Boletín UNAM-DGCS-976
Ciudad Universitaria
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final del boletín
ÚNICO EN
LATINOAMÉRICA, EL LABORATORIO DE PROSPECCIÓN ARQUEOLÓGICA DE LA UNAM
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Forma parte del Instituto de Investigaciones
Antropológicas
·
Sus servicios contribuyen a la conservación
y conocimiento del patrimonio histórico de México y otros países
·
Permite a los arqueólogos decidir si excavar
o no, dónde y a qué profundidad: Luis Barba Pingarrón
·
Se ha trabajado en 65 sitios arqueológicos
de todo el país, incluido Teotihuacan y el Templo Mayor
La Universidad Nacional, a
través del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), cuenta con el
único Laboratorio de Prospección Arqueológica de Latinoamérica, cuyos servicios
no sólo contribuyen a la conservación y conocimiento del patrimonio histórico
de México, sino de países como España y Bolivia.
Así lo informó su encargado, el doctor Luis Barba
Pingarrón, al recalcar que se caracteriza por ser el único que integra
diferentes técnicas –geofísicas, químicas y de fotografía aérea– para
identificar con precisión los asentamientos humanos antiguos.
Su próxima actividad comenzará
en marzo de 2004, con la prospección de un sitio preolmeca que data de
alrededor del año 3 mil antes de nuestra era, ubicado en la costa del Pacífico
chiapaneco, cerca de la frontera con Guatemala. Tal estudio se realizará en
colaboración con la Universidad Brigham Young, de Estados Unidos.
Hasta el momento, el
Laboratorio de Prospección Arqueológica, que cumple ya 20 años, ha prestado sus
servicios en 65 sitios de todo el país, con excepción de los estados del norte,
por la menor densidad de las zonas históricas y su lejanía.
Incluye algunos lugares
conocidos y turísticos, como Teotihuacan, el Templo Mayor u otros como Ranas y
Toluquilla, en Querétaro; Tres Zapotes o San Lorenzo, en Veracruz; pero también
otros no abiertos al público, que forman parte de investigaciones de distintas
instituciones, como el propio IIA, el Instituto Nacional de Antropología e
Historia y otras extranjeras. "Hay ocasiones que son estructuras simples o
sencillas, pero de importancia para la investigación científica", recalcó.
La Ciudad de México también ha
sido objeto de análisis porque debajo de ella hay infinidad de vestigios
prehispánicos. Estos son difíciles de estudiar por ubicarse debajo de casas,
edificios y calles. La información se recupera por medio de técnicas geofísicas
que penetran el suelo y proporcionan imágenes sin dañar las estructuras
superiores.
Tales han sido los casos del
Templo Mayor y Coyoacán, "pero queremos extenderlo a toda la ciudad"
porque, además, las edificaciones de la superficie se ven afectadas por los
hundimientos diferenciales. Para la comprensión de ese fenómeno los métodos de
la prospección arqueológica pueden aportar muchos datos.
En Bolivia se hizo prospección
en Akapana, la principal estructura del sitio Tiwanaku, y en España, en el
sitio La Mesa cerca de Cádiz, donde hubo asentamientos neolíticos, romanos y
árabes. Se pudieron reconocer algunos restos arquitectónicos de esas culturas y
esperan continuar con ese proyecto, dijo.
El trabajo del Laboratorio es interdisciplinario. Al
respecto, Barba señaló que se cuenta con el apoyo de los institutos de
Geología, Geografía y Geofísica de la UNAM, con quienes se colabora y se hacen
consultas.
El experto explicó que su
especialidad consiste en estudiar los sitios arqueológicos antes de la
excavación: "Tiene semejanza con los análisis que se hacen antes de una
intervención quirúrgica y que incluyen imágenes del cuerpo humano, análisis
bioquímicos y, en general, un diagnóstico previo".
En la actualidad, una
operación no se realiza si no se cuenta con datos previos que indiquen qué es
lo que debe hacerse, en qué lugar y con qué riesgos. En la arqueología debería
ocurrir algo similar, aunque no siempre se realiza. "Este procedimiento
está en proceso de hacerse rutinario", reconoció.
Barba Pingarrón recordó que
cuando inició sus actividades en 1983, las computadoras no estaban disponibles.
Veinte años después, es posible llevar una máquina pequeña y poderosa a los
estudios de campo, hecho que "ha dado una nueva dimensión a la
prospección".
Ahora las características se
obtienen de forma más fácil, eficiente y rápida, lo cual posibilita aumentar la
densidad del muestreo y su resolución. Las imágenes obtenidas son
"radiografías" del sitio en cuestión, expuso.
