14:00 hrs. Julio 10 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-538

Ciudad Universitaria

 

 

Pies de fotos al final del boletín

 

DIVERSIDAD CULTURAL CON RESPETO A LOS DERECHOS HUMANOS

 

·        Para el filósofo Mauricio Beuchot toda cultura tiene la facultad de defenderse y preservar su desarrollo, pero sólo pueden hacerlo aquellas que no se opongan a los derechos humanos

·        Francisco Ibarra, de la FD, dijo que el debate filosófico contemporáneo sobre multiculturalismo ha variado de forma sensible tanto en su extensión como en su terminología

 

El conflicto entre los derechos de una comunidad y los humanos son ocasionados por contradicciones e incompatibilidades que tiene su origen en la legislación, por lo que es necesario hacer un análisis de esos casos con el propósito de eliminar los conflictos, señaló Mauricio Beuchot, del Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIF) de la UNAM.

 

Toda cultura tiene la facultad de defenderse, de preservar su desarrollo y hacerlo prosperar –resistir y subsistir–, pero sólo pueden hacerlo aquellas colectividades respetuosas de los derechos humanos, aseguró Beuchot, quien agregó que los derechos culturales son, de manera innegable, libertades comunitarias.

 

Al participar en el Congreso Internacional Problemas contemporáneos de la filosofía del derecho, organizado por diversas Escuelas, Facultades e Institutos de la Universidad Nacional, el especialista recalcó que los derechos del hombre permiten y favorecen la diversidad cultural, pero entrañan límites. Se debe proteger la multiculturalidad como riqueza social, pero estableciendo ciertos “márgenes de maniobra”. “Tan necesario es acotar la universalidad como la particularidad”.

 

En el Auditorio Héctor Fix-Zamudio del Instituto de Investigaciones Jurídicas, comentó que hay casos en donde los derechos de una comunidad entran en conflicto con los humanos. Se debe dirimir tal disputa, analizar la contradicción y buscar la manera de hacerlos compatibles.

 

Se deben fomentar los aspectos constructivos de las culturas y tratar de minimizar o rechazar los destructivos. Los mismos derechos humanos son una limitante impuesta al deseo de apertura. Son, quizá, el límite frente a las garantías comunitarias, étnicas, culturales e individuales. En todo caso, dijo, se debe “privilegiar a la persona frente a la sociedad”.

 

Beuchot consideró factible imprimirle a estos derechos, a veces muy individualistas, un matiz más comunitario o de mayor compromiso con la colectividad. Ante la globalización las culturas deben aprovechar las ventajas y resistir sus contradicciones.

 

Reconoció que los derechos se aplican de manera diferenciada o con matices. “Debemos entender que el uso de estas facultades se realiza con particularidades. Para ello se requiere una antropología filosófica o filosofía del hombre que hable de la convivencia pacífica multicultural o de interculturalidad”.

 

Recordó que la Revolución Francesa habló de derechos humanos, al grito de libertad, igualdad y fraternidad. “Algo hemos ganado en libertad, un poco de igualdad y casi nada de fraternidad. Tal vez esa es nuestra asignatura pendiente”, señaló.

 

Al hablar de multiculturalismo, Francisco Ibarra, profesor de la Facultad de Derecho (FD) de la UNAM, explicó que el debate filosófico contemporáneo sobre multiculturalismo ha variado de manera sensible tanto en su extensión como en su terminología.

 

A mediados de los ochenta había pocos estudios sobre esta materia en la teoría política. Durante la mayor parte del siglo XX aspectos como diversidad cultural, etnicidad o nacionalismo fueron marginales en los escritos filosóficos liberales. No obstante, en los liberales decimonónicos es frecuente encontrar referencias a tales temas.

Luego de décadas de negligencia por parte de los estudiosos de la filosofía jurídica, los temas sobre derechos de las minorías y el debate multicultural han acaparado la discusión teórica actual. Ello, gracias al colapso del comunismo, que desató una oleada de nacionalismo étnico en Europa del Este, lo cual afectó los procesos de democratización de esos países.

 

En el caso de México y algunos países de América Latina, la apertura democrática que experimentaron después de décadas de autoritarismo, estuvo acompañada por importantes movimientos de reivindicación indígena, destacando el levantamiento armado en Chiapas.

 

Estos acontecimientos políticos mostraron que ni las democracias occidentales ni las emergentes, como la nuestra, habían resuelto los problemas emanados de las diferencias etnoculturales. Por ello, no es sorprendente la decisión de los estudiosos de la teoría política por ocuparse, de manera creciente en los últimos años, del análisis de la diversidad cultural.

 

Por su parte, el director de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, Ambrosio Velasco, opinó que si bien es necesario establecer las diferencias entre una tradición jurídica de usos y costumbres, y la de un sistema codificado, ambos tipos de acontecer excluyentes deben considerarse complementarios en una concepción pluralista del derecho de un Estado nación.

 

Consideró difícil que para una misma comunidad puedan regir un sistema codificado y otro de usos y costumbres. La distinción entre sistemas jurídicos conformados por leyes, por un lado, y usos y costumbres por el otro, plantea un dilema incómodo.

 

“Si valoramos la racionalidad sistemática, la precisión de las leyes escritas y codificadas, la eventualidad y eficiencia de las instituciones y de los profesionales encargados de su aplicación, debemos renunciar a la fundamentación moral de las normas jurídicas, entendidas bajo una vinculación con formas de moralidad social que dan cohesión e identidad a comunidades específicas”, explicó.

 

Si, por el contrario, se valora más la fundamentación de las normas y prácticas del derecho en la moralidad social, arraigada en las comunidades específicas, se tendría que renunciar a la precisión y sistematización de las leyes codificadas.

 

Por último, Ana Lilia Ulloa, directora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad de Jalapa, Veracruz, señaló que en Filosofía de la ciencia hay dos grandes escuelas: la tradicional o positivista, surgida a principios del siglo XX, y la nueva filosofía de la ciencia, cuya gestación comenzó a mediados de los años 50 del siglo XX, y aún vigente.

 

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PIES DE FOTO

 

 

Foto 1

 

El director de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, Ambrosio Velasco, señaló en el Congreso Internacional Problemas contemporáneos de la filosofía del derecho, que debe complementarse la tradición jurídica de usos y costumbres con los sistemas legales codificados.

 

 

Foto 2

 

Mauricio Beuchot, del Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIF) de la UNAM, señaló que toda cultura tiene la facultad de defenderse, de preservar su desarrollo y hacerlo prosperar, pero sólo pueden hacerlo aquellas colectividades respetuosas de los derechos humanos.

 

 

Foto 3

 

En la gráfica, Ambrosio Velasco y Francisco Ibarra, quienes participaron en el Congreso Internacional Problemas contemporáneos de la filosofía del derecho, organizado por diversas instituciones universitarias.