06:00 hrs. Agosto 31 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-658

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del boletín


EN MÉXICO, 14 MILLONES DE PERSONAS PORTADORAS DE AMEBAS

 

·        A pesar del decremento del número de muertes por esa causa, la morbilidad de la amebiasis en la población general es aún muy alta, dijo el profesor emérito Ruy Pérez Tamayo

·        En el Instituto de Física, apuntó que la causa más importante de la amebiasis es la pobreza;

·        La Entamoeba histolytica se ingiere en el agua o alimentos contaminados con materia fecal

 

Con base en estudios serológicos, se calcula que en México existen 14 millones de personas portadoras de amebas; de ellos, aproximadamente 10 por ciento se enferma, y de este porcentaje el uno por ciento desarrolla lesiones viscerales graves, informó el profesor emérito Ruy Pérez Tamayo.

 

La frecuencia de abscesos hepáticos y la mortalidad por esa causa han disminuido considerablemente, pues ha mejorado el diagnóstico y el tratamiento con medicinas es muy efectivo. Empero, a pesar del decremento del número de muertes, la morbilidad o frecuencia de la enfermedad en la población general es aún muy alta, reconoció el reconocido científico.

 

Al participar en el Reconocimiento a Germinal Cocho. Septuagésimo aniversario, efectuado en el Instituto de Física de la UNAM, Pérez Tamayo agregó que ante la importancia de este mal, en el Departamento de Medicina Experimental de la Facultad de Medicina (FM), con sede en el Hospital General de México –donde él colabora–, se buscan los mecanismos por los cuales se produce esta enfermedad parasitaria, endémica en nuestro país y en otros del tercer mundo.

 

“La causa más importante de la amebiasis es la pobreza; aunque también es responsable la ameba Entamoeba histolytica”. Para exterminar este mal habría que terminar con la miseria, porque ella se acompaña de ignorancia, falta de educación y de saneamiento ambiental. Esos factores la mantienen en estado latente y continuo en un porcentaje importante de la población.

 

Debido a que esa solución existe sólo en los países ricos, “buscamos una para los pobres, y la encontraremos en la medida como conozcamos los mecanismos íntimos por los cuales se crea el padecimiento, capaz de producir lesiones muy graves”.

 

El parásito se ingiere en el agua o alimentos contaminados con materia fecal. Llega al intestino donde adquiere su forma infecciosa, llamada trofozoito, capaz de provocar colitis o absceso hepático.

 

Ciertas personas están colonizadas pero no tienen síntomas; son “portadores sanos”, peligrosos porque son capaces de transmitir la enfermedad aunque no la sufran, cuando el trofozoito se enquista en el colon y es eliminado con las heces.

 

Entamoeba histolytica es el parásito que produce las lesiones más extensas y graves en prácticamente todo el organismo. Las más frecuentes afectan el colon, pero también puede destruir el hígado, producir necrosis en la piel, entrar al pulmón o circular por la sangre hasta alcanzar el cerebro, donde produce abscesos. “Pero no sabemos cómo le hace, cuáles son los mecanismos moleculares por los cuales es capaz de producir daño”, subrayó el profesor emérito.

 

 

 

Teniendo esos mecanismos bien identificados podríamos, quizá, encontrar una manera de librarnos de la enfermedad “para pobres”, mediante la creación de una vacuna. Varios grupos de investigación trabajan en ese sentido.

 

 

En la FM se utiliza la amebiasis experimental –producida en el laboratorio– inyectada en hámsteres o jerbos, los dos únicos roedores susceptibles al mal, a diferencia de las ratas o conejos que no se enferman.

 

Pero, ¿cómo hace la ameba para producir la destrucción tisular? Ruy Pérez Tamayo explicó que al parecer una serie de moléculas participan en la patogenicidad, entre ellas las adhesinas o facilitadoras de la adherencia del  patógeno a los tejidos, en especial a la pared de los intestinos; se trata de proteínas que se identifican y se unen a carbohidratos, presentes en gran número en la mucosa intestinal.

