06:00 hrs. Abril 18 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-287

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del  boletín

 

 

EL ESTRÉS AFECTA LA SALUD Y EL RENDIMIENTO INTELECTUAL DE LOS NIÑOS

 

·        Entre los síntomas destacan cambios fisiológicos como manos sudorosas, dolor de cabeza y de los músculos, alteraciones del sueño, así como episodios de ira frecuentes, entre otros

·        El problema puede presentarse en todos los infantes por igual, sin importar su edad o estrato socioeconómico, aseguró el académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Benjamín Domínguez Trejo

·        El tratamiento para estos menores busca que el niño conozca las causas que lo provocan y le enseña a enfrentarse a él, así como a buscar alternativas

 

A pesar de que la población infantil padece estrés por ser parte de su proceso de adaptación, de acuerdo con las estimaciones internacionales entre el 10 y el 23% sufren sus efectos negativos en la salud y el rendimiento intelectual, advirtió el académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Benjamín Domínguez Trejo.

 

Este problema, que constituye un factor de riesgo para la salud de los niños, puede ser de mucho impacto y como consecuencia provoca problemas de neurodermatitis, excoriaciones en la piel y constantes estados de nerviosismo, entre otros efectos, precisó.

 

Asimismo, abundó, un niño con estrés presenta cambios fisiológicos: manos sudorosas; dolor de cabeza, en los músculos y en el abdomen; alteraciones del sueño; episodios de ira frecuentes, y/o falta de concentración inmanejables. Uno de los sitios donde lo manifiestan con mayor claridad es en la escuela, porque les cuesta trabajo entender lo que les dice el profesor.

Informó que, desde hace 25 años, su grupo de investigación ha analizado este problema en el que se observa que los límites entre el estrés positivo y negativo son tenues y bastante complejos.

 

De acuerdo con un estudio realizado de manera conjunta con otros especialistas, el cual incluyó una encuesta a mil 500 menores de nivel primaria en el país -además de la labor ya desarrollada en hospitales- entre el 15 y 25% tienen problemas de estrés negativo, sobre todo los que radican en la ciudad de México.

 

Este problema –explicó- tiene que ver, sobre todo, con la alta concentración poblacional. Las principales y mayores fuentes de estrés positivo y negativo para los humanos provienen de otros humanos.

 

Aseguró que este padecimiento afecta a toda la gente por igual, sin importar la edad; incluso se presenta en los neonatos, a quienes se les detecta a través de mediciones que muestran el cambio de temperatura periférica de la piel, sobre todo en los pies, así como en la frecuencia cardiaca.

 

Tampoco importa el sector socioeconómico al que pertenezca el infante, agregó, pues la única diferencia es que en unos casos los padres tienen recursos para pagar un especialista que ayude a sus hijos y en otros carecen de ellos.

 

En cualquier estrato social hay problemas, continuó. Entre las clases económicamente privilegiadas están el aburrimiento y el hastío, mientras que en las de escasos recursos el principal dilema es la privación, pero en ambas situaciones se producen niveles iguales o equivalentes de estrés.

 

Autor del manual Manejo y conocimiento del estrés en niños, elaborado como resultado de los años de investigación sobre el tema, Domínguez Trejo sentenció: “nadie puede presumir que esté libre de los efectos negativos del estrés”.

 

Los menores afectados por lo general son desatendidos. Muchos médicos o maestras clasifican a un infante con dificultades de estrés como niño problema, cuando lo único que ocurre es que está demasiado activado y no maneja bien los procesos de adaptación.

 

En el caso de infantes enfermos, con padecimientos muy serios como cáncer, su problema de salud se duplica si además padecen estrés, aunque el segundo no necesariamente es consecuencia del primero.

 

Domínguez Trejo destacó que, de acuerdo con su experiencia hospitalaria, mientras más se detecte esta tensión y se intervenga para que el menor aprenda a manejarla, sus posibilidades de recuperación serán mejores en un problema de salud serio.

 

El problema para un niño es que el padecer estrés negativo se le vuelve con facilidad un hábito y si continúa así de forma continua, ya sea una vez a la semana o cinco años seguidos, será un adolescente que cada vez que tenga un examen padecerá síntomas de gastritis o cefalea tensional, y diez años después tendrá problemas serios de salud, como una úlcera o presión arterial elevada.

