Boletín UNAM-DGCS-238
Ciudad
Universitaria
Pies de fotos al
final del boletín
DESIGUALDAD,
DISCRIMINACIÓN, RACISMO Y SUBDESARROLLO, LIGADOS AL TRABAJO DOMÉSTICO
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Académicos universitarios piden generar
mecanismos para proveer de seguridad social y una pensión en caso de jubilación
o invalidez a quienes desempeñan esta actividad
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El jurista Alfredo Sánchez Castañeda dijo
que aunque la actividad está regulada por la Ley Federal del Trabajo, pareciera que quienes la ejercen tienen
menos derechos
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María Luisa González, del IIEc, reconoció
que hay discriminación salarial hacia las mujeres a pesar de ser ellas quienes realizan, en su mayoría, esa labor
(89%).
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Julia Chávez, de la ENTS, opinó que este
trabajo se está revalorando en años recientes
Para académicos de la UNAM, la presencia del
trabajo doméstico en México es, de alguna forma, sinónimo de desigualdad social
y subdesarrollo, además de discriminación y racismo, porque quienes lo realizan
son personas de escasos recursos económicos, en su mayoría campesinos e
indígenas.
Con motivo del Día Internacional de las
Empleadas del Hogar, que se celebra el 30 de marzo, los universitarios se
manifestaron a favor de realizar una campaña para que todas las personas
dedicadas a esta labor conozcan sus derechos y se generen los mecanismos para
proveerles de seguridad social y una pensión en caso de jubilación o invalidez.
El integrante del Instituto de Investigaciones
Jurídicas, Alfredo Sánchez Castañeda, señaló que esta relación laboral está
regulada por la Ley Federal del Trabajo (LFT) bajo el régimen de trabajos
especiales y, paradójicamente, "pareciera que tienen menos derechos".
Para María Luisa González Marín, del Instituto
de Investigaciones Económicas, existe –además- discriminación salarial hacia
las mujeres, a pesar de ser ellas quienes realizan, en su mayoría, esa labor
(89%).
En tanto, Julia Chávez, coordinadora del Centro
Estudios de la Mujer de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS), reconoció
que esta actividad se está revalorando, sobre todo entre quienes laboran fuera
de casa y tienen que dejar en manos de otras mujeres sus actividades y sus
hogares.
Los universitarios coincidieron en que el
trabajo doméstico es prácticamente inexistente en los países desarrollados,
donde no sólo resulta muy caro contratar a alguien para realizar los quehaceres
del hogar (a través de empresas de colocación que les otorgan prestaciones, o
bien, a migrantes), sino que, además, se considera que toda la población tiene
los mismos derechos y obligaciones, y por lo tanto es mal visto tener “servidumbre”.
En nuestro país la situación es otra. Los
números van a la alza: según datos del Instituto Nacional de Estadística,
Geografía e Informática (INEGI), de 1990 a 2000 la población cuya ocupación
principal es el trabajo doméstico aumentó del 0.1 al 0.7% en los hombres, y del
11.6 al 12.4% en las mujeres.
María Luisa González refirió que, en efecto,
las cifras se incrementaron en términos absolutos junto con el crecimiento de
la población, aunque no sucede lo mismo con el porcentaje de mujeres dedicadas
a esa actividad.
En 1910, el 69% del total de trabajadoras se
ocupaban como "sirvientas" o "criadas" (como se les
denominaba entonces); para 1970 la proporción disminuyó a 43%, y en 1995 a 28%.
Hoy, cifras del INEGI, publicadas por CIMAC
(Comunicación e Información de la Mujer, A.C.), muestran que en el país hay un
millón 700 mil trabajadoras del servicio doméstico, de las cuales casi el 10%
se concentra en el Distrito Federal.
En opinión de Chávez Carapia, las cifras van en
aumento debido a la situación económica del país. Los indicadores son “el
número de hombres desempleados y que el dinero no alcanza, por lo que ellas
deben incorporarse al mercado laboral para dar a su familia mejores condiciones
de vida”.
