Boletín UNAM-DGCS-287
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EL ESTRÉS AFECTA LA SALUD Y EL RENDIMIENTO INTELECTUAL DE LOS NIÑOS
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Entre los síntomas destacan cambios
fisiológicos como manos sudorosas, dolor de cabeza y de los músculos,
alteraciones del sueño, así como episodios de ira frecuentes, entre otros
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El problema puede presentarse en todos los
infantes por igual, sin importar su edad o estrato socioeconómico, aseguró el
académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Benjamín Domínguez
Trejo
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El tratamiento para estos menores busca que
el niño conozca las causas que lo provocan y le enseña a enfrentarse a él, así
como a buscar alternativas
A pesar de que la población
infantil padece estrés por ser parte de su proceso de adaptación, de acuerdo
con las estimaciones internacionales entre el 10 y el 23% sufren sus efectos
negativos en la salud y el rendimiento intelectual, advirtió el académico de la
Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Benjamín Domínguez Trejo.
Este problema, que constituye
un factor de riesgo para la salud de los niños, puede ser de mucho impacto y
como consecuencia provoca problemas de neurodermatitis, excoriaciones en la
piel y constantes estados de nerviosismo, entre otros efectos, precisó.
Asimismo, abundó, un niño con
estrés presenta cambios fisiológicos: manos sudorosas; dolor de cabeza, en los
músculos y en el abdomen; alteraciones del sueño; episodios de ira frecuentes,
y/o falta de concentración inmanejables. Uno de los sitios donde lo manifiestan
con mayor claridad es en la escuela, porque les cuesta trabajo entender lo que
les dice el profesor.
Informó que, desde hace 25
años, su grupo de investigación ha analizado este problema en el que se observa
que los límites entre el estrés positivo y negativo son tenues y bastante complejos.
De acuerdo con un estudio
realizado de manera conjunta con otros especialistas, el cual incluyó una
encuesta a mil 500 menores de nivel primaria en el país -además de la labor ya
desarrollada en hospitales- entre el 15 y 25% tienen problemas de estrés
negativo, sobre todo los que radican en la ciudad de México.
Este problema –explicó- tiene
que ver, sobre todo, con la alta concentración poblacional. Las principales y
mayores fuentes de estrés positivo y negativo para los humanos provienen de otros
humanos.
Aseguró que este padecimiento
afecta a toda la gente por igual, sin importar la edad; incluso se presenta en
los neonatos, a quienes se les detecta a través de mediciones que muestran el
cambio de temperatura periférica de la piel, sobre todo en los pies, así como
en la frecuencia cardiaca.
Tampoco importa el sector
socioeconómico al que pertenezca el infante, agregó, pues la única diferencia
es que en unos casos los padres tienen recursos para pagar un especialista que
ayude a sus hijos y en otros carecen de ellos.
En cualquier estrato social
hay problemas, continuó. Entre las clases económicamente privilegiadas están el
aburrimiento y el hastío, mientras que en las de escasos recursos el principal
dilema es la privación, pero en ambas situaciones se producen niveles iguales o
equivalentes de estrés.
Autor del manual Manejo y
conocimiento del estrés en niños, elaborado como resultado de los años de
investigación sobre el tema, Domínguez Trejo sentenció: “nadie puede presumir
que esté libre de los efectos negativos del estrés”.
Los menores afectados por lo general son
desatendidos. Muchos médicos o maestras clasifican a un infante con
dificultades de estrés como niño problema, cuando lo único que ocurre es que
está demasiado activado y no maneja bien los procesos de adaptación.
En el caso de infantes
enfermos, con padecimientos muy serios como cáncer, su problema de salud se
duplica si además padecen estrés, aunque el segundo no necesariamente es
consecuencia del primero.
Domínguez Trejo destacó que,
de acuerdo con su experiencia hospitalaria, mientras más se detecte esta
tensión y se intervenga para que el menor aprenda a manejarla, sus
posibilidades de recuperación serán mejores en un problema de salud serio.
El problema para un niño es que
el padecer estrés negativo se le vuelve con facilidad un hábito y si continúa
así de forma continua, ya sea una vez a la semana o cinco años seguidos, será
un adolescente que cada vez que tenga un examen padecerá síntomas de gastritis
o cefalea tensional, y diez años después tendrá problemas serios de salud, como
una úlcera o presión arterial elevada.
