06:00 hrs. Diciembre 29 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-975

Ciudad Universitaria

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ENSEÑAR A ATEMPERAR LAS EMOCIONES DISMINUIRÍA LOS ÍNDICES DE VIOLENCIA

 

·        Controlar la ira, el temor, la tristeza o los celos podría disminuir los índices de violencia, afirmó Benjamín Domínguez Trejo, investigador de la Facultad de Psicología de la UNAM

·        En esa dependencia universitaria se realizan investigaciones sobre la inteligencia emocional y la forma de controlar los rasgos emocionales mediante técnicas psicológicas

 

La educación para atemperar la ira, el temor, la tristeza o los celos mediante técnicas psicológicas de control de las emociones, ayudaría a mejorar la convivencia social y a disminuir los índices de violencia, consideró Benjamín Domínguez Trejo, investigador de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.

 

El especialista, quien experimenta las metodologías de la inteligencia emocional en esta dependencia universitaria, explicó que durante casi todo el siglo XX la investigación psicológica y otros campos relacionados con el estudio del comportamiento se centraron en el análisis de lo que califican como la parte más distintiva del funcionamiento humano: la razón y los procesos lógicos y se relegó, prácticamente como si no existiera, el área de las pasiones.

 

Sin embargo, las investigaciones fisiológicas permitieron descubrir que el 60 por ciento de los órganos del cerebro se relacionan con aspectos emocionales; menos del 15 por ciento con los procesos racionales, y el resto con las cuestiones vegetativas. Ello modificó las teorías sobre el raciocinio y la emotividad.

 

Surge entonces el concepto de inteligencia emocional, que es “la capacidad que algunas personas tienen –unos en forma regular y otros limitada– de identificar, rotular y moderar diferentes estados de ánimo para alcanzar alguna meta, como una buena relación de pareja, un trabajo gratificante o relaciones aceptables con los vecinos”, explicó.

 

Apuntó que mucho de lo observado sobre el funcionamiento de la emotividad había sido especulativo, basado en aspectos teóricos. Hoy día, los avances en la tecnología, vinculados con la imagenología, permiten investigar muchos de estos fenómenos de manera no invasiva y casi cuando ocurren.

 

En 1995, Daniel Goleman publicó su libro Inteligencia emocional, donde define a esa técnica como "la capacidad de discernir y responder apropiadamente a los estados de ánimo, temperamentos, motivaciones y deseos de las demás personas".

 
Utilizada en los ambientes empresariales norteamericanos, en donde se inculca entre los cuerpos dirigentes para el manejo de los afectos en las relaciones públicas y el aumento de la productividad, ha sido materia de estudio por una serie de psicólogos clínicos, como Peter Salovey y Mayer, quienes fundamentan la estructura teórica y los parámetros y técnicas para usufructuarla. 

 

Para estos últimos, dicha teoría tiene los siguientes componentes: el conocimiento de las propias emociones; la capacidad para controlarlas; para motivarse a sí mismo; el reconocimiento de los afectos ajenos, y el manejo de las relaciones.

 

Uno de los avances en ese campo ha sido demostrar que varias de las habilidades que la conforman pueden ser sujetas a aprendizaje acelerado. A los pacientes se les enseña cómo deben controlar su estrés y sus impulsos. Dicho proceso tiene mayor relación con factores ambientales que fisiológicos. Incluso, aseguró el experto, personas nacidas con deficiencias mentales acentuadas pueden llegar a dominarla.

 

 

Contrariamente, la inteligencia racional tiene que ver con la capacidad de tomar decisiones y para anticiparse, así como con el desarrollo del pensamiento abstracto, entre otras cuestiones. Comprende una base genética importante, “la mayor parte tiene que ver con la herencia de nuestros padres” aseguró Domínguez Trejo. 

 

“En general –aseguró–, las personas sanas, sobre todo los jóvenes, pueden ejercer un control moderado sobre su funcionamiento emotivo”. Aquellos con una buena red de amigos o familiares tienen las mejores herramientas para aprender y beneficiarse en este campo, pues para trabajarla se requiere de la convivencia y la retroalimentación gregaria.

 

Mientras más experiencias se acumulen, consideró, se podrá afinar el manejo de sus afectos; entonces el sujeto podrá enojarse, sentir celos, tristeza o resentimiento “en el momento adecuado, con la persona y la intensidad adecuada”. No se requiere erradicarlas, sino aprender a calibrarlas, resaltó.

 

Para ello, las ramas simpática y parasimpática del sistema nervioso autónomo deben funcionar de forma óptima. Actualmente, en el laboratorio se realizan mediciones cada vez más exactas sobre sus niveles de actividad. Por lo general se incrementa la frecuencia cardiaca y del ritmo respiratorio torácico; disminuye la actividad gástrica y la temperatura periférica; por ejemplo, las manos se enfrían cuando alguien está nervioso, tenso, enojado o celoso.

 

Con estas técnicas se podrá saber en forma exacta, en dos minutos acaso, si una persona regula, de manera adaptativa, sus áreas de la inteligencia emocional o no, comentó Domínguez Trejo.

 

De los componentes de esta inteligencia, el grupo del psicólogo universitario ha tenido avances en dos campos: el control de impulsos y del estrés. El primero se encontró más en las niñas, al posponer una situación atractiva o agradable, y la cual permite, por ejemplo, ahorrar durante varios meses para comprar un automóvil nuevo, en lugar de uno usado más rápidamente.

 

Esa habilidad se puede tasar actualmente, de varias formas y con mucha precisión. “Hemos diseñado algunos equipos e, incluso, nos han reconocido por ello con el Premio León Bialik”, subrayó.

 

Al referirse al control de los niveles de estrés, comentó que el óptimo manejo de los afectos puede incidir tanto en personas clínicamente sanas como enfermas. Gente con cáncer, dijo, puede sobrellevar su mal con menos sufrimiento, síntomas, visitas al médico y medicamentos.

 

En el caso de personas saludables, han visto que su rendimiento intelectual es mayor, doble por lo menos. En particular, han estudiado a varias generaciones de profesionistas: todos ellos son excelentes desde el punto de vista intelectual, pero tienen múltiples dificultades personales.

 

Por eso, advirtió, la regulación afectiva es una herramienta para mejorar nuestra salud, y no es una curiosidad o moda a seguir.

 

 

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PIES DE FOTO

 

FOTO 1

 

Los descubrimientos sobre las funciones cerebrales realzan la importancia sobre el control de las emociones, mediante técnicas como la inteligencia emocional, reveló Benjamín Domínguez Trejo, investigador de la Facultad de Psicología de la UNAM.

 

FOTO 2

 

El investigador universitario Benjamín Domínguez Trejo explicó que la inteligencia emocional es la capacidad para identificar, rotular y moderar diferentes estados de ánimo para alcanzar alguna meta.