Esta técnica permite tomar
decisiones fundamentadas respecto de si se debe cavar o no, dónde y a qué
profundidad, así como determinar si se dispone de los recursos para preservar
los materiales que se van a recuperar. "Todo eso lleva a una mejor
excavación arqueológica y hace más eficiente el trabajo", resalta.
Al hablar de las técnicas
empleadas para determinar la situación de posibles asentamientos, el
universitario señaló que se utilizan fotografías aéreas e, incluso, las
imágenes satelitales, que con resolución submétrica son cada vez mas útiles
para esta disciplina.
En el mismo Laboratorio, dijo,
se han construido los medios para adquirir fotos aéreas propias en color,
porque las comercialmente disponibles no son idóneas. Se usan globos –un
dirigible o esféricos, construidos con recursos propios– de acuerdo al peso
requerido, desde los cuales las cámaras se disparan a control remoto.
Ellas dan un panorama general
del área donde se trabaja. Se estudia con detalle, la superficie de los valles
o regiones amplias. Con esa información los especialistas se dirigen a
objetivos más específicos y los seleccionan con manchas, sombras o marcas.
Tras la identificación se usan
técnicas geofísicas –magnética, eléctrica y radar de penetración–, con las
cuales se abarcan decenas de hectáreas para localizar un probable sitio
arqueológico completo y la zona aledaña.
Con ello se forman una idea clara sobre la ubicación de las estructuras,
su profundidad, sus características, los materiales utilizados para su
construcción y otros datos. Esto es, la definición del lugar y la traza de las
edificaciones que lo forman.
En ese momento, precisó Luis
Barba, se decide dónde tomar muestras. Se utilizan equipos de perforación que
recuperan tierra, la cual se convierte en material "de empaque", pues
cubre, protege y también oculta un sitio arqueológico y sus materiales.
Se obtienen pruebas dentro y
fuera del área a ciertas profundidades, para evaluar concentraciones químicas.
Luego, en el laboratorio se analizan y se establecen los contenidos de metales,
para verificar si en el lugar se uso metalurgia, o de ciertos compuestos
químicos acumulados en el piso, como desechos de basura u otros residuos
orgánicos: "Hemos encontrado que son estupendos indicadores de la
realización de diferentes actividades".
Con base en la información
recabada se presenta un diagnóstico que lleva a la toma de decisiones sobre la
excavación. Como en las cirugías, se sabe con exactitud dónde intervenir y qué
descubrir para responder a los objetivos de un proyecto, a las hipótesis de la
investigación.
"Desde luego, esto se
procesa en computadora y se producen imágenes, mapas, cortes, muchas formas de
representación gráfica. Así se logra el
diagnóstico previo de un sitio arqueológico", abundó.
Por supuesto que la duración
de la prospección varía de acuerdo con la extensión del sitio y del detalle que
se desee obtener. En promedio, el proceso lleva dos o tres semanas. No siempre
se utilizan todas las técnicas, porque depende del objetivo de cada
investigación. Hay zonas que las requieren todas, son las que más trabajo y
tiempo implican, hasta de cuatro semanas.
Por ejemplo, recientemente se
realizaron estudios en la Pirámide de la Luna, en Teotihuacan. Se trabajó en túneles,
con la única técnica aplicable en esas condiciones: el radar, el cual recorre
las superficies de pisos, techos y paredes para observar diferencias en los
materiales, y sugiere las formas constructivas y ofrendas que pueden
encontrarse.
Así puede apoyarse una
excavación costosa que necesita ser eficiente, y un estudio previo con base en
el sonido puede brindar información para perder el menor tiempo posible, hecho
que se refleja en una disminución de gastos.
También se debe trabajar
intensamente con los arqueólogos, quienes toman las decisiones de excavación y
de los objetivos generales de cada proyecto. "Nuestra información es
valiosa para la investigación y ambos nos enriquecemos laborando juntos",
dijo.
Conservadores del patrimonio,
historiadores y arquitectos son otros especialistas con quienes se coopera.
Entre los estudios más exitosos, producto de un verdadero trabajo
interdisciplinario, debe mencionarse los realizados en Teotihuacan, en donde
participaron los investigadores permanentes del Laboratorio, el arqueólogo
Agustín Ortiz y el ingeniero Jorge Blancas, en colaboración con la doctora
Linda Manzanilla.
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Foto 1
La Universidad
Nacional, a través del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA),
cuenta con el único Laboratorio de Prospección Arqueológica de Latinoamérica,
informó su encargado, Luis Barba.
Foto 2
Luis Barba,
encargado del Laboratorio de Prospección Arqueológica de la UNAM, informó que
éste ha prestado sus servicios en 65 sitios de todo el país.