12:00 hrs. Marzo 13 de 2003


Boletín UNAM-DGCS-184

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del boletín

DEFENDER NUESTRAS INSTITUCIONES, LA MEJOR FORMA DE CONMEMORAR  LA EXPROPIACIÓN PETROLERA

 

·        Tiene un profundo significado en la historia de México: Fabio Barbosa, del IIEc

·        Según Rebeca de Gortari, del IIS, uno de los retos actuales de Pemex es continuar como pilar del gasto gubernamental

·        El historiador Ricardo Pérez Montfort refirió que una desapropiación total de la industria petrolera encontrará resistencia en diversos sectores

 

La expropiación petrolera tiene un significado profundo en la historia de México y forma parte de nuestra identidad nacional. Por ello, la mejor forma de conmemorar su 65 aniversario es redoblar la defensa de nuestras instituciones, afirmó el investigador Fabio Barbosa Cano, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc).

 

Ese hecho, acontecido en 1938 por decreto del presidente Lázaro Cárdenas, representó para la sociedad mexicana y el gobierno el desafío de rescatar sus recursos naturales y significó una lucha cotidiana contra los intereses extranjeros afectados,  los cuales en la actualidad intentan retomar el control del petróleo, elemento de primera importancia para el desarrollo económico del país, aseguró.

 

Petróleos Mexicanos, en opinión de Rebeca de Gortari, investigadora y secretaria académica del Instituto de Investigaciones Sociales, enfrenta hoy el reto no sólo de seguir siendo una empresa estratégica para el país y de atender las nuevas exigencias del mercado externo, sino de continuar como el pilar del gasto gubernamental.

 

Por ello, es necesario analizar a la paraestatal como sostén del modelo económico que se desea impulsar y redefinir su relación con el gobierno federal, de modo que sea autónoma y capaz de tomar decisiones técnicas y administrativas, en relación con cómo y cuándo se debe explorar, producir o exportar el recurso.

 

Reforma energética y desarrollo tecnológico

 

Para Ricardo Pérez Montfort, historiador y director de la Revista de la Universidad de México, la eventual desapropiación total de la industria petrolera "afectaría mucho al ámbito ideológico de ciertos sectores de la sociedad y las herencias de la Revolución Mexicana, por lo que va a encontrar mucha resistencia".

 

Aunque ya no gobierna el Partido Revolucionario Institucional, "en la conciencia popular –sí se puede hablar de ésta en términos tan amplios- en los sectores medios y, desde luego, en ciertas áreas de la actividad política en las que el nacionalismo todavía es una bandera o un principio", ese proceso resultará  difícil.

 

Barbosa Cano se pronunció a favor de una reforma energética en materia petrolera, pero aquella que "nos lleve a asegurar la máxima recuperación y aprovechamiento de los hidrocarburos en nuestros yacimientos, el uso adecuado de las reservas, así como disponer de instrumentos de fiscalización y administración, lo cual exige que participen organismos técnicos altamente capacitados. Pemex no es de los administradores ni del gobierno federal en turno".

 

Manifestó que la "batalla" en defensa de los recursos estratégicos del país tiene que librarse en el "frente" del desarrollo tecnológico. Debe lucharse porque los ingresos por petróleo tengan el mejor uso posible, no en gasto corriente, sino en el fortalecimiento del presupuesto para instituciones de educación superior y de investigación como la propia UNAM, por ejemplo.

 

A pesar de que en su momento la expropiación petrolera significó recuperar la soberanía, en la medida en que el gobierno no tenía control sobre dicha variable -que ha representado en la historia un impulso para la economía de las naciones-, hoy, debido a la carencia de recursos financieros, ha sido necesaria la creciente apertura del sector; para respaldar proyectos con capital extranjero.

Ningún país, continuó Barbosa, puede pretender vivir de espaldas al proceso de la globalización, pero sí conviene proteger la autonomía tecnológica y financiera. En ese sentido, el resguardo de los recursos estratégicos es parte de la defensa de la soberanía y la seguridad nacionales.

 

Consideró correcta la participación del capital privado nacional y extranjero en la industria petroquímica (fabricación de productos inorgánicos, base de la industria química, farmacéutica, cosmética, de plásticos, etcétera) sólo si las plantas se quedan en territorio nacional y parte de las ganancias son reinvertidas en nuestro país.

