Boletín UNAM-DGCS-592
Ciudad Universitaria
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MÉXICO ESTÁ EN
RIESGO DE PERDER SU LAICISMO: ALFREDO LÓPEZ AUSTIN
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El investigador emérito de la UNAM dijo que
se puede retroceder de forma peligrosa hacia la intolerancia y el
enfrentamiento grave e innecesario entre los mexicanos
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Señaló que el laicismo es uno de los grandes
triunfos de la civilización contemporánea
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Una religión vigorosa es la que no necesita
del apoyo estatal y menos de la fuerza pública, para instaurar sus verdades
México está en riesgo de
perder su laicismo y de retroceder, de manera peligrosa, hacia la intolerancia
y el enfrentamiento grave e innecesario entre los mexicanos, después de que por
más de un siglo el meollo del problema religioso se había resuelto en nuestra
vida ciudadana, aseguró el investigador emérito de la UNAM, Alfredo López
Austin.
Señaló que el Poder Ejecutivo
durante el periodo 1988-1994 promovió el retroceso de la civilidad republicana,
al dar pie para el debilitamiento del laicismo. Hubo muchos que, en su tiempo,
advirtieron sobre los nocivos efectos de contaminar lo religioso con lo
político.
Así, los acontecimientos
demuestran la razón de aquellos críticos y ponen en guardia en contra de una
acelerada intervención de la jerarquía religiosa en la vida pública, que puede
conducir a resultados sumamente negativos.
“La integridad religiosa puede
dañarse, al ser transformada en un simple medio para el logro de objetivos
diferentes a aquellos para los cuales afirman las iglesias estar instituidas”,
aseveró.
“No deberá permitirse en un
régimen laico –afirmó- que la Iglesia ejerza presión política para que se
cumplan sus postulados sobre toda la población, pretendiendo sustituir con la
fuerza pública su incapacidad de persuasión moral”, abundó el historiador de la
religión.
Este uso de la religión atenta
contra la dignidad de las creencias de los fieles: el crucifijo en las manos
del Poder Ejecutivo al tomar posesión de su cargo o su participación pública en
actos litúrgicos, no son ejercicios de fe, sino argucias publicitarias con
fines políticos; son construcciones de imagen personal a través de los medios
de comunicación, y una burla a la sinceridad de los creyentes.
Alfredo López sostuvo que
mientras la defensa de una visión particular del mundo es respetable, la
imposición de dicha visión resulta intolerable. Se puede resguardar el derecho
de cualquier iglesia a la prédica entre sus fieles de su moral particular, o al
debate que resalte sus valores frente a los ajenos; pero no admitir la
identificación de moral con la religión.
Refirió que existen muchos
sistemas éticos, y las formas de ejercicio moral son diversas. Para vivir
moralmente no es indispensable creer en el infierno, pues la moralidad puede
descansar en un convencimiento racional, independiente de todo sentido
religioso. Negarlo es un acto de intolerancia, un atentado, una falta de
respeto en contra de quienes no pertenecen a la fe de los detractores.
Por otro lado, ser religioso
no es sinónimo de poseer una moral elevada. Si así lo fuera, serían reconocidos
universalmente por su alta moralidad George Bush, Osama Bin Laden, Condolezza
Rice, Ariel Sharon y tantos otros personajes que manchan de horror y sangre el
siglo veintiuno. “Ética y religión son sistemas que pueden existir tanto unidos
como separados”.
Afirmó que en una sociedad
plural, el respeto a la diversidad exige que no haya imposición de un sistema
ético particular sobre los demás. Esto es aplicable al caso concreto de la
penalización del aborto en México, donde un sector de los jerarcas católicos
considera inmoral la práctica del aborto bajo cualquier circunstancia.
No obstante, otro sector de la
sociedad acepta casos graves donde pueda excluirse la penalización estatal. El
sector eclesiástico, que no admite excepciones, debe quedar en plena libertad
no sólo de condenar toda práctica del aborto y punirla en el ámbito y con los
medios religiosos a su alcance; también es libre de defender en público su
posición.
