11:30 hrs. Noviembre 19 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-876

Ciudad Universitaria

Pies de fotos al final del boletín

 

INICIÓ LA CLASE MEDIA LA REVOLUCIÓN MEXICANA; NO LOS CAMPESINOS

 

·        Se dirimieron cuestiones de poder, porque las demandas sociales eran exigidas desde mucho antes que iniciara la lucha armada, aseveró Mario Ramírez Rancaño, investigador del IIS de la UNAM

·        Son falsas aquellas tesis que vinculaban los levantamientos con las zonas con graves condiciones de explotación, sostuvo la historiadora Martha Loyo

·        De no haberse suscitado este acontecimiento, los sectores medios no hubieran podido ascender política, social y económicamente, destacó la investigadora universitaria

 

Los antecedentes de la Revolución Mexicana no fueron sociales sino políticos. Este movimiento fue organizado por la clase media, quien manipuló a los campesinos y a las clases bajas para que participaran en el conflicto, afirmó Mario Ramírez Rancaño, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM.

 

Ante la inminente conmemoración de un aniversario más del inicio de este acontecimiento histórico, el académico universitario subrayó que, en realidad, sus orígenes se remiten a cuestiones de poder, porque las demandas sociales fueron exigidas incluso mucho antes de que comenzara la organización del movimiento y propiamente la lucha armada.

 

 

En opinión de Martha Loyo Camacho, investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de esta casa de estudios, son falsas aquellas tesis que afirmaban que la Revolución surgió en las zonas donde las condiciones de explotación eran graves. Por ejemplo, en estados como Yucatán la situación de los trabajadores era terrible, casi de esclavitud, y el movimiento armado no llegó sino hasta 1915, con el avance de las tropas constitucionalistas.

 

Por ello, aseveró, en este pronunciamiento participaron muchos sectores y, en ese sentido, no es válido atribuirlo únicamente a los peones. “Finalmente –asegura Loyo– quien llamó a la sublevación fue Francisco I. Madero, un hacendado perteneciente a la familia más rica de Coahuila”.

 

Los antecedentes

 

Desde principios del siglo XX, el gobierno de Porfirio Díaz ya presentaba algunos signos de descomposición. Había malestar entre diversos sectores de la sociedad y preocupación sobre qué iba a pasar una vez que el dictador muriera. Por ello, se empezaba a hablar de la formación de partidos políticos y se pensaba en la sucesión presidencial.

 

En marzo de 1908, el periodista norteamericano James Creelman entrevistó a Díaz acerca del estado de su gobierno y sobre su permanencia en el poder por más de 30 años. Fue entonces cuando el general expresó su deseo de abandonar la presidencia en las siguientes elecciones pues, a su consideración, el pueblo “estaba listo para la democracia”.

 

En opinión de Mario Ramírez, el gobierno porfirista restableció la paz y el orden, además de reactivar la  economía. El gran pecado del oaxaqueño fue, sin lugar a dudas, su apego al poder, su permanencia en la vida nacional. Por eso, mencionó, la bandera de Madero fue fundamentalmente política y no por cuestiones agrarias y obreras.

 

 

 

 

Ello se circunscribe a la excelente condición de la economía en esos años. Las señales de progreso eran notables. En 1910 la industrialización era ya una realidad: había más de mil procesadoras de algodón; los ingenios producían al año 127 mil toneladas de azúcar refinada; había fábricas de yute, jabón, de tejidos e hilados de seda y algodón; además de fundiciones de hierro, molinos de papel y plantas cerveceras y empacadoras de carne.

 

En esas tres décadas el ingreso nacional había aumentado de menos de 20 a más de cien millones de pesos anuales. La tesorería contaba con un superávit de 75 millones. Las exportaciones se habían quintuplicado y las vías del ferrocarril aumentaron de 600 a 22 mil kilómetros. Las instalaciones telegráficas se cuadruplicaron y se construyeron puertos modernos en Tampico, Coatzacoalcos y Manzanillo, precisó.

 

De tal manera que no había desocupación, incluso escaseaba la mano de obra por el crecimiento económico. En cada centro fabril existían tiendas de raya, mecanismo de los hacendados para asegurarse la mano de obra, indicó.

