Boletín UNAM-DGCS-588
Ciudad Universitaria
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Expertas calificaron como inevitable el cambio lingüístico
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Para la ciencia lingüística el uso de las palabras no se califica de
“bueno y malo”, aseguraron las investigadoras Beatriz Arias y Marcela Flores
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La lengua estigmatiza y una persona puede resultar perjudicada
socialmente si desconoce la norma culta que se adquiere con estudios
universitarios y la lectura, indicaron
En México hay gran número de personas sin
acceso a la norma lingüística culta por las grandes divisiones sociales y
porque las diferencias económicas suelen coincidir con las culturales,
afirmaron las integrantes del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIF) de
la UNAM, Beatriz Arias y Marcela Flores.
En el territorio nacional, explicaron, muchos
habitantes no hablan español, lengua oficial de nuestro país y a esa
circunstancia se añade el bajo nivel de escolaridad y el analfabetismo
funcional, de quienes saben leer y escribir, pero nunca lo hacen.
Estas y otras razones hacen inevitable el
cambio lingüístico, además de que no puede calificarse el proceso de
modificación de la lengua como “bueno o malo”, porque es “normal”, afirmaron,
que los jóvenes creen sus propias palabras, en un intento por marcar su
identidad y distanciarse de anteriores generaciones.
Explicaron que para la ciencia
lingüística, el uso de palabras como “güey” no es incorrecto o correcto, aún
cuando a la generación anterior pudiera parecerle “terrible”. Se trata de
innovaciones que cumplen una función comunicativa, llenan huecos existentes en
la lengua y, en ese sentido, enriquecen.
Sin embargo, aclararon, la lengua también
estigmatiza y una persona puede resultar perjudicada socialmente si desconoce
la norma culta que se adquiere con estudios universitarios y la lectura.
En ese sentido, señalaron que el uso de nuevo
vocabulario por parte de los jóvenes puede ser una moda, pero no necesariamente
permanecerá en la lengua española, aunque existen cambios lingüísticos
exitosos, como el vocablo “onda”.
En la actualidad, dijeron, los hablantes de
distintas escalas sociales utilizan la palabra “onda” como expresión semántica.
Así, se les escucha decir “qué onda”, “ qué mala onda” o “qué buena onda”. Esta
fórmula resultó exitosa porque es muy económica, pues con ella se pueden
expresar una gran cantidad de cosas, con un uso particular en cada caso, que de
otra manera sería complicado explicar.
Tampoco las groserías son consideradas por la
ciencia lingüística como incorrectas, afirmaron, pues tienen un uso específico.
Suelen proliferar por su propio desgaste, pues con frecuencia debilitan su
función comunicativa de expresar enojo, y dan paso a expresiones más ofensivas,
como ocurrió en el caso de la palabra “güey”.
Sin embargo, aclararon, aunque estos cambios
resultan interesantes para los lingüistas, en los educadores debe permanecer el
interés por que los estudiantes aprendan la norma culta, considerada como una
serie de características lingüísticas compartidas por los hablantes cultos; es
decir, con un nivel de estudios universitarios.
En la sede del IIF, las investigadoras
expresaron que los hablantes tienen la capacidad de cambiar de registro al
comunicarse con diferentes interlocutores. De esta manera, un joven no se
expresa igual ante sus padres que con
sus amigos.
La lengua de los mexicanos, precisaron, tiene
peculiaridades como cualquier otra, las cuales no son mejores ni peores de las
registradas en cualquier otra región de habla hispana.
El cambio lingüístico, abundaron, se ha dado a
lo largo de la historia, pero es sumamente lento y casi imperceptible para los
hablantes. Éste se manifiesta con el desuso de ciertas palabras o la aparición
de nuevos significados. De tal modo, quizá en un periodo de mil años se hablará
en la ciudad de México una lengua distinta.
En el país, informaron, existen alrededor de 50
lenguas y todos somos hablantes de cuando menos un dialecto, es decir, una
variedad de nuestro idioma.
Indicaron que la española, como todas las
lenguas romances, sufrió un periodo de estigmatización, pues no formaba parte
de la entonces norma culta. Sin embargo, se trata de lenguas muy ricas, de las
cuales no podría pensarse ahora que son producto de la corrupción del latín,
abundaron.
Las investigadoras concluyeron que el destino
de toda lengua es el cambio, al reiterar que las transformaciones lingüísticas
siempre han sucedido a lo largo de la historia de la humanidad.
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Un
gran número de mexicanos no tiene acceso a la norma lingüística culta, pues en
un país con grandes divisiones sociales, las diferencias económicas suelen
coincidir con las culturales, afirmó la investigadora del Instituto de Investigaciones
Filológicas de la UNAM, Beatriz Arias.