 

Para causar destrucción, la ameba utiliza ciertas enzimas; también produce unas pequeñas moléculas o péptidos, llamadas amiboporos, capaces de generar perforaciones en las membranas celulares.

 

Finalmente, tiene una serie de moléculas capaces de degradar proteasas –grupo de proteínas– que tienen el aminoácido llamado cisteína. “Es con éstas últimas con las que trabajamos, porque nos parece que son las que posiblemente nos permitan crear una vacuna”.

 

En la realización de los estudios se usan cultivos de amebas en ausencia de bacterias, para poder atribuirles “lo que pase”. Se parte de 500 millones de esos organismos para iniciar el proceso de purificación de sus diferentes moléculas.

 

Se han descrito seis proteasas de cisteína. Una de ellas es la denominada EhCPs –en diferentes variedades numeradas– y para purificarla, en el laboratorio del doctor Pérez Tamayo se ha diseñado un protocolo.

 

“Utilizamos estas proteasas, porque hay una serie de experimentos in vitro donde han demostrado ser capaces de degradar algunos componentes de los tejidos; también destruyen anticuerpos”, dijo.

 

De hecho, la capacidad de la ameba Histolytica para comer eritrocitos o glóbulos rojos, disminuye cuando se inhibe la expresión de una de esas proteasas de cisteína, y cuando por trucos genéticos se incrementa la expresión de otra de esas sustancias, aumenta el efecto patógeno. Datos in vivo sugieren que esas sustancias son responsables, abundó.

 

El absceso hepático amebiano experimental disminuye cuando se bloquea la actividad de las proteasas de cisteína en el modelo de un ratón inmunodeficiente (en donde sí crece la ameba). Decrece así la frecuencia con que se crean las lesiones en el hígado; lo mismo ocurre en los hámsteres.

 

Empero, cuando se logra la sobre expresión de una variedad de EhCPs no aumenta la magnitud del absceso hepático, de manera que en apariencia, no todas las sustancias de cisteína son responsables del daño.

 

Para descubrir a las culpables de la destrucción del tejido en la amebiasis hepática experimental, añadió el emérito, se purificaron las proteasas para ver su efecto directo, sin el resto de la ameba, sobre el hígado de hámster. Además se usaron como antígeno.

 

En los animales se inyectan amebas junto con un inhibidor de las proteasas, para conocer la clase de lesiones producidas, si es que ocurren.

 

Los científicos formaron cuatro grupos de ocho hámsteres; al primero se le inyectó la ameba control y todos los animales presentaron lesiones hepáticas a los cinco días; al segundo se le introdujeron amebas crecidas con el inhibidor y también tuvieron abscesos.

 

En el grupo tres, de animales tratados con inhibidor, se inyectaron amebas no crecidas e igualmente, se produjeron las lesiones. Entonces, ¿cómo se evita el daño? Sólo cuando se aplican amebas crecidas en un hámster, que también ha recibido ese inhibidor cada 12 horas.

 

Ninguno de los animales tuvo lesiones en este grupo, el cuatro. Sólo presentaron reacciones inflamatorias iniciales, pero las amebas se desintegraron a las 24 horas y se reabsorbieron en el organismo. A los cinco días habían desaparecido.

 

Eso quiere decir que la ameba, dijo Pérez Tamayo, cuando se inyecta necesita las proteasas para procesar los nutrientes y para sobrevivir produce lesiones en los tejidos. De otro modo, muere.

 

Aún falta mucho por conocer de los mecanismos empleados por el parásito y por qué una rata no es susceptible a él, así como saber por qué ciertas personas pueden morir por esa causa y otras ni siquiera se enferman a pesar de ser portadoras, finalizó el experto.

 

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El profesor emérito Ruy Pérez Tamayo reveló que en México existen 14 millones de personas portadoras de amebas, “una enfermedad para pobres”; para terminar con este mal debía erradicarse la miseria, sentenció

 

FOTO 2

 

El académico Ruy Pérez Tamayo reconoció, en el Instituto de Física de la UNAM, que en diversas instituciones de salud de México se realizan estudios para erradicar la amebiasis mediante una vacuna