12:00 hrs. Diciembre 10 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-919

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del boletín

ÍCONO DE NUESTRO PUEBLO, LA VIRGEN DE GUADALUPE

 

·        Se conmemora el 472 aniversario de la aparición de la Guadalupana en el cerro del Tepeyac

·        Guadalupe Salcedo, coordinadora del Periódico Humanidades, afirmó que la devoción por la Virgen se incrementa en México a la par de la pobreza

·        Para Alejandro Tomasini, del IIF, es símbolo que pierde vigencia, pues ya no representa a la sociedad mexicana en su conjunto

 

La Virgen de Guadalupe continúa como icono nacional y representa las aspiraciones de nuestro pueblo. Su Basílica es el segundo santuario más concurrido del mundo, sólo después de La Meca en Arabia, pues recibe de 13 a 15 millones de visitantes al año, y supera incluso a la Catedral de San Pedro en Roma o la de la Virgen de Lourdes, en Francia. Es un suceso local que se volvió universal.

 

No obstante, la coordinadora del Periódico Humanidades, Guadalupe Salcedo Zambrano, alerta que su devoción se incrementa en México a la par de la pobreza o cuando más se discrimina a los grupos indígenas.

 

En ese mismo tono, el filósofo Alejandro Tomasini Bassols, del Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIF) de la UNAM, asegura que la Guadalupana es “un símbolo que pierde vigencia, pues hay nuevas fuerzas en la sociedad que vulneran esa imagen. Los indígenas levantaron su voz: El movimiento zapatista apareció y no se ha identificado como un movimiento guadalupano”.

Al conmemorarse el 472 aniversario de las apariciones marianas en el cerro del Tepeyac, Salcedo Zambrano dijo que reconocer el derecho de los pueblos indígenas es una de las tareas de los mexicanos, sobre todo de los académicos: “luchar por el derecho a la justicia social, ese fenómeno psicosocial que todavía no se puede romper de manera plena y que está imbuido en el guadalupanismo”.

 

Recordó que en una reunión de intelectuales se decía que esta Virgen era el consuelo de los pobres y que las autoridades permitían su culto porque así calmaban su sed de hambre, comida y justicia.

 

Pero no es así, pues aún cuando a esos pueblos se les reconocieran sus derechos no se acabaría la devoción por la “morenita” del Tepeyac, al ser la representación de toda su cultura unida a la europea. En ella se conjugan las características de la teología mariana y la cosmovisión y la filosofía náhuatl. “Es el sincretismo más grande que tenemos en el arte”.

 

En ese sentido, Alejandro Tomasini refirió que el hecho de que en México se localice la Basílica de Guadalupe, uno de los centros religiosos más concurridos del planeta, es muestra de que la mayor parte de la población sigue fiel a sus creencias, no obstante que por efecto del protestantismo, sobre todo en algunas zonas del sureste, la disminución en el número de católicos sea cada día mayor. También ha surgido toda una variedad de sectas e incluso, centros islámicos en nuestro país.

 

Al mismo tiempo, añadió, ha habido un abandono cada vez más patente, sobre todo en los jóvenes, de las prácticas religiosas tradicionales. La contracepción, los métodos anticonceptivos, los divorcios y otras prácticas han venido a alterar el panorama, y el símbolo guadalupano ya no cumple con su misión.

 

El investigador universitario advirtió que de la Guerra Cristera a la fecha este símbolo ha desunido a los mexicanos. Sin embargo, es indudable que constituyó un papel histórico importante e, incluso, la población aún se reconoce en ese símbolo, aunque ya no con la fuerza de atracción y aglutinamiento social de otro momento.

 

Su mejor periodo ya pasó, argumentó. El mito va a la baja, y eso se refleja en las estadísticas. Hace algunas décadas, el  98 por ciento de la población se declaraba católica, hoy del 72 y a 75 por ciento afirma serlo.

