Boletín UNAM-DGCS-266
Ciudad Universitaria
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Elsa Ramírez Leyva, del Centro de
Investigaciones Bibliotecológicas de la UNAM, dijo que al no haber un censo
específico hay versiones en el sentido de que el promedio anual es de un solo
ejemplar leído por persona
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En el país se carece del hábito de la
lectura porque no se inculca desde el nivel básico, indicó
Se estima que el mexicano lee
en promedio 2.5 libros al año, aunque por la falta de censos se desconoce la
realidad de esta actividad, lo que ha permitido también la difusión de la
versión de que la cifra podría ser de un sólo texto anual, advirtió la
académica del Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas (CUIB)
de la UNAM, Elsa Ramírez Leyva.
Precisó que las causas de
origen son la falta de educación, al no inculcar desde el nivel básico el
hábito de la lectura, la complejidad de muchos volúmenes, y la facilidad con
que puede adquirirse cierto tipo de textos como revistas o comics.
En el país, subrayó, la
población lee mayoritariamente de acuerdo con la oferta que se presenta en los
puestos de periódicos, donde se encuentran revistas diversas, historietas o novelas,
materiales que impiden a sus consumidores ser considerados como lectores por
los eruditos e intelectuales por no leer libros, ante lo cual la investigadora
señaló que no se debe discriminar a la gente por sus preferencias.
Luego de manifestar la necesidad de reformar los programas
educativos para elevar el nivel de la lectura en la república, estableció que
en la evaluación realizada por la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), Finlandia obtuvo el primer lugar respecto a los
estudiantes mejor capacitados en esta habilidad. México, en cambio, alertó,
ocupa el penúltimo lugar y Brasil el último.
En entrevista, la especialista
habló sobre lo que leen los mexicanos. Comentó que las cifras no dicen mucho de
la calidad de las ediciones, en cambio las encuestas presentan el panorama
actual en este aspecto.
Aseguró que la nación que
quiera insertarse en la sociedad de la información y formar parte de la
globalización, debe tener ciudadanos con capacidad para retroalimentarse. El
estudio de la OCDE, dijo, no es ocioso. Se elevaron los requerimientos y
Estados Unidos, Gran Bretaña, Suiza y Finlandia superaron los márgenes de
normalidad.
La sociedad de la información,
destacó, impone nuevos y más sofisticados niveles de lectura en comparación con
los que se tenían en el siglo XX.
Precisó que en caso de que las
personas leyeran un libro a la semana, en 40 ó 50 años habrían podido leer dos
mil 700 ejemplares. Sin embargo, ante la gran cantidad de títulos existentes
deben ser selectivos y diferenciar entre la cantidad y la calidad.
El tema es complejo, resaltó,
se debe atender el proceso de enseñanza–aprendizaje y la relación
maestro–alumno. Si el profesor no contagia el gusto por la lectura, es
imposible lograr que la gente se interese en ella.
La especialista del CUIB
explicó que en una casa por lo regular hay tres tipos de textos por su sencillo
contenido, por ser accesibles y porque se encuentran con facilidad: revistas,
novelas y comics; enciclopedias y diccionarios, así como biblias.
Al referirse a los tirajes de
revistas que publica una televisora, informó que son entre 500 mil y 800 mil
publicaciones mensuales, quincenales o hasta semanales, con cerca de 45 títulos
para todo gusto y tipo de edades e intereses. Son historias como los libros Semanal
y Vaquero, así como comics que no sólo se venden en grandes cantidades sino
también se prestan.
La gente paga por ellas, pues el costo es de cinco o seis
pesos, por lo que pueden ser adquiridas con facilidad por el público. Es decir,
se convirtió en un negocio.
Detalló que la población tiene
acceso a este tipo de lectura por dos cuestiones fundamentales: una, por el
contenido y la sencillez del lenguaje que se utiliza, y dos, debido a que estos
materiales se pueden encontrar en cualquier lugar, hasta sin buscarlos.
Otros textos utilizados e,
incluso, llevados a casa con la posibilidad de comprarlos en abonos son los
diccionarios y enciclopedias. En algunos casos, como las biblias, hasta se
regalan.
Al hablar sobre los problemas
existentes para desarrollar la lectura, Ramírez Leyva específico que en materia
educativa en ocasiones la ciudadanía no rebasa el sexto año de primaria y los
textos de puestos de periódico se adaptan a este nivel de enseñanza. Sin juzgar
si es buena o mala, el asunto es que no incrementa esta capacidad ni los
conocimientos o cultura.
Si la población no accediera a
este tipo de textos, argumentó, serían analfabetas funcionales, porque esta
práctica la mantiene en su nivel escolar. Quizá sólo se incremente un mínimo,
pero no permite que decrezca.
A ello se suma el hecho de que
la televisión ha propiciado el consumo de información rápida, no peculiar:
leer, pensar e informarse con velocidad; genera datos breves y condensados. En
el caso específico de los programas de entretenimiento el vocabulario es
escueto, más bien ligero, para no cansar al usuario.
Este tipo de técnicas, apuntó,
se utiliza también en el material impreso y la literatura. En algunos casos las
revistas son copia de algunos contenidos de televisión, con mucha imagen y poco
texto, como es “Casos de la vida real”. Así, el esfuerzo intelectual y el
capital lingüístico es poco y hasta pobre.
Ramírez Leyva consideró que pese a que tanto en México
como en el extranjero se ha criticado que la lectura escolarizada y destinada a
la educación es obligatoria, en realidad se trata de una actividad utilitaria,
pues se lee para el momento, para cuestiones específicas concretas, y la
población lo que menos quiere es desarrollar esta actividad.
Si las personas tienen que
hacerlo por obligación, como con los textos escolares, no obtienen placer y las
“letras adquieren pies de plomo, pues la gente no entiende”.
En estos casos, reflexionó,
está ligada a otra situación: al gusto por el saber y por el conocer. Si al
joven no le genera curiosidad investigar más allá de lo que se le pide, tampoco
le encontrará interés.
Otra de las situaciones que
desaniman esta práctica, abundó, es el desconocimiento respecto a la función de
las bibliotecas. De acuerdo con encuestas realizadas por Elsa Ramírez, en este
tipo de recintos públicos, ante la pregunta específica dicen que no acuden a
estos lugares porque son para estudiar.
La gente carece de una
perspectiva más amplia sobre la función de esos acervos, donde hay periódicos y
literatura, además no es exclusivo para estudiantes. Ello muestra que su imagen
se ha desvirtuado.
La investigadora del CUIB
externó que en la actualidad se aplica el programa nacional “Hacia un país de
lectores”, iniciado en 2002. Se invierte en bibliotecas escolares, porque no
existían, y las que hay son colecciones cerradas o sirven para castigar al
niño. Asimismo, se fomenta la edición de una gran variedad de libros a precios
económicos.
Hay cuatro mil 500 bibliotecas
escolares, pero completas ni siquiera mil. Son simples colecciones que se
colocan en una habitación. Tampoco hay una liga de actividad bibliotecaria con
los profesores para que en conjunto lleven a cabo programas que impulsen el
gusto por la lectura.
En la actualidad, informó, hay
talleres donde se enseña a los papás a leer a los bebés, porque desde ahí se
debe empezar. Pero, además, deben verlos con un texto en las manos. El profesor
debe ser instruido sobre ciertas técnicas. Hay algunas interesantes y
divertidas que se pueden aplicar, incluso en los programas de las asignaturas.
También manifestó la necesidad
de incrementar la producción de textos o literatura adecuadas a las personas,
jóvenes o adultos, recién alfabetizados. Esto significa proporcionarles
literatura idónea a sus edades e intereses, lo que resultaría una cuestión
integral.
Ramírez Leyva advirtió sobre
el uso excesivo de la Internet, la introducción de discos compactos donde se
incluyen libros condensados o abreviados para que la gente no se preocupe por
leer; los audiolibros para personas con discapacidad, pero que usan personas
sanas. El problema, dijo, es que reducen el interés del usuario por el texto.
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La académica del Centro de
Investigaciones Bibliotecológicas de la UNAM, Elsa Ramírez Leyva, dijo que en
el país no se tiene el hábito de la lectura porque no se inculca desde el nivel
básico, debido a la complejidad de muchos libros, y la accesibilidad, facilidad
y lo económico que resulta cierto tipo de textos como revistas o comics.