Boletín UNAM-DGCS-184
Ciudad Universitaria
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DEFENDER NUESTRAS INSTITUCIONES, LA MEJOR FORMA DE CONMEMORAR LA EXPROPIACIÓN PETROLERA
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Tiene un profundo significado en la historia de México: Fabio Barbosa,
del IIEc
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Según Rebeca de Gortari, del IIS, uno de los retos actuales de Pemex es
continuar como pilar del gasto gubernamental
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El historiador Ricardo Pérez Montfort refirió que una desapropiación
total de la industria petrolera encontrará resistencia en diversos sectores
La expropiación petrolera tiene un significado
profundo en la historia de México y forma parte de nuestra identidad nacional.
Por ello, la mejor forma de conmemorar su 65 aniversario es redoblar la defensa
de nuestras instituciones, afirmó el investigador Fabio Barbosa Cano, del Instituto
de Investigaciones Económicas (IIEc).
Ese hecho, acontecido en 1938 por decreto del
presidente Lázaro Cárdenas, representó para la sociedad mexicana y el gobierno
el desafío de rescatar sus recursos naturales y significó una lucha cotidiana
contra los intereses extranjeros afectados,
los cuales en la actualidad intentan retomar el control del petróleo,
elemento de primera importancia para el desarrollo económico del país, aseguró.
Petróleos Mexicanos, en opinión de Rebeca de
Gortari, investigadora y secretaria académica del Instituto de Investigaciones
Sociales, enfrenta hoy el reto no sólo de seguir siendo una empresa estratégica
para el país y de atender las nuevas exigencias del mercado externo, sino de
continuar como el pilar del gasto gubernamental.
Por ello, es necesario analizar a la
paraestatal como sostén del modelo económico que se desea impulsar y redefinir
su relación con el gobierno federal, de modo que sea autónoma y capaz de tomar
decisiones técnicas y administrativas, en relación con cómo y cuándo se debe
explorar, producir o exportar el recurso.
Para Ricardo Pérez Montfort, historiador y
director de la Revista de la Universidad de México, la eventual desapropiación
total de la industria petrolera "afectaría mucho al ámbito ideológico de
ciertos sectores de la sociedad y las herencias de la Revolución Mexicana, por
lo que va a encontrar mucha resistencia".
Aunque ya no gobierna el Partido Revolucionario
Institucional, "en la conciencia popular –sí se puede hablar de ésta en
términos tan amplios- en los sectores medios y, desde luego, en ciertas áreas
de la actividad política en las que el nacionalismo todavía es una bandera o un
principio", ese proceso resultará
difícil.
Barbosa Cano se pronunció a favor de una
reforma energética en materia petrolera, pero aquella que "nos lleve a
asegurar la máxima recuperación y aprovechamiento de los hidrocarburos en
nuestros yacimientos, el uso adecuado de las reservas, así como disponer de instrumentos
de fiscalización y administración, lo cual exige que participen organismos
técnicos altamente capacitados. Pemex no es de los administradores ni del
gobierno federal en turno".
Manifestó que la "batalla" en defensa
de los recursos estratégicos del país tiene que librarse en el
"frente" del desarrollo tecnológico. Debe lucharse porque los
ingresos por petróleo tengan el mejor uso posible, no en gasto corriente, sino
en el fortalecimiento del presupuesto para instituciones de educación superior
y de investigación como la propia UNAM, por ejemplo.
A pesar de que en su momento la expropiación
petrolera significó recuperar la soberanía, en la medida en que el gobierno no
tenía control sobre dicha variable -que ha representado en la historia un
impulso para la economía de las naciones-, hoy, debido a la carencia de
recursos financieros, ha sido necesaria la creciente apertura del sector; para
respaldar proyectos con capital extranjero.
Ningún país, continuó Barbosa, puede pretender
vivir de espaldas al proceso de la globalización, pero sí conviene proteger la
autonomía tecnológica y financiera. En ese sentido, el resguardo de los
recursos estratégicos es parte de la defensa de la soberanía y la seguridad
nacionales.
Consideró correcta la participación del capital
privado nacional y extranjero en la industria petroquímica (fabricación de
productos inorgánicos, base de la industria química, farmacéutica, cosmética,
de plásticos, etcétera) sólo si las plantas se quedan en territorio nacional y
parte de las ganancias son reinvertidas en nuestro país.
