Boletín UNAM-DGCS-433
Ciudad Universitaria
Pies de fotos al final del boletín
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El investigador del Instituto de Ecología,
Rodolfo Dirzo Minjarez, recibió la presea de manos del coordinador de Asesores de
Políticas Públicas de la Presidencia de la República, Eduardo Sojo Garza-Aldape
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La dependencia federal reconoció su
relevante trabajo en materia ecológica
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El especialista advirtió sobre la nueva
amenaza para las selvas tropicales: la pérdida de la fauna
El investigador del Instituto
de Ecología de la UNAM, Rodolfo Dirzo Minjarez, recibió el Premio Nacional al
Mérito Ecológico 2003, de manos del coordinador de Asesores de Políticas Públicas
de la Presidencia de la República, Eduardo Sojo Garza-Aldape, ante la presencia
del secretario del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), Víctor
Lichtinger, como parte de la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente.
Rodolfo Dirzo se hizo acreedor
a esta distinción en la categoría correspondiente al sector académico, por su
destacada trayectoria –reconocida
en el ámbito mundial– en temas sobre ecología y conservación de las selvas de
América, uno de los ecosistemas más amenazado del mundo.
El Premio al Mérito Ecológico
es la presea que otorga el gobierno federal de México, para reconocer acciones
de personas o agrupaciones en pro del ambiente, a través de un jurado designado
por la Semarnat.
En entrevista, el especialista
aseveró que en México a la “amenaza invisible” de la “defaunación” –o pérdida de la fauna–, en particular de animales
medianos y grandes, se suma el problema de la conservación de las selvas
tropicales, que se pierden a una tasa promedio de 2 por ciento anual.
El problema, señaló, podría
tener graves efectos. “Hemos encontrado lo que llamamos ‘cascadas de
consecuencias ecológicas’. Perder a los animales propicia que se modifiquen
procesos naturales que, a su vez, provocan la pérdida de otros componentes de la
riqueza de especies, por ejemplo, las plantas”, explicó.
Recordó que México es un país
reconocido en el mundo por su biodiversidad. Se calcula que dentro de nuestras
fronteras existe alrededor de 10 por ciento de la riqueza de especies de todo
el planeta, cifra “verdaderamente importante”, además de que contamos con la
mayoría de los ecosistemas presentes en la Tierra.
Sin embargo, se estima que
cada año se pierden en promedio 700 mil hectáreas (equivalentes al mismo número
de canchas de fútbol) de bosques y selvas, cifra que varía de acuerdo con la
región y tipo de vegetación.
El doctor Dirzo, con base en
el análisis de imágenes satelitales de la cobertura de la selva en diferentes
momentos y de estudios de campo, ha establecido que hay un gradiente o variación
de amenaza de esos ecosistemas que va del norte al sur.
Precisó que el punto más
norteño de la selva tropical, no en México sino en todo el continente, se halla
en la Huasteca Potosina, donde las tasas de deforestación son “bestialmente
altas”: del 7 por ciento anual.
El siguiente punto se ubica en
Los Tuxtlas donde, hasta hace poco, el
porcentaje de pérdida era de 4 por ciento, aunque ahora disminuye gradualmente
debido a que queda poco por talar o se encuentra inaccesible. Cabe destacar que
en esta área, la UNAM conserva 620 hectáreas de reserva.
Por último, en la selva
Lacandona, la extensión selvática más grande del país, la deforestación es muy
variable, pero en promedio alcanza el 1.6 por ciento cada año. Ese gradiente
también se observa en relación con la riqueza de especies, porque en esta
última área se registra un mayor avance de deterioro, incluso superior a
Veracruz y la Huasteca.
“Entender los cambios en la
distribución espacial, el grado de amenaza y el de riqueza biológica, da una
perspectiva de cómo planear y diseñar estrategias de conservación”, abundó
Dirzo.
Pero más allá de las imágenes
de satélite, donde se observa una cobertura vegetal exuberante de las regiones
donde aún existe selva, en su interior, la fauna ya no está. Venados, jabalíes,
jaguares y hasta los tapires han ido desapareciendo a consecuencia de la
reducción del tamaño de su hábitat, la cacería y el tráfico ilegal de especies.
“Últimamente he investigado
las consecuencias ecológicas de este hecho. El asunto es fascinante desde el
punto de vista biológico, pero lleva implícito un mensaje serio: la disminución
de la capacidad reproductiva de las plantas, por ejemplo”, expresó.
Un venado, al comer el follaje
y pisotear algunos vegetales permite que otros, no tan buenos competidores,
puedan coexistir. Sin los animales medianos y grandes se reduce la riqueza
biológica de las plantas.
Según la opinión de Rodolfo Dirzo,
la defaunación es un problema grave: “Tengo esa impresión, pero es muy difícil
de documentar porque algunas de sus causas directas, la cacería y el tráfico
ilegal, son actividades clandestinas”.
Uno de los pocos sitios sobre
el que se tiene mayor información es Los Tuxtlas, donde la situación es
complicada. El experto y sus estudiantes han notado la ausencia prácticamente
total de las especies de mamíferos medianos y grandes como el mono araña, los
jabalíes, los jaguares y los venados cola blanca, así como de aves de gran
tamaño, entre ellas, el águila arpía.
Al parecer, fuera de selvas
extensas, remotas y bien conservadas, la defaunación es un problema que no se
ha podido cuantificar y que podría afectar los procesos coevolutivos entre
plantas y animales, los cuales se crearon durante miles y millones de años.
Respecto a la posibilidad de
“refaunar”, explicó que es factible, pero muy complejo por razones técnicas y
sociales. En esa reserva, por ejemplo, se requeriría un programa intenso de
educación ambiental mediante el cual se convenza a las comunidades locales de
no cazar los animales.
Otro problema es que se
necesita selva para que la fauna pueda vivir. “Puedo asegurar las hectáreas
bajo el cuidado de la UNAM, pero no alcanzarían para los jaguares. Tendríamos
que reconectar los ‘manchones’ de vegetación que quedan y hacer un hábitat más
extenso”.
Luego, se enfrentarían
dificultades técnicas particulares: de dónde traer los ejemplares, con qué
nivel de variación genética y de cuidados para evitar la propagación de
enfermedades entre la fauna que aún sobreviva.
Es una idea compleja, expuso
el investigador, pero el reto consiste en pasar de una ecología contemplativa a
una curativa, de restauración, y “tengo la esperanza de que la UNAM se vuelva
líder en ese campo”.
Dirzo Minjarez reconoció que
aunque en México existe una tradición bien establecida en el estudio de las
selvas tropicales, sus formas de vida son tantas que “aún nos falta mucho por
conocer”. Perderlas significaría desperdiciar recursos que potencialmente
pudieran ser benéficos, como nuevos fármacos, alimentos o fibras, entre otros
usos.
Por eso, y por los llamados
servicios ambientales que brindan los ecosistemas a los humanos, como evitar la
erosión del suelo, el calentamiento del planeta y el efecto invernadero,
deberíamos conservarlos.
El desafío radica, entonces,
en encontrar el punto intermedio entre las posturas extremas de “no tocar” la
selva o destruirla, para que se combine la preservación de los hábitats con
actividades productivas para la población local.
Finalmente, el investigador
dijo “sentirse optimista” porque hay decretos para las diversas áreas naturales
protegidas; el reto es que sean operativos, que se continúe con la
investigación y se incorpore a las comunidades en las acciones a emprender. En
el mantenimiento de los recursos naturales deben involucrarse todos los
sectores de la sociedad, finalizó.
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FOTO 1
El investigador del Instituto de
Ecología de la UNAM, Rodolfo Dirzo Minjarez, recibió el Premio Nacional al
Mérito Ecológico 2003. En la gráfica, lo felicitan Luis H. Álvarez, Eduardo
Sojo y Víctor Lichtinger.
FOTO 2
Por su trayectoria en temas sobre ecología y conservación de las selvas de América, entre otros, el investigador del Instituto de Ecología de la UNAM; Roberto Dirzo Minjarez, obtuvo el Premio Nacional al Mérito Ecológico 2003, en la categoría correspondiente al sector académico.