06:00 hrs. Enero 6 de 2004

 

Boletín UNAM-DGCS-012

Ciudad Universitaria

Pies de fotos al final del boletín

 

NECESARIO, EVALUAR EL IMPACTO HUMANO EN EL AMBIENTE

 

·        Beatriz Ortega, del Instituto de Geofísica, afirmó que los estudios de sedimentación arrojan información sobre cómo fue el clima en el pasado y podrían extrapolarse para establecer tendencias futuras

 

El clima y el ambiente son dinámicos y, por lo tanto, han tenido cambios en el tiempo. Conocer cómo varía de manera natural el sistema terrestre posibilitará la evaluación de las consecuencias que la actividad humana ha tenido sobre el medio natural, afirmó Beatriz Ortega, del Instituto de Geofísica (IGF) de la UNAM.

 

En la conferencia Lagos cráter: casos de estudio sobre cambio climático, organizada por esa dependencia, aseguró que las investigaciones de sedimentación arrojan información sobre las condiciones del pasado, además podrían extrapolarse para establecer tendencias futuras. “Se pretende que la modelación del cambio climático, una vez probada hacia el pasado, sea útil para la predicción”, dijo.

 

Estos depósitos hídricos continentales poseen, explicó, diferentes orígenes y “contribuyen a la comprensión de las transformaciones del clima, pues contienen un registro relativamente continuo de sedimentos, en muchas ocasiones más alto que el de las cuencas oceánicas”.

 

Ortega precisó que diversos factores influyen en esas fluctuaciones del ambiente, como las variaciones de la actividad solar, desde un día y hasta miles de años; los gases invernadero, no sólo de origen antropogénico, sino debidos a la actividad volcánica, entre otros.

 

También se presentan una serie de procesos superficiales que determinan las características de los sedimentos lacustres, como los ciclos biológicos, geológicos y geoquímicos, y la actividad de las aguas subterráneas. La interacción de estos fenómenos les confieren características particulares, puntualizó.

 

En la materia del fondo de esos cuerpos de agua se analizan los restos de organismos o de minerales; aquellos que pudiesen revelar algún cambio en las condiciones reciben el nombre de “registros proxy” y cada uno corresponde a una variable específica. Las que comúnmente se interpretan son la precipitación y la temperatura.

 

Otras son los restos de plantas, terrestres o acuáticas y, en especial, el polen –indicador de la flora que crece no sólo en el lecho acuático, sino de la vegetación en la cuenca–. También, restos de algas llamadas diatomeas, que producen una parte dura de sílice que se preserva con el tiempo; y los ostrácodos, un tipo de crustáceos.

 

Entre los minerales analizados están los magnéticos (más sencillos de identificar y cuantificar), como la magnetita y la vivianita (o fosfato de hierro).

 

La especialista refirió que existen diferentes tipos de lagos, como los tectónicos –por ejemplo el Baikal, en Rusia–; los asociados a actividad volcánica –como el del Nevado de Toluca–; por obstrucción de drenaje –como el de Zirahuen, Michoacán–; por disolución de rocas o calizas que origina depresiones –como los cenotes de Yucatán–; o por impacto de meteoro.

 

Refirió que el Baikal, en el centro-sur del territorio ruso, es la masa de agua más grande y profundo del mundo, con un poco más de una milla (mil 620 metros).  Ahí, el espesor de los depósitos alcanza 7.5 kilómetros, acumulados desde hace 35 o 40 millones de años y “se siguen juntando”.

 

Beatriz Ortega, miembro de un grupo de investigación del IGF y de los institutos de Geología y Geografía, así como de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala y la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, comentó que en el país no hay registros tan largos.

 

Uno de los más extensos proviene del lago de Texcoco, que ocupó la parte central de la cuenca del Anáhuac, y del cual queda un remanente artificial. En el de Chalco, el más próximo, se estableció un registro de 26 metros de profundidad. En él se nota un cambio en el tipo de sedimentos, desde los blancos por diatomeas, hasta depósitos volcánicos y orgánicos.

 

Por radiocarbono se sabe que tal muestra abarca más de 45 mil años. En el transcurso se notan variaciones en su nivel y otros fenómenos, como una violenta destrucción de la parte superior del cono del Popocatépetl.

 

La mayor parte de esas concentraciones hidrológicas del país, abundó, se ubican en la parte central de la República, en la Faja Volcánica Transmexicana. En esa zona, la científica ha estudiado lagos como el de Santa María del Oro, Nayarit, en donde la secuencia de estudio abarca los últimos 2 mil 500 años, en un diámetro de dos kilómetros y una profundidad de 60 metros.

 

El  análisis de los sedimentos lacustres puede proporcionar información útil para conocer no sólo las características del clima o el ambiente pasados, sino para otras áreas del conocimiento. “Los datos generados por estudios de cambio climático son útiles a la arqueología, la paleontología y a la investigación de paleoclimas y paleoambientes”, finalizó.

 

 

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PIES DE FOTO

 

FOTO 1

Beatriz Ortega, del Instituto de Geofísica de la UNAM, afirmó que los estudios de sedimentación arrojan información sobre cómo fue el clima en el pasado y podrían extrapolarse para establecer tendencias futuras.

 

FOTO 2

La investigadora universitaria Beatriz Ortega apuntó que las variaciones de la actividad solar y los gases invernadero, entre otros factores, influyen en las fluctuaciones del ambiente.