Boletín UNAM-DGCS-975
Ciudad Universitaria
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final del boletín
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Controlar la ira, el temor, la tristeza o
los celos podría disminuir los índices de violencia, afirmó Benjamín Domínguez
Trejo, investigador de la Facultad de Psicología de la UNAM
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En esa dependencia universitaria se realizan
investigaciones sobre la inteligencia emocional y la forma de controlar los
rasgos emocionales mediante técnicas psicológicas
La educación para atemperar la
ira, el temor, la tristeza o los celos mediante técnicas psicológicas de
control de las emociones, ayudaría a mejorar la convivencia social y a
disminuir los índices de violencia, consideró Benjamín Domínguez Trejo,
investigador de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
El especialista, quien
experimenta las metodologías de la inteligencia emocional en esta dependencia
universitaria, explicó que durante casi todo el siglo XX la investigación
psicológica y otros campos relacionados con el estudio del comportamiento se
centraron en el análisis de lo que califican como la parte más distintiva del
funcionamiento humano: la razón y los procesos lógicos y se relegó,
prácticamente como si no existiera, el área de las pasiones.
Sin embargo, las investigaciones
fisiológicas permitieron descubrir que el 60 por ciento de los órganos del
cerebro se relacionan con aspectos emocionales; menos del 15 por ciento con los
procesos racionales, y el resto con las cuestiones vegetativas. Ello modificó
las teorías sobre el raciocinio y la emotividad.
Surge entonces el concepto de
inteligencia emocional, que es “la capacidad que algunas personas tienen –unos
en forma regular y otros limitada– de identificar, rotular y moderar diferentes
estados de ánimo para alcanzar alguna meta, como una buena relación de pareja,
un trabajo gratificante o relaciones aceptables con los vecinos”, explicó.
Apuntó que mucho de lo
observado sobre el funcionamiento de la emotividad había sido especulativo,
basado en aspectos teóricos. Hoy día, los avances en la tecnología, vinculados
con la imagenología, permiten investigar muchos de estos fenómenos de manera no
invasiva y casi cuando ocurren.
En 1995, Daniel Goleman
publicó su libro Inteligencia emocional, donde define a esa técnica como
"la capacidad de discernir y responder apropiadamente a los estados de
ánimo, temperamentos, motivaciones y deseos de las demás personas".
Utilizada en los ambientes empresariales norteamericanos, en donde se inculca
entre los cuerpos dirigentes para el manejo de los afectos en las relaciones
públicas y el aumento de la productividad, ha sido materia de estudio por una
serie de psicólogos clínicos, como Peter Salovey y Mayer, quienes fundamentan
la estructura teórica y los parámetros y técnicas para usufructuarla.
Para estos últimos, dicha
teoría tiene los siguientes componentes: el conocimiento de las propias
emociones; la capacidad para controlarlas; para motivarse a sí mismo; el
reconocimiento de los afectos ajenos, y el manejo de las relaciones.
Uno de los avances en ese
campo ha sido demostrar que varias de las habilidades que la conforman pueden
ser sujetas a aprendizaje acelerado. A los pacientes se les enseña cómo deben
controlar su estrés y sus impulsos. Dicho proceso tiene mayor relación con factores
ambientales que fisiológicos. Incluso, aseguró el experto, personas nacidas con
deficiencias mentales acentuadas pueden llegar a dominarla.
Contrariamente, la
inteligencia racional tiene que ver con la capacidad de tomar decisiones y para
anticiparse, así como con el desarrollo del pensamiento abstracto, entre otras
cuestiones. Comprende una base genética importante, “la mayor parte tiene que
ver con la herencia de nuestros padres” aseguró Domínguez Trejo.
“En general –aseguró–, las
personas sanas, sobre todo los jóvenes, pueden ejercer un control moderado
sobre su funcionamiento emotivo”. Aquellos con una buena red de amigos o
familiares tienen las mejores herramientas para aprender y beneficiarse en este
campo, pues para trabajarla se requiere de la convivencia y la
retroalimentación gregaria.
Mientras más experiencias se
acumulen, consideró, se podrá afinar el manejo de sus afectos; entonces el
sujeto podrá enojarse, sentir celos, tristeza o resentimiento “en el momento
adecuado, con la persona y la intensidad adecuada”. No se requiere
erradicarlas, sino aprender a calibrarlas, resaltó.
Para ello, las ramas simpática
y parasimpática del sistema nervioso autónomo deben funcionar de forma óptima.
Actualmente, en el laboratorio se realizan mediciones cada vez más exactas
sobre sus niveles de actividad. Por lo general se incrementa la frecuencia
cardiaca y del ritmo respiratorio torácico; disminuye la actividad gástrica y
la temperatura periférica; por ejemplo, las manos se enfrían cuando alguien
está nervioso, tenso, enojado o celoso.
Con estas técnicas se podrá
saber en forma exacta, en dos minutos acaso, si una persona regula, de manera
adaptativa, sus áreas de la inteligencia emocional o no, comentó Domínguez
Trejo.
De los componentes de esta
inteligencia, el grupo del psicólogo universitario ha tenido avances en dos
campos: el control de impulsos y del estrés. El primero se encontró más en las
niñas, al posponer una situación atractiva o agradable, y la cual permite, por
ejemplo, ahorrar durante varios meses para comprar un automóvil nuevo, en lugar
de uno usado más rápidamente.
Esa habilidad se puede tasar
actualmente, de varias formas y con mucha precisión. “Hemos diseñado algunos
equipos e, incluso, nos han reconocido por ello con el Premio León Bialik”,
subrayó.
Al referirse al control de los
niveles de estrés, comentó que el óptimo manejo de los afectos puede incidir
tanto en personas clínicamente sanas como enfermas. Gente con cáncer, dijo,
puede sobrellevar su mal con menos sufrimiento, síntomas, visitas al médico y
medicamentos.
En el caso de personas
saludables, han visto que su rendimiento intelectual es mayor, doble por lo
menos. En particular, han estudiado a varias generaciones de profesionistas:
todos ellos son excelentes desde el punto de vista intelectual, pero tienen
múltiples dificultades personales.
Por eso, advirtió, la
regulación afectiva es una herramienta para mejorar nuestra salud, y no es una
curiosidad o moda a seguir.
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PIES DE FOTO
FOTO 1
Los descubrimientos sobre las funciones cerebrales
realzan la importancia sobre el control de las emociones, mediante técnicas
como la inteligencia emocional, reveló Benjamín Domínguez Trejo, investigador
de la Facultad de Psicología de la UNAM.
FOTO 2
El investigador universitario Benjamín Domínguez Trejo
explicó que la inteligencia emocional es la capacidad para identificar, rotular
y moderar diferentes estados de ánimo para alcanzar alguna meta.