Boletín UNAM-DGCS-952
Ciudad Universitaria
Pies de fotos al
final del boletín
DEFORESTADAS POR CAMINOS MÁS DE 660 HECTÁREAS DE LA RESERVA DE LA MARIPOSA MONARCA
·
Isabel Ramírez, del Instituto de Geografía,
manifestó que casi 80 hectáreas corresponden a vías pavimentadas, 90 a
terracerías y 491 a brechas y veredas
·
Con el aumento de carreteras, el bosque es
más vulnerable a la perturbación y a la extracción maderera
·
“La organización social influye directamente
en la conservación o perturbación del bosque”, advirtió
En la reserva de la
biosfera de la Mariposa Monarca, en los estados de México y Michoacán, existen
tantas hectáreas de caminos –660 en el 70 por ciento de la reserva,
cuantificada en más de 56 mil– como bosques de oyamel perturbados, afirmó la
doctora Isabel Ramírez Ramírez, del Instituto de Geografía de la UNAM.
La investigadora, junto con un
equipo de colaboradores, ha cuantificado, por primera vez y considerando sólo
el lecho o ancho de las vías, que los caminos pavimentados ocupan casi 80
hectáreas, las terracerías 90 y las brechas y veredas 491, dedicadas
exclusivamente al aprovechamiento forestal.
Precisó que la red de
comunicación terrestre dentro de la zona es caótica y se han detectado hasta
ahora –falta por definir 30 por ciento de la reserva– 98 kilómetros de autovías
asfaltadas, 178 de arena, 808 de brechas y mil 123 atajos.
Ramírez explicó que la
totalidad de los caminos pavimentados son federales; la principal de ellas
comunica a Zitácuaro con Toluca; la otra a Angangeo con Tlalpujahua y El Oro.
En tanto, las terracerías son construidas en su gran mayoría por los municipios
y se utilizan para transporte de personas y materias primas, por lo tanto, unen
poblados con alguna carretera principal.
Asimismo, la totalidad de
las últimas, que en algún momento se abren para la extracción de recursos, no
se restauran nunca, incluso pueden adquirir mayor potencial, lo que representa
un serio problema para la conservación de esos bosques.
En el caso de las brechas,
cuyo número es mucho mayor que las anteriores, son sólo para la explotación
forestal y muchas de ellas son creadas por extractores ilegales de madera. A
eso se debe que el trazado en la zona sea tan irregular, denso y desorganizado,
precisó.
Ante ese panorama, la experta
alertó sobre la necesidad de planificar los caminos, en principio, con base en
los ya construidos, pero sugiriendo “recuperar” los inconvenientes para la
reserva. En especial, brechas y veredas que con la ayuda del clima y el suelo
propios de la región podrían ser restaurados con facilidad.
Calificó de "lógico"
que con el aumento del número de vías, el bosque sea más vulnerable a la
perturbación y a la extracción de madera y otros recursos. Incluso, hay zonas
donde en apariencia el ecosistema está conservado, pero se registran daños que
no pueden ser percibidos por las fotografías aéreas.
Al respecto, aclaró que el
bosque no sólo se conforma de árboles grandes, sino que su estructura básica
debe incluir renuevo arbóreo, arbustos, hierbas y musgos, los cuales se dañan
con el paso de personas, bestias o vehículos, y "como en una sociedad, es
necesario cuidar la base: oyameles y pinos jóvenes que crezcan y reemplacen a
los adultos que van muriendo".
Con relación al proyecto de la
red de acceso, la universitaria señaló que “hay muchas comunidades interesadas
en participar en la preservación; se informan y aprecian la posibilidad y
utilidad de contar con un mapa de sus caminos”.
En cuanto a la perturbación
del bosque, de 1971 al 2000 se contabilizó una pérdida de cubierta forestal del
10 por ciento dentro del área protegida por un decreto de 1986. “Es una cifra
alta y además estuvo muy concentrada en algunos sitios”, justo por la reacción
negativa de algunos ejidatarios ante el decreto, explicó.