Pero ¿quiénes son ellas? Se trata de un
universo heterogéneo. Son personas de escasos recursos y de baja escolaridad,
muchas migran del campo; unas tienen pareja, otras son madres solteras. En
promedio tienen cuatro hijos, a quienes tratan de enviar, a toda costa, a la
escuela.
Chávez Carapia manifestó que al hablar de
trabajadoras domésticas “no se puede generalizar”, porque es muy amplia la gama
de personas dedicadas a esa labor, tanto como sus edades, que van desde los 12
ó 13 años hasta más de 60.
También varían sus ingresos. Según un estudio
realizado por la propia académica de la ENTS en la Ciudad de México, van de los
50 a los 150 pesos por jornada, la cual por lo general no alcanza las 8 horas
de trabajo, ya que se trata de una labor “de entrada por salida”. En este caso,
el sueldo depende del número de horas laborales y la zona donde se presta el
servicio.
Otras trabajan de planta con una familia, donde
se les da techo, alimento, un sueldo menor que a las antes mencionadas y un día
de salida a cambio de estar disponibles entre 12 y 18 horas al día para atender
cualquier necesidad que surja en la casa.
En promedio, según González Marín, las
domésticas trabajan 35 horas a la semana y dedican otras 26 a los quehaceres en
su hogar, después de la jornada laboral remunerada.
De acuerdo con el estudio realizado por la
profesora de la ENTS (con una muestra de 127 personas en el D.F.), 80% de las
trabajadoras domésticas ocupa toda la semana en el trabajo, con horarios que
van de las 7 de la mañana a la 1 o 2 de la tarde, y el resto del día se dedican
a su familia.
En más de la mitad de los casos, añadió, la
pareja no sabe que ellas desempeñan esa actividad, por temor a que no las dejen
continuar o a que les quiten sus ingresos.
Respecto a los salarios, la investigadora del
IIEc mencionó que la proporción del ingreso medio de las mujeres es de 71.7%
con respecto al 100% de los hombres; es decir, se trata de una actividad que, a
pesar de ser de predominio femenino, está discriminada.
Por ser un trabajo agotador –en el que, además,
pueden verse sometidas a acoso sexual de parte del “señor” de la casa o de sus
hijos, así como a tratos vejatorios y humillantes, además de ser segregadas de
la sociedad- las mujeres prefieren colocarse como obreras en una maquiladora o
como empleadas de limpieza de un consultorio o empresa, expuso.
La palabra "doméstico" proviene del
latín domesticus, y de domus, que significa casa, lo relativo a la casa. La
existencia de este trabajo es antigua. Ya sea bajo la forma de esclavitud o de
modelos más actuales, siempre han existido personas que se han valido del
trabajo ajeno para evitarse faenas inherentes al cuidado de las personas y el
hogar.
En el antiguo régimen romano se encuentra al
trabajador doméstico con la calidad de objeto y no de sujeto. La Constitución
de Cádiz de 1812, que tuvo corta vigencia en México, estableció en su artículo
25 que los derechos del ciudadano se perdían por el estado de sirviente
doméstico.
No fue sino hasta la Constitución de 1917
cuando se otorgó a esta labor una naturaleza de carácter social, al mencionarlo
en el proemio del artículo 123. Fue regulado, con posterioridad, por la ley
laboral de 1931 y, finalmente, por la de 1970.
En la actualidad, la legislación establece que
el trabajador deberá disfrutar de reposos suficientes para tomar sus alimentos
y descansar por la noche (aunque no procede el pago de horas extras).
Asimismo, en los artículos 337 a 339 de la LFT
hay tres obligaciones especiales para los empleadores: proporcionar al
trabajador un local cómodo e higiénico para dormir, una alimentación sana y
satisfactoria, así como condiciones laborales que aseguren su vida y su salud.