 

En el marco de la religión y de las instituciones de la Iglesia Universal, México ha ocupado un papel importante, sobre todo por la cantidad de fieles que tiene. En términos absolutos nuestro país y Brasil son los que tienen más adeptos en el mundo, incluso por encima de Irlanda, España, Polonia e Italia.

 

Tomasini Bassols refirió que la Virgen es una construcción grandiosa del simbolismo religioso: es madre, protectora y reina. En ella se plasman todas las ilusiones del inconsciente colectivo y hasta individual, construidas a lo largo de los años. No fue concebida de esa forma, sino que se fue enriqueciendo a lo largo de mucho tiempo, al igual que la figura del indígena Juan Diego.

 

Por otro lado, afirmó que los procesos de surgimiento y desaparición de las creencias religiosas son largos. La gente tiene requerimientos espirituales y los busca, pero las religiones cambian y lo que en un momento tuvo fuerza en otro ya no.

 

Hace 472 años

 

La madrugada del 9 de diciembre de 1531 Juan Diego caminaba hacia Tlatelolco cuando en la cima del cerro del Tepeyac se escucharon cantos y una voz que lo llamaba. Era la Virgen de Guadalupe, quien le ordenaba ir ante el obispo para que le construyeran un templo en ese lugar. Tres días después, Fray Juan de Zumárraga se asombraba ante el milagro: en el ayate del indio quedó plasmada la imagen de la madre de Dios.

 

Salcedo Zambrano recuerda que la Virgen era descrita como una joven mujer morena, vestida con una túnica y con un lazo por debajo de los pechos, como el que usaban en aquella época las mujeres en cinta; es decir, se presentó embarazada. No trae un niño como la de Extremadura, sino que dará a luz a un nuevo tipo de cristianismo, porque será natural de México. Incluso, hay una escultura de Coatlicue en la misma situación, pues parirá a Quetzalcóatl y Huitzilopochtli, y también trae amarrado un cordel.

 

La mujer viste un manto azul con la orilla dorada y 46 estrellas, que corresponden a las constelaciones que en 1531 se observaban durante el invierno. “Lo interesante es que en ese momento los indígenas manejaban su vida y se organizaban viendo el cielo. Hay pueblos que todavía se programan durante el año de acuerdo con las estrellas y con el movimiento del sol”, recalcó.

 

Además, bajo el lazo hay una flor, conocida como quincunce, de cuatro pétalos, encontrada como adorno en piezas de cerámica, en piedras, en la arquitectura y en los códices prehispánicos. Esta figura era común no sólo entre los aztecas, sino en todas las culturas precolombinas.

 

Explicó que simboliza el centro, la eternidad y las cuatro regiones del mundo. En muchos grupos étnicos se interpreta como el nacimiento mítico, el surgimiento desde el centro del mundo. Es una flor que canta.

 

La Virgen tiene detrás los rayos de sol, pues viene del Oriente, donde nace el astro rey. Para los indígenas este punto cardinal es el más importante porque ahí se origina la vida. Por ello, todos los templos franciscanos, agustinos y dominicos del siglo XVI fueron construidos sobre vestigios prehispánicos, siempre viendo hacia ese punto.

 

Recordó que en el cerro del Tepeyac había un altar dedicado a Tonantzin, la diosa madre; luego entonces, la Guadalupana es Tonantzin. Hay registros de que todavía en los siglos XVII y XVIII acudían numerosos contingentes a visitar el cerro del Papayo, en esa zona, para ofrecer flores a una deidad prehispánica.

 

Por su parte, Alejandro Tomasini reconoció que la historia de México está asociada con esta imagen, pues el cura Miguel Hidalgo recurrió a ella para unir a los mexicanos. Era un símbolo como los utilizados en las Cruzadas. Comenzó como un símbolo religioso-nacionalista y después se convirtió en uno “religioso-patriotero”.