 

De ese modo se mejora la balanza comercial y se evitan importaciones, además de que se fortalece el empleo. "Con estas condicionantes, no deberíamos cerrarnos a la contribución de los recursos externos en el desarrollo de nuestra industria", expresó.

 

Ninguna nación, añadió, puede llegar a la absoluta autonomía financiera y tecnológica, además se debe recordar que, a través de la historia, hemos tenido en México participación de capital privado en muchas áreas de la industria petrolera. "Con transparencia, limitado a un programa de desarrollo del sector y de la industria, sí es conveniente la participación del capital extranjero".

 

Después de la expropiación, abundó, Pemex atendió al mercado interno en el contexto de una economía proteccionista. Luego, con nuestras debilidades financieras y tecnológicas, quedamos insertos en un nuevo orden petrolero mundial donde nos convertimos en exportadores de crudo e importadores de gasolina.

 

En el peor momento de la compra de gasolina, uno de cada cuatro litros provenía del exterior. En la actualidad esa tendencia, aunque menor, continúa junto con la importación del gas natural, que es mucho más seria.

 

¿Producción en crisis?

 

Mencionó que en el presente se producen aproximadamente 3.2 millones de barriles de petróleo al día. Es un volumen importante y muestra de ello es que desde que comenzó la explotación del recurso en nuestro país (1901) y hasta el momento de la expropiación se produjeron alrededor de mil 500 millones, cifra que hoy se alcanza en un año.

El problema, añadió, es que más de la mitad de esa materia prima se vende al exterior (Estados Unidos, principalmente), sin ningún proceso de elaboración, o sea, sin valor agregado. Esta situación debe ser una preocupación que se sume a la defensa cotidiana de la industria petrolera nacional.

 

Barbosa aseguró que, con base en estudios de exploración y reservas de crudo, es posible establecer que México tiene un potencial tan importante que seguirá participando en el mercado mundial de petróleo por alrededor de cinco décadas más. Se estima que para el 2006 la producción alcance niveles de 4 millones de barriles diarios, y para el 2010 de 4.2 millones.

 

Reconoció que un porcentaje de los campos petroleros ha entrado en fase de declinación de su producción, lo cual no significa que se deban apresurar las reformas legislativas que permitan la apertura del sector, sino implica que se formen organismos técnicos, los cuales vigilen las operaciones y establezcan si la explotación actual es racional o no.

 

De los 300 campos que existen en el territorio nacional (incluyendo los de gas), tan sólo en 30 se aplican sistemas de inyección de agua para lograr un mejor barrido –y por lo tanto aprovechamiento- de los hidrocarburos. Ese y otros retos, como el mantenimiento de los pozos, forman parte de la necesaria reforma en el sector energético.

 

Según Rebeca de Gortari, ha habido una serie de intentos para que Pemex se transforme o funcione como una empresa privada. "No se trata de su venta a los intereses privados, sino de modificar su funcionamiento". Así sucedió cuando se descentralizó en cuatro grandes organismos: Refinación; Exploración y Producción; Gas y Petroquímica Básica, y Petroquímica.

 

Desde que el nacionalismo económico (originado con la expropiación de 1938 y que estuvo vigente hasta la década de los 80) se abandonó, no ha sido claro para los gobiernos -incluido el actual- qué tipo de empresa debe ser Petróleos Mexicanos.

 

En la actualidad funciona de manera contradictoria, porque es una empresa pública que aspira a comportarse como privada, pero sin la autonomía para la toma de decisiones y el uso de sus recursos, al grado que el Ejecutivo interviene en la designación del Consejo de Administración, así como en la supervisión de sus políticas, y la secretaría de Hacienda controla sus ingresos y egresos.

De tal modo que prácticamente la totalidad de los ingresos de Pemex va al gasto público y poco le queda para financiar su propio desarrollo y procesos, como los de exploración y explotación del recurso.

 

Por ello, para que una reforma energética en materia de petróleo sea viable, es necesario asegurar primero que Pemex responda a los imperativos de una verdadera empresa; es decir, que garantice la recuperación, aprovechamiento y administración racional de los recursos, y que sus políticas sean establecidas por organismos técnicos.

 

De Gortari reseñó que la nacionalización de la industria petrolera (cuya gestación puede observarse mediante tres vertientes: su papel para el desarrollo económico del país, las relaciones entre éste e Inglaterra y Estados Unidos, así como entre el gobierno mexicano y el movimiento obrero) se puede ver como un proceso que culminó en 1938, pero que se fue preparando desde finales de la década de 1920.

