Boletín UNAM-DGCS-233
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INVENTORES NACIONALES NO RECIBEN RECONOCIMIENTO ADECUADO EN EL PAÍS
·
José de la Herrán reconoció que el principal problema de los
inventos son las patentes
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En la Universidad Nacional confluyen los mejores profesores
e investigadores; su calidad de excelencia acredita las innovaciones, destacó
·
"Los investigadores son gente como cualquier otra, sólo
que han encontrado la manera de hacer cosas en forma distinta y se aferran a
construirla": Baltasar Mena
La inventiva en México es tan notable y pródiga que
fortalecería nuestro desarrollo económico si se le diera la importancia que le
corresponde. Instituciones como la UNAM, que vinculan el conocimiento
científico y tecnológico con las actividades productivas son, sin duda, el gran
apoyo para este propósito.
Así lo aseguró el asesor técnico de la Dirección General
de Divulgación de la Ciencia de la Universidad Nacional, José de la Herrán,
quien recordó que esta casa de estudios cuenta con los mejores profesores e
investigadores; su calidad es de excelencia y, en el plano internacional,
compite en virtud y cantidad. Es decir, una parte sustantiva del desarrollo del
país podría alcanzarse si se revalorara su papel central en las innovaciones y
procesos productivos.
Al referirse a la labor de los investigadores e
inventores mexicanos, agregó que la historia de los inventos es, en sí misma,
la de la humanidad. Se trata de una gesta que intenta satisfacer desde las
necesidades primarias del hombre, como comer y situarse bajo un techo
protector, hasta las del mundo electrónico de hoy.
La trascendencia de los adelantos y de los forjadores
mexicanos es visible en nuestra historia. Basta escudriñar las memorias de la
Universidad Nacional -en donde se realiza con entusiasmo y calidad la
investigación de frontera- para comprender que el ingenio que anima a nuestro
pueblo es una ventaja comparativa que no se aprovecha en toda su extensión.
Al respecto, el también diseñador del telescopio y las
cúpulas del Observatorio Astronómico de San Pedro Mártir de la UNAM definió el
vocablo invento como la aplicación de un conjunto de dispositivos o elementos,
ya construidos pero configurados en otro arreglo, que permiten resultados no
existentes o, por lo menos, que no coexistían con la facilidad de lo nuevo.
De la Herrán indicó que hay dos clases de creadores: los
que buscan fama y dinero, y quienes diseñan porque lo necesitan para su
trabajo. Es decir, persiguen resultados y durante el proceso originan
procedimientos, aparatos o dispositivos, sin pensar en lo económico.
La mayoría de las novedades surge durante las faenas
productivas. "En la minería, por ejemplo, los métodos relacionados con el
mercurio y las amalgamas de la plata, fueron desarrollados por mexicanos para
facilitar o acelerar el beneficio con estos metales", explicó el ingeniero
De la Herrán.
El ingenio mexicano
La historia del genio e ingenio mexicano es larga y
vetusta. Desde que se registró el primer invento novohispano, en 1544, la
capacidad surgida en nuestra tierra mostró la gran aportación de los procesos
innovadores y la aplicación de la ciencia y la tecnología para transformar al
mundo.
El llamado beneficio de patio o amalgamación en frío,
descubierto por Bartolomé de Medina en ese año, permitió la extracción
argentaria a gran escala en la Nueva España de los siglos XVI al XVIII, lo cual
habría sido imposible con las técnicas anteriores. Ello cambió a la sociedad de
su época y permitió que se convirtiera en el mayor exportador de ese metal en
tiempos de la Colonia.
Aquí surgieron hombres que emplearon su habilidad para
mantener en el primer plano mundial a la Real Casa de Moneda -una herencia que
se conserva hasta la fecha-. Por ejemplo, en 1576 Juan Capellín inventó la
campana capellina, para ahorrar el mercurio empleado en el beneficio de patio.
En 1774 José Damián Ortiz de Castro creó el primer torno
para monedas, lo que le valió el reconocimiento mundial y dio a México el
primer sitio en la producción de piezas de plata, con un acabado perfecto.
