06:00 hrs. Diciembre 6 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-925

Ciudad Universitaria

Pies de fotos al final del boletín

 

HUMANIZAR LA CIENCIA, TAREA DE LA ÉTICA MÉDICA

 

·        Laura Vargas Parada, del Hospital General “Doctor Manuel Gea González”, aseguró que en los países pobres implica denuncia, compromiso y transparencia

·        Se realizó la mesa Bioética y ciencia para la paz, organizada por Universum y la Comisión Nacional de Bioética, con motivo del Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo

·        También participaron por la UNAM Ingrid Brena, del IIJ; Graciela Rodríguez, de la FP; y Juan Garza Ramos, de la CoNaBio

 

Los médicos e investigadores están obligados a tomar conciencia de sus deberes y de los límites de su profesión y, en especial, deben encontrar vías para sembrar el humanismo en las carreras científicas, porque sin ello no puede haber desarrollo armónico, afirmó Laura Vargas Parada, de la Dirección de Investigación del Hospital General “Doctor Manuel Gea González”.

 

De hecho, añadió, la ética médica en los países en donde prevalece la pobreza implica denuncia, compromiso y transparencia hacia el paciente, la sociedad y para los propios especialistas. Por ejemplo, hacer entender que en naciones como la nuestra, la gente se enferma y muere por carencia de agua potable, es quehacer profesional y deber axiológico.

 

Al participar en la mesa redonda Bioética y ciencia para la paz, organizada por el Museo de las Ciencias Universum y la Comisión Nacional de Bioética, con motivo del Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo que se celebra a propuesta de la UNESCO, la experta expuso que se requieren recursos humanos preparados integralmente.

 

“Es necesaria la formación científica y humanística que permita establecer un marco en donde no sólo se cumplan los requerimientos tecnológicos, sino también los sociales”, recalcó.

 

Recordó que la medicina contemporánea incorpora nuevos paradigmas, como son los trasplantes entre distintas especies (xenotransplantes), fecundación in vitro, terapia génica, posible clonación de individuos, el desciframiento del genoma y el impacto de esta información en la vida individual, entre otras cuestiones.

 

A pesar de los avances, la riqueza técnica parece resultar antagónica. Por ejemplo, el conocimiento no alcanza para todos y al proveer al que sí puede pagarlo, se empobrece a la mayoría de la población. Así sucede con los trasplantes de órganos, con los diagnósticos tempranos de males congénitos en útero o el tratamiento de ciertas afecciones.

 

El asunto del Sida es un caso: 90 por ciento de los enfermos habitan en el tercer mundo; sin embargo, esa misma proporción del dinero destinado a su prevención y tratamiento se halla en los países desarrollados. Incluso, ser pobre dentro de una nación rica implica desventajas. En 1986, en Estados Unidos, el 60 por ciento de los casos se daban entre individuos blancos y 40 por ciento entre negros e hispanos; diez años después el porcentaje se invirtió.

 

El Código de Nuremberg de 1946, además de señalar que la experimentación en humanos sólo se justifica cuando es para una mejora en el conocimiento de la enfermedad y cuando no existe otra alternativa para el tratamiento, introdujo el concepto de consentimiento informado. Es decir, cuando un individuo participe en una investigación debe saber en qué consistirá, para qué y cuáles son los riesgos. Dicho ordenamiento ha dado lugar a documentos como la Ley General de Salud de nuestro país.

Según un estudio reciente realizado en el Hospital General “Doctor Manuel Gea González”, refirió la experta, se comprobó que 65 por ciento de los médicos que participaron dicen no haber llevado durante su formación una materia de ética; sin embargo, 96 por ciento (un solo médico lo negó) considera que es muy importante en su profesión y que si hubieran recibido entrenamiento les sería más fácil llevar a cabo su trabajo.

 

A su vez, Ingrid Brena, del Instituto de Investigaciones Jurídicas, refirió que los avances científicos han propiciado que las estructuras clásicas del derecho no se puedan adaptar a esos nuevos acontecimientos.

