Boletín UNAM-DGCS-384
Ciudad Universitaria
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INCREMENTARÍA LA POBREZA EL
CAMBIO CLIMÁTICO, POR FALTA DE PREVENCIÓN
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Los escenarios futuros sobre temperatura
deben considerar panoramas socioeconómicos y poblacionales, afirmó Cecilia
Conde, del CCA de la UNAM
·
Estas acciones y análisis deben involucrar a
la gente que sería afectada por esos fenómenos, dijo
Los cambios climatológicos
deben estar incluidos en los programas de prevención de desastres, a fin de
prevenir que se vulneren las actividades de desarrollo o se incremente la
pobreza, afirmó la doctora Cecilia Conde, del Centro de Ciencias de la
Atmósfera (CCA) de la UNAM.
Indicó que los escenarios
futuros deben construirse con base en las emisiones de bióxido de carbono y
otros contaminantes, así como a partir de panoramas socioeconómicos y
poblacionales.
En nuestro país no existen
condiciones para enfrentar este
problema con acciones efectivas, dijo al dictar la conferencia Cambio y
vulnerabilidad climáticos en México.
Su formulación debería
formar parte de planes de crecimiento, erradicación de la miseria o de
previsión ante contingencias naturales para hacerlas viables, precisó.
Reconoció que aunque el
gobierno mexicano ha firmado protocolos internacionales, como el de Kioto,
Japón –de 1997, para detener la expulsión de gases de “efecto invernadero”–, no
es suficiente. La Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca
y Alimentación (Sagarpa) “podría incluir este aspecto en sus políticas para
hacer avanzar el campo”.
Lo mismo debe ocurrir
entre quienes manejan la situación forestal y del agua. “Pensemos en qué tipo
de bosques queremos, si existirán las condiciones para ello; discutamos cómo
será la temperatura en los próximos años para planear el nivel de las presas,
si es que se determina que lloverá mucho más, por ejemplo”, aseveró.
Además, en las acciones y
estudios debe involucrarse a los actores, a la gente que será afectada por los
fenómenos asociados. “Se debe discutir qué les interesa saber y cómo creen que
podría hacerse”. Se requiere también, la conformación de equipos
interdisciplinarios en ciencias sociales, economía y física de la atmósfera,
entre otros.
Cecilia Conde dijo que en estos análisis se incluyen
categorías de alteración, porque deben construirse estrategias y políticas de
adaptación que permitan enfrentar situaciones futuras. Con base en estos
aspectos, y en modelos de agricultura, hidrológicos y forestales, se hace una
evaluación de posibles repercusiones. El objetivo es reducir la vulnerabilidad y
aumentar la capacidad adaptativa actual y futura.
Entre las novedades
propuestas por la especialista se encuentra la puesta en marcha de un sistema
que registre los cambios climáticos y se establezcan soluciones con sus
respectivas limitantes, para que permitan una estimación integral.
Un sistema de riesgo,
puntualizó la científica, se refiere a la exposición al sistema estudiado o qué
tan sensible se es a ciertas modificaciones, y cuál es su capacidad de
habituamiento.
En las transformaciones
naturales hay rangos de tolerancia no sólo para los sistemas biofísicos, sino
sociales. Empero, hay eventos que rebasan esos umbrales y generan daño. Se
habla de la fragilidad de un sistema, donde “no sólo se trata de investigar
esta condición, sino de ahondar en los aspectos socioeconómicos”.
Debe plantearse el futuro
del planeta bajo dos términos: si seguirán emitiendo gases de efecto
invernadero o se aplicarán medidas de mitigación, si triunfarán los convenios
internacionales y qué tipos de colectividades se crearán. También debe
considerarse que buena parte de los contaminantes de las últimas décadas
permanecen en la atmósfera.
Se requiere hacer un buen
diagnóstico del clima, condiciones socioeconómicas, susceptibilidades y de
adecuación actuales, para luego hacer proyecciones, abundó Conde.
Además, expuso, las
ciencias sociales han considerado esta magnitud como si fuera eterna y no como
un factor que pueda aumentar la pobreza o bloquear el desarrollo del país. De
ahí que se requiera una fuerte interacción con los sectores de gobierno que
hacen predicciones de crecimiento.
Usualmente, recordó,
dichos estudios establecían escenarios de modificaciones en precipitación,
temperatura y radiación, elementos que se incluían en un modelo de impacto y
según los resultados se proponía incrementar el uso de fertilizantes o cambiar
semillas, por mencionar dos casos.
En la actualidad, se
pretende determinar desde el principio cuál sería el peligro actual y el rango
de tolerancia al que los agricultores podrían amoldarse, como sería, por
ejemplo, 20 por ciento menos de lluvia y dos grados más de calor, que no
impliquen la pérdida de cosechas.
Para caracterizar esa
posibilidad se requiere conocer la amenaza, sector –porque un mismo evento
podrá ser perjudicial sólo para un grupo, como los agricultores de maíz de
temporal– y consecuencias.
“Se debe evaluar la
debilidad inicial para saber cómo puede ser enfrentada, integrar a los actores,
determinar cuál es la capacidad de cambio presente, discutir escalas de espacio
y tiempo, e incertidumbres de lo global a lo local y viceversa”, insistió.
Se busca un desarrollo
socioeconómico, tecnológico y energético global y regional para todos. “Hay que
tomar decisiones fuertes, y la primera se refiere al futuro de la Tierra”,
concluyó la experta.
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Foto 01
Cecilia Conde, del Centro de
Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, dijo que los programas de prevención de
desastres deben incluir aspectos de cambio climatológico que pudieran vulnerar
las actividades de desarrollo e incrementar la pobreza.
Foto 02
En nuestro país no existen
condiciones para enfrentar los desastres naturales con acciones efectivas,
señaló Cecilia Conde, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.