 

Para Martha Loyo, durante décadas se ha argumentado que la Revolución Mexicana estalló cuando se agudizaron las condiciones de explotación de los obreros y campesinos por el auge industrial; no obstante, “en esos años, podemos ver que en América Latina había crecimientos similares. Aunque en los países de esa región no se dio una transformación por la vía violenta como en el caso de México, lo cual se debió a que en esas naciones sí se presentó un ascenso de las clases medias y, con ello, su acceso al poder”.

 

Los protagonistas de la lucha

 

Con el Plan de San Luis, Madero declaró nula la reelección de Porfirio Díaz y llamó a la población mexicana a iniciar la lucha armada a partir del 20 de noviembre de 1910. Sin embargo, este proceso no se dio de manera homogénea. Los levantamientos surgieron gradualmente en diversas regiones del país.

 

 

 

El movimiento armado fue diverso porque México era un mosaico de realidades completamente distintas. “En verdad no hubo una Revolución Mexicana, sino muchas, con participación social diversa. Fue un proceso heterogéneo y desigual en cuanto a los sectores sociales que participaron y sus demandas”, indicó Loyo Camacho.

 

De 1910 a 1911, dijo, se puede afirmar que el conflicto más importante se dio en el Norte: Sonora, Chihuahua, Coahuila y Durango. En el Sur, en los estados de Guerrero y Morelos.

 

Aún cuando Madero inició su campaña en los centros urbanos, la revuelta fue fundamentalmente rural y multiclasista. De 1910 a 1917 el movimiento varió su composición según el año y la región que ocupase, subrayó la investigadora.

 

En ese sentido, puntualizó, los sectores que participaron tuvieron diversos motivos: nacionalistas, políticos y económicos, principalmente. Así, para las clases medias la razón principal fue que a principios del siglo XX los puestos de la burocracia y el acceso al poder, prácticamente les habían sido negados.

 

En este sector se ubicaban los maestros rurales y los profesionistas liberales. En esta situación se hallan personajes como Roque González Garza, Aquiles Serdán, Abraham González, los hermanos Flores Magón, Librado Rivera, Pascual Orozco y muchos otros.

 

De modo que esta clase social no va a exigir tierras, reclama derechos políticos y el acceso a mejores oportunidades. “Se trata de civiles cuyos intereses coinciden con el ofrecimiento de Madero de buscar democracia en el país y tener un sistema que les permitiera involucrarse”, precisó Martha Loyo.

 

En Morelos, abundó, se encontraban básicamente pueblos comunales libres, que habían sido despojados de sus tierras. En cambio, en Chihuahua, Durango y Sonora existían movimientos populares, pero su carácter no era estrictamente campesino. Había tribus de indios (yaquis y mayas), jornaleros, arrendatarios, aparceros y, sobre todo, vaqueros. También existían jornaleros semiagrícolas y semiindustriales, así como braceros expulsados de Estados Unidos.

 

Además, en el Norte se encontraban colonias de ex militares, que van a dar origen del villismo. “Se trata de gente que después de la Guerra de Reforma es mandada por Juárez a esa región. Tenían tierras y estaban armados para enfrentar las acometidas de los indios belicosos en la frontera; sin embargo, en la medida en que sus propiedades fueron más valiosas, empezaron a tener problemas con hacendados e inversionistas”, comentó.

 

Los obreros participaron muy poco en la primera fase de la Revolución. Aunque hubo mineros y trabajadores de fábricas que se incorporaron, pero de manera individual, afirmó. De tal manera que los grupos revolucionarios norteños tuvieron una composición heterogénea, a diferencia de los del centro.

 

El ejército norteño era profesional, bien pagado y alimentado; con derecho al saqueo. En cambio, el federal fue de leva y casi de subsistencia, destacó Ramírez Rancaño, quien agregó que la clase media no se unió de manera espontánea a la sublevación, se quedó en las ciudades y desde ahí manipuló los hechos: “Quiere el poder y por eso complica la situación. Son ellos quienes empiezan a enarbolar banderas que ya circulaban en el mundo y con ello seducen al grueso de la población”, subrayó.

 

Las demandas

 

Para Martha Loyo, constreñir la Revolución a la lucha por la tierra es inexacto: “Había muchas otras demandas que se fueron plasmando durante el movimiento armado”.

