Boletín UNAM-DGCS-919
Ciudad Universitaria
Pies de fotos al final del boletín
ÍCONO DE NUESTRO
PUEBLO, LA VIRGEN DE GUADALUPE
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Se conmemora el 472 aniversario de la
aparición de la Guadalupana en el cerro del Tepeyac
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Guadalupe Salcedo, coordinadora del
Periódico Humanidades, afirmó que la devoción por la Virgen se incrementa en
México a la par de la pobreza
·
Para Alejandro Tomasini, del IIF, es símbolo
que pierde vigencia, pues ya no representa a la sociedad mexicana en su
conjunto
La Virgen de
Guadalupe continúa como icono nacional y representa las aspiraciones de nuestro
pueblo. Su Basílica es el segundo santuario más concurrido del mundo, sólo
después de La Meca en Arabia, pues recibe de 13 a 15 millones de visitantes al
año, y supera incluso a la Catedral de San Pedro en Roma o la de la Virgen de
Lourdes, en Francia. Es un suceso local que se volvió universal.
No obstante, la
coordinadora del Periódico Humanidades, Guadalupe Salcedo Zambrano, alerta que
su devoción se incrementa en México a la par de la pobreza o cuando más se
discrimina a los grupos indígenas.
En ese mismo tono,
el filósofo Alejandro Tomasini Bassols, del Instituto de Investigaciones
Filosóficas (IIF) de la UNAM, asegura que la Guadalupana es “un símbolo que
pierde vigencia, pues hay nuevas fuerzas en la sociedad que vulneran esa
imagen. Los indígenas levantaron su voz: El movimiento zapatista apareció y no
se ha identificado como un movimiento guadalupano”.
Al conmemorarse el
472 aniversario de las apariciones marianas en el cerro del Tepeyac, Salcedo
Zambrano dijo que reconocer el derecho de los pueblos indígenas es una de las
tareas de los mexicanos, sobre todo de los académicos: “luchar por el derecho a
la justicia social, ese fenómeno psicosocial que todavía no se puede romper de
manera plena y que está imbuido en el guadalupanismo”.
Recordó que en una
reunión de intelectuales se decía que esta Virgen era el consuelo de los pobres
y que las autoridades permitían su culto porque así calmaban su sed de hambre,
comida y justicia.
Pero no es así,
pues aún cuando a esos pueblos se les reconocieran sus derechos no se acabaría
la devoción por la “morenita” del Tepeyac, al ser la representación de toda su
cultura unida a la europea. En ella se conjugan las características de la
teología mariana y la cosmovisión y la filosofía náhuatl. “Es el sincretismo
más grande que tenemos en el arte”.
En ese sentido,
Alejandro Tomasini refirió que el hecho de que en México se localice la
Basílica de Guadalupe, uno de los centros religiosos más concurridos del
planeta, es muestra de que la mayor parte de la población sigue fiel a sus
creencias, no obstante que por efecto del protestantismo, sobre todo en algunas
zonas del sureste, la disminución en el número de católicos sea cada día mayor.
También ha surgido toda una variedad de sectas e incluso, centros islámicos en
nuestro país.
Al mismo tiempo,
añadió, ha habido un abandono cada vez más patente, sobre todo en los jóvenes,
de las prácticas religiosas tradicionales. La contracepción, los métodos
anticonceptivos, los divorcios y otras prácticas han venido a alterar el
panorama, y el símbolo guadalupano ya no cumple con su misión.
El investigador universitario
advirtió que de la Guerra Cristera a la fecha este símbolo ha desunido a los
mexicanos. Sin embargo, es indudable que constituyó un papel histórico
importante e, incluso, la población aún se reconoce en ese símbolo, aunque ya
no con la fuerza de atracción y aglutinamiento social de otro momento.
Su mejor periodo ya pasó,
argumentó. El mito va a la baja, y eso se refleja en las estadísticas. Hace
algunas décadas, el 98 por ciento de la
población se declaraba católica, hoy del 72 y a 75 por ciento afirma serlo.
