06:00 hrs. Abril 11 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-272

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del  boletín

 

PARTEAGUAS EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD, EL DESCUBRIMIENTO, HACE 50 AÑOS, DEL ADN

 

·        Entender que el ácido desoxirribonucleico es la molécula de la herencia permitió desarrollar proyectos como el genoma humano y las terapias génicas que mejorarán la calidad de vida de todos

·        En Universum, Enrique Reynaud Garza, del Instituto de Biotecnología, mencionó que el hallazgo de James Watson y Francis Crick fue revolucionario

 

El descubrimiento de la estructura helicoidal del ADN hace 50 años fue un evento maravilloso, la primera ventana al desarrollo de la biología molecular. Fue un parteaguas en la historia de la humanidad, casi tan grande como la invención de la imprenta, porque entender que el ácido desoxirribonucleico es la molécula de la herencia permitió leerla y, al hacerlo, desarrollar proyectos como el genoma humano y las terapias génicas que mejorarán la calidad de vida de todos nosotros.

 

Así lo expresó el doctor Enrique Reynaud Garza, del Instituto de Biotecnología de la UNAM, al dictar la conferencia El genoma humano, en la Sala Juárez del Museo de las Ciencias, Universum.

 

Mencionó que, a partir del descubrimiento realizado el 28 de febrero de 1953 y dado a conocer en la revista Nature el 25 de abril del mismo año, ha habido un desarrollo enorme, que cada día se acelera más el conocimiento y las técnicas de la biología molecular. Por ello, el hallazgo fue revolucionario.

Reynaud Garza explicó que gracias a James Watson y Francis Crick, quienes por su trabajo recibieron el Premio Nobel de Medicina en 1962,  se pudo determinar la estructura del ADN, resultado obtenido de su investigación en el Cavendish Laboratory de la Universidad de Cambridge.

 

Se trata de una cadena doble donde la información está codificada en un alfabeto de cuatro letras –A,C,T,G, correspondientes a los nucléotidos adenina, citosina, timina y guanina–, letras que en triplete producen palabras (o codones) que codifican para aminoácidos que a su vez se transfieren a las proteínas.

 

Esa misma molécula, que no cambia su ancho con respecto a la longitud, le dice a una bacteria, a un roble o a un humano cómo serlo, es decir, el ADN dentro de nosotros, “empaquetado” en los cromosomas en el interior del núcleo de las células, determina cómo funcionamos, abundó el científico.

 

Recordó que el viaje hacia el desarrollo del genoma humano pasó, entre otros hechos, por la demostración de que los cromosomas, vehículo de la herencia, no sólo están formados de ADN (que transfiere la información), sino de proteínas, que desde el punto de vista bioquímico, son más interesantes y con una estructura más compleja.

 

El genoma, dijo, es la información necesaria para construir un organismo, cualquiera que éste sea. Dentro del núcleo, funciona como una biblioteca con libros de las cocinas de todo el mundo: china, mexicana, francesa, tibetana, etcétera. Luego cada célula establece un restaurante de comida típica de un solo país y sólo abre el libro correspondiente.

 

De ese modo, las células se diferencian en un tipo específico, para formar tejidos, un hígado o un corazón. “Aunque tienen toda la información, utilizan sólo ciertos genes”. Cuando la célula decidió qué hará, se registra un proceso de transferencia de información dada por la molécula de RNA (ácido ribonucléico) mensajero.

 

El genoma humano, abundó el biotecnólogo, está hecho de 3 mil millones de bases, que “traducido” a las letras A,T,G y C, equivaldría a tener tres mil directorios de la ciudad de México uno junto a otro, o a tres mil discos flexibles (de un mega) para computadora.

Al respecto mencionó que “es difícil imaginar que tenemos esa cantidad de información en todas y cada una de las células, pero es muy interesante”. La secuencia del genoma humano que se ha obtenido es de “nadie” porque se trató de una mezcla del ADN de varias personas, un promedio estereotípico.

 

Enrique Reynaud expuso que se ha podido determinar que los humanos somos 99% idénticos a los chimpancés, “así que habría que definir qué es humano y qué no. Lo importante es entender cómo esos pequeños cambios nos hacen tan distintos”.

 

Dentro de las células hay una maquinaria genética que se encarga de mantener el “control de calidad” de nuestro ADN. Un solo gene, un cambio en esos tres mil millones de letras causa una mutación que puede provocar enfermedades como distrofia muscular en un niño o cáncer.

 

La oportunidad de entender el cuerpo humano implica también poder repararlo. Conocer qué tipo de proteínas produce cada uno de los genes puede convertirse en un blanco para producir fármacos nuevos o terapia génicas que podrán curar o evitar la aparición de síndromes genéticos.

 

Al mismo tiempo, se presentan una gran cantidad de preguntas éticas y morales. Si vamos a poder vivir mucho tiempo habría que cuestionar cuánto tiempo y cómo queremos hacerlo, o bien, quién tendrá acceso a los nuevos tratamientos. “¿Habrá humanos pobres que nunca serán curados y sólo los ricos podrán ser inmortales? ¿Se volverán baratos? ¿Quién deberá tener acceso a la información genética de las personas?”.

 

La inteligencia, la sensibilidad artística y hasta las tendencias sexuales están dadas por la interacción de muchos genes; una conjunción dada resulta en un potencial determinado. “No tenemos todavía las herramientas para saber qué combinación se necesita para hacer un Einstein o un Mozart, y dudo que lo sepamos pronto”. En tanto, ya se desarrollan terapias génicas y nuevos fármacos surgen contra todo tipo de enfermedades genéticas y no genéticas, finalizó.

 

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PIES DE FOTO

 

FOTO  01

 

Enrique Reynaud Garza, investigador del Instituto de Biotecnología de la UNAM, aseguró que a partir del descubrimiento de la estructura del ADN, en 1953, cada día se acelera más el conocimiento y las técnicas de la biología molecular.

 

 

FOTO 02

 

En el Museo Universum, Enrique Reynaud, del Instituto de Biotecnología, mencionó que la oportunidad de entender el cuerpo humano implica también poder repararlo. Conocer qué tipo de proteínas produce cada gen puede convertirse en blanco para producir nuevos fármacos.