Boletín UNAM-DGCS-117
Ciudad Universitaria
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El 70% de los pacientes psiquiátricos puede
rehabilitarse exitosamente, pues “mucha de la patología que encontramos tanto
en adultos como en niños tiene de fondo una disfunción familiar. El 30%
restante lo constituyen enfermos con trastornos de origen orgánico; esto es,
que tienen un daño neurológico importante, indicó José Luis Vázquez Ramírez.
El profesor adjunto del diplomado Aspectos
generales de la salud mental para médico institucional, que imparte la Facultad
de Medicina con apoyo del Hospital de Psiquiatría San Fernando, señaló que al
analizar la historia de los pacientes “vemos que emergen de una familia rígida,
donde el padre es autoritario, periférico (que no se involucra), alcohólico,
irresponsable, maltratador, poco comunicativo o tiene otro hogar”; en ese
sentido, han crecido con una serie de carencias y se han visto obligados a
tener empleos mal remunerados.
Si bien es cierto que “la carga genética es un
aspecto muy importante”, lo primordial “es la funcionalidad de la familia”, lo
cual se refiere a que ésta cubre las necesidades básicas de los hijos, hay comunicación
entre sus miembros, da afecto, se mantiene integrada a pesar de las vicisitudes
y los conflictos, y sabe encarar los retos de la vida, sus pérdidas y
discrepancias.
“No es una familia sin problemas, más bien a
pesar de ellos tiene elementos para enfrentarlos y sacar adelante a todos sus
integrantes”, aclaró el supervisor del Curso de Terapia Familiar del Hospital
de Psiquiatría San Fernando.
Contrariamente, el núcleo familiar disfuncional
niega las dificultades, hay uno o más integrantes que no desempeñan el papel
que la familia les asigna y, obviamente, sus funciones están alteradas: el hijo
actúa como papá o viceversa, por ejemplo. Los principales problemas que
ocasiona una situación de esta naturaleza son la mala comunicación, el no establecer
límites, así como la violencia, aseguró Vázquez Ramírez.
Actualmente los roles en la familia deberían
ser definidos en términos de que los padres tengan el mismo nivel de
responsabilidad, es decir el 50% cada uno, al asumirse ambos como proveedores y
educadores, así como quienes enfrentan los problemas académicos e informan
sobre la sexualidad, consideró el también miembro del Comité de Investigación
de Bioética de dicho hospital.
El papel de los hijos es cumplir con las
responsabilidades inherentes a su grado de desarrollo. Sin embargo, destacó el
especialista, en nuestra sociedad prevalecen las familias enfermas.
Algunas cifras señalan que entre el 2 y el 5%
de los habitantes sufre de algún trastorno mental importante, de ahí que se
requiere mayor infraestructura para su atención.
Agregó que en México los infantes sufren algún
trastorno mental en la proporción siguiente: siete a ocho varones por una
mujer. En la población adulta, la cifra cambia: dos féminas por cada hombre;
“en el caso de la depresión la relación es de cinco a uno y en diciembre
alcanza el ocho a uno”.
Por otra parte, Vázquez Ramírez informó que
existen alrededor de 50 tipos de enfermedades psiquiátricas que se han logrado
establecer de manera rigurosa, de acuerdo con la Clasificación Internacional de
Enfermedades Mentales CIE10 y la Asociación Psiquiátrica Americana; esto, sin
tomar en cuenta los trastornos de la infancia, como es el caso de los del
aprendizaje.
De las alteraciones más frecuentes detectadas
en el Hospital de Psiquiatría San Fernando, las cuales son muy semejantes a las
de todo el país, se encuentran primero las psicosis de tipo orgánico.
En segundo lugar están los desórdenes
afectivos; de ellos, el principal es la depresión mayor, con síntomas
psicóticos y riesgo suicida, puntualizó.
En tercero se encuentran las adicciones, tanto
las intoxicaciones como los síndromes de abstinencia al alcohol y, cada vez con
mayor frecuencia, a la cocaína y sus derivados; es decir, las drogas llamadas
“de diseño” como el éxtasis y las metanfetaminas “tachas”.
Un cuarto grupo son las alteraciones
relacionadas con la ansiedad, las cuales se vinculan a las de tipo
psicosomático, o sea lo que antes se llamaba hipocondriasis y que actualmente
se conoce como trastornos somatoformes o somatomorfos: “aquí las personas
sufren de un conflicto y lo manifiestan corporalmente a través de una
enfermedad cardiaca, gastrointestinal o como neurodermatitis”.
Otro problema lo constituyen los trastornos
alimenticios, como la anorexia y la bulimia.
El dilema con los padecimientos psiquiátricos,
concluyó Vázquez Ramírez, es que no se les da la importancia que tienen en
relación con su aspecto preventivo. Por lo regular, la sociedad trata de negar
estas situaciones, “como que nos da miedo: es un pariente que no queremos ver;
socialmente nadie quiere ventilar eso. La ropa sucia –se dice para justificar
esta actitud– se lava en casa”.
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