De ese modo se mejora la balanza comercial y se
evitan importaciones, además de que se fortalece el empleo. "Con estas
condicionantes, no deberíamos cerrarnos a la contribución de los recursos
externos en el desarrollo de nuestra industria", expresó.
Ninguna nación, añadió, puede llegar a la
absoluta autonomía financiera y tecnológica, además se debe recordar que, a
través de la historia, hemos tenido en México participación de capital privado
en muchas áreas de la industria petrolera. "Con transparencia, limitado a
un programa de desarrollo del sector y de la industria, sí es conveniente la
participación del capital extranjero".
Después de la expropiación, abundó, Pemex
atendió al mercado interno en el contexto de una economía proteccionista.
Luego, con nuestras debilidades financieras y tecnológicas, quedamos insertos
en un nuevo orden petrolero mundial donde nos convertimos en exportadores de
crudo e importadores de gasolina.
En el peor momento de la compra de gasolina,
uno de cada cuatro litros provenía del exterior. En la actualidad esa
tendencia, aunque menor, continúa junto con la importación del gas natural, que
es mucho más seria.
Mencionó que en el presente se producen
aproximadamente 3.2 millones de barriles de petróleo al día. Es un volumen
importante y muestra de ello es que desde que comenzó la explotación del
recurso en nuestro país (1901) y hasta el momento de la expropiación se
produjeron alrededor de mil 500 millones, cifra que hoy se alcanza en un año.
El problema, añadió, es que más de la mitad de
esa materia prima se vende al exterior (Estados Unidos, principalmente), sin
ningún proceso de elaboración, o sea, sin valor agregado. Esta situación debe
ser una preocupación que se sume a la defensa cotidiana de la industria
petrolera nacional.
Barbosa aseguró que, con base en estudios de
exploración y reservas de crudo, es posible establecer que México tiene un
potencial tan importante que seguirá participando en el mercado mundial de
petróleo por alrededor de cinco décadas más. Se estima que para el 2006 la
producción alcance niveles de 4 millones de barriles diarios, y para el 2010 de
4.2 millones.
Reconoció que un porcentaje de los campos
petroleros ha entrado en fase de declinación de su producción, lo cual no
significa que se deban apresurar las reformas legislativas que permitan la
apertura del sector, sino implica que se formen organismos técnicos, los cuales
vigilen las operaciones y establezcan si la explotación actual es racional o
no.
De los 300 campos que existen en el territorio
nacional (incluyendo los de gas), tan sólo en 30 se aplican sistemas de
inyección de agua para lograr un mejor barrido –y por lo tanto aprovechamiento-
de los hidrocarburos. Ese y otros retos, como el mantenimiento de los pozos,
forman parte de la necesaria reforma en el sector energético.
Según Rebeca de Gortari, ha habido una serie de
intentos para que Pemex se transforme o funcione como una empresa privada.
"No se trata de su venta a los intereses privados, sino de modificar su
funcionamiento". Así sucedió cuando se descentralizó en cuatro grandes
organismos: Refinación; Exploración y Producción; Gas y Petroquímica Básica, y
Petroquímica.
Desde que el nacionalismo económico (originado
con la expropiación de 1938 y que estuvo vigente hasta la década de los 80) se
abandonó, no ha sido claro para los gobiernos -incluido el actual- qué tipo de
empresa debe ser Petróleos Mexicanos.
En la actualidad funciona de manera
contradictoria, porque es una empresa pública que aspira a comportarse como
privada, pero sin la autonomía para la toma de decisiones y el uso de sus
recursos, al grado que el Ejecutivo interviene en la designación del Consejo de
Administración, así como en la supervisión de sus políticas, y la secretaría de
Hacienda controla sus ingresos y egresos.
De tal modo que prácticamente la
totalidad de los ingresos de Pemex va al gasto público y poco le queda para
financiar su propio desarrollo y procesos, como los de exploración y explotación
del recurso.
Por ello, para que una reforma energética en
materia de petróleo sea viable, es necesario asegurar primero que Pemex
responda a los imperativos de una verdadera empresa; es decir, que garantice la
recuperación, aprovechamiento y administración racional de los recursos, y que
sus políticas sean establecidas por organismos técnicos.