Destacan inventos como la máquina de estampados de
Ignacio Sánchez (1806), la devanadera de seda de José María del Valle (1809),
el horno para tabiques de Francisco de Maldonado Burgo (1805), el método para
la disolución de plata en ácido nítrico, de Juan Manuel de Sistiaga (1805), y
el descubrimiento del vanadio por parte de Andrés Manuel del Río en 1800.
Hubo también adelantos destacados en la construcción. Es
el caso de Juan Bautista, quien en 1732 ideó un sistema de elevación aplicado a
la campana mayor de la Catedral de Puebla.
O bien, el flotador de Juan Antonio de Alzate en 1790,
para evitar el desperdicio de agua de las fuentes de la Ciudad de México, así
como el ciclómetro (antecedente del tacómetro, para medir las distancias en los
caminos) de Juan de Palafox y Calva en 1732; o el trapiche para producir
tequila, de Pedro Lafragua en 1778.
En la historia contemporánea destaca la invención de los
pilotes de control, de González Flores; la tridilosa, del ingeniero Heberto
Castillo, y la sustancia conocida como TNA, de Jesús Covarrubias, la cual se
coloca en el filo de los cigarros para proteger a las células pulmonares de las
sustancias tóxicas.
Dentro de ese cúmulo de proyectos destaca la obra de
Guillermo González Camarena, quien elaboró tres sistemas para la televisión a
color, entre ellos el Trinitron, su principal aportación.
El problema de las patentes
El otrora fabricante de estaciones de radio y pionero de
las transmisiones en México, José de la Herrán, afirmó que el principal
problema de los inventos son las patentes.
El registro de la paternidad y los beneficios que
conlleva supone un proceso difícil: "Ésta es una cuestión molesta. Resulta
engorroso batallar el resto de la vida para validar si fue uno u otro quien
hizo la innovación".
Hay casos extremos en donde el proceso ha terminado en
tragedia, como sucedió con el creador de la Frecuencia Modulada, Edwin
Armstrong, quien pasó cerca de 15 años defendiendo su idea ante quienes
pretendían usurparla. El suicidio zanjó esta polémica.
Otro caso, recordó De la Herrán, fue el descubrimiento
del vanadio por parte del mexicano Andrés Manuel del Río en 1800, quien le
llamó eritronio; sin embargo, lleva el nombre de un impostor europeo que le
nombró como hoy es conocido.
La protección legal del conocimiento y de los productos
obtenidos de la investigación es un asunto delicado. En la década de los
sesenta, señaló José Luis Solleiro, del Centro de Ciencias Aplicadas y
Desarrollo Tecnológico de la UNAM, mientras en algunos países se adoptaba una
posición defensiva frente al régimen de la propiedad industrial, los
industrializados, motivados por el constante surgimiento de nuevas tecnologías
y su creciente importancia, trabajaban en la consolidación del sistema
internacional.
Así, en 1967 se estableció la Organización Mundial de la
Propiedad Intelectual (OMPI), una agencia especializada de las Naciones Unidas
que promueve la protección de estas innovaciones en el mundo y la cooperación
administrativa entre los organismos nacionales responsables de esta materia.
La OMPI, agregó Solleiro, ha impulsado un movimiento de
armonización entre las legislaciones, en especial las industriales, proponiendo
leyes, modelos, guías de licenciamiento, códigos de uso y entrenamiento de
personal de naciones en vías de crecimiento, principalmente.
Bajo su amparo han surgido nuevas estructuras legales
internacionales, creadas para contribuir a la finalidad original de cooperar
para construir un sistema internacional de la propiedad intelectual. En 1970 se
adoptó el Tratado Internacional de Cooperación en Materia de Patentes (PCT),
mediante el cual se estableció un mecanismo para solicitar su concesión en
varios países simultáneamente y para cumplir con el contrato social al divulgar
información sobre las invenciones y el estado de la técnica.
Los Estados europeos, por su parte, avanzaron hacia el
establecimiento de la Oficina Europea de Patentes, abriendo la puerta, por
primera vez, al otorgamiento de permisos regionales.
De acuerdo con cifras del Instituto Mexicano de la
Propiedad Industrial (IMPI), en el 2003 se solicitaron 12 mil 207 patentes en
todo el mundo; de ellas, 468 procedieron de investigadores mexicanos; 6 mil 436
de norteamericanos; mil 192 de alemanes y
731 de franceses. Por debajo de nuestro país quedaron las demandas de
los científicos de Italia, con 168; España, 118, y Reino Unido, con 339.