 

Así, ejemplificó, los ex colonos militares que se lanzaron a la lucha, buscaban libertad para comerciar y autonomía. Los mineros querían mejores condiciones de trabajo y los campesinos la devolución de las tierras comunales. En Guerrero, los problemas eran por aguas y límites territoriales. Por su parte, los sectores medios se vincularon al carrancismo por su proyecto político.

 

Hubo quienes se enrolaron en el ejército buscando retribuciones económicas. Para mucha gente sin trabajo, constituyó una forma de obtener algún ingreso, dijo la académica.

 

De hecho, enfatizó Mario Ramírez, antes del movimiento revolucionario las ideas en el terreno social ya habían sido planteadas por la Iglesia Católica y los hermanos Flores Magón, quienes a su vez retomaron posturas que circulaban por el mundo, como la Doctrina Social de la Iglesia, el anarquismo o el mismo socialismo científico. Cabe resaltar que en 1917, año de reunión del Constituyente en Querétaro, comenzó la Revolución Soviética en Rusia.

 

En realidad, el sistema político porfirista permitió las huelgas en todas las actividades. Las hubo en la industria textil y tabacalera, en los ferrocarriles, la minería, la artesanía y los tranvías. “Estos conflictos se consideraban signo de los tiempos modernos”, acotó.

 

A principios de siglo, agregó, la gente empezaba a hablar de mejores salarios, reducción de la jornada laboral, derecho al voto y restitución de tierras; así como de la formación de partidos políticos y sindicatos. “Se trataba de cuestiones latentes y los caudillos sólo las empezaron a ofrecer para atraer personas a su causa y obtener el poder”.

 

Los logros

 

En 1917 concluyó la Revolución armada y aunque la pacificación se logró poco a poco, este movimiento trajo cambios notables para los grupos que de una u otra manera participaron en él.

 

El propio sistema político no fue el mismo, aseguró Loyo Camacho. “Los sectores medios no hubieran podido ascender política, social y económicamente de no haberse suscitado este levantamiento”.

 

Además, consideró, esta lucha fue fundamental para modificar la estructura agraria del país. El agrarismo fue obra de las demandas campesinas. Aunque perdieron la guerra, los villistas y zapatistas prácticamente obligaron a los constitucionalistas a definir y plantear reformas en nuestra Carta Magna. Los artículos 27 y 123 son representativos de sus reclamos.

 

Sostuvo que después de la lucha fue más fácil dotar de tierra a los campesinos que restituirles aquellas que habían perdido. “Aunque este proceso se dio de manera lenta, fue útil para darle legitimidad”.

 

Por su parte, Mario Ramírez destacó que “quienes tenían el poder durante el levantamiento armado empezaron a hacer concesiones a las masas, con el propósito de congraciarse con ese sector, obtener legitimidad y consolidar el nuevo sistema político.

 

“Varias cuestiones sociales fueron reconocidas e implantadas en el maderismo. Durante el huertismo se estableció el descanso dominical y se empezó a hablar de la Reforma Agraria. Por otra parte, Pablo González decretó la abolición de las deudas de los peones y obreros”, refirió.

 

De modo que lo único que hizo la Constitución de 1917 fue plasmar en su contenido muchas de esas demandas sociales. Sin embargo, eso se hubiera logrado de cualquier manera, aún sin el movimiento armado, porque eran exigencias internacionales. “Por ejemplo, la creación de partidos políticos y el derecho al voto se concedieron después de la Revolución, pero eso también sucedió en otros países”, sostuvo.

 

En todo caso, concluyó, los dirigentes revolucionarios, en su afán de acumular poder y obtener el apoyo de la población, lo único que hicieron fue acelerar el proceso de implantación de esos reclamos sociales.

 

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PIES DE FOTO

 

FOTO 1

“En realidad no hubo una Revolución Mexicana, sino muchas, con una participación social diversa. Fue un proceso heterogéneo y desigual en cuanto a los sectores sociales que participaron y sus demandas”, indicó Martha Loyo, del IIH de la UNAM.

 

 

FOTO 2

Los orígenes de la Revolución Mexicana se remiten a cuestiones de poder, porque las demandas sociales fueron exigidas mucho antes de que comenzara la lucha armada, afirmó Mario Ramírez, investigador del IIS de la Universidad Nacional.