06:00 hrs. Diciembre 16 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-951

Ciudad Universitaria

Pies de fotos al final del boletín

 

URGENTE, GARANTIZAR LA PROTECCIÓN  DE LAS ETNIAS DEL PAÍS

 

·        Ello se lograría con el fortalecimiento de las instituciones de seguridad pública y la eficiencia en la procuración de justicia, aseguró la socióloga Natividad Gutiérrez Chong

·        La investigadora del IIS dijo que estos grupos están expuestos a distintas manifestaciones de violencia, como las masacres genocidas

·        Por lo general, las víctimas de estas matanzas son mujeres y niños, porque hay un deseo explícito de destruir las raíces comunitarias

 

Para que masacres contra grupos indígenas mexicanos –como las de Acteal, Chiapas y Agua Fría, Oaxaca– no se repitan, y por tratarse de un sector de la población en riesgo constante, es indispensable encontrar los mecanismos e instrumentos necesarios para darle a los grupos étnicos “una protección especial”, aseguró la socióloga Natividad Gutiérrez Chong.

 

La integrante del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, refirió que si un grupo social vive en peligro permanente y es continuamente victimado, requiere particular protección por parte de las autoridades e instituciones de seguridad pública, porque detrás de esas agresiones perviven diferencias culturales, étnicas y raciales, continuamente exacerbadas por conflictos relativos a la posesión de recursos naturales.

 

Gutiérrez Chong, quien en los últimos diez años se ha dedicado al análisis de las etnias del sureste, informó que de 1995 al 2002 se han registrado en México cuatro masacres genocidas –definidas como actos o intentos de destrucción física de una población y de sus bienes, sin importar el número de víctimas–, ellas son: Aguas Blancas,  Acteal, El Charco y Agua Fría.

 

Reconoció que los indígenas están doblemente expuestos, pues a los efectos de los desastres naturales debe sumársele la discriminación, racismo y falta de oportunidades. Todo ello no es obra de la casualidad y responde a malas decisiones políticas o a la falta de ellas, por la tolerancia a la violencia o complicidad de las autoridades.

 

Por lo general, las víctimas de las matanzas son mujeres y niños, porque hay un deseo explícito de destruir la raíz comunitaria: “No sólo se trata de un homicidio, sino de liquidar al grupo social por distintas razones”, explicó. Además, al comparar las masacres ocurridas en nuestro país con otras en el mundo, se observa que casi siempre la violación contiene una simbología de tipo sexual explícita.

 

Esta investigación surgió al plantearse la posibilidad de que la visibilidad política y el activismo indígena constituyesen asuntos de seguridad nacional. A este respecto, se observó que las distintas competencias federales y judiciales, en el caso de Acteal y Agua Fría, actuaban en complicidad y toleraban la violencia contra esos grupos: “Pareciera como si el Estado estuviera en contra de estas etnicidades y no al revés”, señaló.

 

Las amenazas contra nuestro país, afirmó, no proviene de las poblaciones autóctonas, sino de los grupos paramilitares armados con protección judicial.

 

Reconoció que hasta el momento, en los casos de Acteal y Agua Fría hay detenidos y se han integrado expedientes voluminosos, pero no se han establecido las causas ni los móviles de ambos crímenes. Ello no es raro en México ni en el mundo: “Ningún genocidio ha sido explicado en su totalidad. Incluso hay quienes niegan que el Holocausto haya sucedido”.

 

Explicó que según la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), esta agresión implica acciones que destruyen o intentan destruir físicamente, ya sea matando a miembros del grupo racial, étnico o religioso; causando daño, físico o mental, o imponer medidas para evitar nacimientos.

 

Cuando se construye una amenaza contra la gente, ésta sabe que ocurrirá algo; hay un clima de violencia y peligro inminente, y la población, organismos y asociaciones dan cuenta de ello y alertan a las autoridades o a la opinión pública. “Es como si supieran que sucederá un huracán y las autoridades no hacen nada; dejan que la población sufra daños de distintas magnitudes”.

 

Ahí se demuestra la injerencia del Estado como cómplice, como un garante incapaz de evitar las hostilidades. En Acteal hay evidencias de una complicidad gubernamental por la forma como se desarrollaron los hechos. En la preparación y ejecución del ataque, los agresores actuaron bajo las órdenes de un comando militar.

 

Ahí se observan distintas etapas: primero se construye un clima de riesgo, desde un punto de vista sociológico, y después hay intervención estatal, lo que ayuda a entender por qué una población es más vulnerable que otra.

 

A pesar de que en Acteal y Agua Fría hay patrones comunes, son casos diferentes. En el primero, se presentan conflictos previos y una rivalidad religiosa entre católicos y protestantes. En el segundo, existen causas de diversa índole, como la ocupación de los bosques y su manejo, el control del narcotráfico y la aparición de grupos paramilitares; pero no hay disputa interétnica o interreligiosa

 

Ambas situaciones afectan al país en la medida en que las transgresiones son ejercidas por grupos tolerados por las autoridades o por ellas mismas. Ello genera un clima de ingobernabilidad, de hacerse justicia por propia mano; es, en otras palabras, una forma para exterminar a un pueblo.

 

 

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PIES DE FOTO

 

Foto 1

Natividad Gutiérrez Chong, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, informó que de 1995 al 2002 en México se han reconocido cuatro masacres genocidas: Aguas Blancas,  Acteal, El Charco y Agua Fría.

 

Foto 2

La amenaza para nuestro país no proviene de las poblaciones indígenas, sino de los grupos paramilitares armados, que tienen protección judicial, consideró la socióloga universitaria Natividad Gutiérrez Chong.