 

Mencionó que si bien la norma tiene flexibilidad para interpretarse a la luz de los nuevos hechos, hay conceptos recientes que implican la modificación de principios jurídicos fundamentales, por ejemplo, qué es una persona y  cuándo comienza a serlo.

 

Es difícil regular estos temas porque el propósito de una legislación es ser eficaz, que se adapte a la realidad social y se acepte. Ante el avance tecnológico se advierte un atraso en este campo, una falta de regulación; por ello “es necesario que toda la sociedad reflexione y que se alcance la mayor aceptación social”.

 

Así ocurre en torno de temas como la clonación reproductiva, ingeniería genética, fertilización asistida, pero también en el fin de la vida, los problemas éticos de la eutanasia o la posibilidad que tiene una persona para decidir cuándo dejar de vivir.

 

Tanto la bioética como el derecho tienden al bien individual, y los legisladores deben conocer más de la primera para realizar su trabajo con más elementos; los jueces y tribunales deben incorporar dichos conocimientos para resolver casos concretos, agregó.

 

Por otra parte, Graciela Rodríguez, de la Facultad de Psicología, señaló que debe construirse un consenso internacional que incluya nuevos principios que respondan a los retos y dilemas emergentes, relativos a los valores.

 

Empero, el crecimiento de la comercialización de muchas esferas previamente consideradas como bienes públicos, tales como educación, cultura e información, reducen esa posibilidad.

 

Afirmó que hay un entramado axiológico inherente en la praxis de las ciencias sociales que debe estar relacionado con los de otras ciencias. Tales son la universalidad, diversidad, dignidad, justicia, solidaridad, tolerancia, equidad, respeto por los derechos humanos y democracia. “Pero esto no se puede dar si no hay educación y ciencia”, sentenció.

 

Finalmente, durante la presentación de la Comisión Nacional de Bioética, organismo dependiente de la Secretaría de Salud, Juan Garza Ramos aseguró que la paz no debe ser únicamente la ausencia de guerra, sino la armonía que permita el crecimiento integral, con equidad, para todos los sujetos.

 

Los científicos, sostuvo, son gente activa, insatisfecha, unida a valores de racionalidad, conscientes de la riqueza del trabajo en equipo y de la sinergia que éste produce. Tienen inquietudes, inconformidades y combaten con argumentos, con razones.

 

Participan en la generación de nuevas ideas y las desarrollan. Una vez concretadas, su responsabilidad es la difusión y la enseñanza del nuevo conocimiento. Pero ahí no se cierra el círculo: “Aún falta mucho por crecer como comunidad, dándole mayor amplitud y reconocimiento a la ciencia”, reconoció el funcionario.

 

El conocimiento para la paz y el desarrollo no sólo se convierte en responsable de generar novedades, sino de aplicarlo, difundirlo y enseñarlo, que además debe complementarse con la solución de problemas, pues es necesario asegurar un beneficio comunitario. Aquí se incluye el concepto de equidad: ninguna porción de la población debe quedar ajena a la posibilidad de prosperar debido a los logros científicos, finalizó.

 

 

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PIES DE FOTO

 

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Laura Vargas Parada, de la Dirección de Investigación del Hospital General “Doctor Manuel Gea González”, indicó que los médicos e investigadores están obligados a tomar conciencia de sus deberes y de los límites de su profesión.

 

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Ingrid Brena, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, refirió que los avances científicos han propiciado que las estructuras clásicas del derecho no se puedan adaptar a los avances de la medicina.

 

FOTO 3

 

Graciela Rodríguez, de la Facultad de Psicología de la UNAM, señaló que debe construirse un consenso internacional que incluya los principios que respondan a los retos y dilemas emergentes, relativos a los valores en la medicina

 

FOTO 4

 

Juan Garza Ramos, de la Comisión Nacional de Bioética, aseguró que la paz no debe ser únicamente la ausencia de guerra, sino la armonía que permita el crecimiento integral, con equidad, para todos los sujetos.