También guardar consideración al trabajador
absteniéndose de todo mal trato de palabra o de obra, y la obligación de
cooperar en su instrucción general; asimismo, en caso de enfermedad, pagar el
salario de un mes o, de muerte, sufragar los gastos del sepelio.
Alfredo Sánchez explicó que el trabajo
doméstico consiste en la prestación de un servicio personal, por lo que no se
considera una actividad productiva que genera ganancias monetarias.
“Hay autores que mencionan que sí genera una
plusvalía, aunque es indirecta, porque libera al empleador de ese tipo de
labores para que pueda realizar otras actividades. Empero, es difícil medirla”.
Bajo esa consideración, los trabajadores no perciben aguinaldo ni son inscritos
al seguro social.
Por ello, había que realizar una reforma legal,
para otorgarles al menos esta última prestación, por medio de cuotas o
aportaciones depositadas en un fondo para cada trabajador doméstico, de acuerdo
con el número de horas que labore para su empleador.
Otra opción, señaló el jurista, es incentivar
al empleado a adquirir un seguro familiar (de enfermedad), establecido en la
Ley del Seguro Social mediante una aportación adicional de quienes lo
contraten.
De modo ideal, sería necesario crear mecanismos
para que, en caso de enfermedad, puedan ser atendidos, así como otorgarles
pensión por jubilación o invalidez, porque a largo plazo no cuentan con ningún
tipo de protección.
Sugirió fomentar la existencia de contratos de
trabajo por escrito, porque hasta ahora la relación entre el empleado y el
empleador para realizar cierta actividad de aseo o de asistencia en una casa,
se da mediante un trato verbal.
Dicho documento, abundó, permitiría al
trabajador tener una referencia de sus derechos y establecer los parámetros de
la actividad laboral.
Al respecto, sostuvo que, como el resto de los
trabajadores, la mayoría de los empleados del hogar desconocen sus derechos
laborales; entre ellos la situación se agrava por su bajo nivel de instrucción.
Por ello, se requiere una efectiva campaña de información.
También, afirmó el experto en derecho laboral,
sería necesario otorgarles salarios que fueran remuneradores; es decir, que no
sólo les permitan sobrevivir, sino incrementar sus ingresos.
Sánchez Castañeda planteó que dado que el
trabajo doméstico es aislado, resulta difícil que quienes se dedican a él
formen sindicatos. Hasta ahora sólo existen asociaciones civiles como el
Colectivo Atabal.
Ahí se trabaja por la reivindicación y
valoración económica, política y social del trabajo doméstico, así como de las
mujeres que desempeñan ese servicio, como parte fundamental de la eliminación
de las desigualdades en las relaciones sociales. Entre sus objetivos se
encuentra fomentar la participación activa de las empleadas del hogar en la
defensa de sus derechos como mujeres, trabajadoras y ciudadanas.
El reto, finalizó, es dejar la situación de
estos trabajadores como está o intentar mejorarla. En él está involucrada la
conciencia misma de la sociedad.
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Foto 1
Julia Chávez
Carapia, coordinadora del Centro de Estudios de la Mujer de la Escuela Nacional
de Trabajo Social (ENTS) reconoció que, por fortuna, el trabajo doméstico se
está revalorando, sobre todo entre quienes laboran fuera de casa y tienen que
dejar en manos de otras mujeres sus actividades y sus hogares
Foto 2
El número de
trabajadoras del servicio doméstico va en aumento debido a la situación
económica del país. Los indicadores son “el número de hombres desempleados y
que el dinero no alcanza, por lo que ellas deben incorporarse al mercado
laboral, señaló Julia Chávez Carapia, coordinadora del Centro de Estudios de la
Mujer de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS)
Foto 3
María Luisa
González Marín, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc), manifestó
que existe una discriminación salarial hacia las mujeres con respecto de los
hombres, a pesar de ser ellas quienes realizan, en su mayoría, esa labor (89 %)