El académico del Instituto de
Investigaciones Antropológicas, quien ha dedicado más de cuatro décadas al
estudio de la religión en Mesoamérica, señaló que el laicismo es uno de los
grandes triunfos de la civilización contemporánea.
“El laicismo –dijo el
investigador– otorga al ciudadano común la igualdad plena, con total independencia
de su pertenencia a un credo o de la ausencia de credo en su concepción del
mundo. Todo individuo debe ser libre de la imposición basada en las diferentes
creencias”.
Además, el laicismo garantiza
al creyente la libertad, la tolerancia y el respeto a su fe, pues lo hace
quedar a salvo de las obligaciones que, ya desde su propia iglesia o de las
ajenas, pretendan interferir en su sano arbitrio y en su criterio personales,
bienes indispensables para el recto ejercicio de cualquier credo. Una religión
vigorosa es la que no necesita del apoyo estatal –y mucho menos de la fuerza
pública– para instaurar sus verdades.
Para las iglesias, el laicismo
significa la independencia en un mundo complejo, en el cual no puede preverse
el encumbramiento de cualquiera de ellas, que en un momento dado pretenda
imponer su hegemonía a las demás, auxiliándose del Estado.
El investigador comentó que
para la iglesia mayoritaria en un país, el laicismo implica el robustecimiento
de su autoridad moral, ya que no puede sustituirse por la fuerza pública.
Consideró que el laicismo
también garantiza a las iglesias un mayor ejercicio en el ámbito espiritual,
sin la distracción de una lucha por el poder externo e interno entre individuos
o grupos en pugna, lo cual ha corrompido y dividido la institucionalidad
eclesial durante siglos.
Asimismo, aparta al gobierno y
a las fuerzas políticas de la tentación de manipular las creencias populares y
de interferir en sectores de la jerarquía eclesiástica para satisfacer
propósitos nada edificantes.
Hasta donde existen registros
documentales, puede constatarse que las ideas religiosas se han usado en todo
el mundo y a lo largo de la historia con fines políticos. “Mesoamérica no fue
la excepción. Por ejemplo, en los siglos XV y XVI los mexicas se proclamaron
hijos predilectos de Huitzilopochtli y se dieron como misión conquistar a los
pueblos vecinos para alimentar a su dios con la sangre y los corazones de sus
cautivos”.
Su propósito, no manifiesto, era
crear un vasto dominio dirigido al expolio tributario, régimen basado en la
violencia. Otro tanto hicieron en la misma época los tarascos en sus campañas
militares, formando un dilatado dominio con el pretexto de obedecer las órdenes
divinas de Curicaueri.
Pero en este siglo, recalcó, se masacra
al pueblo de Irak con el pueril argumento de que George W. Bush es el brazo
armado de una divinidad que no puede obrar en el mundo si no es con el auxilio
de tan distinguido representante.
Lo más grave del caso no es lo fútil del
argumento, sino la aceptación acrítica del mismo por un pueblo que en otros
tiempos se distinguió por una oposición intelectual, vigorosa y eficaz, a la
carrera belicista de su propio país.
“Por otra parte, la fe y la
moral de los hombres religiosos no pueden ser juzgadas por la inmoralidad de
quienes manipulan políticamente las costumbres y la religión. Un Estado laico
implica una ausencia de coerción de conciencia. Por tanto, favorece la libertad
de juicio en todo ciudadano, posibilita la asunción de una actitud crítica, la
adquisición de una conciencia clara, que lleva a un credo o a una falta de
credo más plenos y humanos”, concluyó López Austin.
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PIES DE FOTO
FOTO 1
Alfredo López Austin, investigador emérito de la UNAM,
aseveró que el laicismo garantiza al creyente la libertad, la tolerancia y el
respeto a su fe, pues lo hace quedar a salvo de las obligaciones que, ya desde
su propia iglesia o de la ajenas, pretendan interferir en su sano arbitrio y en
su criterio personales.
FOTO 2
Para la iglesia mayoritaria en un país, el laicismo
implica el robustecimiento de su autoridad moral, que no puede sustituirse por
la fuerza pública, consideró Alfredo López Austin, investigador del Instituto
de Investigaciones Sociales de la UNAM.