En el marco de la
religión y de las instituciones de la Iglesia Universal, México ha ocupado un
papel importante, sobre todo por la cantidad de fieles que tiene. En términos
absolutos nuestro país y Brasil son los que tienen más adeptos en el mundo,
incluso por encima de Irlanda, España, Polonia e Italia.
Tomasini Bassols
refirió que la Virgen es una construcción grandiosa del simbolismo religioso:
es madre, protectora y reina. En ella se plasman todas las ilusiones del
inconsciente colectivo y hasta individual, construidas a lo largo de los años.
No fue concebida de esa forma, sino que se fue enriqueciendo a lo largo de
mucho tiempo, al igual que la figura del indígena Juan Diego.
Por otro lado, afirmó que los procesos de
surgimiento y desaparición de las creencias religiosas son largos. La gente
tiene requerimientos espirituales y los busca, pero las religiones cambian y lo
que en un momento tuvo fuerza en otro ya no.
La madrugada del 9
de diciembre de 1531 Juan Diego caminaba hacia Tlatelolco cuando en la cima del
cerro del Tepeyac se escucharon cantos y una voz que lo llamaba. Era la Virgen
de Guadalupe, quien le ordenaba ir ante el obispo para que le construyeran un
templo en ese lugar. Tres días después, Fray Juan de Zumárraga se asombraba
ante el milagro: en el ayate del indio quedó plasmada la imagen de la madre de
Dios.
Salcedo Zambrano recuerda
que la Virgen era descrita como una joven mujer morena, vestida con una túnica
y con un lazo por debajo de los pechos, como el que usaban en aquella época las
mujeres en cinta; es decir, se presentó embarazada. No trae un niño como la de
Extremadura, sino que dará a luz a un nuevo tipo de cristianismo, porque será
natural de México. Incluso, hay una escultura de Coatlicue en la misma
situación, pues parirá a Quetzalcóatl y Huitzilopochtli, y también trae
amarrado un cordel.
La mujer viste un
manto azul con la orilla dorada y 46 estrellas, que corresponden a las
constelaciones que en 1531 se observaban durante el invierno. “Lo interesante
es que en ese momento los indígenas manejaban su vida y se organizaban viendo
el cielo. Hay pueblos que todavía se programan durante el año de acuerdo con
las estrellas y con el movimiento del sol”, recalcó.
Además, bajo el
lazo hay una flor, conocida como quincunce, de cuatro pétalos, encontrada como
adorno en piezas de cerámica, en piedras, en la arquitectura y en los códices
prehispánicos. Esta figura era común no sólo entre los aztecas, sino en todas
las culturas precolombinas.
Explicó que
simboliza el centro, la eternidad y las cuatro regiones del mundo. En muchos
grupos étnicos se interpreta como el nacimiento mítico, el surgimiento desde el
centro del mundo. Es una flor que canta.
La Virgen tiene
detrás los rayos de sol, pues viene del Oriente, donde nace el astro rey. Para
los indígenas este punto cardinal es el más importante porque ahí se origina la
vida. Por ello, todos los templos franciscanos, agustinos y dominicos del siglo
XVI fueron construidos sobre vestigios prehispánicos, siempre viendo hacia ese
punto.
Recordó que en el
cerro del Tepeyac había un altar dedicado a Tonantzin, la diosa madre; luego entonces,
la Guadalupana es Tonantzin. Hay registros de que todavía en los siglos XVII y
XVIII acudían numerosos contingentes a visitar el cerro del Papayo, en esa
zona, para ofrecer flores a una deidad prehispánica.
Por su parte,
Alejandro Tomasini reconoció que la historia de México está asociada con esta
imagen, pues el cura Miguel Hidalgo recurrió a ella para unir a los mexicanos.
Era un símbolo como los utilizados en las Cruzadas. Comenzó como un símbolo
religioso-nacionalista y después se convirtió en uno “religioso-patriotero”.