 

Coautora del texto mencionado, Consuelo Hernández Troncoso dijo que el límite del estrés puede estar determinado por las diferencias individuales de los sujetos. De acuerdo a sus vivencias para enfrentar las situaciones de mucha tensión nerviosa, los infantes tendrían que modularse cuando existe un padecimiento que los inhabilite o altere su entorno.

 

Al respecto, expuso que la experiencia con pacientes que padecen dolor crónico permitió establecer un programa de tipo preventivo  para el manejo y control en niños.

 

Ahí se señalan los principales detonadores de estrés y su impacto, que a la larga puede resultar desastroso o en una mala adaptación, entre los que se cuentan el ambiente familiar: la angustia de este tipo en el adulto suele iniciar la de los niños, pues la toman como propia y viven en medio de tensión.

 

Otros factores fundamentales, planteó Hernández Troncoso, son el ámbito escolar y los retos. Si el menor vive diferentes situaciones de tensión y estrés de manera adaptativa no hay problema. Pero, cuando éste lo rebasa, lo vuelve cada vez más inhábil para afrontar un examen, un profesor exigente, compañeros que se burlan de su aspecto físico y más circunstancias que ocurren en su entorno escolar.

 

Tanto Benjamín Domínguez como Consuelo Hernández coincidieron en que así como hay factores de riesgo que pueden propiciar que el infante sea vulnerable al estrés, también hay otros que lo protegen y amortiguan sus efectos.

 

Como grupo de investigación, manifestaron, han adaptado procedimientos de evaluación y creado otros que permiten saber con exactitud quiénes son los menores a los que el estrés les produce efectos negativos.

 

Entre los métodos utilizados en los últimos 25 años destacan desde las tradicionales entrevistas y encuestas –que proporcionan poca información sobre cómo afecta este padecimiento al enfermo–, hasta los procesos más recientes que permiten medir lo que ocurre en el cuerpo del niño cuando está bajo estrés. A este se le conoce como “procedimiento de evaluación psicofisiológica”.

 

Es decir, detallaron, “dejamos que el cuerpo del niño hable y nos diga qué le está pasando”. Para eso se usan instrumentos especiales psicofisiológicos llamados equipos de retroalimentación biológica.

 

Los académicos de la FP especificaron que la mayor parte de su trabajo lo realizan con niños muy enfermos que están hospitalizados, a quienes afectan padecimientos como cáncer o sufren las consecuencias de accidentes serios, y han encontrado que algunos de ellos también presentan estrés.

 

Los procedimientos de evaluación utilizados son mediciones sobre la piel del niño. Para ello usan instrumentos electrónicos adaptados o construidos por ellos mismos, los cuales permiten medir la actividad de sus músculos con precisión y así saber si está tranquila o angustiada. Dichos instrumentos también pueden ser empleados en adultos

 

De acuerdo con el manual para evaluar el estrés, indicaron, la situación del niño puede conocerse cuando responde cómo enfrenta las diferentes circunstancias ante las cuales su cuerpo reacciona de manera distinta.

 

Se trata de que el menor afectado aprenda que el estrés es una situación que lo pone alerta o detona una serie de respuestas que van a dar como consecuencia una respuesta adaptativa o desadaptativa.

 

Se le enseña al niño a conocer las causas que le provocan esa angustia, así como enfrentarse a ella y buscar alternativas.

 

En el manual recién publicado el propósito es que los infantes conozcan de manera directa, con la orientación de algún adulto –papá o mamá-, lo básico sobre lo que les pasa cuando están bajo estrés.

 

En el texto se muestran algunos dibujos, especialmente diseñados para ellos, respecto al sudor excesivo de las manos, los músculos duros de los hombros, así como el corazón “asustado”, todos los cuales son ingredientes del estrés.

 

La meta del trabajo clínico es enseñarle a las personas a identificar a los niños con estrés, para comenzar el tratamiento.

 

 

 

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PIES DE FOTO

 

FOTO 1

 

Benjamín Domínguez Trejo, académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM sostuvo que a pesar de que la población infantil en general padece estrés por ser parte de su proceso de adaptación, de acuerdo con las estimaciones internacionales entre el 10 y el 23% sufren sus efectos negativos en la salud y el rendimiento intelectual.

 

FOTO 2

 

Consuelo Hernández Troncoso, de la Facultad de Psicología de la UNAM, señaló que el límite del estrés infantil puede estar determinado por las diferencias individuales, por lo que la experiencia con pacientes permitió establecer un programa de tipo preventivo .