Coautora del texto mencionado,
Consuelo Hernández Troncoso dijo que el límite del estrés puede estar
determinado por las diferencias individuales de los sujetos. De acuerdo a sus
vivencias para enfrentar las situaciones de mucha tensión nerviosa, los
infantes tendrían que modularse cuando existe un padecimiento que los
inhabilite o altere su entorno.
Al respecto, expuso que la
experiencia con pacientes que padecen dolor crónico permitió establecer un
programa de tipo preventivo para el
manejo y control en niños.
Ahí se señalan los principales
detonadores de estrés y su impacto, que a la larga puede resultar desastroso o
en una mala adaptación, entre los que se cuentan el ambiente familiar: la
angustia de este tipo en el adulto suele iniciar la de los niños, pues la toman
como propia y viven en medio de tensión.
Otros factores fundamentales,
planteó Hernández Troncoso, son el ámbito escolar y los retos. Si el menor vive
diferentes situaciones de tensión y estrés de manera adaptativa no hay
problema. Pero, cuando éste lo rebasa, lo vuelve cada vez más inhábil para
afrontar un examen, un profesor exigente, compañeros que se burlan de su
aspecto físico y más circunstancias que ocurren en su entorno escolar.
Tanto Benjamín Domínguez como
Consuelo Hernández coincidieron en que así como hay factores de riesgo que
pueden propiciar que el infante sea vulnerable al estrés, también hay otros que
lo protegen y amortiguan sus efectos.
Como grupo de investigación,
manifestaron, han adaptado procedimientos de evaluación y creado otros que
permiten saber con exactitud quiénes son los menores a los que el estrés les
produce efectos negativos.
Entre los métodos utilizados
en los últimos 25 años destacan desde las tradicionales entrevistas y encuestas
–que proporcionan poca información sobre cómo afecta este padecimiento al
enfermo–, hasta los procesos más recientes que permiten medir lo que ocurre en
el cuerpo del niño cuando está bajo estrés. A este se le conoce como
“procedimiento de evaluación psicofisiológica”.
Es decir, detallaron, “dejamos
que el cuerpo del niño hable y nos diga qué le está pasando”. Para eso se usan
instrumentos especiales psicofisiológicos llamados equipos de retroalimentación
biológica.
Los académicos de la FP
especificaron que la mayor parte de su trabajo lo realizan con niños muy
enfermos que están hospitalizados, a quienes afectan padecimientos como cáncer
o sufren las consecuencias de accidentes serios, y han encontrado que algunos
de ellos también presentan estrés.
Los procedimientos de
evaluación utilizados son mediciones sobre la piel del niño. Para ello usan
instrumentos electrónicos adaptados o construidos por ellos mismos, los cuales
permiten medir la actividad de sus músculos con precisión y así saber si está
tranquila o angustiada. Dichos instrumentos también pueden ser empleados en
adultos
De acuerdo con el manual para evaluar el
estrés, indicaron, la situación del niño puede conocerse cuando responde cómo
enfrenta las diferentes circunstancias ante las cuales su cuerpo reacciona de
manera distinta.
Se trata de que el menor
afectado aprenda que el estrés es una situación que lo pone alerta o detona una
serie de respuestas que van a dar como consecuencia una respuesta adaptativa o
desadaptativa.
Se le enseña al niño a conocer
las causas que le provocan esa angustia, así como enfrentarse a ella y buscar
alternativas.
En el manual recién publicado
el propósito es que los infantes conozcan de manera directa, con la orientación
de algún adulto –papá o mamá-, lo básico sobre lo que les pasa cuando están
bajo estrés.
En el texto se muestran
algunos dibujos, especialmente diseñados para ellos, respecto al sudor excesivo
de las manos, los músculos duros de los hombros, así como el corazón
“asustado”, todos los cuales son ingredientes del estrés.
La meta del trabajo clínico es
enseñarle a las personas a identificar a los niños con estrés, para comenzar el
tratamiento.
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PIES DE FOTO
FOTO 1
Benjamín Domínguez Trejo, académico de la Facultad de
Psicología (FP) de la UNAM sostuvo que a pesar de que la población infantil en
general padece estrés por ser parte de su proceso de adaptación, de acuerdo con
las estimaciones internacionales entre el 10 y el 23% sufren sus efectos
negativos en la salud y el rendimiento intelectual.
FOTO 2
Consuelo Hernández Troncoso, de la Facultad de
Psicología de la UNAM, señaló que el límite del estrés infantil puede estar
determinado por las diferencias individuales, por lo que la experiencia con
pacientes permitió establecer un programa de tipo preventivo .