06:00 hrs. Agosto 30 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-655

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del boletín

 

DISCONTINUA Y CAÓTICA, LA CIUDAD CONTEMPORANEA: TEODORO GONZÁLEZ

 

·        Debe incorporarse la historia del arte en la carrera de arquitectura, ello proporcionaría a los profesionales un vínculo con las necesidades sociales: Teodoro González

·        Durante la conferencia Arquitectura de la Ciudad argumentó que toda urbe tiene la marca de la sociedad que la construye. De esta manera se convierte en su retrato

·        La ciudad contemporánea se volvió discontinua y caótica; el azar y el contraste sustituyeron al orden y la homogeneidad

 

La ciudad contemporánea se ha vuelto discontinua y caótica, pues el azar y el contraste sustituyeron al orden y la homogeneidad; se convirtió en escenario de constantes cambios. Tan sólo la Ciudad de México transformó radicalmente su imagen en 20 años, señaló el catedrático universitario Teodoro González,

 

En ese escenario nos movemos como ciudadanos y actuamos como arquitectos, señaló en la conferencia magistral “Arquitectura para la Ciudad”, efectuada en el Teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura (FA) de la UNAM

 

González de León señaló que los jóvenes estudiantes deben conocer la histórica convergencia que guarda esta disciplina con las artes visuales, para situarse en el mundo y en los procesos sociales.

 

Propuso implementar dicha cátedra para vincular esta disciplina con las necesidades sociales.

La reinstalación de los cursos de historia del arte en la carrera de arquitectura brindaría mayor riqueza y complementaría la formación profesional de los nuevos profesionales,. 

 

No contemplar dicha relación ha provocado que la ciudad contemporánea se haya vuelto discontinua y caótica, pues el azar y el contraste sustituyeron al orden y la homogeneidad; se convirtió en escenario de constantes cambios. Tan sólo la Ciudad de México transformó radicalmente su imagen en 20 años; en ese escenario nos movemos como ciudadanos y actuamos como arquitectos, manifestó.

 

Por ello debe ponerse especial énfasis en la historia del arte del siglo XX, en la vanguardia que ha cambiado la cara de la cultura universal y en donde estamos todavía inmersos. Resalta el movimiento moderno y la gran aventura del arte abstracto, quienes rompieron el ciclo de renovaciones y renacimiento del arte clásico, vigente desde hace 25 siglos.

 

De acuerdo con Teodoro González, el arte del arquitecto es intervenir en la ciudad. Sin embargo, la separación de las escuelas de arquitectura de las artes plásticas –como ocurrió en casi todo el mundo en la segunda mitad del siglo XX– aisló a la arquitectura de sus artes hermanas: en casi todas las escuelas desapareció la historia del arte como curso obligatorio.

 

Ello ha impedido comprender que la ciudad es una obra de arquitectura realizada a lo largo del tiempo; esto significa que siempre está activa, y es construida por la sociedad en su conjunto, no por los arquitectos, manifestó el reconocido arquitecto.

 

La ciudad tiene un estilo, es decir, la marca de la sociedad que la construye; de esta manera se convierte en su retrato. Las ciudades de Iberoamérica, por ejemplo, se parecen entre sí porque las comunidades que las realizan están hermanadas por la historia, lengua y cultura, destacó González de León.

 

Ver a la ciudad como una arquitectura, dijo, nos permite entender la “ciudad histórica”, remodelada por la sociedad del siglo XIX, y que se encuentra en las partes centrales de casi todas nuestras ciudades, afirmó

 

Apuntó que es sorprendente la uniformidad de esas áreas y aún más porque en México no había reglamentaciones de altura como muchas ciudades europeas. El orden urbano era un consenso de toda la sociedad que las construía.

 

Los sistemas constructivos uniformes, explicó, eran parte de la cultura urbana. En la Ciudad de México del siglo XIX y en las tres primeras décadas del XX, el orden urbano era muy semejante con construcciones de dos y tres pisos. Los arquitectos, los clientes y los promotores de esas épocas sabían insertar, cómo intervenir en el área urbana y conservaban siempre ese precepto que no tenía regla escrita.

 

En la mitad del siglo XX en la Ciudad de México y en todas las ciudades del mundo, se rompe el consenso, la ciudad se resiste a seguir el mismo orden porque alberga una nueva sociedad, plural, diversa y heterogénea, muy distinta a la sociedad homogénea del siglo XIX, apuntó.