 

La historia de un  hecho que dio paso al México moderno

 

Desde el inicio del gobierno de Lázaro Cárdenas quedó expresada en el Plan Sexenal la voluntad de continuar recibiendo a los capitales extranjeros, pero con nuevas reglas. El plan era cambiar la relación con las compañías inglesas y estadounidenses, recuperando la soberanía del Estado sobre los recursos, además de que  pagaran más impuestos.

 

A eso se añadió el descontento de los trabajadores petroleros, quienes, ya con la Ley Federal del Trabajo establecida (1931) exigían mejores condiciones laborales y sueldos.

 

Pérez Montfort explicó que los problemas por el petróleo en México iniciaron con su explotación misma,  durante el gobierno de Porfirio Díaz, no sólo entre el Estado concesionario y las compañías, sino por la tenencia de la tierra donde se realizaba, la organización de los trabajadores, etcétera.

 

En 1911, Francisco I. Madero puso el primer freno a las ya ricas compañías al decretar un impuesto sobre la producción petrolera. Más tarde, en 1917, la Constitución en su artículo 27 estableció que la tierra y los recursos naturales eran propiedad de la Nación.

 

La expropiación del viernes 18 de marzo de 1938, dada a conocer al pueblo a las 10 de la noche a través de todas las estaciones de radio del país, fue resultado de un proceso muy largo, que entró en crisis periódicamente, como ocurrió con la huelga del Sindicato Único de Trabajadores Petroleros -formado en diciembre de 1935- estallada el 28 de mayo de 1937.

 

Luego, la Junta federal de Conciliación y Arbitraje emitió un fallo a favor de los trabajadores, por medio del cual las compañías extranjeras (entre ellas El Águila, Huasteca Petroleum y Sinclair Pierce Oil Company) deberían pagar 26 millones de pesos de salarios caídos de la huelga de mayo. Las empresas se ampararon, pero la Suprema Corte de Justicia les negó ese recurso legal el 3 de marzo de 1938.

 

Vino después la expropiación y la única compañía petrolera mexicana, Petromex, fue absorbiendo paulatinamente las concesiones. El 7 de junio de 1938 se publicó el decreto de creación de Petróleos Mexicanos que inició sus actividades el 20 de julio.

 

Se trató de una decisión que requirió de mucha habilidad política de Cárdenas y su equipo, en especial de Francisco J. Mújica (encargado de redactar el decreto), por el momento internacional que se vivía: los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial.

 

Además, el hecho se convirtió en un modelo para otros países latinoamericanos de donde también se extraía la materia prima sin beneficios para su población, y por ello fue una medida peligrosa para los intereses de los capitales extranjeros. En ese sentido "tuvo una trascendencia enorme", agregó el historiador.

 

Esta reivindicación, esta defensa de la soberanía, se plantea como un mito de unidad que permite asociar a los mexicanos (incluida la Iglesia) alrededor de un postulado, a pesar de que luego de la nacionalización vino una crisis que afectó a la mayoría de la población, mencionó Pérez Montfort.

 

En México se vivió una fiesta de solidaridad y el pueblo acudió al llamado del gobierno para contribuir al Fondo de Cooperación Nacional, al cual se canalizaron las iniciativas públicas y privadas para reunir fondos y pagar las indemnizaciones a las compañías expropiadas.  Asimismo, se formaron los primeros técnicos mexicanos que se encargaron de la industria y el petróleo se convirtió en el primer generador de ingresos para el gobierno federal, tal y como ocurre hasta ahora.

 

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PIES DE FOTO

 

 

Foto 1

 

Fabio Barbosa Cano, del Instituto de Investigaciones Económicas, dijo que la expropiación petrolera de 1938 significó una lucha que se repitió día con día en contra de los intereses extranjeros afectados.

 

 

Foto 2

 

La investigadora y secretaria académica del Instituto de Investigaciones Sociales, Rebeca de Gortari, aseguró que es necesario analizar a Pemex como sostén del modelo económico que se desea impulsar, así como redefinir su relación con el gobierno federal.

 

 

Foto 3

Ricardo Pérez Montfort, director de la revista Universidad de México, señaló que la expropiación petrolera se planteó como un mito de unidad que permitió asociar a los mexicanos alrededor de un postulado, a pesar de que luego de la nacionalización vino una crisis que afectó a la mayoría de la población.