En contraste, las patentes otorgadas en ese año fueron 6
mil 08 en el orbe. Del total, 121 fueron para México; 3 mil 368 para EU; 610
para Alemania y 337 para Francia. Del total nacional, 34 registros fueron para
artículos de uso y consumo; 27 para técnicas industriales diversas; 25 en
química y metalurgia; 12 para mecánica, iluminación, calefacción, armamento y
voladuras; 6 para Física y 7 para
electricidad, entre otros.
Persiste fuga de cerebros
Las crisis económicas y las malas condiciones para la
generación de conocimiento han obligado, en los últimos 40 años, a la migración
de un millón de profesionales de América Latina hacia Estados Unidos y Europa;
es decir, un promedio de 70 investigadores diarios.
La Academia de Ciencias de América Latina señala en sus
informes que, desde 1961, científicos mexicanos, uruguayos, chilenos,
argentinos y venezolanos encontraron un lugar de trabajo en laboratorios de
otros países. El ritmo de salida es mucho mayor ahora que hace 20 años,
reconoció Raimundo Villegas, integrante del Consejo de esta Academia, y experto
en fuga de cerebros y migraciones de profesionales y universitarios.
La salida de este capital humano es una perdida para
todos; aunque no a todos les afecta de la misma manera. La política oficial de
México ante el obvio y grave problema de la fuga de cerebros ha oscilado entre
la falta total de reconocimiento de su existencia y la burla ante su urgente
realidad.
Es un problema nacional que debería recibir la más alta
prioridad. Lo peor que puede hacerse es negarlo o acusar demagógicamente a los
que se van de malos mexicanos.
Apoyo a las innovaciones
A la mayoría de los investigadores se les considera como
algo tangencial, casi un accidente, sin tomar en cuenta la historia y
trascendencia de sus realizaciones. Ellos, indicó Baltasar Mena, son gente como
cualquier otra, sólo que han encontrado la manera de hacer cosas en forma
distinta y que se aferra a su construcción.
El investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM,
expresó que este gremio enfrenta la falta de apoyo a sus tareas innovadoras. La
inventiva en México es tan notable y pródiga que fortalecería nuestro
desarrollo económico si se le diera la importancia debida.
A las instituciones que buscan vincular el conocimiento
científico y tecnológico con las actividades productivas, como la Universidad
Nacional y el Instituto Politécnico, les hace falta proyección, expresó
Baltasar Mena, quien en 2001 fue condecorado con el Premio Científico por parte
de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO).
"Conozco inventores que se pasaron la vida tratando
de vender sus productos; también a jóvenes audaces que apenas comienzan, pero
si no hay fomento a la investigación no lograrán hacer nada en el país",
aseveró el creador del silo hexagonal,
con el cual puede reducirse hasta en 25 por ciento las perdidas de grano
después de las cosechas.
"En la
Universidad los científicos no somos inventores. Buscamos novedades y
promovemos la ciencia y la cultura. En ocasiones en el curso de nuestras
exploraciones -que no están destinadas a generar inventos- se produce una innovación tecnológica. Hasta
ahí llega la tarea", subrayó.
Un investigador se dedica, básicamente, a producir
trabajo de punta, afirmó Baltasar Mena; información que coopere y ofrezca
avances a la técnica en sus puntos más
avanzados. Sin embargo, de qué sirve que las universidades realicen ciencia
aplicada si no hay quién la empleé.
“No hay nada nuevo bajo el sol”. Detrás de cada uno de
los más increíbles productos nacidos de la capacidad racional del hombre
aparece nítidamente la influencia de otra mente lúcida anterior que ha prestado
su pensamiento organizado en leyes físicas o matemáticas y que se presenta como
precursor, finalizó.
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Foto 1
La historia de los inventos es, en sí misma, la de la
humanidad, consideró el asesor técnico de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, José de la Herrán.
Foto 2
El investigador del Instituto de Ingeniería de la
UNAM, Baltasar Mena, señaló que la inventiva en México es tan notable y pródiga
que fortalecería el desarrollo económico si se le diera la importancia debida.