06:00 hrs. Octubre 13 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-765

Ciudad Universitaria

Pies de foto al final del boletín

 

APOYARÁ AL PAÍS LA UNAM CON IMÁGENES SATELITALES  DE LOS MARES DE  MÉXICO

 

 

La UNAM cuenta con tres bases de datos con imágenes obtenidas vía satélite sobre los mares  patrimoniales de México, en el Pacífico, el Golfo de México y el Caribe que ilustran sobre la  temperatura superficial del mar, el contenido de clorofila y los vientos en superficie.

 

Las colecciones gráficas son útiles en el estudio de la interacción viento–océano, la circulación oceánica y la producción primaria, la predicción del tiempo, el diseño de estrategias de pesca, el trazo de rutas marítimas y la evasión de peligros marinos, como los giros, remolinos y frentes de mesoescala.

 

Esos bancos de información están disponibles para sectores académico (oceanógrafos, meteorólogos, expertos en estudios ambientales), de servicios, gubernamental y privado, así como productivo –pesquerías y acuacultura–, agropecuario y de recursos hidráulicos.

 

En el Auditorio del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS), se anunció que esta información digital  será  susceptible  de  consultarse  a través de la red. Aunque aclaró que el proceso de instalación de todo el material inició con el material sobre la temperatura del mar (BITSMEX) y posteriormente estará el resto del material. Las tres bases han sido financiadas por Conacyt y esta última, también por el Instituto Nacional de Pesca.

 

El doctor Román Álvarez, del IIMAS, habló sobre la referente a los vientos marinos en superficie. Su importancia reside en que controlan el intercambio de calor, humedad y gases entre la atmósfera y el mar, y determinan la circulación del océano. De ahí el interés por medirlos.

 

Recordó que desde hace años se elaboran reportes y predicciones meteorológicas con base en datos recabados por estaciones de superficie. Sin embargo, el uso de satélites modificó la recopilación de dicha información.

 

Hoy, la UNAM cuenta con dos sistemas: el Quick Scat (lanzado en 1999 por la NASA, a través de los satélites de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica –NOAA, por sus siglas en inglés– de Estados Unidos), y el SeaWinds (lanzado en diciembre de 2002, en el satélite japonés Midori2), el cual comenzará a trabajar sistemáticamente en octubre y que hasta ahora sólo ha realizado pruebas científicas.

 

Se trata de instrumentos de radar que envían pulsos de radiación electromagnética de alta frecuencia a la superficie marina y registran patrones de dispersión de los pulsos reflejados. Así, detectan las ondas generadas por el viento en el océano; de ahí se deduce la velocidad del primero. El SeaWinds, por ejemplo, mide la velocidad y la dirección de las corrientes en el 90 por ciento de esas superficies.

 

“QuickScat, colección de imágenes de satélite sobre vientos en superficie de los mares de México, inició en 1999. En ese año comenzaron las adquisiciones. Esta base –aclaró– en su primera etapa, contiene datos elaborados por servicios meteorológicos convencionales”, explicó.

 

Las imágenes deben ser “montadas” en las bases de datos, una vez clasificadas. Ello para tener una localización adecuada al momento de hacer las búsquedas. El sistema está a punto de ser accesible vía Internet, de modo que los interesados puedan hacer consultas, informó Román Álvarez.

 

Por su parte, Artemio Gallegos, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), habló de la base BITSMEX, colección de datos sobre la temperatura superficial de los mares mexicanos, disponible en la dirección http://tsunami.icmyl.unam.mx.

 

La temperatura de la superficie del océano, destacó, es un registro útil en virtud de que esa masa de agua es el principal termorregulador del sistema climático global. “De él proviene una buena parte del vapor atmosférico y del agua que se precipita en los continentes. Además, tiene una alta capacidad de almacenamiento de energía calorífica” y es un modelador de la concentración de los gases invernadero, como el bióxido de carbono.

 

En el mar, “cada proceso físico, por ejemplo, flujos de calor o de masa, deja como huella una variación de la temperatura en la superficie. Por eso, los registros nos permiten seguir la evolución del sistema y la capacidad de pronosticar, entender, conocer y contribuir al conocimiento de nuestro clima que, sin duda, está cambiando”.

 

El banco, abundó Gallegos, provee información necesaria y complementaria para estudiar los procesos de interacción océano–atmósfera  y de atmósfera–continente en el contexto del Cambio Climático Global.

 

Explicó que la base tiene información a partir del 13 de enero de 1996 y continúa creciendo. En ella sólo se presenta la temperatura que se puede medir con radiómetros de alta resolución. Se trabaja en grados centígrados con una precisión de dos décimas de grado. Además, se basa en la señal proveniente de cinco satélites de la serie NOAA; y cubre por completo los mares mexicanos.

 

La resolución espacial es de poco más de un kilómetro cuadrado y la temporal, en esta primera etapa, es de composiciones mensuales o imágenes promedio. El objetivo es enriquecer la información y brindar a los usuarios datos más actualizados.

 

Finalmente, el especialista mencionó que la tecnología satelital presenta ventajas como su extensión, frecuencia y simultaneidad en las observaciones.

 

En tanto, Raúl Aguirre, investigador del Instituto de Geografía (IG) y encargado de la base de datos sobre clorofila, expuso que la base SeaWifs dispone de información desde 1999. Ésta se basa en el funcionamiento de un sensor que mide el color del mar. “Es decir, una señal es enviada por las plantas marinas, los sedimentos en los ríos o la abundancia de la sustancia amarilla, producto de degradación de los mares”.

 

Al observar a cierta profundidad, de 15 a 20 metros en el océano, es posible estimar la producción primaria marina; asimismo, se pueden detectar estructuras: giros, remolinos y frentes de mesoescala.

 

“El SeaWifs fue puesto en órbita en septiembre de 1997 y hasta la fecha envía imágenes diarias que podemos recibir en el IG”, explica. Cuenta con ocho bandas espectrales, en el visible y el infrarrojo, que permiten detectar esa sustancia.

 

Recopilar imágenes mediante satélite tiene la ventaja de brindar una visión sinóptica, complementada con los estudios realizados en los cruceros oceanográficos tradicionales. Además de obtener la concentración de clorofila, se consiguen otros “productos”, como la atenuación de la luz y otros pigmentos.

 

Ante el interés por que la información esté disponible, se persigue instrumentar una base de datos multitemporal sobre la distribución de las algas marinas en la zona de aguas mexicanas, mediante la recepción diaria de imágenes.

 

“Queremos que la tarea de investigar el mar sea lo más expedita posible”. Eso permitiría hacer estudios sobre eventos interanuales, como los fenómenos de El Niño, Oscilación del Sur o La Niña.

 

Se pretende instrumentar esta base de datos en Internet, Internet 2, discos compactos o cintas, de forma accesible y económica. Hasta ahora, el archivo contiene imágenes codificadas desde 1997 a la fecha. El portal electrónico estará en operación, en breve, anunció Aguirre.

 

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FOTO 1

El doctor Román Álvarez, del IIMAS de la UNAM, habló sobre las imágenes de los vientos en la superficie marina, útiles en la medición de la circulación oceánica.

 

FOTO 2

Artemio Gallegos, del ICMyL de la Universidad Nacional, coordina el trabajo de recopilación de imágenes satelitales sobre la temperatura superficial de los mares mexicanos.

 

FOTO 3

Raúl Aguirre, del Instituto de Geografía, es el encargado de medir la cantidad de clorofila en los mares del país, gracias a una base de datos que opera en la UNAM desde 1999.