Boletín UNAM-DGCS-563
Ciudad Universitaria
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final del boletín
EVITAN GOLPE DE ESTADO CON EL COGOBIERNO EN TEOTIHUACÁN: LINDA MANZANILLA
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La investigadora universitaria dijo que si hubiera
imperado una sola dinastía o persona, habría sido difícil representar los intereses
de 125 mil habitantes de la ciudad
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No hay vestigios, nombres, iconografía, propaganda,
tumbas reales o palacios, que hablen de un gobernante o una dinastía, como en
la zona maya
Existen evidencias de que en
Teotihuacán, una de las ciudades prehispánicas más grandes del mundo, con
sistemas avanzados de planificación, disciplina y control, no había una
dinastía reinante como hasta ahora se ha creído, sino que pudo haber sido
regida por un cogobierno, aseguró la arqueóloga universitaria Linda Manzanilla
Naim, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.
De acuerdo con su propuesta, la “Ciudad de los Dioses” pudo haber sido gobernada por dos, cuatro o más señores a la vez; es decir, no habría una dinastía única, porque se habrían suscitado continuos golpes de Estado.
Teotihuacán era una ciudad multiétnica, habitada por 125 mil personas, muy diversa en cuanto a clases sociales. Por eso, si hubiera gobernado una sola persona, habría sido difícil representar los intereses de los distintos grupos de la ciudad; en cambio, mediante el cogobierno es más fácil que los jefes de sectores lo hicieran.
Manzanilla Naim, quien hace unos meses fue designada miembro de la Academia de Ciencias de Estados Unidos –primera mujer mexicana en conseguirlo-, reconoció que otro grupo de investigadores, quienes realizan excavaciones en la pirámide de la Luna, asegura que sí existió en Teotihuacán una dinastía única.
“Sostienen que probablemente los grandes monumentos de esa ciudad prehispánica fueron edificados bajo un gobierno coercitivo, en manos de un personaje fuerte. Pero no hay vestigios que nos hablen de tales gobernantes, ni sus nombres, ni su iconografía, ni su propaganda, ni sus tumbas reales o sus palacios, como en la zona maya”, comentó.
Se sabe que durante el periodo Clásico en el área maya había una dinastía, un gobernante, un personaje supremo; pero en Teotihuacán no; no se conocen evidencias de los nombres, ni de las pinturas murales de ellos y tampoco hay documentos históricos sobre la zona.
Manzanilla Naim explicó que todas esas imágenes de procesiones anónimas de sacerdotes y el énfasis que se ponía en la colectividad más que en el individuo, habla de una estructura corporativa; es decir, de un cogobierno.
Mencionó que el orden social de los teotihuacanos estaba establecido no por clases sociales definidas y separadas entre sí, ni como castas, sino por diferencias socioeconómicas. Las clases más pobres y las más ricas comían casi lo mismo, sólo que en distintas proporciones.
Asimismo, tenían prácticamente los mismos materiales en sus casas, sólo que en unas quizá, había más jade que en otras, pero este ornamento también estaba presente en las estructuras de clase baja. Lo mismo sucedía con los objetos del diario. “Era como una gradación sutil de posibilidades socioeconómicas”, enfatizó.
Aunque se ha trabajado en
Teotihuacán desde finales del siglo XIX de manera constante, aún falta mucho
por descubrir. “Todavía no conocemos su forma de gobierno, cómo estaba
organizada y cómo se administraba el Estado, aspectos vitales para entender una
civilización tan compleja como la de esa gran metrópoli”, reconoció.
Al respecto, comentó que dos
de los proyectos en los que trabaja son las excavaciones en Xalla, uno de los
posibles palacios de los gobernantes, ubicado entre las pirámides de la Luna y
del Sol, así como en el monitoreo de esta última.
En el conjunto de Xalla se realizaron
hallazgos importantes. Por ejemplo, se descubrieron grandes jaguares de piedra
labrada, que adornaban una de las fachadas; además, una escultura antropomorfa
de grandes dimensiones, rota a raíz del incendio que sufrió la ciudad hacia el
final de su florecimiento.
“Realizamos excavaciones en el palacio en busca de huellas de actividad doméstica o residencial. Pero hasta ahora hemos encontrado zonas de trabajo de la mica, de pigmentos y, sobre todo, el ámbito ritual. Hay un templo a Tláloc, incluso con incenciarios y estelas pequeñas con el glifo de ese dios”, resaltó.
