Boletín UNAM-DGCS-765
Ciudad Universitaria
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APOYARÁ AL PAÍS LA UNAM CON IMÁGENES SATELITALES DE LOS MARES DE MÉXICO
La UNAM cuenta con tres bases
de datos con imágenes obtenidas vía satélite sobre los mares patrimoniales de México, en el Pacífico, el
Golfo de México y el Caribe que ilustran sobre la temperatura superficial del mar, el contenido de clorofila y los
vientos en superficie.
Las colecciones gráficas son
útiles en el estudio de la interacción viento–océano, la circulación oceánica y
la producción primaria, la predicción del tiempo, el diseño de estrategias de
pesca, el trazo de rutas marítimas y la evasión de peligros marinos, como los
giros, remolinos y frentes de mesoescala.
Esos bancos de información
están disponibles para sectores académico (oceanógrafos, meteorólogos, expertos
en estudios ambientales), de servicios, gubernamental y privado, así como
productivo –pesquerías y acuacultura–, agropecuario y de recursos hidráulicos.
En el Auditorio del Instituto
de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS), se anunció
que esta información digital será susceptible
de consultarse a través de la red. Aunque aclaró que el proceso
de instalación de todo el material inició con el material sobre la temperatura
del mar (BITSMEX) y posteriormente estará el resto del material. Las tres
bases han sido financiadas por Conacyt y esta última, también por el Instituto
Nacional de Pesca.
El doctor Román Álvarez,
del IIMAS, habló sobre la referente a los vientos marinos en superficie. Su
importancia reside en que controlan el intercambio de calor, humedad y gases
entre la atmósfera y el mar, y determinan la circulación del océano. De ahí el
interés por medirlos.
Recordó que desde hace años se
elaboran reportes y predicciones meteorológicas con base en datos recabados por
estaciones de superficie. Sin embargo, el uso de satélites modificó la
recopilación de dicha información.
Hoy, la UNAM cuenta con
dos sistemas: el Quick Scat (lanzado en 1999 por la NASA, a través de los
satélites de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica
–NOAA, por sus siglas en inglés– de Estados Unidos), y el SeaWinds (lanzado en
diciembre de 2002, en el satélite japonés Midori2), el cual comenzará a
trabajar sistemáticamente en octubre y que hasta ahora sólo ha realizado
pruebas científicas.
Se trata de instrumentos de
radar que envían pulsos de radiación electromagnética de alta frecuencia a la
superficie marina y registran patrones de dispersión de los pulsos reflejados.
Así, detectan las ondas generadas por el viento en el océano; de ahí se deduce
la velocidad del primero. El SeaWinds, por ejemplo, mide la velocidad y la dirección
de las corrientes en el 90 por ciento de esas superficies.
“QuickScat, colección de
imágenes de satélite sobre vientos en superficie de los mares de México, inició
en 1999. En ese año comenzaron las adquisiciones. Esta base –aclaró– en su
primera etapa, contiene datos elaborados por servicios meteorológicos
convencionales”, explicó.
Las imágenes deben ser
“montadas” en las bases de datos, una vez clasificadas. Ello para tener una
localización adecuada al momento de hacer las búsquedas. El sistema está a
punto de ser accesible vía Internet, de modo que los interesados puedan hacer
consultas, informó Román Álvarez.
Por su parte, Artemio
Gallegos, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), habló de la
base BITSMEX, colección de datos sobre la temperatura superficial de los mares
mexicanos, disponible en la dirección http://tsunami.icmyl.unam.mx.
La temperatura de la
superficie del océano, destacó, es un registro útil en virtud de que esa masa
de agua es el principal termorregulador del sistema climático global. “De él
proviene una buena parte del vapor atmosférico y del agua que se precipita en
los continentes. Además, tiene una alta capacidad de almacenamiento de energía
calorífica” y es un modelador de la concentración de los gases invernadero,
como el bióxido de carbono.
En el mar, “cada proceso
físico, por ejemplo, flujos de calor o de masa, deja como huella una variación
de la temperatura en la superficie. Por eso, los registros nos permiten seguir
la evolución del sistema y la capacidad de pronosticar, entender, conocer y
contribuir al conocimiento de nuestro clima que, sin duda, está cambiando”.
El banco, abundó Gallegos,
provee información necesaria y complementaria para estudiar los procesos de
interacción océano–atmósfera y de
atmósfera–continente en el contexto del Cambio Climático Global.
Explicó que la base tiene
información a partir del 13 de enero de 1996 y continúa creciendo. En ella sólo
se presenta la temperatura que se puede medir con radiómetros de alta
resolución. Se trabaja en grados centígrados con una precisión de dos décimas
de grado. Además, se basa en la señal proveniente de cinco satélites de la
serie NOAA; y cubre por completo los mares mexicanos.
La resolución espacial es de
poco más de un kilómetro cuadrado y la temporal, en esta primera etapa, es de
composiciones mensuales o imágenes promedio. El objetivo es enriquecer la
información y brindar a los usuarios datos más actualizados.
Finalmente, el
especialista mencionó que la tecnología satelital presenta ventajas como su
extensión, frecuencia y simultaneidad en las observaciones.
En tanto, Raúl Aguirre,
investigador del Instituto de Geografía (IG) y encargado de la base de datos
sobre clorofila, expuso que la base SeaWifs dispone de información desde 1999.
Ésta se basa en el funcionamiento de un sensor que mide el color del mar. “Es
decir, una señal es enviada por las plantas marinas, los sedimentos en los ríos
o la abundancia de la sustancia amarilla, producto de degradación de los
mares”.
Al observar a cierta
profundidad, de 15 a 20 metros en el océano, es posible estimar la producción
primaria marina; asimismo, se pueden detectar estructuras: giros, remolinos y
frentes de mesoescala.
“El SeaWifs fue puesto en
órbita en septiembre de 1997 y hasta la fecha envía imágenes diarias que
podemos recibir en el IG”, explica. Cuenta con ocho bandas espectrales, en el
visible y el infrarrojo, que permiten detectar esa sustancia.
Recopilar imágenes mediante
satélite tiene la ventaja de brindar una visión sinóptica, complementada con
los estudios realizados en los cruceros oceanográficos tradicionales. Además de
obtener la concentración de clorofila, se consiguen otros “productos”, como la
atenuación de la luz y otros pigmentos.
Ante el interés por que la
información esté disponible, se persigue instrumentar una base de datos
multitemporal sobre la distribución de las algas marinas en la zona de aguas
mexicanas, mediante la recepción diaria de imágenes.
“Queremos que la tarea de
investigar el mar sea lo más expedita posible”. Eso permitiría hacer estudios
sobre eventos interanuales, como los fenómenos de El Niño, Oscilación del Sur o
La Niña.
Se pretende instrumentar
esta base de datos en Internet, Internet 2, discos compactos o cintas, de forma
accesible y económica. Hasta ahora, el archivo contiene imágenes codificadas
desde 1997 a la fecha. El portal electrónico estará en operación, en breve,
anunció Aguirre.
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FOTO 1
El doctor Román Álvarez, del IIMAS de la UNAM, habló
sobre las imágenes de los vientos en la superficie marina, útiles en la
medición de la circulación oceánica.
FOTO 2
Artemio Gallegos, del ICMyL de la Universidad
Nacional, coordina el trabajo de recopilación de imágenes satelitales sobre la
temperatura superficial de los mares mexicanos.
FOTO 3
Raúl Aguirre, del Instituto de Geografía, es el encargado de medir la cantidad de clorofila en los mares del país, gracias a una base de datos que opera en la UNAM desde 1999.