Fuera de esa área, la dinámica
continuó de forma similar: aumento constante del uso de recursos y de ocupación
de áreas para vivienda. Esto último provocó un cambio en el uso de suelo de mil
100 hectáreas y casi dos mil de bosques cortados, sólo en las zonas montañosas
de la Sierra de Angangueo, porción principal de la actual reserva.
A esos daños se suman los
producidos por la actividad turística, únicamente en donde hay colonias de
mariposas abiertas al público –dos en
Michoacán y dos en el Estado de México–. Así, se trata de afectaciones muy localizadas
que perjudican, en todo caso, a los lepidópteros: “Los visitantes acuden a
partir de diciembre y hasta marzo de forma masiva, hasta cinco mil en un fin de
semana por colonia, y tiran mucha basura”, abundó.
Cuando una parte del bosque es
dañada, las Monarcas se mueven a mejores sitios, de forma que, al parecer, su
población estimada no ha decrecido de forma considerable. Algunos años ha
habido importantes mortandades, en especial, por factores climáticos, que
pueden agudizarse por la perturbación del bosque.
Isabel Ramírez recordó que la
reserva, creada por decreto a finales del 2000, consta de más de 56 mil
hectáreas e involucra a 10 municipios. El núcleo principal de población de la
región es Zitácuaro, que tiene –según el censo del 2000– más de 70 mil
habitantes; a ellos se suman las demás cabeceras municipales, con un promedio
de 5 mil habitantes cada una y decenas de pequeñas localidades con menos de 100
personas. Se estima que alrededor de la reserva viven más de 300 mil personas,
que ejercen presión constante sobre los bosques.
A pesar de estar definida como
área natural protegida desde 1980, "no se han visto resultados
efectivos". En aquel entonces el resguardo era impreciso, de hecho no se
habían especificado límites. Por ello, en 1986 se emitió un segundo, el cual
abarcaba 16 mil 110 hectáreas, pertenecientes a 37 ejidos y comunidades
indígenas.
Sin embargo, el resultado de
la orden de protección tuvo un efecto contrario al esperado. Algunas
comunidades erróneamente entendieron que sus tierras serían expropiadas y
arrasaron con los bosques, incluso, sin tener mercado para la madera que
extrajeron.
Hoy, con base en el decreto
del 2000, participan más de 100 comunidades indígenas y ejidos. Tal número
incrementa los problemas de gestión de la reserva, abundó Isabel Ramírez.
Empero, debido al interés y participación en el cuidado que tienen algunos
poblados, se reafirma la hipótesis de que “la organización social influye
directamente en la conservación o perturbación del bosque”.
Por otra parte, para la
sustentabilidad de los bosques destacan los programas que actualmente tiene la
dirección de la reserva y el pago por servicios de conservación que realiza el
Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), así como la
mayor vigilancia de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente.
En el cuidado de la reserva de
la biosfera de la Mariposa Monarca se avanza a pasos lentos, pero constantes.
“Espero que dentro de algunos años, cuando analicemos los efectos del decreto del
2000, no digamos que no funcionó y que para entonces, la recuperación y
regeneración haya sido beneficiosas no sólo para el ecosistema, sino para sus
pobladores”, finalizó.
---o0o---
PIES DE FOTO
FOTO
1
La caótica red de
comunicación terrestre dentro de la reserva de la biosfera de la Mariposa
Monarca abarca 98 kilómetros de carreteras pavimentadas, 178 de terracerías,
808 de brechas y mil 123 de veredas, según estudios de especialistas del
Instituto de Geografía de la UNAM.
FOTO 2
Con el aumento de
caminos, el bosque de la reserva de la biosfera de la Mariposa Monarca es más
vulnerable a la perturbación y a la extracción de madera y otros recursos,
explicó Isabel Ramírez Ramírez, del Instituto de Geografía.