De Gortari reseñó que la nacionalización de la
industria petrolera (cuya gestación puede observarse mediante tres vertientes:
su papel para el desarrollo económico del país, las relaciones entre éste e
Inglaterra y Estados Unidos, así como entre el gobierno mexicano y el
movimiento obrero) se puede ver como un proceso que culminó en 1938, pero que
se fue preparando desde finales de la década de 1920.
Desde el inicio del gobierno de Lázaro Cárdenas
quedó expresada en el Plan Sexenal la voluntad de continuar recibiendo a los
capitales extranjeros, pero con nuevas reglas. El plan era cambiar la relación
con las compañías inglesas y estadounidenses, recuperando la soberanía del
Estado sobre los recursos, además de que
pagaran más impuestos.
A eso se añadió el descontento de los
trabajadores petroleros, quienes, ya con la Ley Federal del Trabajo establecida
(1931) exigían mejores condiciones laborales y sueldos.
Pérez Montfort explicó que los problemas por el
petróleo en México iniciaron con su explotación misma, durante el gobierno de Porfirio Díaz, no
sólo entre el Estado concesionario y las compañías, sino por la tenencia de la
tierra donde se realizaba, la organización de los trabajadores, etcétera.
En 1911, Francisco I. Madero puso el primer
freno a las ya ricas compañías al decretar un impuesto sobre la producción
petrolera. Más tarde, en 1917, la Constitución en su artículo 27 estableció que
la tierra y los recursos naturales eran propiedad de la Nación.
La expropiación del viernes 18 de marzo de
1938, dada a conocer al pueblo a las 10 de la noche a través de todas las
estaciones de radio del país, fue resultado de un proceso muy largo, que entró
en crisis periódicamente, como ocurrió con la huelga del Sindicato Único de
Trabajadores Petroleros -formado en diciembre de 1935- estallada el 28 de mayo
de 1937.
Luego, la Junta federal de Conciliación y Arbitraje
emitió un fallo a favor de los trabajadores, por medio del cual las compañías
extranjeras (entre ellas El Águila, Huasteca Petroleum y Sinclair Pierce Oil
Company) deberían pagar 26 millones de pesos de salarios caídos de la huelga de
mayo. Las empresas se ampararon, pero la Suprema Corte de Justicia les negó ese
recurso legal el 3 de marzo de 1938.
Vino después la expropiación y la única
compañía petrolera mexicana, Petromex, fue absorbiendo paulatinamente las
concesiones. El 7 de junio de 1938 se publicó el decreto de creación de
Petróleos Mexicanos que inició sus actividades el 20 de julio.
Se trató de una decisión que requirió de mucha
habilidad política de Cárdenas y su equipo, en especial de Francisco J. Mújica
(encargado de redactar el decreto), por el momento internacional que se vivía:
los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial.
Además, el hecho se convirtió en un modelo para
otros países latinoamericanos de donde también se extraía la materia prima sin
beneficios para su población, y por ello fue una medida peligrosa para los
intereses de los capitales extranjeros. En ese sentido "tuvo una
trascendencia enorme", agregó el historiador.
Esta reivindicación, esta defensa de la
soberanía, se plantea como un mito de unidad que permite asociar a los
mexicanos (incluida la Iglesia) alrededor de un postulado, a pesar de que luego
de la nacionalización vino una crisis que afectó a la mayoría de la población,
mencionó Pérez Montfort.
En México se vivió una fiesta de solidaridad y el pueblo acudió al llamado del gobierno para contribuir al Fondo de Cooperación Nacional, al cual se canalizaron las iniciativas públicas y privadas para reunir fondos y pagar las indemnizaciones a las compañías expropiadas. Asimismo, se formaron los primeros técnicos mexicanos que se encargaron de la industria y el petróleo se convirtió en el primer generador de ingresos para el gobierno federal, tal y como ocurre hasta ahora.
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Foto 1
Fabio Barbosa Cano, del Instituto de
Investigaciones Económicas, dijo que la expropiación petrolera de 1938
significó una lucha que se repitió día con día en contra de los intereses
extranjeros afectados.
Foto 2
La investigadora
y secretaria académica del Instituto de Investigaciones Sociales, Rebeca de
Gortari, aseguró que es necesario analizar a Pemex como
sostén del modelo económico que se desea impulsar, así como redefinir su relación
con el gobierno federal.