Boletín UNAM-DGCS-280
Ciudad Universitaria
Pies de fotos al
final del boletín
EN MÉXICO FALTAN
PERROS GUÍAS PARA CIEGOS
· La cifra actual en todo el país es de aproximadamente 60 canes entrenados, afirmó Isidro Castro Mendoza, de la FMVZ de la UNAM
·
El adiestramiento cuesta aproximadamente 15
mil dólares por cada animal
·
No hay ninguna institución formal dedicada a
esta labor
·
Representan los ojos de los invidentes, pero
desgraciadamente esto muchas veces no se entiende
Si bien es cierto que en
nuestro país no existen estadísticas acerca del número de personas ciegas, hay
datos que hacen pensar que el 10% de la población es débil visual; y si todos
ellos necesitaran un perro guía, cuando menos estaríamos hablando de una
demanda de entre cinco y ocho millones de perros. Sin embargo, no hay ninguna
instancia dedicada a esta labor.
A decir de Isidro Castro
Mendoza, profesor de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la
UNAM, lo que pasa es que, en términos generales no se le da al minusválido el
lugar y trato que merece dentro de la sociedad, “y para que esto suceda habría
que hacer un proyecto de desarrollo de cultura al respecto”.
Por ejemplo, aseguró, “aunque
parezca increíble, si vas a Perisur dice en las puertas: se prohibe entrar con
perros; cuando, para un ciego, es como si le dijeras: quítate los ojos”.
Contrariamente, en los países desarrollados se tienen facilidades para ellos,
pero la sociedad latina en general, y la mexicana en particular, “esconde al
minusválido”.
Sucede también que, por lo
regular, al ver un can de esas características, a las personas les dan ganas de
empezar a acariciarlo, lo cual hace que -en esos casos- pierda el
entrenamiento. “No se le toma como un elemento de apoyo, como sucede con un
bastón”.
La sociedad no ha recibido la
información indispensable para saber como ayudar a este tipo de personas y
animales.
Los invidentes, afirmó,
cuentan con sus otros cuatro sentidos y tienen la necesidad social de
relacionarse. Por eso, habría que hacer un programa educativo a través del cual
se hable de la importancia de los canes para los ciegos.
Resaltó la falta de un
organismo dedicado a criar y reproducir este tipo de animales, los cuales no se
pueden vender. Existe un código universal de este tipo de escuelas el cual
señala que, como los minusválidos desarrollan grados de histerismo o
inadaptación, es probable que practiquen el maltrato a los canes; por lo tanto,
para que dichas instituciones no pierdan el control sobre el perro, sólo lo
“prestan” y lo pueden recoger en cualquier momento.
“Nosotros –dijo– estamos
intentando desde hace casi cinco años establecer una escuela y nos hemos
encontrado con muchos tropiezos”. Además, sólo hay otra instancia donde se
realiza este trabajo.
Estos perros, explicó, sufren
un contraentrenamiento. Como normalmente ladran, defecan y muerden, lo que se
les enseña es a reprimir esas conductas; y para que sea efectivo, se lleva a
cabo una minuciosa selección de los animales adecuados. La mejor raza para ser
guía de ciegos, recalcó, es la de labrador.
Para ser entrenados, estos
canes deben haber nacido en una escuela de perros guías o en un hogar, lo cual
facilita el proceso de socialización al que se le somete. “Debe conocerse su
origen, porque si provienen de la calle seguramente tendrán más vicios, los
cuales serán más difíciles de corregir”, señaló Castro Mendoza.
El animal crece junto a su
mamá durante los tres primeros meses y, una vez que la madre lo desteta, se le
envía con una familia “de adopción”, la cual previamente recibió un
entrenamiento con la idea fundamental de que conviva con él durante más o menos
seis meses o un año. Durante ese periodo, lo que el can aprende es a
comportarse como un perro frente a un humano. “Si no se logra este equilibrio,
el perro puede ser muy perro, no tener respeto por el humano, o sentirse muy
humano, humanoide”, agregó.
Al finalizar el proceso de
sociabilización, el can regresa a la escuela. Ahí se le practican una serie de
pruebas para valorar su temperamento. Si las pasa, es esterilizado, porque el
único instinto que no se le puede cambiar a ningún animal es el sexual, y los
lazarillos no pueden vivir esta situación, ya que si pasara cerca de él una
perra en celo podría seguirla y tirar al ciego.
Una vez castrado, continuó
Castro Mendoza, el perro empieza su entrenamiento, que más o menos dura entre
uno y tres meses, dependiendo de la habilidad que tenga para aprender. Cuando
termina, se le hace al ciego una entrevista para definir su perfil psicológico
y para una mejor asignación se observa la fuerza que tiene, así como su edad,
si el invidente es mujer u hombre, niño o una persona mayor, alto o flaco,
entre otros factores.
Posteriormente, el perro
entrena con el ciego durante un mes o mes y medio en la escuela, o en un lugar
previamente determinado, para después hacerlo en la casa del invidente, donde
continúa su aprendizaje de una a cuatro semanas, dependiendo de lo complejo de
la vida de la persona. Una vez formado el binomio perro-hombre empiezan a trabajar. Pero, no todo termina
ahí: “cada seis meses o cada año –lo cual depende de lo que el ciego informe-
es reentrenado, por si ha tenido algunos vicios o se le ha olvidado alguna
cosa”.
Hecho esto, el perro se
convierte en parte de la familia y más o menos presta sus servicios durante
seis a ocho años. Puede vivir mucho más pero, al estar siempre bajo gran
cantidad de estrés –por que llevan la responsabilidad de la vida de una persona
y trabajan ocho horas diarias-, pasado este tiempo hay que cambiarlos por otro,
siguiendo exactamente el mismo proceso.
La idea, indicó Castro
Mendoza, es que el ciego entienda que el perro es parte importante de su vida,
le dé alimento y tratamiento médico adecuados. “La gente en general es
consciente, pero hay informes en otros países que indican lo contrario”.
En todo México, informó, debe
haber unos 60 perros guía para ciegos. Entrenarlos cuesta aproximadamente 15
mil dólares, con lo cual “le das de comer a varias familias por varios meses
más en México”. Y todos –excepto algunos que donó la FMVZ el año pasado– son traídos de Estados Unidos, concluyó.
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PIES DE FOTO
FOTO 1
Se calcula que en
México hay entre cinco y ocho millones de débiles visuales. Sin embargo, no hay
ninguna institución dedicada a entrenar perros guías de ciegos, destacó Isidro
Castro, profesor de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM.
FOTO 2
Isidro Castro,
profesor de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, comentó
que debería desarrollarse en nuestro país un proyecto de desarrollo de una
cultura encaminada al entrenamiento de perros guías para ciegos.