06:00 hrs. Marzo 29 de 2003

 

Boletín UNAM-DGCS-234

Ciudad Universitaria

 

 

Pies de fotos al final del boletín

LA ACTUAL LEGISLACIÓN EN MATERIA DE CIENCIA Y  TECNOLOGÍA NO GARANTIZA EL APOYO A ESTOS RUBROS

 

·        El sólo marco normativo no asegura de ninguna manera lograr mejor vinculación entre los sectores productivo y académico: Jaime Martuscelli Quintana

·        Es necesario aumentar el presupuesto destinado a dichas actividades, aseguró el coordinador de Asesores de Rectoría de la UNAM

 

La Ley de Ciencia y Tecnología, así como la Ley Orgánica del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), aprobadas por la Cámara de Diputados en abril del año pasado, no son garantía de que la investigación científica y tecnológica reciba el apoyo que requiere, prerrequisito indispensable del desarrollo del país, indicó Jaime Martuscelli Quintana.

 

El solo marco normativo no asegura de ninguna manera –esto ha quedado demostrado en el pasado–, lograr mejor vinculación entre los sectores productivo y académico; tampoco la consolidación de las estructuras científicas, aseveró el coordinador de Asesores de Rectoría de la UNAM.

 

La única posibilidad de mejorar dicha situación es que aumente el presupuesto destinado a esos rubros, resaltó durante la conferencia “Implicaciones de las nuevas leyes de ciencia y tecnología y la Ley Orgánica del Conacyt”, que ofreció en el Auditorio “A” de la Facultad de Química de esta casa de estudios.

 

“El gran problema de este país, para mi gusto, es que tenemos un solo ente que apoya la ciencia y la tecnología”, sostuvo, y agregó que en Estados Unidos, por ejemplo, solamente hay un organismo que ayuda a la investigación básica, la National Science Fundation, la cual tiene un presupuesto de mil millones de dólares; pero, adicionalmente, cuenta con los Institutos Nacionales de Salud, cuyo presupuesto asciende a más de 20 mil millones de dólares.

 

Aunque lo más interesante, agregó, es que en nuestro vecino del norte tiene varias decenas de miles de fundaciones que apoyan la ciencia y la tecnología, a las cuales recurren frecuentemente los investigadores.

 

En México, comentó, la filantropía no ha llegado a esos límites, “y el único cajón que tenemos para desarrollar ciencia básica, me temo, son sus propias dependencias o el Conacyt”.

 

Aún así, el funcionario universitario dijo sentirse optimista sobre la reglamentación actual. Agregó que habrá que seguir luchando y presionando, sobre todo a través del Foro Consultivo, Científico y Tecnológico, en el cual se aglutinan justamente los órganos consultivos en materia de ciencia y tecnología que existían hasta antes de emitirse las leyes mencionadas.

 

Dichas leyes fueron aprobadas por unanimidad, –reuniendo las funciones de todos aquellos–, pero simplificadas y orientadas a cuestiones estratégicas, y con el propósito primordial de mejorar la eficiencia de la función consultiva.

 

Muchos de los aspectos contemplados en ambos ordenamientos jurídicos, explicó, tratan de cristalizar los esfuerzos realizados en los últimos 30 años, así como de recoger las demandas muy sentidas de la comunidad científica y tecnológica respecto a los apoyos que nosotros consideramos indeclinables por parte del Estado mexicano.

 

En el Ciclo de Conferencia Semanales La ciencia más allá del aula, coordinado por Lena Ruiz Azuara, de la FQ, refirió que fue hasta diciembre de 1970 cuando se creó el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Este, manifestó, fue el primer acto de gobierno de Luis Echeverría Álvarez como presidente de la República.

 

“Fue un gesto  que la    comunidad     científica     –entre ellas la académica- realmente apreció, particularmente porque la ciencia se ha desarrollado en especial por las universidades y, en mucho, por las públicas”, destacó Martuscelli.

 

Seis años después, abundó, se formuló el primer programa del gobierno federal encaminado al desarrollo de esos dos rubros; Después, se elaboraron los de 1978, 1984, 1990, 1995 y, actualmente, tenemos el de 2001-2006.

 

Sin embargo, expresó, “durante los tres primeros no había una ley que obligara al Conacyt a elaborar el Programa Nacional de Ciencia y Tecnología; éstos fueron hechos dentro de lo que se llama en la jerga federal el Sistema Nacional de Planeación”.

 

Fue hasta 1985 cuando se expidió la Ley para Coordinar y Promover el Desarrollo Científico y Tecnológico, orientada fundamentalmente a establecer los mecanismos de coordinación entre las diferentes secretarías de Estado de la administración pública federal, así como a sentar las bases para lo que se llamó el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, promovido por la Secretaría de Programación y Presupuesto. No obstante, no operó nunca.

 

Más adelante, hacia 1989, Carlos Salinas de Gortari creó el Consejo Consultivo de Ciencia de la Presidencia de la República, que todavía existe, aunque “muy precario en estos momentos”, porque su conformación no permitió a sus integrantes participar de forma proactiva en la promoción de esos sectores.

 

Fue hasta 1993, hace 10 años, cuando se reformó el artículo 3º de la Constitución Política de nuestro país para precisar, por primera vez, el compromiso del Estado de apoyar a la investigación científica y tecnológica.

 

“Una vez hecho esto, había que hacer la ley que regulara esta reforma constitucional. Así, en 1999 se emitió la Ley para el Fomento de la Investigación Científica y Tecnológica”, a raíz de la cual se estableció el Foro Permanente de Ciencia y Tecnología, los fondos sectoriales de investigación y desarrollo tecnológico y el Registro Nacional de Instituciones de Investigación, entre otras cuestiones.

Pero esa normatividad ya fue abrogada. Sólo duró en operación poco más de tres años. Inclusive operaba todavía su reglamentación cuando llegó la nueva administración federal y, en diciembre del año 2001, el presidente Vicente Fox envió la iniciativa para reformar y adicionar la Ley para el Fomento de la Investigación Científica y Tecnológica y expedir una nueva Ley Orgánica del Conacyt.

 

Emitir leyes, concluyó Martuscelli Quintana, siempre da la esperanza de que finalmente el crecimiento de la ciencia y la tecnología pudieran tener un desarrollo sostenido, y no interrumpido repetidamente, como ha sucedido en nuestro país.

 

 

 

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La Ley de Ciencia y Tecnología, así como la Ley Orgánica del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) no son garantía de que la investigación científica y tecnológica reciba el apoyo que requiere, prerrequisito indispensable del desarrollo del país, indicó Jaime Martuscelli Quintana, coordinador de Asesores de Rectoría de la UNAM.

 

FOTO 2

Emitir leyes siempre da la esperanza de que finalmente el crecimiento de la ciencia y la tecnología pudieran tener un desarrollo sostenido, y no interrumpido repetidamente, como ha sucedido en nuestro país, aseguró Jaime Martuscelli Quintana, coordinador de Asesores de Rectoría de la UNAM.