 

Esa ruptura, dijo, es sumamente compleja y obedece a múltiples factores. Hubo un cambio radical en la escala de los establecimientos urbanos, en las infraestructuras para el transporte y en el surgimiento de la vivienda colectiva.

 

Lejos de toda añoranza, “estoy convencido que la ciudad moderna nos ofrece a los arquitectos una enorme gama de formas de intervención; tenemos además la experiencia de 80 años de arquitectura del movimiento moderno que sigue vivo”, dijo.

 

Además, añadió, sabemos crear formas aisladas que actúan como puntos de referencia. La ciudad moderna nos pide en ocasiones diseñar formas a la escala de sus infraestructuras viales; nos obliga a utilizar recursos que puedan ser percibidos en altas velocidades.

 

Conocemos las intervenciones que los arquitectos europeos realizan en los viejos centros de las ciudades con estructuras modernas que armonizan con el viejo orden. En México, desgraciadamente esas intervenciones no se comprenden y suscitan posiciones radicales, finalizó.

 

Por su parte, Felipe Leal Fernández, director de la FA, hizo la semblanza curricular del arquitecto Teodoro González, quien nació en la ciudad de México y realizó sus estudios en la Antigua Academia de San Carlos –hoy perteneciente a la UNAM– de 1942-1947.

 

Aún estudiaba cuando inició su vida profesional, primero como dibujante en el taller de Carlos Lazo y más adelante con Mario Pani (1945-47). Fue becario del gobierno francés y trabajó durante 18 meses en el taller de Le Corbusier (1947-48).

 

Desde su regreso a México, a principios de los cincuenta, ha desarrollado una actividad profesional ininterrumpida, primero en el campo del urbanismo y de la vivienda popular, y posteriormente en los grandes edificios públicos y privados.

 

Es tutor, junto con Abraham Zabludovsky, del edificio del Infonavit, El Colegio de México, el Museo Rufino Tamayo, la Universidad Pedagógica Nacional, el Museo de Sitio en Chichén-Itzá, la ampliación de las Oficinas Centrales de Banamex y la remodelación del Auditorio Nacional.

 

Posteriormente con Francisco Serrano, trabajó en la Biblioteca Pública Estatal y el Centro Administrativo de Gobierno en Villahermosa, Tabasco; en el Centro de Cómputo de Nafinsa, el proyecto del edificio para el Senado de la República, y la Embajada de México en Berlín –ganada por concurso–. 

 

De manera individual ha realizado recientemente la nueva sede del Fondo de Cultura Económica, la Plaza Rufino Tamayo, el Museo de Sitio en Tajín, la remodelación de El Colegio Nacional, el Conservatorio Nacional de Música, la Sala Mexicana del Museo Británico y la Embajada de México en Belice.

 

Además, trabajó en la Unidad de Congresos de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; el Mexican American Cultural Center en Austin, Texas, Estados Unidos; el Museo Nacional de Arte Popular, y el Gallo Performing Arts Center, Modesto, California, EU.

 

Se hizo merecedor de las siguientes distinciones: Académico Emérito de la Academia Nacional de Arquitectura, Premio Nacional de Ciencias y Artes, Miembro Honorario del American Institute of Architects, Miembro de Número de la Academia de Artes, de la Academia Internacional de Arquitectura y de El Colegio Nacional.

 

También ha recibido numerosos premios como: el Gran Premio Latinoamericano en la Bienal de Arquitectura de Buenos Aires en 1989; dos veces el Gran Premio de la Academia internacional de Arquitectura en las Bienales de Sofía, Bulgaria, en 1989 y en 1994; una Mención Internacional en la IX Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito, Ecuador; el Gran Premio de la II Bienal Internacional de Arquitectura de Brasil en 1994, y el Gran Premio Medalla de Oro en la V Bienal de Arquitectura Mexicana en 1998.

 

Además, es Doctor Honoris Causa, grado otorgado por la Universidad Nacional Autónoma de México en el año 2001.

 

 

 

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FOTO 1

 

El destacado arquitecto mexicano Teodoro González de León dictó la conferencia magistral “Arquitectura para la ciudad”, en el Teatro “Carlos Lazo” de la Facultad de la UNAM especializada en esa disciplina

 

FOTO 2

 

En la gráfica el director de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, Felipe Leal Fernández, conversa con el profesor Teodoro González, este último afirmó en la conferencia “Arquitectura para la  ciudad” que todas las ciudades tienen la marca de la sociedad que las construye