Afirmó que la
creencia de que todos los mexicanos son guadalupanos es falsa. Sin embargo, sí
es un símbolo –como Jesús o Buda– que sirve para aglutinar masas. Tiene un
significado de solidaridad y cohesión social, pero hoy es inevitable su
decadencia en la medida como la religión católica misma ha ido perdiendo
adeptos.
Quien no acepta
milagros tampoco admite una aparición en particular. Los sucesos de la Iglesia,
las santificaciones y demás son para consumo de sus feligreses, “pretender
hacerlos pasar como sucesos históricos significa desvirtuar el hecho religioso
y tratar de imponer una visión sin fundamentos científicos”, señaló Tomasini.
Opinó que estamos en la víspera de una
era en donde se irán gestando nuevos cultos. Es relativamente claro que a la
gente ya no le atraen los dogmas conocidos, porque los problemas y el mundo han
cambiado, no son los mismos que hace mil o mil 500 años. Por ello, esos
símbolos ya no operan de la misma manera. Esa es la evolución inevitable de las
religiones y la virgen de Guadalupe no es la excepción: tuvo su momento de auge
y estuvo en la cúspide.
Las creencias se
han convertido en un asunto cada vez más personal, de monólogo en los hogares,
aún cuando el culto católico exija a sus miembros reunirse en templos y llevar
a cabo ritos y ceremonias, el hecho es que ya no cumple las funciones vitales
que satisfizo en otras épocas.
Sin embargo,
abundó, estamos todavía lejos de su desaparición como símbolo atractivo para
grandes masas y conglomerados humanos; todavía operará, la única duda es si en
adelante la Virgen será utilizada como elemento de disociación entre los
mexicanos.
Declaró que el auge
del materialismo en las últimas décadas ha implicado un menosprecio por la vida
espiritual. La mentalidad que promueve la ciencia contemporánea, el consumo y
la explotación sistemática de la naturaleza es de menosprecio completo hacia
todo lo que no sea efectivo o práctico, y ello tiene consecuencias para las
religiones.
Insistió en que la religión católica
ya no desempeña el mismo papel y ha perdido vigencia; ahora opera de otra
manera. Sin embargo, no es exclusivo de ese credo, sino de todos en donde se
busca una relación con la divinidad.
En tanto, Salcedo
Zambrano relacionó a la “morenita” del Tepeyac con la Virgen de Guadalupe de
Extremadura, España. Es una figura medieval, ancha, con un niño. Debe
recordarse que Hernán Cortés procedía
de esa región y en esa época poseía la parte baja del Tepeyac. Incluso,
antes de emprender la búsqueda de las Indias, Cristóbal Colón visitó a la
imagen, y la primer isla que descubrió la nombró Guadalupe, en su honor.
Refirió que hacia
mediados del siglo XVIII los jesuitas aseguraban que México estaba listo para ser una nación soberana. Esa fue
una de las razones por las que en 1767 fueron expulsados de los territorios
españoles y portugueses, pero quedaron sus alumnos y discípulos, y uno de ellos
fue Miguel Hidalgo.
El “padre de la
patria” hablaba nahuatl, entendía otomí, purépecha, latín, español y francés, y
convirtió a la Virgen de Guadalupe en el símbolo de la lucha por la libertad y
la independencia, por la dignidad que hasta hoy siguen reclamando los pueblos
indígenas, quienes buscan el reconocimiento de sus tradiciones, de su lengua y
sus costumbres, como se circunscribe en el mensaje mariano.
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FOTO 1
La profesora
universitaria Guadalupe Salcedo Zambrano, directora del periódico Humanidades,
dijo que la devoción a la Virgen de Guadalupe conjuga las características de la
teología mariana europea y la cosmovisión y filosofía náhuatl.
FOTO 2
La Guadalupana es
una construcción grandiosa del simbolismo religioso. En ella se plasman todas
las ilusiones del inconsciente colectivo y hasta individual, aseguró Alejandro
Tomasini Bassols, del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM.