11:00 hrs. Mayo 22 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-396

Ciudad Universitaria

 

Pies de foto al final del boletín

 

ROSARIO CASTELLANOS, UNIVERSITARIA DESTACADA Y ESCRITORA UNIVERSAL

 

·        La poeta, cuentista, novelista, ensayista y dramaturga, en toda su creación literaria y docente, así como en su actuación como mujer, tendió a liquidar estructuras humanas que por injustas deberían desaparecer: Aurora Ocampo, del IIFl

·        Para Graciela Hierro, directora del PUEG, es la segunda madre simbólica del feminismo en México y creadora de una "metodología" retomada por mujeres de todo el mundo: la ironía, producto de la inteligencia

 

Rosario Castellanos fue una de las escritoras mexicanas más completas, no solo por ser extraordinaria poeta, cuentista, novelista, ensayista y dramaturga, sino porque en sus libros, artículos y cátedras, y en su actuación como mujer, tendió siempre, con gran humor, a liquidar aquellas estructuras humanas que por injustas deberían desaparecer, aseguró Aurora Ocampo, del Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFl) de la UNAM.

 

No sólo eso. Castellanos es la segunda madre simbólica del feminismo en México –la primera es Sor Juana Inés de la Cruz– y creadora de una "metodología feminista" retomada por mujeres de todo el mundo: la ironía, producto de la inteligencia, donde los argumentos se llevan hasta sus últimas consecuencias, añadió Graciela Hierro, directora del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG).

 

En el aniversario 78 del nacimiento de una de las universitarias más destacadas del siglo XX –ocurrido el 25 de mayo de 1925 en la ciudad de México–, la maestra Ocampo, quien fuera su alumna, ayudante y amiga, refirió que la también periodista estuvo comprometida con su tiempo, para quien “nada de lo humano fue ajeno”.

 

"Su alianza será, a partir de siempre, con el débil, porque ya desde la adolescencia, en agobiante torbellino, la ha abrasado la ira que en ella despierta el ver entronizada a la alevosía", escribe el estudioso literario Raúl Ortiz y Ortiz en la presentación del disco compacto de poesía de Castellanos, perteneciente a la colección "Voz Viva de México", recién editado por la Dirección de Literatura de la Coordinación de Difusión Cultural de UNAM.

 

Castellanos buscó siempre la equidad en el conocimiento y en los derechos humanos, y su lucha no fue con tristeza o amargura, sino con gran sentido del humor, dijo Graciela Hierro. Asumió con orgullo su condición femenina, dándose cuenta de la diferencia sexual, de que las mujeres no son ni quieren ser como los hombres; tampoco pretendió actuar trágicamente. Sólo buscó "Otro modo de ser humano y libre/ Otro modo de ser", como menciona en su poema Meditación en el umbral.

 

Según palabras de la propia autora, "escribir ha sido, más que nada, explicarme a mí misma las cosas que no entiendo". De hecho, aseguró Aurora Ocampo, llegó a la literatura –a la poesía, primero, único género que publicó de 1948 a 1957– por sufrimiento: "Escribo porque yo, un día, adolescente,/ Me incliné ante un espejo y no había nadie./ ¿Se da cuenta? El vacío. Y junto a mí los otros/ chorreaban importancia".

 

Sufrió desde pequeña porque fue hija de un hacendado, dueño de muchas tierras cerca de Comitán, Chiapas, a donde Rosario fue llevada a los pocos días de nacida; sus padres hubieran querido que su primer hijo fuera varón.

 

Luego nació su hermano; sin embargo, años después falleció y ella oyó decir a su madre "mejor se hubiera muerto mi hija”. ¿Quién heredaría las tierras? ¿Quién? Eso da una idea del dolor que tuvo desde niña y de la inseguridad que padeció por mucho tiempo, explicó Ocampo.

 

En el suelo chiapaneco recibió amor, atención y cariño de su nana, pero también le angustió el trato que le daban a ésta por ser mujer indígena, lo mismo que al resto de los excluidos y desvalidos.

 

En una entrevista revela sus sentimientos: "creí que el hecho de abandonar Chiapas a los 16 años y vivir en la ciudad de México me impulsaría a escribir sobre personas y problemas muy intelectuales. No fue así, la gente que en mis escritos pugnaba por salir era la de Chiapas".

 

Así se muestra en su novela inicial, Balún Canán (o "nueve estrellas", nombre que según la tradición dieron los mayas al sitio donde hoy se encuentra Comitán); en Ciudad Real, su primer libro de cuentos, y Oficio de Tinieblas, su segunda novela, obras que en conjunto forman la trilogía indigenista más importante de la narrativa mexicana del siglo XX.

 

Rosario estudió la carrera de filosofía en esta casa de estudios. A mediados de 1950 una jovial ponente sustenta, lúcida, los argumentos en defensa de su tesis Sobre cultura femenina, y para graduarse en la Facultad de Filosofía y Letras (FFL) discurre ante los miembros de un jurado, que no pueden contener risa ni asombro frente a tanto ingenio y valentía en una memorable sesión que deja huella en Mascarones, escribe Raúl Ortiz.

 

Desde entonces en toda su obra, el personaje más importante fue la mujer, analizada bajo muchos puntos de vista, como la que se rebela contra el dominio de cualquier tipo. Castellanos luchó contra la discriminación femenina en todos los terrenos.

 

Más tarde, en la Universidad de Madrid llevó cursos de estética y estilística, becada por el Instituto de Cultura Hispánica. A su regreso, según datos del Diccionario de Escritores Mexicanos editado por la UNAM, fue promotora de cultura en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas en Tuxtla Gutiérrez, en 1952.

 

De 1954 a 1955, con la Beca Rockefeller, escribió poesía y ensayo. Los dos siguientes años trabajó en el Centro Coordinador del Instituto Indigenista de San Cristóbal de las Casas; luego, de 1958 a 1961 fue redactora de textos escolares en el Instituto Indigenista de México.

 

"… combina su apasionada entrega a las letras con afanes altruistas: primero en el Instituto Indigenista de Chiapas –tierra de sus padres, campo de batalla en donde se pavonea orondo el blasón de la injusticia, pero ante todo fuente de inspiración, y constante escenario para los relatos en la primera fase de su obra­–, más tarde decidirá consagrarse, en buena parte de su vida activa, a la enseñanza", abunda Ortiz y Ortiz.

 

 

Otras de sus creaciones son Álbum de familia, Los convidados de agosto, Rito de iniciación, Mujer que sabe latín ("que todas las mexicanas, preocupadas por el feminismo hemos leído con gran atención", según Graciela Hierro), Poesía no eres tú. Obra poética 1948-1971 y la obra de teatro El eterno femenino, publicada de forma póstuma; además de una colección de artículos periodísticos reunidos en El uso de la palabra y  El mar y sus pescaditos.

 

En alguna ocasión comentó que sólo había vivido lo redactado y eso, en opinión de Ocampo, es muy importante debido a que sólo mediante la escritura hay memoria de lo experimentado. Transformó en obra de arte, en personajes de tres dimensiones, lo que vivió.

 

Para Graciela Hierro, Castellanos fue una escritora y pensadora de primer nivel, cuya filosofía se plasmó en su poesía y sus novelas, como Balún Canán, de "profundidad metafísica". Se trata de una autora que no sólo pertenece a México, sino a todo el mundo.

 

No resiste el impulso de compartir con el lector cuanto le apasiona y mantiene activa para superar el abatimiento; lee con creciente avidez a los clásicos ingleses y norteamericanos en el original, señala Ortiz, quien a partir de 1962 compartió la Cátedra de Literatura Comparada con Rosario.

 

A pesar de sus logros como autora, que la hicieron obtener los premios Chiapas (1958), Xavier Villaurrutia (1961), Sor Juana Inés de la Cruz (1962), Carlos Trouyet de Letras (1967) y Elías Sourasky de Letras (1972), su mayor triunfo fue haber sido profesora. Lo que sufrió, que fue mucho, lo transformó en lecciones para sus clases en la FFL.

 

Así lo manifiesta Aurora Ocampo, su "alumna de tiempo completo" y ayudante, además de "heredera" por concurso de las cátedras de Rosario en la Facultad desde que ésta se fue como embajadora de México en Israel –donde falleció por una descarga eléctrica el 7 de agosto de 1974–. “Enseñó a sus estudiantes a analizar la obra literaria, sobre todo la narrativa, desde adentro, involucrándose con ella”, reveló.

 

“Esperábamos su clase como si fuéramos a una fiesta, porque se entregaba, se abría por completo. Frente a sus alumnos, en el aula, se expresaba mejor que en sus textos, probablemente porque la estimulábamos”, abunda.

Cada vivencia cotidiana con su esposo, Ricardo Guerra –con quien estuvo casada 13 años–; con su único hijo, Gabriel; el resto de su familia y amigos, así como con la lectura, la trasformaba en enseñanza, "por eso fue tan gran maestra".

 

Con ella, analizar cualquier libro, fuera de filosofía, historia o literatura, era una experiencia vital y así lo enseñó a quienes asistieron a sus clases de Novela hispanoamericana contemporánea, Literatura iberoamericana comparada y Seminario de crítica en la FFL, que impartió de 1961 a 1971.

 

Tal fue la importancia de su papel como mentora que, de acuerdo con los que asistieron a sus cátedras, quienes no lo hicieron no la conocieron por completo.

 

También supo ser extraordinaria amiga; uno sabía que podía contar con ella en situaciones difíciles, añadió Aurora Ocampo: "Si de alguien recibí entusiasmo por lo que hacía, fue siempre de Rosario".

 

Castellanos, quien se sentía una "hija de la Universidad Nacional", fue jefa de Información y Prensa en esta casa de estudios (de 1961 a 1966), en la administración de Ignacio Chávez.

 

De 1966 a 1967 fue profesora invitada de las universidades de Wisconsin y Bloomington, luego de la Universidad Hebrea de Jerusalem, desde su nombramiento como embajadora de México en aquel país, en 1971, hasta su muerte.

 

Para Hierro, Rosario Castellanos es una de las mujeres más destacadas que ha tenido la Universidad Nacional y la más sobresaliente de su época, "de primer nivel", erudita (lectora de Virginia Woolf, Simone Weil y Simone de Beauvoir), de quien las mexicanas "tenemos mucho que aprender".

 

En Ciudad Universitaria, manifiesta Ortiz, la palabra de Rosario Castellanos resuena en todos los ámbitos, porque su nombre ("que no abrevio por ninguna razón") identifica una figura vigorosa entre las plumas más originales que habían comenzado a destacar a partir de los años cincuenta. Desde sus primeros intentos literarios cosecha triunfos en todos los géneros abordados, y en todos descuella.

 

Esta universitaria, pionera en muchos sentidos, tuvo una prematura desaparición a los 49 años de edad. Su muerte, ocurrida en Tel Aviv hace casi 29 años, se debió al mencionado accidente, cuando se electrocutó al encender una lámpara después de ducharse.

 

Su chofer se dio cuenta, relata Ocampo, y llamó a una ambulancia, sin embargo, camino al hospital, su corazón no resistió más y murió. Por órdenes del entonces presidente Luis Echeverría, sus restos fueron sepultados en la Rotonda de los Hombres Ilustres –hoy de las Personas Ilustres–, en la ciudad de México.

 

Como homenaje póstumo, el poeta chiapaneco Jaime Sabines escribió Recado a Rosario Castellanos: "Sólo una tonta podía dedicar su vida a la/ soledad y al amor./ Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara,/ si lámpara encendida,/ desperdiciada lámpara de día eras tú…/"

 

En 26 años, de 1948 a 1974, Rosario Castellanos dedicó sus mejores momentos, los más lúcidos y plenos, a crear una obra que la expresara de cuerpo entero. Y que al expresarla fuese una especie de registro del mundo en el que le tocó vivir, comentó en alguna ocasión Emmanuel Carballo.

 

“Quizá alguien decida hurgar entre papeles polvorientos y encuentre textos dignos de ver la luz después de muchos años. Una artista a la que se considera archivada en los linderos de la fama –acaso por tratarse de la pluma sobre la que más tesis se escriben en México y en el extranjero, y que más ha sido traducida– tiene tanto que decir todavía. Muchas son las sorpresas que nos reserva la escritora íntegra, la mujer cabal e indestructible”, concluye Raúl Ortiz.

 

 

 

 

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PIES DE FOTO

 

Foto 1

Rosario Castellanos tendió siempre, con gran humor, a liquidar aquellas estructuras humanas que por injustas deberían desaparecer, indicó Aurora Ocampo, del Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, con motivo del 78 aniversario del nacimiento de la escritora.

 

Foto 2

Graciela Hierro, directora del Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM, afirmó que después de Sor Juana Inés de la Cruz, la segunda “madre simbólica” del feminismo en México es Rosario Castellanos, de quien el 25 de mayo se celebra el 78 aniversario de su nacimiento.

 

Foto 3

La escritora Rosario Castellanos, de quien se celebra este año el 78 aniversario de su nacimiento, enseñó a sus estudiantes a analizar la obra literaria, sobre todo la narrativa, “desde adentro, involucrándose en ella”, señaló quien fuera su discípula, ayudante y amiga Aurora Ocampo, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

 

 

Foto 4

El 25 de mayo se celebra el aniversario 78 del nacimiento de una de las universitarias más destacadas del siglo XX, la poetisa, cuentista, novelista, ensayista y dramaturga Rosario Castellanos.