 

Afirmó que la creencia de que todos los mexicanos son guadalupanos es falsa. Sin embargo, sí es un símbolo –como Jesús o Buda– que sirve para aglutinar masas. Tiene un significado de solidaridad y cohesión social, pero hoy es inevitable su decadencia en la medida como la religión católica misma ha ido perdiendo adeptos.

 

Quien no acepta milagros tampoco admite una aparición en particular. Los sucesos de la Iglesia, las santificaciones y demás son para consumo de sus feligreses, “pretender hacerlos pasar como sucesos históricos significa desvirtuar el hecho religioso y tratar de imponer una visión sin fundamentos científicos”, señaló Tomasini.

 

Opinó que estamos en la víspera de una era en donde se irán gestando nuevos cultos. Es relativamente claro que a la gente ya no le atraen los dogmas conocidos, porque los problemas y el mundo han cambiado, no son los mismos que hace mil o mil 500 años. Por ello, esos símbolos ya no operan de la misma manera. Esa es la evolución inevitable de las religiones y la virgen de Guadalupe no es la excepción: tuvo su momento de auge y estuvo en la cúspide.

 

Las creencias se han convertido en un asunto cada vez más personal, de monólogo en los hogares, aún cuando el culto católico exija a sus miembros reunirse en templos y llevar a cabo ritos y ceremonias, el hecho es que ya no cumple las funciones vitales que satisfizo en otras épocas.

 

Sin embargo, abundó, estamos todavía lejos de su desaparición como símbolo atractivo para grandes masas y conglomerados humanos; todavía operará, la única duda es si en adelante la Virgen será utilizada como elemento de disociación entre los mexicanos.

 

Declaró que el auge del materialismo en las últimas décadas ha implicado un menosprecio por la vida espiritual. La mentalidad que promueve la ciencia contemporánea, el consumo y la explotación sistemática de la naturaleza es de menosprecio completo hacia todo lo que no sea efectivo o práctico, y ello tiene consecuencias para las religiones.

 

Insistió en que la religión católica ya no desempeña el mismo papel y ha perdido vigencia; ahora opera de otra manera. Sin embargo, no es exclusivo de ese credo, sino de todos en donde se busca una relación con la divinidad.

 

En tanto, Salcedo Zambrano relacionó a la “morenita” del Tepeyac con la Virgen de Guadalupe de Extremadura, España. Es una figura medieval, ancha, con un niño. Debe recordarse que Hernán Cortés procedía  de esa región y en esa época poseía la parte baja del Tepeyac. Incluso, antes de emprender la búsqueda de las Indias, Cristóbal Colón visitó a la imagen, y la primer isla que descubrió la nombró Guadalupe, en su honor.

 

Refirió que hacia mediados del siglo XVIII los jesuitas aseguraban que México estaba  listo para ser una nación soberana. Esa fue una de las razones por las que en 1767 fueron expulsados de los territorios españoles y portugueses, pero quedaron sus alumnos y discípulos, y uno de ellos fue Miguel Hidalgo.

 

El “padre de la patria” hablaba nahuatl, entendía otomí, purépecha, latín, español y francés, y convirtió a la Virgen de Guadalupe en el símbolo de la lucha por la libertad y la independencia, por la dignidad que hasta hoy siguen reclamando los pueblos indígenas, quienes buscan el reconocimiento de sus tradiciones, de su lengua y sus costumbres, como se circunscribe en el mensaje mariano.

 

 

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FOTO 1

La profesora universitaria Guadalupe Salcedo Zambrano, directora del periódico Humanidades, dijo que la devoción a la Virgen de Guadalupe conjuga las características de la teología mariana europea y la cosmovisión y filosofía náhuatl.

 

FOTO 2

La Guadalupana es una construcción grandiosa del simbolismo religioso. En ella se plasman todas las ilusiones del inconsciente colectivo y hasta individual, aseguró Alejandro Tomasini Bassols, del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM.