06:00 hrs. Marzo 27 de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-233

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del boletín

 

INVENTORES NACIONALES NO RECIBEN RECONOCIMIENTO ADECUADO EN EL PAÍS

 

·        José de la Herrán reconoció que el principal problema de los inventos son las patentes

·        En la Universidad Nacional confluyen los mejores profesores e investigadores; su calidad de excelencia acredita las innovaciones, destacó

·        "Los investigadores son gente como cualquier otra, sólo que han encontrado la manera de hacer cosas en forma distinta y se aferran a construirla": Baltasar Mena

 

La inventiva en México es tan notable y pródiga que fortalecería nuestro desarrollo económico si se le diera la importancia que le corresponde. Instituciones como la UNAM, que vinculan el conocimiento científico y tecnológico con las actividades productivas son, sin duda, el gran apoyo para este propósito.

 

Así lo aseguró el asesor técnico de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la Universidad Nacional, José de la Herrán, quien recordó que esta casa de estudios cuenta con los mejores profesores e investigadores; su calidad es de excelencia y, en el plano internacional, compite en virtud y cantidad. Es decir, una parte sustantiva del desarrollo del país podría alcanzarse si se revalorara su papel central en las innovaciones y procesos productivos.

 

Al referirse a la labor de los investigadores e inventores mexicanos, agregó que la historia de los inventos es, en sí misma, la de la humanidad. Se trata de una gesta que intenta satisfacer desde las necesidades primarias del hombre, como comer y situarse bajo un techo protector, hasta las del mundo electrónico de hoy.

 

La trascendencia de los adelantos y de los forjadores mexicanos es visible en nuestra historia. Basta escudriñar las memorias de la Universidad Nacional -en donde se realiza con entusiasmo y calidad la investigación de frontera- para comprender que el ingenio que anima a nuestro pueblo es una ventaja comparativa que no se aprovecha en toda su extensión.

 

Al respecto, el también diseñador del telescopio y las cúpulas del Observatorio Astronómico de San Pedro Mártir de la UNAM definió el vocablo invento como la aplicación de un conjunto de dispositivos o elementos, ya construidos pero configurados en otro arreglo, que permiten resultados no existentes o, por lo menos, que no coexistían con la facilidad de lo nuevo.

 

De la Herrán indicó que hay dos clases de creadores: los que buscan fama y dinero, y quienes diseñan porque lo necesitan para su trabajo. Es decir, persiguen resultados y durante el proceso originan procedimientos, aparatos o dispositivos, sin pensar en lo económico.

 

La mayoría de las novedades surge durante las faenas productivas. "En la minería, por ejemplo, los métodos relacionados con el mercurio y las amalgamas de la plata, fueron desarrollados por mexicanos para facilitar o acelerar el beneficio con estos metales", explicó el ingeniero De la Herrán.

 

El ingenio mexicano

La historia del genio e ingenio mexicano es larga y vetusta. Desde que se registró el primer invento novohispano, en 1544, la capacidad surgida en nuestra tierra mostró la gran aportación de los procesos innovadores y la aplicación de la ciencia y la tecnología para transformar al mundo.

 

 

 

El llamado beneficio de patio o amalgamación en frío, descubierto por Bartolomé de Medina en ese año, permitió la extracción argentaria a gran escala en la Nueva España de los siglos XVI al XVIII, lo cual habría sido imposible con las técnicas anteriores. Ello cambió a la sociedad de su época y permitió que se convirtiera en el mayor exportador de ese metal en tiempos de la Colonia.

 

Aquí surgieron hombres que emplearon su habilidad para mantener en el primer plano mundial a la Real Casa de Moneda -una herencia que se conserva hasta la fecha-. Por ejemplo, en 1576 Juan Capellín inventó la campana capellina, para ahorrar el mercurio empleado en el beneficio de patio.

 

En 1774 José Damián Ortiz de Castro creó el primer torno para monedas, lo que le valió el reconocimiento mundial y dio a México el primer sitio en la producción de piezas de plata, con un acabado perfecto.

 

Destacan inventos como la máquina de estampados de Ignacio Sánchez (1806), la devanadera de seda de José María del Valle (1809), el horno para tabiques de Francisco de Maldonado Burgo (1805), el método para la disolución de plata en ácido nítrico, de Juan Manuel de Sistiaga (1805), y el descubrimiento del vanadio por parte de Andrés Manuel del Río en 1800.

 

Hubo también adelantos destacados en la construcción. Es el caso de Juan Bautista, quien en 1732 ideó un sistema de elevación aplicado a la campana mayor de la Catedral de Puebla.

 

O bien, el flotador de Juan Antonio de Alzate en 1790, para evitar el desperdicio de agua de las fuentes de la Ciudad de México, así como el ciclómetro (antecedente del tacómetro, para medir las distancias en los caminos) de Juan de Palafox y Calva en 1732; o el trapiche para producir tequila, de Pedro Lafragua en 1778.

 

En la historia contemporánea destaca la invención de los pilotes de control, de González Flores; la tridilosa, del ingeniero Heberto Castillo, y la sustancia conocida como TNA, de Jesús Covarrubias, la cual se coloca en el filo de los cigarros para proteger a las células pulmonares de las sustancias tóxicas.

Dentro de ese cúmulo de proyectos destaca la obra de Guillermo González Camarena, quien elaboró tres sistemas para la televisión a color, entre ellos el Trinitron, su principal aportación.

 

El problema de las patentes

El otrora fabricante de estaciones de radio y pionero de las transmisiones en México, José de la Herrán, afirmó que el principal problema de los inventos son las patentes.

El registro de la paternidad y los beneficios que conlleva supone un proceso difícil: "Ésta es una cuestión molesta. Resulta engorroso batallar el resto de la vida para validar si fue uno u otro quien hizo la innovación".

 

Hay casos extremos en donde el proceso ha terminado en tragedia, como sucedió con el creador de la Frecuencia Modulada, Edwin Armstrong, quien pasó cerca de 15 años defendiendo su idea ante quienes pretendían usurparla. El suicidio zanjó esta polémica.

 

Otro caso, recordó De la Herrán, fue el descubrimiento del vanadio por parte del mexicano Andrés Manuel del Río en 1800, quien le llamó eritronio; sin embargo, lleva el nombre de un impostor europeo que le nombró como hoy es conocido.

 

La protección legal del conocimiento y de los productos obtenidos de la investigación es un asunto delicado. En la década de los sesenta, señaló José Luis Solleiro, del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico de la UNAM, mientras en algunos países se adoptaba una posición defensiva frente al régimen de la propiedad industrial, los industrializados, motivados por el constante surgimiento de nuevas tecnologías y su creciente importancia, trabajaban en la consolidación del sistema internacional.

 

Así, en 1967 se estableció la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), una agencia especializada de las Naciones Unidas que promueve la protección de estas innovaciones en el mundo y la cooperación administrativa entre los organismos nacionales responsables de esta materia.

 

La OMPI, agregó Solleiro, ha impulsado un movimiento de armonización entre las legislaciones, en especial las industriales, proponiendo leyes, modelos, guías de licenciamiento, códigos de uso y entrenamiento de personal de naciones en vías de crecimiento, principalmente.

 

Bajo su amparo han surgido nuevas estructuras legales internacionales, creadas para contribuir a la finalidad original de cooperar para construir un sistema internacional de la propiedad intelectual. En 1970 se adoptó el Tratado Internacional de Cooperación en Materia de Patentes (PCT), mediante el cual se estableció un mecanismo para solicitar su concesión en varios países simultáneamente y para cumplir con el contrato social al divulgar información sobre las invenciones y el estado de la técnica.

 

Los Estados europeos, por su parte, avanzaron hacia el establecimiento de la Oficina Europea de Patentes, abriendo la puerta, por primera vez, al otorgamiento de permisos regionales.

 

De acuerdo con cifras del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), en el 2003 se solicitaron 12 mil 207 patentes en todo el mundo; de ellas, 468 procedieron de investigadores mexicanos; 6 mil 436 de norteamericanos; mil 192 de alemanes y  731 de franceses. Por debajo de nuestro país quedaron las demandas de los científicos de Italia, con 168; España, 118, y Reino Unido, con 339.

 

En contraste, las patentes otorgadas en ese año fueron 6 mil 08 en el orbe. Del total, 121 fueron para México; 3 mil 368 para EU; 610 para Alemania y 337 para Francia. Del total nacional, 34 registros fueron para artículos de uso y consumo; 27 para técnicas industriales diversas; 25 en química y metalurgia; 12 para mecánica, iluminación, calefacción, armamento y voladuras; 6  para Física y 7 para electricidad, entre otros.

 

Persiste fuga de cerebros

Las crisis económicas y las malas condiciones para la generación de conocimiento han obligado, en los últimos 40 años, a la migración de un millón de profesionales de América Latina hacia Estados Unidos y Europa; es decir, un promedio de 70 investigadores diarios.

 

La Academia de Ciencias de América Latina señala en sus informes que, desde 1961, científicos mexicanos, uruguayos, chilenos, argentinos y venezolanos encontraron un lugar de trabajo en laboratorios de otros países. El ritmo de salida es mucho mayor ahora que hace 20 años, reconoció Raimundo Villegas, integrante del Consejo de esta Academia, y experto en fuga de cerebros y migraciones de profesionales y universitarios.

 

La salida de este capital humano es una perdida para todos; aunque no a todos les afecta de la misma manera. La política oficial de México ante el obvio y grave problema de la fuga de cerebros ha oscilado entre la falta total de reconocimiento de su existencia y la burla ante su urgente realidad.

 

Es un problema nacional que debería recibir la más alta prioridad. Lo peor que puede hacerse es negarlo o acusar demagógicamente a los que se van de malos mexicanos.

 

Apoyo a las innovaciones

A la mayoría de los investigadores se les considera como algo tangencial, casi un accidente, sin tomar en cuenta la historia y trascendencia de sus realizaciones. Ellos, indicó Baltasar Mena, son gente como cualquier otra, sólo que han encontrado la manera de hacer cosas en forma distinta y que se aferra a su construcción.

 

El investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM, expresó que este gremio enfrenta la falta de apoyo a sus tareas innovadoras. La inventiva en México es tan notable y pródiga que fortalecería nuestro desarrollo económico si se le diera la importancia debida.

 

A las instituciones que buscan vincular el conocimiento científico y tecnológico con las actividades productivas, como la Universidad Nacional y el Instituto Politécnico, les hace falta proyección, expresó Baltasar Mena, quien en 2001 fue condecorado con el Premio Científico por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

 

 

 

"Conozco inventores que se pasaron la vida tratando de vender sus productos; también a jóvenes audaces que apenas comienzan, pero si no hay fomento a la investigación no lograrán hacer nada en el país", aseveró  el creador del silo hexagonal, con el cual puede reducirse hasta en 25 por ciento las perdidas de grano después de las cosechas.

 

 "En la Universidad los científicos no somos inventores. Buscamos novedades y promovemos la ciencia y la cultura. En ocasiones en el curso de nuestras exploraciones -que no están destinadas a generar inventos- se  produce una innovación tecnológica. Hasta ahí llega la tarea", subrayó.

 

Un investigador se dedica, básicamente, a producir trabajo de punta, afirmó Baltasar Mena; información que coopere y ofrezca avances a la técnica  en sus puntos más avanzados. Sin embargo, de qué sirve que las universidades realicen ciencia aplicada si no hay quién la empleé.

 

“No hay nada nuevo bajo el sol”. Detrás de cada uno de los más increíbles productos nacidos de la capacidad racional del hombre aparece nítidamente la influencia de otra mente lúcida anterior que ha prestado su pensamiento organizado en leyes físicas o matemáticas y que se presenta como precursor, finalizó.

 

 

 

 

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Foto 1

La historia de los inventos es, en sí misma, la de la humanidad, consideró el asesor técnico de la Dirección General  de Divulgación de la Ciencia  de la UNAM, José de la Herrán.

 

Foto 2

El investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM, Baltasar Mena, señaló que la inventiva en México es tan notable y pródiga que fortalecería el desarrollo económico si se le diera la importancia debida.