06:00 hrs. Enero 20 de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-047

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del boletín

 

EL INCREMENTO DE LA TEMPERATURA OCEÁNICA ELEVARÍA EL NIVEL DEL MAR

 

·        Se tendrían consecuencias no sólo en las poblaciones, sino en el abasto de alimentos, advirtió María Luisa Machaín, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología

·        Explicó que la modificación del clima depende de la conexión entre océano y atmósfera

 

 

De incrementarse en cinco grados o más la temperatura oceánica actual –debido a los gases de “efecto invernadero”–, el nivel del mar se elevaría 100 metros y prácticamente afectaría todo el estado de Veracruz y la plataforma de Yucatán, desde Progreso hasta Chetumal, alertó María Luisa Machaín, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM.

 

La investigadora aseguró que las consecuencias de ese hecho podrían ser drásticas no sólo para las poblaciones que se desarrollan en las zonas bajas del mundo, sino para el abasto de alimentos, porque esas áreas son de cultivos frutales: “La vegetación sufriría porque muchas plantas no toleran la salinidad del agua del mar”.

 

Recordó que desde el inicio de la Revolución Industrial y la quema de combustibles fósiles, las concentraciones de bióxido de carbono han aumentado así como las magnitudes de calor, al grado de provocar el deshielo de los casquetes polares.

 

 

Machaín afirmó que el cambio climático también se asocia con las lluvias, pues su modificación “depende del acoplamiento, de las conexiones entre océano y atmósfera”. Tal es el caso de El Niño, que consiste en un calentamiento inusual de las aguas oceánicas y la muerte de peces por inanición, pues los organismos microscópicos de los cuales se alimentan desaparecen o se desplazan a otras partes.

 

Este fenómeno se da por el cambio en la dirección de los vientos, principalmente los alisios, que mueven la masa de agua cálida del Pacífico tropical. “Cuando el mar se calienta se expande y se mueve a sitios de menor elevación, desde las costas de Indochina a las de América”, puntualizó la investigadora.

 

En la actualidad los días se sienten más gélidos o calurosos de lo habitual, dijo, y por lo general acaecen en ciclos diurnos: en las madrugadas y amaneceres hace frío; en la mañana y tarde la temperatura se eleva para volver a bajar. Para los humanos esas diferencias de hasta 10 grados, por ejemplo, no causan daño, “basta con ponernos el suéter o una chamarra”. Sin embargo, para muchos organismos acuáticos un cambio mínimo –de hasta dos grados– puede provocar su migración o muerte.

 

La última glaciación en el planeta terminó hace 11 mil años. Durante el máximo de ese período, cuando el casquete polar cubría todo el territorio que actualmente ocupa Canadá y hasta el norte de Estados Unidos y Europa, la temperatura de los océanos era, en promedio, entre 4 y 5 grados centígrados más baja que la actual.

 

En esa época, el nivel del mar era 120 metros más bajo de cómo lo conocemos hoy día, porque toda el agua estaba concentrada en las formaciones de hielo y en las altas montañas. Por eso se calcula que si el líquido oceánico ascendiera en más de cinco grados en promedio, su nivel retomaría esa altura.

 

La especialista explicó que los períodos glaciares e interglaciares ocurren en lapsos de entre 40 mil y 100 mil años. A ese patrón se suman transformaciones más cortas como los anuales, estacionales (de primavera a invierno) y decadales, entre otras.

 

Por ello, es necesario saber cómo fueron los ciclos en el pasado, su parecido con los actuales, el influjo de estos cambios en las actividades humanas, y su duración.

 

Con ese propósito se emplean registros instrumentales e históricos. Los primeros utilizan mediciones sobre precipitaciones y características del mar a través de aparatos especializados, aunque esos datos no se remonten más allá de 100 años.

 

Los registros históricos aprovechan información de los fósiles, procedentes de las partes duras de los organismos, como los huesos o los caparazones, que se preservan en forma de sedimentaciones, formando capas que pueden ser estudiadas. Cada una de ellas revela cómo era el clima cuando esos seres murieron.

 

Así, de muchas partes del océano se obtienen columnas de sedimentos, incluso de kilómetros de longitud, con las cuales se pueden conocer las condiciones ambientales de hace millones de años.

 

Por otra parte, en el ICMyL se realizó un estudio de El Niño de 1982, para determinar hasta dónde llegó la masa de agua caliente. Antes de su ocurrencia, la línea de temperatura de los 20 grados se localizaba en la Bahía de la Paz, a la entrada del Golfo de California, la cual se desplazó 500 kilómetros al norte, hasta la mitad del Mar de Cortés. Con ella se trasladaron también los cardúmenes.

 

Asimismo, con base en el análisis de un núcleo de sedimentos de metro y medio, correspondiente al periodo comprendido entre 1800 y 1947, se estudiaron diversos organismos y su distribución. “Encontramos que la mayor parte del tiempo predominaron especies de aguas frías relacionadas con la corriente de California. Durante el lapso, cada vez comenzaron a llegar las asociadas con aguas cálidas”, reveló.

 

Sin embargo, no se tienen referencias de los últimos años para determinar si la tendencia continúa o qué se experimenta, reconoció Machaín. Por ello, las investigaciones continúan.

 

Finalmente, aclaró que El Niño no es completamente negativo. Los especímenes que gustan del agua caliente se reproducen mejor y ciertos cultivos, como el de camarón por ejemplo, se ven favorecidos.

--o0o—

 

FOTO 1

María Luisa Machaín, del ICMyL de la UNAM, alertó que de incrementarse la temperatura oceánica, la vegetación se vería afectada por su intolerancia a la salinidad marina

 

FOTO 2

El cambio climático se asocia con las lluvias, pues su modificación depende de las conexiones entre océano y atmósfera, reconoció la investigadora universitaria María Luisa Machaín