios de la Mujer de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, dijo que el aborto es un problema social, no sólo de salud pública.

 

FOTO 02

Pese a la fuerte carga emocional, cultural y jurídica que implica el aborto, las mexicanas lo practican, aseveró Julia del Carmen Chávez Carapia, coordinadora del Centro de Estudios de la Mujer de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.