Explicó que próximamente se colocará un detector de partículas de masa intermedia entre los protones y los electrones –o "muones" cósmicos– en un túnel prehispánico sobre el que fue construida la Pirámide del Sol, para determinar si hay cámaras ocultas.
El aparato medirá durante un año, la entrada de estas radiaciones cósmicas en la pirámide y su distorsión, pero sin dañar el patrimonio arqueológico. Ello ayudará en parte, a determinar si en realidad Teotihuacán fue gobernado por una o más personas.
“De haber un cogobierno,
abundó, habría que ver si están enterrados en la pirámide los restos de los
primeros que inauguraron esa forma de administración o si en realidad nada más
hay uno, quien fue mandatario o sumo sacerdote”, expresó.
Con ambos trabajos, en un año
se podría saber qué sucedió en la Ciudad de los Dioses, porque en ese tiempo
habría avances tanto con el detector como en las excavaciones en Xalla.
Reconoció que trabajar en
Teotihuacán es un reto intelectual para su equipo de investigadores. Pero
“hemos demostrado en el IIA que tenemos la metodología interdisciplinaria más
fina para analizar esos problemas y que tendremos éxito en develarlos”.
La arqueóloga universitaria,
quien ha trabajado en Turquía Oriental, Egipto y Bolivia, explicó que la Ciudad
de los Dioses estuvo habitado hasta aproximadamente el año 575 de nuestra era.
Aunque el incendio con el que comenzó su decaimiento ha sido fechado, gracias a
la colaboración con el Instituto de Geofísica de la UNAM, en el 550 D.C.
Al parecer, explicó, ese
incendio fue producto de una revuelta interna contra los sacerdotes o
gobernantes de la ciudad. Quizá era muy difícil armonizar los intereses de una
población tan vasta, además de que la merma sobre el ambiente, la
deforestación, la falta de alimentos y de agua, así como una posible sequía prolongada,
llegaron en un momento de vulnerabilidad urbana, y pudieron haber desarticulado
la ciudad.
Sobre los últimos habitantes de Teotihuacán, dijo que lo más probable es que después del incendio se comenzó a colapsar el gobierno central y empezaron las migraciones, de tal manera que la mayor parte de los teotihuacanos se fueron, pero vinieron otras poblaciones, del Bajío probablemente, a ocuparla y saquearla.
Linda Manzanilla aseveró que en el valle de Toluca se asentaron nuevos centros Teotihuacanos, fundados a raíz del colapso de la ciudad. Algunos contingentes llegaron por la costa del Pacífico hasta al área maya de Guatemala. Pero también fueron hacia Zacatecas, Michoacán y otras entidades.
Esta metrópoli fue un centro
de control de recursos, como la obsidiana verde proveniente de la ciudad de
Pachuca, y la gris de Otumba; así como del flujo de bienes de la costa del
Golfo a la cuenca de México. Además, la mayor parte de sus habitantes eran
artesanos y ceramistas.
También era la capital de un
Estado, ciudad sagrada planeada según el cosmos mesoamericano, con el cielo, la
parte terrestre dividida en cuatro rumbos y el inframundo.
Manzanilla Naim recalcó que la
ciudad estuvo habitada durante unos seis siglos; es decir, floreció desde
principios de la era cristiana hasta el año 550 o 575, aproximadamente.
“Teotihuacán es una de las ciudades
prehispánicas más grandes del mundo, a la par que Roma y otras más,
planificada, disciplinada y controlada como ciudad, con gran concentración
demográfica. Es un reto comprender cómo se vivía dentro de ella, y cómo era
gobernada tanto la ciudad como el Estado”, concluyó.
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PIES DE FOTO
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Linda Manzanilla,
del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, aseguró que
Teotihuacán pudo haber sido gobernada por dos, cuatro o más señores; es decir,
no había una dinastía única, porque se habrían suscitado continuos golpes de
Estado.
FOTO 2
El orden social de los Teotihuacanos estaba establecido no por clases sociales definidas y separadas entre sí, ni como castas, sino por diferencias socioeconómicas. Las clases más pobres y las más ricas comían casi lo mismo, sólo que en distintas proporciones, reconoció la antropóloga universitaria Linda Ma