Boletín UNAM-DGCS-493
Ciudad Universitaria
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final del boletín
POSIBLE EL DESVÍO DE METEORITOS PARA EVITAR SU COLISIÓN CON LA TIERRA: JULIETA FIERRO
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Los astrónomos están al pendiente de
cualquier objeto que pudiese golpear a nuestro planeta, explicó Julieta Fierro,
de la DGDC
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En promedio, un objeto de grandes
dimensiones hace colisión cada 80 millones de años, dijo en la Tercera Reunión
Anual de la Sociedad Mexicana de Astrobiología
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Sí hay vida extraterrestre en el universo,
pero es poco probable que pueda detectarse desde la Tierra, afirmó Armando
Arellano Ferro, investigador del IA
Vulcanismo, incendios
forestales, olas gigantescas y presencia de polvo y ceniza en la atmósfera
serían algunos de los efectos producidos por un posible choque de un meteorito
contra la Tierra. No obstante, los bólidos podrían desviarse y evitar la
colisión, afirmó Julieta Fierro, directora de Museos de la Dirección General de
Divulgación de la Ciencia de la UNAM.
En la Tercera Reunión Anual de
la Sociedad Mexicana de Astrobiología, organizada en al auditorio “Marcos
Moshinsky” del Instituto de Ciencias Nucleares, explicó que los astrónomos
están al pendiente de cualquier objeto que pudiese golpear al planeta. Podría
mandarse una sonda que se posara sobre él y cambiara su órbita por medio de una
reacción termonuclear, por ejemplo.
En la plática El efecto que produciría un asteroide al
impactarse en nuestro planeta, dijo que si el objeto midiese 10 kilómetros,
como el que chocó en Yucatán hace 65 millones de años y causó la extinción de
los dinosaurios, los daños serían graves.
Si se estrellase en el Océano Pacífico, a unos 500
kilómetros de las costas mexicanas, los efectos serían catastróficos. “Al
ingresar a la atmósfera se produciría una bola de fuego de 5 mil grados.
Cualquier persona que voltease a verla quedaría ciega por su radiación
ultravioleta de alta energía”, alertó.
Al ocupar el 70 por ciento de la superficie terrestre, es
alta la probabilidad de un impacto en el mar, con tsunamis y olas gigantescas
en consecuencia. “Las costas de Guerrero quedarían devastadas de inmediato”.
Del otro lado del planeta habría derrames masivos de lava, explicó.
Se crearía una onda de choque con velocidad de viento de
800 kilómetros por hora. Además, añadió, se produciría un terremoto de magnitud
11 –todos los edificios caerían– y un cráter de impacto de alrededor de 200
kilómetros. La onda caliente avanzaría sobre nuestro territorio produciendo
incendios forestales. En una hora todos los bosques de México quedarían
calcinados.
La combustión produciría malestar generalizado en toda la
población, e incluso, asfixia si el oxígeno redujese su presencia en un 10 por
ciento. La mayoría de los seres vivos morirían. La presencia de polvo y ceniza
produciría una baja global de la temperatura, entre 5 y 10 grados, abundó.
Señaló que, en promedio, cada 80 millones de años un
objeto espacial choca contra la Tierra. De hecho, agregó la experta, todos los
días caen 40 toneladas de material del espacio, pero la atmósfera nos protege.
El último registro que se tiene de una colisión de esas
dimensiones es de hace 65 millones de años. Es decir, podría faltar aún mucho
para que un evento similar volviese a ocurrir. Debemos estar preparados para
cualquier choque de esa magnitud y contar con la tecnología requerida para
desviar cualquier peligro.
Por su parte, Armando Arellano
Ferro, investigador del IA, explicó Por qué no hay extraterrestres en la Tierra,
y afirmó que sí hay ese tipo de vida en el universo, aunque no se sabe dónde.
“Si bien podrían saber en dónde estamos, es poco probable y menos posible es
que nos visiten”.
Un extraterrestre podría
detectar ozono y oxígeno en nuestro planeta e inferir con toda seguridad que
está habitado, pero no sabría quiénes somos y cómo vivimos, precisó.
Para que exista contacto no basta la inteligencia, sino
la conciencia. “Muchos seres vivos en la Tierra, como los delfines y caballos,
han desarrollado inteligencia, pero ninguno de ellos es capaz de contarnos su
historia, ni de predecir su futuro”, indicó.
La distancia y velocidad de
viaje son dos limitantes notables para brindar esa oportunidad. Otro factor
importante es la energía necesaria para proporcionar a una partícula con masa
una velocidad que tienda hacia la de la luz y al infinito. Incluso, si se
lograra en una nave tendría problemas, porque el espacio no está totalmente
vacío, refirió.
Además, su consumo para
acelerarla y mantenerla durante la travesía, costaría mucho. Por otra parte,
abundó, apenas se tiene una infinitesimal capacidad; por lo tanto, “la
coincidencia temporal de dos civilizaciones inteligentes, conscientes y
tecnológicas vuelve las probabilidades de contacto aun más bajas”.
Por ello, señaló, se puede imaginar mucho y especular más
sobre la existencia de vida extraterrestre en la Tierra; sin embargo, la física
y la química imponen límites que debemos entender y no olvidar.
En su oportunidad, José de la
Herrán, asesor de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, dictó la
ponencia De la Tierra a la Luna, primer viaje y en ella explicó su experiencia
como observador del recorrido que hizo el hombre para llegar a nuestro satélite
natural.
Estuvo en Cabo Cañaveral como
espectador en el lanzamiento del Saturno 5, el cohete impulsor de las naves Apolo.
Desde ahí, presenció los preparativos y pudo hacer un seguimiento de su
trayectoria, estancia en la Luna y regreso, puntualizó.
Esto fue una experiencia
notable para un soñador de viajes espaciales. Entonces no pedían ningún tipo de
acreditación para acceder a las instalaciones, una muestra de que hace 35 años
había un mayor grado de confianza mutua entre países y personas, concluyó.
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Foto 01
Julieta Fierro,
directora de Museos de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de
la UNAM, explicó los posibles efectos del choque de un meteorito contra la
Tierra.
Foto 02
Armando Arellano
Ferro, investigador del Instituto de Astronomía de la UNAM, argumentó las
razones de por qué no es posible establecer por el momento comunicación con posibles
extraterrestres.
Foto 03
José de la Herrán, asesor de la DGDC, dictó la ponencia “De la Tierra a la Luna, primer viaje”, donde narró sus experiencias durante las primeras misiones espaciales.